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De sangre y tinieblas se hizo la vida - por Poetajc

El hombre se transformó en agua, en una especie de negrura que cubrió el suelo de aquel edificio abandonado. Se coló por las grietas y desapareció ante mis ojos como un fantasma líquido que humedece mi vida para siempre.

Yo sólo era un chiquillo, con la cara manchada de moratones y el alma agrietada por la soledad. Con tan sólo diez años ya tenía el cuerpo lleno de tatuajes grabados en mi cuerpo a golpes de puños y cincelados en mi corazón a gritos y humillaciones.

Un padre borracho y una madre desquiciada convirtieron mi existencia en una pesadilla de locura y perdición. No sabía quién era yo y tampoco qué sentido tenía mi vida. Caminaba por la vida en un túnel de oscuridad y sombras, y al final las tinieblas me capturaron y vaciaron mi alma de todo resquicio de amor por la vida.

No era humano, sólo lo parecía.

Y en aquellos edificios abandonados encontré un mundo que me respetaba y me protegía.

Estaba haciendo piruetas con su bicicleta, era un chaval, lo vigilaba de cerca, él ni siquiera era consciente de mi presencia.

—¡Eh, tú! —miró para mí, debió sorprenderse pues la barra de hierro le atravesó la garganta de un extremo a otro.

Lo arrastré por los pelos y lo tiré en aquel pozo lo suficientemente profundo y oculto para que nadie lo encontrase jamás.

Las noches me traían recuerdos que atenazaban mi alma, mis aullidos solo eran más fuertes de lo que mi llanto podía soportar. Y solo me calmaba el deseo de matar. La sangre era el alimento de mis ojos, el único olor que aprendí a olfatear y a saborear.

No había tenido el suficiente valor para matarle ni el suficiente coraje para saltar desde lo alto de aquel edificio. Soporté sus golpes sin pestañear.

Escuché risitas en la oscuridad, era otra pareja en busca de un lugar íntimo donde desfogarse, sin medir el peligro de aquellas ruinas. Sin ser conscientes de que la muerte es como un zorro que se pasea desnudo esperando morder la carne de algún intruso.

Yo solo observaba y esperaba, tan inmóvil que podría ser otro fantasma de piedra contando las horas.

La hoja del hacha brillaba en la oscuridad. Hoy había luna llena y parecía que aquel paisaje de decadencia invitaba a una fiesta salvaje, donde dos cuerpos se postraban ante mí, como una ofrenda a mi reino que carecía de ejército; pero ya tenía a las estrellas que velaban mi sueño.

—¿Estás seguro de que aquí estamos solos? —le preguntó ella asustada.
—Sí mi amor, aquí no viene nadie, esto está abandonado —dijo él cuando su sonrisa quedó congelada en su mirada.

El hacha cayó sobre su cuello y de un tajo su cabeza salió rodando hacia la penumbra. Volví a levantar el hacha, pero me paré en seco, por un instante la luz de la luna hizo brillar un crucifijo de plata que colgaba de sus pechos. Lo observé detenidamente y recordé que mi madre siempre llevaba uno, que agarraba con sus manos cada vez que oía la llave en la cerradura. Lo había olvidado, siempre había creído que Él nos protegía, pero lo único que hacía era observarnos, colgado de un madero, mientras los golpes nos llovían. Nunca sentí que limpiara mis heridas, solo el odio que las laceraba como un ácido va corroyendo el sentido de la vida.

Ella me miraba tan asustada que casi no podía ni gritar, empujó el cuerpo decapitado de su novio a un lado y me miraba como si viera un fantasma. Me había acostumbrado a llevar tanto tiempo este disfraz que ni yo mismo sabía si estaba muerto o me pudría entre los vivos. Seguí ahí, mirándola como se levantaba y su cabello castaño se enredaba con el viento, el crucifijo rodó hacia su espalda y sentí que me señalaba.

—Tú no eres nadie para juzgarme, pues también me abandonaste —dije gritando.

De un certero golpe descargué la hoja sobre el cuello de la muchacha sin pestañear. Seguí el recorrido de su cabeza y fui hacia ella para recoger el crucifijo del suelo.

Deposité el hacha en las fisuras del embaldosado y me senté en el patio. Levanté la cruz y mirándola dije:

—Mañana empezaré de nuevo y tú simplemente no harás nada para detener mi infierno.

Lancé el crucifijo en el charco de sangre que brillaba como oro rojo, sonreí, mientras la cruz se hundía en el espeso líquido, donde otra noche desfallece en secreto.

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4 comentarios

  1. 1. kirjanik Maya dice:

    Hola, Poetajc.

    En esta ocasión nos tocó de vecinos, me alegra porque tu relato esta muy bueno, la frase inicial me parece genial.
    Pero esta frase “miró para mí” no comprendo el contexto o la intención de la misma.

    Saludos, estoy en el 55.

    Escrito el 18 marzo 2019 a las 04:26
  2. 2. Helena Sauras dice:

    Un texto genial por cómo lo narras. Lo haces con pocas palabras, pero logras que las imágenes se vayan formando en la mente del lector. Usas los sentidos para que nos sumerjamos en la historia al describir.
    También con comparaciones originales: “la muerte es como un zorro que se pasea desnudo esperando morder la carne de algún intruso”. “La sangre que brillaba como oro rojo”.
    Hay mucha acción también, violencia gratuita por calmar los deseos de matar del protagonista (al que has descrito su psicología, y su pasado). Porque las personas a las que asesina están allí por casualidad en el momento equivocado para ellos.
    En definitiva, me ha gustado el relato.
    Un saludo y te leo en futuros talleres. Mi relato, por si te quieres pasar es el 57.

    Escrito el 18 marzo 2019 a las 07:16
  3. 3. Víctor Alverdi dice:

    Describes las escenas y al personaje perfectamente. También hay un trasfondo que le añade más peso a la historia. Me gustó la narrativa de tu historia. Buen trabajo.

    Escrito el 21 marzo 2019 a las 12:28
  4. 4. Josè maría dice:

    Hola poetac,buen relato fácil de leer solo el principio me dejó un poco descolocado ,pues el agua normalmente es transparente pero esta estaria podrida por la maldad…Un saludo nos leemos mi relato es el 65 por si quieres pasarte.

    Escrito el 22 marzo 2019 a las 21:06

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