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La ofensa - por C.R. Toska

Nunca olvidaré esa fatídica noche. El fin e inicio de mi vida. Hasta ahora sólo había participado en performances, en piquetes informativos en las puertas de algunas grandes marcas. Pero esta era mi primera gran acción. No porque no hubiese querido participar anteriormente. Sino porque era un grupo muy receloso con la privacidad. No conocíamos nuestros verdaderos nombres. Y sólo los más veteranos eran invitados a las grandes acciones.

Y aquí estaba yo. Embutido junto a mis compañeros en la parte de atrás de una furgoneta, alquilada por supuesto con documentación falsa. Si bien era bastante novato, mis conocimientos de piratería informática me habían hecho un hueco en esa misión. Recuerdo la garganta seca y las manos que no paraba de sudar. Incluso temía que mis piernas me fallaran en cualquier momento. Pero era la noche perfecta. En esa parte de la ciudad las farolas apenas alumbraban. Había una densa niebla que bañaba las calles. No nos sería difícil entrar al almacén sin ser vistos.
—Oye novato, deja ya el baile —empezó a decir Eris; y entonces, con su habitual tono burlón—. Si tienes miedo puedes bajarte.
—Estoy bien —mentí.
—Seguro. No la cagues —siguió Eris.
—Estoy tan preparado como tu. —No era verdad. Me sacaba de quicio su estúpida superioridad.
—Lo que tu digas —se burlabá.
—Silencio —interrumpió Artemisa. Y repitió las instrucciones que ya habíamos repasado hasta la saciedad.

Artemisa era la líder. Tenía un magnetismo único. Todos nosotros buscábamos su aprobación, queríamos hacerlo bien y aunque sabíamos que nunca nos felicitaría, un simple movimiento de cabeza era suficiente recompensa. Yo me esforzaba mucho. Y a Eris, eso parecía molestarle, se lo tomaba como una ofensa.
—Poneos los pasamontañas —continuo Artemisa—. El camión estará aquí en 30 minutos.

A partir de ese momento todo fue muy rápido. Las tenazas mordieron la verja y abrieron nuestra entrada. Nos dirigimos a una de las puertas traseras que Artemisa abrió con un par de ganzuas sin ninguna dificultad alguna, como quien se ata los cordones. Y ya estábamos dentro. Sabíamos que en breve alguien de la central de seguridad se daría cuenta de que habíamos destruido algunas cámaras. Pero para entonces ya nos habríamos largado. Y lo único que encontrarían es nuestro logo dibujado en la pared con tinta roja y su vergüenza expuesta al mundo.

Llegamos a última puerta, que tenía un panel numérico y una luz roja que brillaba amenazadoramente bloqueando el paso a nuestro objetivo.
—Tu turno novato —me apremio Eris.
—Dadme un segundo. —Desmonte la carcasa y conecte una tablet precargada con un programa de fuerza bruta para dar con la combinación de cuatro dígitos.
—¿Seguro que sabes lo que haces? —dudaba Eris.
—Claro. Deja trabajar al profesional. —En muchas otras cosas no, pero en eso estaba seguro. Calculaba que en unos dos minutos la luz que se volvería verde. Pero los segundos parecían minutos.
—Mierda. No va a poder abrirla. —Eris se inquietaba.
—Necesito más tiempo. —Me estaba haciendo dudar. ¿Y si había cometido un fallo y no funcionaba?
—No tendremos otra oportunidad. Aumentarán la seguridad. —continuo con su perorata. Pero la luz verde lo interrumpió.
—Bien hecho. —Artemis apoyó su mano en mi hombro. Y yo sonreí tontamente. Y os juro que aún con el pasamontañas vislumbre en Eris una cara transformada por el odio.

La puerta se abrió. En el fondo de la sala estaba la jaula. Allí encerrado se hallaba un gorila de espalda plateada. Con toda su inmensidad, recluido en ese pequeño espacio. Respiraba agitadamente. Estaba muy asustado.
—Eris, sedalo —mandó Artemisa.
Eris disparó. En segundos el animal cayó en un sueño profundo. Ahora solo teníamos que arrastrar la jaula con la ayuda de una plataforma con ruedas fuera de aquí hasta el camión. En unos días el gorila sería libre. No más experimentos. No más torturas.
—Nos vamos ya. Eris, deja que haga el graffiti. Ayudame con la jaula. —Avanzó por el pasillo arrastrando la jaula.
—Eris, dame el espray. Rápido. —Cada vez estaba más nervioso.
—¿Dame? Tu no me das ordenes novato —escupió con rabia Eris.
—No es momento para discutir. —Le agarre del brazo. Su mirada pareció enloquecer. Me soltó violentamente.
—Toma el puto espray. —Hice la marca en la pared más próxima. Y entonces noté un pinchazo en el hombro. Un entumecimiento que se iba arrastrando por el brazo y la espalda. Caí de rodillas. Y lo último que recuerdo fue una patada estrellándose contra mi nariz.
—A mi nadie me jode novato.

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6 comentarios

  1. 1. María Jesús dice:

    Hola CR: Me ha gustado mucho tu relato, es trepidante y te mantiene en tensión todo el tiempo.
    Solo he visto un fallo en esta frase “Nos dirigimos a una de las puertas traseras que Artemisa abrió con un par de ganzuas sin ninguna dificultad alguna, como quien se ata los cordones”, sobra la palabra “alguna”.
    Por lo demás el texto está muy bien escrito para mi gusto. Lo que más me ha gustado es que los personajes se dedicaran a liberar animales.
    Un saludo.

    Escrito el 17 febrero 2019 a las 19:40
  2. Guau!! Trepidante.

    Sobre el tema escogido y como lo has trabajado, no tengo nada que decir. Quizás hubiera dado algún tijeretazo a cosas que no son relevantes, para poder ampliar la información sobre ellos y lo que hacen.

    Sobre la forma, hay alguna cosilla:
    《El fin e inicio de mi vida》 La expresión no me parece correcta y no entiendo que quieres decir con ella.

    《Había una densa niebla que bañaba las calles.》El “había” sobra. Además de que me suena raro (y probablemente sea incorrecto).

    Las frases breves hacen que la acción sea muy dinámica, pero usalas en su justa medida para que no suene telegráfico.

    Felicidades por una historia con gancho. Espero seguir leyendo tus escritos.

    Escrito el 17 febrero 2019 a las 23:14
  3. 3. Lucrecia Gordillo dice:

    CR: Suspenso. Me encantan este tipo de historias y la tuya me la he imaginado de principio a fin. Te anoto unos comentarios y espero leerte en marzo.

    sólo había participado (solo sin tilde)
    El fin e inicio de mi vida.¿por qué el fin de tu vida? ¿y el inicio?
    burlabá. (sin tilde)
    Y lo último que recuerdo fue una patada estrellándose contra mi nariz.
    —A mi nadie me jode novato.
    si lo último que recuerdas es la patada, ya no escuchaste a Eris. Pero creo que puedes decir “lo último que recuerdo es una patada …y la voz de Eris A mí nadie me jode…. (como una sola acción).
    Saludos, María Lucrecia (112)

    Escrito el 18 febrero 2019 a las 18:15
  4. 4. Galia dice:

    Hola CR, gracias por pasar por mi relato. El tuyo tiene un ritmo cinematográfico, pasas con rapidez de una escena a la otra, está bien llevado. Los personajes están bien delineados y se puede observar claramente los aspectos de la personalidad de cada uno.Hay algunos detalles de ortografía que ya te los han remarcado otros compañeros.
    Nos seguimos leyendo.
    Saludos
    Galia

    Escrito el 18 febrero 2019 a las 23:04
  5. 5. C.R. Toska dice:

    María Jesús: Gracias por tus comentarios. Celebro que te haya gustado. Tomo nota de la corrección.

    Alex Cea Navarro: Gracias los comentarios. Cierto, he abusado demasiado de las frases cortas. Corregiré esta mania en mi futuros relatos. ¡Prometo pasarme por tu relato en breve!

    Lucrecia Gordillo: Gracias por tus comentarios. Seguro que nos leemos en marzo :). Oh, quiero calificar esos fallos ortográficos a las prisas, tendré más cuidado en próximos relatos. Mucha razón al final. ¡También me pasare por tu relato!

    Galia: Muchas gracias por pasarte por aquí y por tus comentarios. Es agradable leer palabras de animo de gente con más recorrido.

    Escrito el 19 febrero 2019 a las 14:41
  6. 6. M.L.Plaza dice:

    Hola C.R.
    Un relato trepidante y muy interesante,aunque el final me parece poco verosimil. No creo que un veterano deje un cuerpo en el lugar del crimen. ¿Qué va a hacer Artemisa? No digo que no pueda pasar cuando hayan acabado y se bajen de la furgoneta.
    He visto algún fallo en los tiempos. Estás hablando de esa noche y dices ahora,creo que es entonces,esa en vez de esta. En el siguiente párrafo ahí por aquí,furgoneta sin coma,paraban.
    Más adelante sustituría el entonces por añadió. Pones dos tú (acentuados) muy seguidos. A partir del primer Artemisa repites demasiado el nombre.
    En el siguiente, encontrarían sería en vez de es.
    En el siguiente, la luz que se volvería sobra que.
    En el siguiente, ahora solo teníamos, sobra ahora. En fuera de aquí sobra la frase y,sobre todo, aquí (ahí).
    Al final, antes de los dos novatos van comas.
    Lo que faltan son muchas tildes.
    Me ha parecido muy interesante la mezcla de acción trepidante y de violencia creciente por parte de Eris.
    Un relato estupendo.
    Saludos

    Escrito el 21 febrero 2019 a las 06:34

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