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La sombra - por Crispín Silva Muñoz

LA SOMBRA

El hombre se transformó en un niño que parecía preocupado o disconforme con esa mancha oscura y sin nombre que proyecta su propio cuerpo. Si, Rolando había comenzado a tener una especie de relación personal con su sombra. A veces la llamaba “mi contraste,” y en otras ocasiones se refería a ella como… “la que me tira al suelo.” Incluso ya su contorno había comenzado a determinar algunas de sus actividades; porque ahora cuando tenía que tomar una decisión o comprometerse con algo, a veces respondía:

—De todas maneras déjame consultarlo con mi sombra.

Pero ya estaba llegando a los límites de la exageración. Una vez le dijo a sus amigos:

—¡Hoy amanecí sin mi sombra y me sentí muy bien muchachos..! Porque ustedes se imaginan lo que es andar todo el tiempo pegado a esa opacidad, o a esa proyección. Por mucha gracia o garbo que tenga esa silueta, yo no quiero tener que llegar a verla como un espanto o como un espectro.

De ese tono eran los comentarios de Rolando relacionados con su imagen. Parece que en una ocasión también tuvo la oportunidad de separarse de ella. Según él, fue en un día muy nublado y entonces lo aprovechó para reunirse con sus amigos. Pero al poco rato, al disiparse las nubes, hizo su aparición “la ineludible figura,” como también le gustaba definirla.

El colmo fue cuando una noche, durante un apagón programado que lo atrapó en medio de sus amistades, cayeron en una conversación de intimidades masculinas y Rolando sorprendió a sus amigos narrándoles la forma como él y su sombra hacían el amor. Entonces les dijo:

—En eso también mi compañera inseparable es fantasmal. Le gusta hacerlo con la habitación en tinieblas, sin ningún tipo de claroscuro. Se mete en la cama conmigo como si desapareciera. Atrevida y descarada la siento deslizarse sobre mí como la seda y sin ningún tipo de pudor. A veces desde la oscuridad me pregunta si todavía estoy allí, a su lado. Entonces pienso que soy yo quien la contiene.

Aquella narración metafórica de Rolando enmudeció a sus amigos por unos segundos y luego estallaron en risas y exclamaciones. Uno de ellos le dijo:

—¡Chamo..! Una de dos: O te estás volviendo loco, o te vas a convertir en un poeta..!

Pero lo cierto es que desde los primeros años de su juventud, Rolando siempre había sido un hombre díscolo, travieso y con muchos amigos con los cuales se liaba en francachelas. Ahora se había casado y estaba experimentando significativos cambios en su vida porque su esposa, conocedora como era de su vida de jolgorios, no se separaba de él. No lo dejaba ni a sol ni a sombra.

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4 comentarios

  1. 1. Alberto dice:

    Hola Crispín,

    Desde luego imaginación no te falta y tienes un lenguaje muy cuidado. Solo encuentro como algo mejorable el uso de las comillas, ya que los signos de puntuación van después y no antes de las mismas.

    Por lo demás, felicidades por tu relato.

    Escrito el 18 marzo 2019 a las 00:01
  2. 2. AnaRosa dice:

    Hola, Crispín.
    La metáfora utilizada sirve muy bien al desarrollo de tu historia, junto al tono, lenguaje y descripción le das fuerza y dinamismo llevando al lector hasta el final del relato cuando éste cae en cuenta que es la esposa. Y no te equivocas, muchas se convierten en sombras de sus esposos y viceversa. Creo que este sentir es el que me hizo conectarme con su relato. Lograste tu objetivo, enganchar al lector. ¡Felicitaciones!

    Escrito el 18 marzo 2019 a las 13:30
  3. 3. Rachel Moonlight dice:

    Hola Crispín,
    Felicidades por tu relato, ya que está muy bien logrado. Te engancha y te confunde al principio, pero luego al final, lo entiendes todo y te lo vuelves a leer comprendiéndolo más.
    Un saludo de tu vecina 63

    Escrito el 21 marzo 2019 a las 20:22
  4. 4. María Jesús dice:

    Hola Crispín: Curioso e imaginativo relato el tuyo, muy bien descrito y ameno. La verdad es que el final sorprende y eso es precisamente lo que ese espera de un buen relato.
    Un saludo desde el 114.

    Escrito el 24 marzo 2019 a las 21:22

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