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Metamorfosis II - por Maurice

Web: http://mauricenipapaian.blogspot.com

Metamorfosis II

El hombre se transformó en un ser increíble, cuando ingresó como capataz al frigorífico. Nadie esperaba que Soto, después de ser nombrado en la Swift, se transformara en un roedor, un bicho despreciable. En realidad, mucho antes del quiebre de la empresa, ya presentaba signos de su metamorfosis sabandija, caminando al ras del suelo. Se lo veía con frecuencia merodear por las alcantarillas, basureros y resumideros.
Sotito ─cómo le decían por su baja estatura─, era un tipo de mediana edad que nació y se crió en el pueblo junto a muchos de los operarios de la planta. Su padre era un modesto trabajador del campo, ovejero para ser más preciso, que se vino de Chiloé veinte años atrás corrido por la malaria existente en el sur del país trasandino. En Río Gallegos conoció a su madre, la menor de las hijas del patrón de la estancia donde trabajaba cuidando y esquilando sus ovejas. Se casaron poco tiempo después cuando Geraldine se quedó embarazada de él. Sir Oldrich lo obligó a formalizar a cambio de su propia supervivencia. Seguro aquel braguetazo hizo posible el ingreso de su hijo en el frigorífico Swift, cuando los capitales británicos se instalaron en el pueblo a principio del siglo XX y del que su suegro a la fuerza, era accionista.
Aunque pasaron muchos años que la planta apagó la última chimenea, Sotito no olvidaba los olores y gritos de aquellos tiempos. ¿Cómo no acordarse de la empresa que estuvo tan ligada al crecimiento del pueblo, que ya empezaba a convertirse en ciudad?
Estaba solo, detenido en medio del edificio vacío, con la imagen de los años trágicos delante de sus ojos; sus compañeros luchando y protestando para que les redujeran la jornada laboral y aumentaran sus salarios; el cuerpo de Hipólito ─uno de los instigadores─ cocinado en la pileta de hervir achuras, sin que jamás llegara a saberse cómo fue a parar allí. Pero lo que su conciencia le recordaba incesantemente, era la traición. Aprovechando la confianza de sus viejos amigos, entregó a la administración los nombres de los organizadores de la protesta, haciendo posible que los encargados del frigorífico emprendieran ─con la colaboración de la policía local─ una feroz represión contra los huelguistas. Siendo nieto de uno de los más encumbrados terratenientes de Santa Cruz, se vio compelido a colaborar con los coterráneos y socios de su abuelo. Así se logró sofocar la protesta del 20, y para siempre.
Con los años, la merma en la cría de ovinos y la diversificación de los mercados, hicieron que el frigorífico fuera cayendo en la producción hasta finalmente cerrar sus puertas a mediados de 1970. Y con ellas, las esperanzas de muchas familias en aquel sur lejano e inhóspito. Bueno, ”no hay mal que por bien no venga”, pensaba el viejo Soto cuando se acordaba de la explotación y el trabajo esclavo al que eran sometidos sus compañeros, y con la complicidad de su parte. No obstante, el remordimiento carcomía su espíritu; ni siquiera el pensamiento de que entonces había tomado la decisión correcta ─dadas sus circunstancias familiares─, le servía de consuelo.
El chirrido lo saco de sus cavilaciones. Justo a tiempo alcanzó a ver la rata escabulléndose detrás de la pared, derruida por el moho y el tiempo. Se preguntaba qué podría buscar un ratón en este cementerio; hacía décadas que allí no había desperdicios que le sirvieran de alimento. “Pero ─reflexionaba─, las alimañas supervivieron a lo largo de los siglos. Y él era un testimonio de ello”.
En el interior de la estructura de cemento y chapa, dividida en compartimentos que alguna vez sirvieron para el procesamiento de la carne que luego se exportaría; se veía a sí mismo formando parte de un mundo subterráneo y sombrío, privado de la luz verdadera. En el que habitan los traidores a su propia raza. Por algo Dante los colocaba en uno de los círculos más bajos del infierno.
Después de aquellos días, jamás regresaría a la superficie. No podía. Sus amigos, simplemente, desaparecieron de su vida.
Regresó al Audi que tenía aparcado a cincuenta metros, sobre calle Roca. Se sentó y abrochó el cinturón. Antes de encender el motor, echó una mirada a la vieja Swift. Estaba viejo y había ganado mucho dinero. Sin embargo, se le ocurrió que la vida que había llevado junto a su esposa ─ausente ahora─, hijos y nietos, no le pertenecía. Debería regresar allí, al lugar donde estuvo minutos atrás. Sí, definitivamente, tendría que estar junto a las ratas.

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4 comentarios

  1. Hola Maurice,

    Gran historia.
    Me descoloca un poco esta metamorfosis, por que vengo de leer historias más “reales”, pero abriendo la mente a la CF, es fácil darse cuenta de que en ese ámbito todo es posible.

    Te sugiero que busques la internacionalización de algunas palabras. Por ejemplo, en españa solo llamamos frigorifico a la nevera que tenemos en casa. El tipo de fábrica del que hablas, aquí sería un matadero.

    ¿Conoció a su madre? ¿Puede que de donde tu seas, llaméis madre a tu propia esposa? Lo desconozco. Para mí lo correcto es algo del estilo: “Conoció a la que sería su esposa”.

    Las alimañas no superviven, si no que sobreviven.

    Hay cositas que pulir, pero me ha gustado por que lo veo muy completo: Introducción, nudo con descripciones muy ricas, y desenlace.

    Espero que mis aportaciones te sean útiles.

    Saludos!

    Escrito el 18 marzo 2019 a las 10:32
  2. 2. AnaRosa dice:

    Hola, Maurice.
    Me gustó el comienzo del relato, creas expectativas, pero, a lo largo del relato queda oculto bajo las capas de la descripción, muestras, pero, siento que no cuentas tal como lo esperaba. Fluye, pero con tropiezos, no atrapa mi atención, intentas apoyarte en la metáfora, más sin embargo lo consigues a medias.
    “Sir Oldrich lo obligó a formalizar a cambio de su propia supervivencia” al leerlo me desorienta, no logro identificar quien habla.
    Toca el antivalor, traición, me hace sentir decepcionada del ser humano y a su vez de mi misma. Refleja la parte oscura de lo que somos. Sin embargo, da una luz de esperanza, de arrepentimiento: “Después de aquellos días, jamás regresaría a la superficie. No podía. Sus amigos, simplemente, desaparecieron de su vida”

    Al finalizar tu relato dices: “Debería regresar allí, al lugar donde estuvo minutos atrás. Sí, definitivamente, tendría que estar junto a las ratas”
    Es fácil observar las debilidades del relato de otro; lo reconozco. Pero tus debilidades son también las mías, con mucho respeto comparto contigo “otro final”
    “Después de sentir un profundo y agudo aguijonazo en su corazón -Sotito- regresaría justo al lugar donde estuvo minutos atrás -lugar de purgatorio- y así lograría purificar tooodas sus íntimas suciedades… entre ratas”
    El relato tiene mucho potencial. Ya quisiera yo escribir de esa manera.
    Cordialmente
    Ana Rosa

    Escrito el 18 marzo 2019 a las 16:09
  3. 3. Paola dice:

    Maurice… me ha encantado!
    Me recuerda mucho nuestros grandes novelistas. Viajé de repente a Argentina, a los cuentos de Quiroga o a “Casa tomada”, al “Minotauro” de Borges. Es identificarse con esa escritura y ese tipo de narración. Sentí el olor de mi habitación donde volaba con la lectura.
    Habrá que hacer ajustes… posiblemente, pero, seguramente no seré yo quien te los haga.
    Alex y AnaRosa ya te han indicado cosillas y no tengo mas que agregar. Para mí es muy bueno.
    Leer algo que te acerca tanto a tus raíces siempre se agradece.
    ¡Enhorabuena!
    Un saludo.

    Escrito el 21 marzo 2019 a las 14:26
  4. 4. Josè maría dice:

    Maurice.Buen relato ,para mi la transformación del hombre ocurre en sus pensamientos ,algunos fallos lógicos ,típicos según la zona o país, yo mismo los tengo como Andaluz (región de España)por lo demás opino lo mismo que paola .Te felicito

    Escrito el 28 marzo 2019 a las 19:38

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