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Del antes y el después - por Inés

El hombre se transformó en un vestigio de sí mismo, como una mariposa que involuciona en larva y que sueña un sueño sin ideales, sin mayor interés que satisfacer su hambre instintivo de hojas frescas y olvidando la maravillosa mezcla de colores de los pétalos y la delicadeza del néctar floral del que alguna vez supo nutrirse. Convencido de una realidad inventada, se jacta de su apariencia nauseabunda, como aquel emperador sin ropajes, incapaz de comprender que se pavonea desnudo ante el mundo y sin querer ver la realidad que le reflejan los espejos. Desde el día en que cayó el muro cayó también su sistema de vida. En un mundo regido por la represión gozaba de una cuota de poder y una falsa sensación de seguridad. El fin de esa etapa significó el fin de su identidad y desde entonces vive abrumado por la exposición al nuevo orden mundial.
Por las grietas de uno de los tantos edificios abandonados en Berlín oriental, entra la luz como una ráfaga salvadora. Ilumina el polvo que vuela en un espiral infinito y también aquel depositado a lo largo del gran espejo mural. Ilumina al hombre y su desgracia, da forma a su vergüenza y con su atolondrada inocencia despierta sin saberlo a la fuerza brutal del resentimiento. Desde su cueva profunda y hedionda este aparece decidido a barrer con ímpetu todo lo que se ponga en su camino. Atacar primero es la mejor defensa que conoce y ayudado por la negación apaga todo atisbo de luz y desdibuja toda forma. Los espejos no reflejan en la oscuridad y el hombre-larva puede creer entonces en otra imagen de sí mismo. El resto poco importa, en tanto reine la oscuridad la vista no es más un sentido del cual temer.
Quedan sin embargo los hedores de la podredumbre, que emergen ineludibles al mover cualquier escombro del edificio abandonado. Son las culpas del pasado que lo rodean como fantasmas hediondos e impredecibles. El resentimiento no puede con ellos, es cuestión de acostumbrarse y dejar que la desidia se ocupe del resto. Así nuestro vestigio de hombre duerme un sueño letárgico y se confunde entre su propia capa de excrementos. Demasiado cómodo para salir de su inconformismo, solo espera alcanzar la muerte sin tener que mirarla a los ojos para rendirle cuentas.
La esperanza contempla la escena a lo lejos. Rodeada de luz y desde una altura que le permite vislumbrar un horizonte apacible, imagina otros escenarios para el hombre. Ella no arrasa, ni irrumpe con vehemencia, sino que actúa lentamente guardándose para el largo plazo. Asociada al amor, sabe irradiar su energía desde los corazones, desbordar en ojos brillantes y en sonrisas de confianza.
En su recoveco miserable, tendido sobre viejos tapices y almohadones enmohecidos el resto de hombre siente un resabio de calor interior, pero ya no recuerda el haber tenido un corazón. Teme volver a caer en el engaño y la desilusión, aunque es capaz de ver los ojos de confianza en el rostro que se acerca. La esperanza no cede y avanza lentamente con una taza humeante entre las manos. No siempre funciona, pero a veces la larva recuerda que fue mariposa y ese anhelo la impulsa a buscar una vez más la luz y, como eyectada por la fuerza sanadora del amor, vuelve a abrazar al mundo.
Por un instante el milagro sucede, las miradas se encuentran y una pequeña sonrisa se esboza entre los labios del hombre. El sol vuelve a colarse por las grietas del edificio y entre los escombros grises revolotea una mariposa.

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5 comentarios

  1. 1. Carmen Ramarama dice:

    Qué buen texto Inés!
    Cuánta fuerza en esa denuncia de la soberbia y estupidez humana. Muy poética, muchas imágenes. Y el final queda la esperanza de la redención para poder seguir siendo mariposa y no gusano.
    Estoy impactada. En algún punto, aunque más individual, mi relato se emparenta con el tuyo. Estoy en el 47.
    Hasta pronto
    Enhorabuena.

    Escrito el 18 marzo 2019 a las 13:29
  2. Inés, paso a opinar sobre tu intenso relato “Del antes y el después”, que está a continuación del mío en la lista.
    Haces gala de una honda y detallada capacidad de análisis de la condición humana, expresada por medio de acertados símiles y metáforas.
    Hubiera querido encontrar el relato subdividido en párrafos cortos, que facilitarían mucho la apropiación mental de lo expresado.
    Saludos.

    Escrito el 18 marzo 2019 a las 20:54
  3. 3. Ratopin Johnson dice:

    Hola Inés,
    Muy buen relato. Tienes mucho estilo y gran riqueza de vocabulario. Cada frase se apoya en otra que la engrandece, cada adjetivo o epíteto al lado del sustantivo fortalece a este. Por ejemplo: “…entra la luz como una ráfaga salvadora. Ilumina el polvo que vuela en un espiral infinito y también aquel depositado a lo largo del gran espejo mural. Ilumina al hombre y su desgracia, da forma a su vergüenza y con su atolondrada inocencia despierta sin saberlo a la fuerza brutal del resentimiento”. Más que lo que cuentas a mí me ha ganado el cómo.
    Quizá como te indican, hubiera quedado mejor con los párrafos más separados. Por orden, y para que el lector también, haga las pausas necesarias.

    Me ha encantado.
    Saludos

    Escrito el 19 marzo 2019 a las 21:00
  4. 4. Inés dice:

    Muchísimas gracias por los comentarios. Muy valiosos.
    Yo también pienso que los párrafos podrían haber sido más simples, pero fueron escritos en un contexto muy intenso y muy complejo de mi vida personal y eso es lo que necesitaba transmitir.
    Ahora sigo con la lectura de vuestros relatos.
    Saludos!

    Escrito el 23 marzo 2019 a las 14:53
  5. 5. Ana Roda dice:

    Hola Inés.
    Que bien escribes. Tienes un vocabulario riquísimo y unas frases muy poéticas y visuales.
    Enhorabuena.
    Te seguiré en próximas entregas.

    Escrito el 26 marzo 2019 a las 18:00

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