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TALLER DE CORTE Y CONFECCIÓN - por Ana Roda

El hombre se transformó en un energúmeno ante la atónita mirada de las tres mujeres.

El notario se ajustó las lentes sobre la nariz, moviendo con nerviosismo su atusado bigotillo y tratando, sin mucho éxito, de apaciguar al individuo desbocado que le impedía terminar de leer el testamento.

En la familia Beltrán de los Mozos siempre habían sido gente de bien. No habían perdido la compostura ni cuando en la guerra fueron desalojados de su casa, mancillando sus vetustos muebles y sus delicadas vajillas, ni cuando les habían decomisado los automóviles, obligándoles a desplazarse en carruajes de caballos.

La madre, doña Aurorita, era delicada y etérea como una mariposa. Solo perdía levemente los nervios cuando uno de sus hijos mostraba malos modales en la mesa. No soportaba que delante de ella se rebañase el plato o se mojara la magdalena en el café. Pero tenía una forma de mostrar su desaprobación que jamás hacía peligrar sus exquisitas formas.

Desde su pequeña estatura de mujercita respingona imponía una autoridad que emanaba de su tono invariable y de sus gestos comedidos, cuando no inexistentes.

Se había casado con 18 años, una edad normal para la época, y había llegado al matrimonio, aleccionada por sus padres a dejar bien alto el pabellón de la ilustre familia de los Mozos. No fue tarea fácil porque su flamante esposo era el producto de una educación basada exclusivamente en la abundancia.

Doña Aurorita esperaba que en la formación de sus hijos tuviera más peso lo aprendido que lo heredado, así que procuraba que el padre no tuviera muchas ocasiones de dejar su impronta en los vástagos que fueran llegando.

El cielo, según doña Aurorita, y la fogosidad de los Beltrán, según su marido, les proporcionó la dicha de tres hijas, no muy hermosas, pero alegres y laboriosas, y de un hijo que, nacido en último lugar, vino a colmar el deseo del patriarca de contar con un heredero que perpetuara su apellido.

Para que el hijo no se ablandase demasiado en la convivencia con las mujeres de la casa, se le había asignado un preceptor que le introdujese en las materias propias de su género que, según el parecer de su padre, eran las matemáticas, la política, el comercio y la caza. Para sus hermanas se había reservado el aprendizaje de la música, el bordado y demás habilidades que se le suponían a una buena ama de casa.

Sin embargo, el meticuloso programa que las tres hermanas cumplieron, con obediencia ciega, para llegar a ser unas perfectas esposas, nunca pudo ser llevado a la práctica porque, pese a la fortuna que se les presumía, ninguna encontró el varón que midiese los logros de su perfecta preparación.

Así las cosas, las esperanzas de don Federico Beltrán se depositaron, aún con más ahínco, en el apuesto joven en que se había convertido su hijo Fede.

Mientras que don Federico vivía cegado por la incuestionable belleza de su hijo y por su bastante cuestionable inteligencia, doña Aurorita intuía y temía, con razón, que aquella preciosa cáscara que era el aspecto físico de su hijo no fuera más que el envoltorio de una simpleza transformable, a la mínima ocasión, en maldad, egoísmo y desprecio por sus poco agraciadas hermanas y falta de respeto por unos padres avejentados, a los que solo veía como una fuente de financiación para sus caprichos.

Tras el repentino fallecimiento de don Federico, el hijo varón se erigió en un auténtico tirano que tenía acobardadas a su madre y a sus hermanas, imponiendo en la gestión de la casa unos modales que horrorizaban a doña Aurorita.
En los años que transcurrieron hasta que la madre siguió la suerte de su esposo, Fede dilapidó todo lo que había heredado de su padre.

Por suerte, doña Aurorita había podido preservar de la avaricia de su hijo la generosa herencia que había recibido de su esposo y pudo morir tranquila sabiendo que sus hijas no pasarían penurias.

La lectura del testamento que transformó a Fede en un energúmeno no dejaba lugar a dudas: Doña Aurora de los Mozos nombraba herederos, por partes iguales, a sus cuatro hijos, pero imponía al varón una condición para poder percibir la herencia. Fede tendría que asistir a los mismos talleres de corte, confección y bordado que durante años se impartieron a las mujeres de la casa. Y, hasta que pudiera demostrar unos conocimientos similares a los de sus hermanas, serían ellas las que administrarían el caudal hereditario.

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12 comentarios

  1. 1. Laura dice:

    Hola Ana Roda.
    Maravillosa dona Aurorita con su testamento.Has sido muy visual con ella. Pequeñas notas que la mostraban.
    Me encantó el relato.
    Mis más sinceras felicitaciones.

    Mis saludos.
    Hasta la pròxima propuesta.

    Escrito el 17 marzo 2019 a las 13:09
  2. 2. IreneR dice:

    Buenas, Ana.

    Me ha gustado mucho tu relato. Se lee sencillo y creo que has sabido llevar muy bien la historia.

    Hay dos cosas que me han llamado la atención:

    – “En la familia Beltrán de los Mozos siempre habían sido gente de bien.”. Diría que sobre el primer “en”.

    – “Mientras que don Federico vivía cegado por la incuestionable belleza de su hijo y por su bastante cuestionable inteligencia, doña Aurorita intuía y temía, con razón, que aquella preciosa cáscara que era el aspecto físico de su hijo no fuera más que el envoltorio de una simpleza transformable, a la mínima ocasión, en maldad, egoísmo y desprecio por sus poco agraciadas hermanas y falta de respeto por unos padres avejentados, a los que solo veía como una fuente de financiación para sus caprichos.”. Casi muero al leer esta frase gigante. Subordinadas dentro de más subordinadas, subordinadas… La verdad es que al final me acabé perdiendo entre tanta coma.

    Por lo demás, me ha parecido un relato muy bien escrito. Y el final, genial. Me temo que Fede no va a poder administrar la herencia de sus padres en su vida.

    Nos leemos.

    UN saludo.

    Escrito el 17 marzo 2019 a las 14:55
  3. 3. Ana Roda dice:

    Hola Laura e Irene. Gracias por vuestros comentarios.
    Efectivamente, las dos frases que citas, Irene, me plantearon dudas y no me quedé muy contenta con ellas. Al final, el tiempo se me echó encima y no pude pulir más esos párrafos.
    Es estupendo tener esta visión desde fuera.
    Gracias

    Escrito el 17 marzo 2019 a las 15:05
  4. 4. Vespasiano dice:

    Hola Ana:

    Es la primera vez que leo y comento algo escrito por tí. Y puedo decirte que tu historia la he encontrado muy bien narrada.

    La lección de humildad que la madre inflige al hijo egoista y derrochador es para quitrse el sombrero.

    Espero seguir leyéndonos.

    Felicidades.

    Escrito el 18 marzo 2019 a las 16:17
  5. Ana, tres puestos más abajo del mío en la lista está tu relato, cuidadosamente “bordado” para llevarnos hasta el sorpresivo y cómico final.
    Observación de lenguaje:
    En “había llegado al matrimonio, aleccionada por sus padres a dejar bien alto…” sobra la coma.
    Saludos.

    Escrito el 18 marzo 2019 a las 21:06
  6. 6. Ana Roda dice:

    Gracias Carlos, por tu comentario.
    Totalmente de acuerdo en lo de la coma.
    En cuanto pueda me paso por tu relato.

    Escrito el 18 marzo 2019 a las 22:09
  7. 7. Ofelia Gómez dice:

    Hola Ana
    Muy buena historia, sencilla y original. Doña Aurorita era una mujer dulce pero de mano firme, tal como lo demuestras al final del texto.

    El párrafo que comienza: “Mientras que don Federico”, deberías reescribirlo para formar al menos un par de oraciones separadas por un punto.

    El tuyo es un bello relato que recuerda las costumbres antiguas en cuanto a la educación de las hijas.

    Espero que nos sigamos leyendo.
    Un abrazo

    Escrito el 21 marzo 2019 a las 00:41
  8. Hola Ana. Has hecho un retrato de una familia tradicional al viejo estilo de otra época. Los roles de las mujeres y los hombres diferenciados.
    Desde luego que casa el diminutivo de Aurorita para la madre, por su delicadeza y debilidad. Con buen criterio, la minimizas sobre todo frente a su hijo. ¿Quién iba a imaginar la venganza final? ¡Bravo por doña Aurora!

    Escrito el 21 marzo 2019 a las 08:43
  9. 9. kirjanik Maya dice:

    Hola, Ana.

    Gracias por pasarte por mi relato.

    En cuanto al tuyo, muy bueno , haces buenas descripciónes, marcas muy bien los personajes, en especial a Aurora, se parece mucho a las abuelas de antes, tiernas pero de carácter firme.

    Saludos.

    Escrito el 23 marzo 2019 a las 14:19
  10. 10. Inés dice:

    Hola Ana,

    Me gustó mucho tu descripción de Aurorita, del pasado honroso de la familia y la división de roles. También esas frases del tipo “más peso lo aprendido que lo heredado” y el giño de ojo comparando el cielo y la fogosidad. Esa me hizo reir realmente.

    Lo que me chocó un poco es el nombre abreviado “Fede”, siendo argentina esa abreviatura me hace al personaje muy moderno, actual, y no lo puedo asociar bien con tu descripción de la época. Pero los nombres son muy particulares en cada país y tal vez a otros lectores no les choca.

    Saludos y hasta la próxima!

    Inés

    Escrito el 23 marzo 2019 a las 21:43
  11. 11. Ana Roda dice:

    Muchas gracias Ofelia, Isabel, Kirjanik e Inés por haberos tomado el tiempo de leer mi relato.
    Es una suerte recibir vuestros comentarios que me ayudarán seguro a mejorar.
    Hasta la próxima.

    Escrito el 24 marzo 2019 a las 19:58
  12. 12. María Esther dice:

    Hola Ana, subiendo en la lista me encuentro con ese título que me llamó la atención.He leído todo el relato de corrido y me pareció muy bien escrito. La protagonista, una señora de carácter firme, inteligente llevaba con delicadeza y gran acierto las riendas del hogar.Supo respetar las reglas y las costumbres de la época, pero llegado el momento, actuó con mano firme y coherencia con su pensamiento. Los demás personajes también los veo bien estructurados.
    Felicitaciones desde el lugar 77.

    Escrito el 30 marzo 2019 a las 01:11

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