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LA OFENSA - por Carmen Espada Jarque

Sentada en una caja en el almacén de la tienda de ultramarinos en la que trabajaba, Juanita estaba comiendo un pequeño bocadillo de atún. Era un día frio, triste, amanecido con una niebla de la que se mete hasta el tuétano.
Mientras come hace un repaso mental de su vida cotidiana, de lo aburrida que resultaba y lo pobre que era. Ella y su vida, su padre siempre borracho y su madre hacía mucho tiempo que la habían enterrado, después de la brutal paliza de su marido. Quería dejar aquella vida, que su padre desapareciera de ella, la ahogaba, deprimía y enfadaba a partes iguales.
Deja un poco del bocadillo para después, pues siempre le entra hambre cuando ya no le queda nada. Ha aprendido a economizar su escuálida comida y ella, parecida a su padre en tamaño, necesita más alimento que las otras chicas de su edad. De pronto algo llama su atención. Ella, que va mil veces al día al almacén, sabe el lugar que ocupa cada cosa, y la caja que está en el medio de un estante no es su lugar. No debería estar ni ahí, ni así. No puede evitarlo, tiene que ir y arreglar aquel desaguisado. Al cogerla se da cuenta de lo poco que pesa, pero lo que más le extraña es lo que hay justo detrás, un paquete, atado y envuelto con una especie de saco. Le puede la curiosidad. Lo abre y la sorpresa es mayúscula. Un montón de billetes, todos en paquetes como en las películas. Sólo los había visto una vez, cuando estaba en el banco haciendo cola para pagar el alquiler, ahora el casero no se fiaba y tras unos cuantos mese sin pagar, se acercaba a la casa y se lo pedía. Siempre tenía que ser ella la que le suplicaba y rogaba más tiempo. El casero ya estaba un poco harto de ellos.
Ese dinero le sacaría de todos los apuros por los que está pasando. Pero es realista, seguro que también le traerá problemas que nunca ha tenido. En un momento se decide, cogerá uno, solo uno. Será más fácil esconderlo. Después, otro día, otro.
Se agarró a uno de los paquetes más pequeños con fuerza, temblando, sus manos sudan y está roja como un cangrejo. La excitación puede con ella, tiene que hacer un gran esfuerzo para controlar sus manos. Debe dejar todo como estaba, menos mal que es muy observadora y tiene buena memoria, en aquellos momentos ha de tener mucho cuidado, no sabe quién puede ser el propietario, pero seguro que no es nadie de los que traban allí…, o sí. En este último caso no será legal, seguro.
Ya colocado todo en su sitio vuelve a sentarse y empaqueta lo que le quedaba del bocadillo con el nuevo relleno. Al levantarse aparece el capataz, como se conocía en el lugar a Martín, un chulo que odia a las mujeres, tratando a todas como si fueran basura y que tuviesen que besar el suelo que él pisa. Le acompañan unos desconocidos con pintas de gorilas de alguna banda. Lo único que le preocupa es cómo salir de aquel sitio sin ningún percance. Nada más lejos de lo que está a punto de pasar. Martín le quita su medio bocadillo de las manos, y empieza a jugar con él, lanzándoselo a sus amigos, intentando enfurecerla. Lo único que consigue es que se quede paralizada. En su cabeza de repente se unen todas las piezas. El fajo de billetes que ha metido en su bocadillo es de ellos, « ¿Qué le harán si descubren que ella lo ha encontrado, y lo que ha hecho?». Ha robado a unos ladrones.
Se oyen las voces del jefe llamando al orden. Nunca se había alegrado de oírlo así de enfadado, ni le habían agradado los insultos que en aquel instante le caen a ella, como si tuviera la culpa de que esos hombres estén intentando molestarla. La culpa de que los hombres no trabajen, siempre es de la mujer que este por allí cerca.
Saliendo del almacén, escucha decir a las otras mujeres: «Tienes suerte, no te hagas la ofendida, a ti no te tocan». Mirándoles a la cara y con ojos enfurecidos les espetó lo que decía su vecino, el abogado: « la ofensa no es el delito, sino la sentencia absolutoria».

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4 comentarios

  1. 1. Eric Milne dice:

    Hola Carmen!
    Seré sincero: no entendí del todo lo último. ¿Ella logró llevarse el dinero? ¿Por qué las otras mujeres se molestaron con ella?

    Aparte de eso, me gustó mucho tu historia. Me gusta como presentas las razones de su desesperación antes de la escena como tal, ayuda a poner un contexto y saber qué pasa por su cabeza en ese momento en lugar de ir descubriéndolo a medida que pasa el texto.

    Espero verte en el próximo reto.
    Saludos!

    Escrito el 19 febrero 2019 a las 04:28
  2. 2. John Doe dice:

    Hola buenos días, buen relato, el ritmo atrapa y el comienzo coloca el contexto para lo que sucede luego, el final es un poco intrincado y confuso pero creo que no hay lío con eso. Buen escrito.

    Escrito el 20 febrero 2019 a las 15:59
  3. 3. María Esther dice:

    Hola Carmen, tu relato se lee con fluidez, interesando al lector al presentar un personaje en una actitud fuera de lo común, sentada en una caja comiendo un bocadillo, siendo que era su lugar de trabajo y debía cumplir con las tareas del caso. También las reflexiones que hace sobre sobre su vida, llaman la atención.
    Coincido con John Doe en que la situación se torna confusa y el final no queda claro.
    Igual, me gustó leerlo, el conflicto está planteado, pena que nos quedamos sin saber la solución.
    Sigue escribiendo y busca información que tenemos muy buenas entradas en el blog.

    Escrito el 21 febrero 2019 a las 03:18
  4. 4. Jonatan dice:

    Buenas Carmen, La idea es muy buena y la firma de relatar también es interesante, atrapa al lector, lo que pasa es que la trama es muy confusa y no queda muy claro si aquello en realidad es un protíbulo encubierto o no.

    Escrito el 24 febrero 2019 a las 14:10

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