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La ofensa - por JaimeM
—¿Por qué tengo que vestirme bien para ir a la iglesia? —le pregunté a mi madre. Tendría unos 10 años (lo sé porque no mucho más tarde dejaríamos de ir a la iglesia).
—Es una señal de respeto —me dijo ella.
—¿Y qué le importa a Dios cómo vayamos a la iglesia —insistí.
—Así le demuestras lo que nos importa. Y también lo hacemos por el resto de gente, que hace el esfuerzo de arreglarse.
Refunfuñé, testarudo, sin que la razón me hubiera convencido lo más mínimo. ¿Qué me importaba a mí lo que pensara aquella gente que no conocía de nada? ¿Y no era hipócrita vestirse tan formal para Dios, una entidad que trascendía lo físico? Pero, como habitualmente, acabé cediendo. No tenía otra opción si no quería ganarme la bronca de mi padre. Así que me dejé vestir de domingo, con una ropa que me hacía sentir como si estuviera fuera de mí mismo y, al mismo tiempo, como si fuera el centro de atención de todas las miradas: tímido, cohibido, anulado. Disfrazado.
Hoy, más de 25 años después, todavía estoy recuperándome de esa (entre tantas otras) posibilidad de ofensa.
Hola, Jaime:
La idea me gusta y creo que ofrece tela para cortar. Las tradiciones tienen orígenes que resultan absurdos con el correr del tiempo.
No me convenció la oración de cierre, acaso no haga falta.
Saludos,
Hola Jaime, estoy de acuerdo; una de las mayores ofensas que de continuo se hace a los niños es la de infravalorar su inteligencia, el ser escuchados seriamente tendría que estar entre sus derechos humanos más respetados,no porque siempre digan la verdad sino porque acostumbran a ver las cosas como realmente son; y eso a los adultos nos aterra. Así que hay que cuidarse porque aunque los modos cambien las ofensas permanecen.No hay nada que justifique suponer que el tuyo sea un relato testimonial, si lo es te pido disculpas, si no te diría que la pregunta “¿Y no era hipócrita vestirse tan formal para ?” me resulta un tanto abstracta para provenir de un niño de 10 años, sobre todo como está formulada:”…Dios, una entidad que trascendía lo físico” suena más a reflexión de adulto.
En fin, muy bien buscado el tema que despierta ideas.
Hasta la próxima.
Gonzalo LM – ¡Gracias por tu comentario! Es verdad que me estuve pensando si dejar la frase final o no (de hecho había escrito bastante más y decidí borrarlo de un plumazo). La dejé para conectarlo con el título, pero creo que tienes razón (o quizá la podría formular de una manera distinta).
Noemi – ¡Muchas gracias por pasarte y comentar! Tienes razón en que la frase es demasiado elaborada para provenir de un niño, es una traducción adulta de mis sentimientos de entonces.
¡Un saludo!
Hola JaimeM.
Tu relato es curioso, con un tema que hay que valorar en la educación de los más pequeños; si quieren o no tener esa formación de fé. Muy bien pensado y expuesto.
Al leer he sentido que el niño de diez años no lo parecía, por la descripción de sus espresiones, por lo demás me parece bien.
Gracias por comentar mi relato, llevas razón con las erratas, pero no tango con el significado de la ofensa; si como bien dices es puede se una “treta o venganza”, pero al fin y al cabo, el encontrarse con el gorila después de un aviso ficticio es una ofensa, que es una humillación para un inspector de policía.
De todas formas gracias por tu comentario.
Saludos, Gustav
¡Gracias por tu comentario, Gustav!
Hola Jaime: Interesante reflexión tu relato que nos hemos hecho, seguro, muchas veces. Creo que la iglesia nos ha engañado mucho y a día de hoy seguimos así, aunque afortunadamente va cambiando poco a poco, pero hay tantos intereses….
Un saludo.