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El niño que transformó al hombre - por martagla

El hombre se transformó en niño. De no más de seis años, estimo. Vino a cambiarle la vida, imagino. Debió de resultar efectivo, adivino. Y espero que así fuese, pues quienes le conocían antes y le ven ahora, sienten esa paz y esa armonía que transmiten los que han renacido. Seguramente fuese la casa de campo de sus abuelos, que siempre le había provocado una especie de disociación mental ante la realidad. O tal vez fuese el efecto de un uso abusivo de los calmantes para los dolores que le provocaba la hernia de disco. Tal vez el universo. Tal vez Dios.

¡Oh, por favor, perdonadme! ¡Qué estúpida soy! No debéis estar entendiendo mucho. Empezaré de nuevo, ¿vale? Y esta vez por el principio.

Recién divorciado y aquejado por una hernia de disco, Ulpiano volvió a la casa de campo de Lekeitio, donde sus abuelos vivieron. Pensó que sería un buen lugar para descansar, para superar ese sentimiento de soledad entremezclado con indiferencia. Una especie de eterna y falsa indiferencia que se había apoderado de él hacía años. Y que le había hundido la vida. Le había hundido EN la vida. Pero, ¿en qué vida? ¿cuándo, dónde y por qué se había dejado de esa manera?
Al segundo día de su llegada, aprovechando que se encontraba sin dolores (tal vez el hecho de haber tomado un calmante y medio más de lo recetado, y sin desayunar, influyó en toda la historia) decidió re-explorar un edificio abandonado donde solía jugar de niño con sus primos: un antiguo centro geriátrico. Nada más entrar sintió una sacudida en todo su cuerpo, un fuerte pinchazo en la espalda y en el estómago, volvió esa sensación de disociación que sentía de pequeño, como si se escapase de su cuerpo y volase lejos; y entonces cayó al suelo. Al levantar, tropezó con su ropa. Una ropa que le quedaba holgadísima. Miró sus manos, chiquititas, no más grandes que la de un niño de seis años, estimó. Sí, un niño. Se había transformado en niño. Correteó sin dolores por el edificio abandonado. Como si una mezcla de vitalidad, de rabia, de fuerza y de resentimiento se hubieran apoderado de él. Igual que hacía el avión, tiraba piedras contra la pared para que rebotasen y le golpeasen. Igual que saltaba con una sensación de absoluta libertad, rompía a gritar hasta dolerle la cabeza. Como si se gritase a él. Como si quisiese herirse. Estaba totalmente descontrolado. Seis años.

—¡¿Dónde estoy?! ¡¿Por qué me has abandonado?!— retumbaba en su cabeza.

Sus pequeños pies le llevaron, con o sin su consentimiento, no lo tenía claro, hasta una habitación con cuatro espejos en cada pared. En los espejos de dos de esas paredes, Ulpiano podía ver a un niño, de no más de seis años (estimó), desaliñado y sucio. Como abandonado. No se parecía a las fotos que tenía de él mismo cuando era pequeño. Parecía un salvaje, un Mowgli. En los espejos de las paredes restantes, estaba él. Ulpiano. Bien vestido, gris, solo, indiferente y hundido. Algo asustado también. Él, vaya.

—Por fin te atreves a buscarme. He estado tan aburrido… ¿Por qué ya no me escuchas? ¡¿qué he hecho mal?! ¡Estoy muy enfadado! Antes jugábamos tanto juntos…—dijo el niño.
—Perdona… ¿Quién eres?— se atrevió a preguntar Ulpiano.
—¡Soy yo! Tu niño. Tu voz. Tu disociación. Tu creatividad, tus ganas de jugar. Tu guía. Siempre recurrías a mí cuando no sabías qué hacer, cuando algo te atormentaba. Me hablabas. Y me escuchabas… hasta que dejaste de hacerlo. ¡Cobarde! Te fuiste abandonando a ti mismo… ¡a mí! ¿De verdad no veías los círculos constantes en los que te movías sin atreverte a buscar una salida? Ya nada te motiva… Te hablé durante años, señalándote las salidas. No quisiste actuar, y decidiste callarme porque te escocía. ¿Te acuerdas? ¡¿recuerdas cuándo dejaste de escucharme?! Y ahora eres como un muerto en vida. ¿Ya has tocado fondo? Entonces, no dejes de buscarme, ¿vale? Volveré a jugar contigo, si aún quieres salvarte.

De nuevo, Ulpiano sintió una sacudida en todo su cuerpo, un fuerte pinchazo en la espalda y en el estómago, y cayó al suelo.

No sabemos mucho más de esa tarde en que el hombre se transformó en niño. De no más de seis años, estimo. Vino a cambiarse la vida, imagino. Debió resultar efectivo, adivino.

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7 comentarios

  1. 1. María Jesús dice:

    Hola Martagla: Bonito relato,me ha parecido muy interesante la introducción,ese párrafo confuso que luego el narrador se ve en la obligación de explicar. Haces una hermosa reflexión del lo que es la vida de un adulto medio, que tiende a olvidarse de cuando era un niño con ilusiones y ganas de explorar, de aprender de inventar, todos esos estímulos que se van perdiendo con el paso de los años.
    Se ve que esa efímera transformación en el niño que fue, del protagonista, le hace plantearse su vida. Ojala todos pudiésemos pasar por esa experiencia y aprender de ella.
    Un relato encantador, el tuyo que trasmite buenas vibraciones.
    Saludos.

    Escrito el 16 marzo 2019 a las 20:29
  2. 2. Sebas A dice:

    Hola Martagla,

    Tu relato me atrajo desde el título mismo. Muchas veces me he cuestionado y preguntado donde quedó ese niño que alguna vez fui. Creo que nunca debemos dejar de ser niños y abandonar esas ilusiones, sueños curiosidad e ingenuidad que poseen todos los niños.

    Me gustó mucho el recurso que utilizás de detener el relato y pedir disculpas al lector, recomenzando la historia para que éste entienda.

    Es mi primera vez por aquí, espero leerte muchas otras veces.

    Un saludo,

    Escrito el 17 marzo 2019 a las 04:20
  3. 3. Martagla dice:

    Muchísimas gracias a ambos, ¡de verdad! Atravieso un momento no muy bueno creativamente hablando y recibir estos comentarios me anima mucho a seguir intentándolo.
    De alguna forma, creo que todos, en ocasiones, alejamos esa vocecita/ese niño que nos comenta lo que le gusta hacer, lo que le hace feliz (es decir, lo que NOS gusta hacer, lo que NOS hace feliz). Y creo que muchas veces lo hacemos por miedo, pero ponemos como excusa que somos adultos y es lo que toca.
    Ojalá todos escuchemos a nuestros niños interiores!
    Un abrazo fuerte para los dos, María Jesús y Sebas A. Pasad una bonita semana 🙂

    Escrito el 19 marzo 2019 a las 10:54
  4. 4. Leosinprisa dice:

    Hola Martagla, no puedo sino alabarte por la creación de un texto tan original, y por no desmerecerlo, especial. Sí, especial porque lleva esa pequeña magia de los relatos que te cautivan y entretienen, aún siendo cosas sencillas, como las desventuras de este hombre que podría ser cualquiera, y carece de una personalidad y características que lo hagan destacar entre los demás.

    Pero es lo que tiene la magia de la escritura, pequeña sí, pero grande para quien tiene ocasión de leerla. Enhorabuena por crear algo así.

    Sí este es tu momento bajo en la creatividad, que será cuando lo sabes utilizar de forma plena. 🙂

    Agradecerte los comentarios en mi texto. Ha sido un placer leerte. Un saludo.

    Escrito el 20 marzo 2019 a las 09:53
  5. 5. Laura dice:

    Hola Martagla.
    Si te sientes en un momento bajo de creación, no te fuerces (es mi consejo). Descansa un poco, tal vez lo necesites y por ello te sientes así. No te sientas mal. Siéntate a la sombra de algún árbol, mira a los niños y a los perros jugar y dormir, relájate.
    Tu escena me ha gustado, es una gran lección para que no nos olvidemos de quienes somos.
    Mis saludos.
    Hasta la próxima escena .

    Escrito el 21 marzo 2019 a las 11:58
  6. 6. Baxin dice:

    Qué bello relato, muy bien trabajado el personaje Ulpiano. Es como si lo hubiera visto en su “falsa indiferencia” y “hundido la vida”; casi como muchos que conozco 🙂

    Escrito el 24 marzo 2019 a las 00:58
  7. 7. MOT dice:

    Hola Martagla.
    Es la primera vez que te leo, y he de decirte que he sentido verdadero placer al hacerlo. Bonita historia… emotiva… profunda al tiempo que sencilla… Ojalá todos mantuviéramos siempre algo de niño.
    Como te han indicado ya, grandioso el recurso de pedir perdón al lector; me ha encantado.
    Saludos y ENHORABUENA.

    Escrito el 24 marzo 2019 a las 17:04

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