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La ofensa - por Anaclara

No me he sentido bien este último tiempo. Semanalmente voy a jugar al fútbol con amigos. El martes pasado me descompuse en la cancha. Fue un colapso. De pronto, el césped empezó a tornarse de un color brillante y me encandiló. Debí taparme los ojos para no enceguecerme y, justo en ese momento, sentí un mareo terrible. Me tiré al piso. Mis compañeros vinieron a preguntarme qué me pasaba. No podía distinguirlos, sus caras se desdibujaban y adquirían forma de óvalo o de pelotas gigantes; los distintos rostros se mezclaban entre sí. Tampoco entendía qué me decían; sus voces sonaban extrañas, tomaban cuerpo y forma, luego se deshacían en el espacio. Me levantaron del piso y me dieron agua. Mi mente se fue recobrando y, de modo lento, volví a la realidad en la que me hallaba.
Pero eso no es todo. Mi mujer me engaña. La otra noche la vi en la esquina de mi casa hablando con un tipo. Cuando se despidieron, él le dio un beso apasionado en los labios. Ella jura que eso no ocurrió. Que en ese horario estaba dentro de la casa. Mi hija, que se encontraba conmigo en ese momento, también asegura que la madre estaba dentro. Que mi mujer mienta no me extraña, pero que lo haga mi hija me ha confundido.
La imagen de mi señora a los besos con otro no se me puede ir de la cabeza. Es una visión que intento sacármela del pensamiento, pero vuelve una y otra vez.
El último acontecimiento fue detonante. Ese día me resultó raro que ella decidiera encargar una pizza.
—¿Y por qué no cocinás? —le pregunté extrañado.
—Estoy cansada. Limpié toda la casa. No tengo ganas de cocinar ni de fregar la vajilla después.
Sus excusas me sonaron a mentiras. Desconfié. Me sentí aturdido.
Por fin llegó el repartidor para entregarnos la pizza. Lo atendí yo. Quería verlo. Era un hombre joven. Sin embargo, no era el mismo que la despidió a los besos unos días atrás.
El tipo me dio el paquete con la comida. El monto que yo debía abonarle no era redondo, y el desgraciado no tenía cambio para entregarme. Me dijo que recién había entregado un pedido y se lo habían pagado con un billete grande. Por eso no tenía dinero chico para devolverme.
Fue una excusa. En ese momento se acercó mi señora para pagarle con el importe exacto. «¡Ah, no! Esto es demasiado. Encontraron el motivo perfecto para verse», pensé.
Cuando le entregó el dinero, él hizo un gesto claramente dirigido a ella: se guardó los billetes, pero cuatro de sus dedos se desplazaron hacia dentro del bolsillo mientras el pulgar quedó fuera. Ese pulgar hacia arriba fue claramente la aceptación a la propuesta que, en algún momento y probablemente frente a mis narices, le había hecho mi esposa.
Abofetee al cadete para su sorpresa. Cayó al piso y me lancé sobre él. Escuché unos gritos, no sé desde dónde vinieron. No recuerdo más nada.
Desperté en un calabozo, alguien me ha traído hasta acá. No sé cómo. Debieron llamar a la policía. Me encuentro en una habitación, entre cuatro paredes. Hoy ha venido a verme un abogado defensor. No pude entender bien lo que me dijo. Pero creo que era mi abogado. Se presentó y me dio una especie de discurso. Entre todas las palabras, he podido captar alguna y hacerme una idea, pero se me ha olvidado. Me confundió que tuviera un chaleco blanco. Tal vez un ambo.
En este lugar he podido dormir. El espacio está prácticamente vacío, pero tiene una cama, no sé cuánto tiempo he descansado. Tal vez horas o días. Los cordones de mis zapatillas han desaparecido.
Ni mis hijos ni mi mujer se han comunicado conmigo. Estoy a la espera del llamado. Aunque no tengo mi celular, hay un teléfono fijo en la recepción. La persona de seguridad atiende y luego pasa la comunicación. Lo ha hecho con la habitación de al lado. Cuando llame mi señora me va a tener que escuchar. A mí no se me engaña así nomás. Aun encerrado conservo mi dignidad. Cualquier burla hacia mi persona constituye una ofensa que será saldada. El próximo amante de mi mujer será, nuevamente, víctima. Esto es cosa de hombres. Quien las hace las paga.
Me dispongo a dormir mientras planeo la siguiente venganza. Mi mente se satura de imágenes que la invaden. Entretanto espero que llegue a mis pensamientos el sueño reparador.

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9 comentarios

  1. 1. isan dice:

    Hola Anaclara:
    Me ha sorprendido el segundo párrafo. Después de contar detalladamente sus mareos en la cancha, dice que eso no es todo, que su mujer le engaña. Me ha parecido un cambio muy brusco para contarlo casi como de pasada. Desde luego ha despertado aun más mi interés en la lectura. Luego ya he visto que el tipo está necesitado de un tratamiento urgente.
    Me ha gustado el estilo fresco del relato y la forma de contarlo. Puede ser que nos tomemos a broma este tipo de enfermedades, pero hay que respetar a quienes las sufren. Seguramente ellos se consideran “sanos” porque no tienen dolencias. En cuanto a la forma me parece correcta y me gusta ese hablar sudamericano que tiene el relato.
    Ha sido un placer.

    Escrito el 17 febrero 2019 a las 18:33
  2. 2. kirjanik Maya dice:

    Hola, Anaclara.

    Un buen relato, no me siento con moral para hacer observaciones a los demás, pero me atreveré a decir que quizás usas muchos puntos seguidos, pero igual lo he entendido y leído sin sobresaltos, así que no le des mucha importancia a mi opinión, que grato que estés en el taller y por favor haznos saber, si en próximo eres “Ana” o “Anaclara” no me quiero perder la lectura de tu próxima propuesta.

    Saludos.

    Escrito el 17 febrero 2019 a las 21:07
  3. 3. Anaclara dice:

    Hola, Isan:
    Gracias por tu comentario.
    Lo que decís respecto del segundo párrafo, que te sorprendió; yo no me había dado cuenta que el cambio es abrupto, gracias. El personaje se da cuenta de que el engaño de la mujer y la descompostura tienen alguna relación. Hay cierta conciencia de enfermedad.
    Las locuras son enfermedades serias, tal vez no haya demasiada conciencia de enfermedad, pero quien la padece sufre mucho.
    ¡Saludos!

    Escrito el 18 febrero 2019 a las 13:32
  4. 4. Anaclara dice:

    Hola, Kirjanik Maya:
    Gracias por tu comentario.
    Es una buena opinión lo que me decís de los puntos seguidos. A mí me gusta usarlos, pero hago abuso. Voy a revisarlos para las próximas consignas.
    ¡Saludos!

    Escrito el 18 febrero 2019 a las 13:35
  5. 5. Carmen Ramacciotti dice:

    Hola Ana Clara.
    A mí me parece que el cambio abrupto del primero al segundo párrafo, es pertinente a la situación. Me ha provocado un “¡ pobre hombre! tal vez allí comienza su descompensación en la cancha!” Y en realidad es un detonante para a todo un estado futuro.
    Muy bueno como vas marcando la evolución hasta el estado actual.
    Felicitaciones.
    Te leeré en la próxima entrega.

    Escrito el 19 febrero 2019 a las 12:53
  6. 6. John Doe dice:

    Hola Anaclara buenos días. Me ha gustado mucho tu relato, bien narrado y con buen ritmo, el personaje es enigmático y engancha al lector, y me parece que se siente su forma de pensar en las acciones y en la estructura del relato que salta de pensamiento en pensamiento o por lo menos esa sensación me dio a mí.

    Escrito el 19 febrero 2019 a las 18:49
  7. 7. Anaclara dice:

    Hola, Carmen y John:
    ¡Muchas gracias por comentar mi relato! Pronto me voy a dar una vuelta por los suyos.
    ¡Saludos!

    Escrito el 20 febrero 2019 a las 02:01
  8. 8. Rachel Moonlight dice:

    Hola Anaclara,

    Enhorabuena por tu relato y de cómo tratas el problema del protagonista. Me ha gustado.

    Un saludo de tu vecina 61

    Escrito el 20 febrero 2019 a las 22:57
  9. 9. Laura dice:

    Hola Anaclara.
    Tal vez no está muy firme el hilo conductor que uniría el primer pàrrafo y el resto, ya que el protagonista en principio sufre un desmayo y luego va por el asunto de la mujer que lo engaña, dos cosas algo separadas entre sí. Tal vez si se desmayara cuando ve que ella besa al otro hombre, podría ir mostrándose la relaciòn entre los distintos hechos.
    Es tan sólo un aporte, a consideraciòn, de ningùn modo la verdad en letras.

    Mis saludos.
    Hasta la pròxima propuesta.

    Escrito el 27 febrero 2019 a las 11:28

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