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La ofensa - por Helena Sauras

Web: http://www.helenasauras.com

—¿Por qué tengo que leer, mamá?

La mujer meditó la contestación. El niño había puesto en marcha en su mente el recuerdo de sus tiempos colegiales. ¿Cómo podía explicarle a su hijo que fue la peor estudiante de su clase?

El niño esperaba una respuesta y Daniela aprovechó para sonreír y liberar tensión. La portada de aquel libro no invitaba a leer en aquel mundo de nuevas tecnologías en que los sobreestímulos invadían. No sabía por qué se lo habían hecho comprar. Quizás para que no recogiera polvo en cualquier almacén perdido. Hasta aquí, nada nuevo.

Daniela se puso nerviosa. Tenía poco tiempo para contestar antes de ponerse a hacer la cena. Recordó cómo las lecturas obligatorias mataban la lectura en mayúsculas. Ella estaba durmiendo en clase precisamente cuando su maestra la castigó. Estaba cansada aquel día en el que había tenido más ajetreo que de costumbre. Su vida transcurría llena de obligaciones. Tenía demasiados hermanos pequeños y sus padres la consideraron mayor desde casi el momento en que nació.
La maestra la llevó a un cuarto oscuro y la encerró allí. Cuando los ojos de Daniela fueron acostumbrándose a la oscuridad, se dio cuenta que estaba envuelta de páginas polvorientas. Las que nadie ya leía. Sus padres nunca le compraban libros, porque decían que eran caros y no estaban para tonterías. Ahora los tenía a su alcance, pero no tenía luz para leerlos.

Daniela supo que tenía que volver allí. Se las ingenió para hurtarle a su padre una linterna. Y a partir de ese momento, empezó a comportarse mal en clase. La maestra la castigaba y la llevaba a aquella biblioteca olvidada.
La niña, con la linterna apuntando en las hojas de papel, descubrió su vocación por las aventuras. Fueron días de constantes idas y venidas a aquel lugar donde podía ser alguien distinto. De esa manera, Daniela se evadía de su mundo y de la enfermedad que sufría su madre, que acabó muriendo pocos meses después.

Después de ese trágico final, Daniela no pudo volver a la escuela. Como su comportamiento nunca había sido ejemplar para nadie, su maestra no movió un dedo para convencer al padre de que continuara los estudios.

Una responsabilidad máxima había recaído sobre ella y tuvo que cuidarse de su familia. No tenía tiempo para leer y se sumió en una niebla profunda en la que permaneció durante mucho tiempo. Daniela creyó que nunca saldría de esa depresión hasta que conoció a un bibliotecario de su ciudad años después. Este le recomendó que continuara sus estudios y así Daniela pudo acceder a la universidad.

Su hijo insistió con su pregunta, escrutándola con esos ojillos pícaros. Daniela le respondió:

—Hijo, porque si no lees, te ofendes a ti mismo. Y tu amor propio quedará herido.

—Pero yo quiero jugar con el móvil.

Daniela no entendía cómo un simple juego de un gorila podía ser más divertido que leer. A lo mejor no tenía en sus manos el libro apropiado para aquel momento. Se quedó pensativa y dejó el libro sobre la mesa del estudio.

—Elígelo tú —dijo Daniela señalando la enorme estantería.
La mujer había tenido tiempo para formarse una pequeña biblioteca desde que tuvo su primer trabajo. Para ella, comprar libros era una necesidad, alimento para su espíritu.
Sabía que desarrollar el hábito de la lectura no era cuestión de un día. Miró a su hijo mientras elegía un volumen de una colección de cuentos y empezaba a leerlo. Era una aventura que le acompañaría toda la vida si sabía picarle la curiosidad con suficiente ingenio. Y ella estaba preparada para hacerlo.

Antes de salir del cuarto, Daniela dijo:

—Cuando lo acabes, seguro que esta historia no te dejará indiferente. Y te hará crecer un poco más. La imaginación no tiene límites.

Al cabo de media hora, el niño se había sumergido en la historia y no podía dejar el libro.

La madre se fue a preparar la cena satisfecha. Cuando volvió, su hijo estaba terminando la lectura y tenía ganas de continuar con la colección de cuentos.

Ese momento inicial había sido un buen comienzo que marcaría a partir de ahora la tónica de sus ratos libres. Su hijo se estaba aficionando a la lectura y esto se reflejaría en su boletín académico y en su manera de expresarse meses después.

Daniela no podía creer cómo el niño había olvidado por completo los juegos del móvil, porque seguramente no los necesitaba.

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7 comentarios

  1. 1. El recreo dice:

    Hola Helena!
    Una buena historia que me ha enganchado desde el momento en que se escapaba para leer con la linterna. Aunque al principio el primer párrafo lo he tenido que leer dos veces porque cuando dices ” en su mente” entendía que era en la mente del niño y no de Daniela. Luego la historia ha ido fluida, algun error me ha parecido leer “cuidarse de su familia” pero por lo demás todo correcto. Creo que el final podría ser más explosivo y visual, en vez de tan plano y previsible, parece que quieres contar mucho en pocas palabras…
    Un abrazo y buena historia!

    Escrito el 17 febrero 2019 a las 22:45
  2. 2. Osvaldo Leone dice:

    Hola Helena.

    No puedo dejar de verme reflejado en el niño que hace la pregunta con que se abre el relato. Tocaste un tema hermoso y de manera inteligente.
    Veo un gran acierto usar aquel cuestionamiento como disparador de un recuerdo que aunque doloroso, necesario. Eso le abre camino a la madre hacia una posible respuesta.

    Me gusto mucho tanto la historia como la forma en que la escribiste/contaste.

    Abrazo !

    Escrito el 20 febrero 2019 a las 15:45
  3. 3. John Doe dice:

    Hola Helena. Buen relato, tiene ritmo y atrapa al lector, quien también logra una empatia con el personaje, el final me parece un poco previsible pero por lo demás gran relato.

    Escrito el 20 febrero 2019 a las 15:49
  4. 4. Víctor Alverdi dice:

    Hola Helena. Me ha gustado mucho tu historia, mis padres también me inculcaron la lectura desde pequeño y esta historia me hizo recordar. Muy buen trabajo, nos leemos.

    Escrito el 20 febrero 2019 a las 22:58
  5. 5. María Esther dice:

    Hola Helena he leído tu relato, que plantea un tema muy interesante: la lectura de libros. Me pareció legítima la preocupación de la madre al ver que su hijo se interesaba más por jugar con el móvil, que en leer un libro. Realmente es un hábito que se adquiere desde pequeño y no se abandona porque la lectura te atrapa, llevando tu imaginación por mundos fantásticos.
    Te felicito por ocuparte de un tema tan humano y actual.
    No me busques porque este mes no pude participar. Saludos

    Escrito el 21 febrero 2019 a las 02:37
  6. 6. Laura dice:

    Hola Helena.
    Vaya maestra que le tocó, que como castigo la encerraban. En fin, otros tiempos.
    Me gustó que pudiese encontrar una alternativa para incentivar el placer por la lectura.
    En el final están las esperanzas de la madre puestas. Se verá si se hacen realidad.
    La escena la encuentro bien escrita desde lo formal. Me encantó la forma en que nos mandaste de lleno a los recuerdos con el pequeño.
    Mis saludos.
    Hasta la pròxima propuesta.

    Escrito el 21 febrero 2019 a las 15:43
  7. 7. Jonatan dice:

    Hola Helena, felicidades por el relato, aunque es un tema muy trillado, nunca dejará de trillarse, afortunadamente, porque es probablemente lo más importante que se le debe inculcar a un hijo, la lectura. Felicidades, gracias.

    Escrito el 23 febrero 2019 a las 09:43

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