ADIOS A PAPA - por SAJA GUIMI

ADIOS A PAPA

Si volviera para atrás en el tiempo le diría tantas cosas a mi padre antes de que fallezca…
Y con ese pensamiento me dormí y sentí esa fea sensación de estar cayendo al vacío, mi corazón empezó a latir tan fuerte que podía escucharlos y mi respiración se hizo tan honda que se convirtió en un jadeo. No quería abrir los ojos, sabía que era un sueño, pero quería saber hasta dónde me llevaba ese espiral, cuando de pronto todo se para, ya no escucho mi jadeo ni mis latidos y entro en una paz total, pensé si me habría muerto. Comienzo a caminar por una extensa pradera y a lo lejos una galería de vidrios que no me mostraba hacia donde se dirigía, pero yo sabía que allí estaba mi padre, y sabía que era imposible, que no estaba permitido hablar con los que se fueron, que ellos tenían que descansar, pero yo rogaba que por favor, que antes de que se durmiera eternamente me dieran la oportunidad de volver a verlo, que solo quería despedirme y que no me iría de allí hasta no verlo, era plantada mi decisión, no me iba a ir, no me importaba que yo también muriera, pero tenía que verlo.
Cuando mi padre falleció en el 2000, yo estaba de viaje, cuando recibí la llamada de mi hermana para comunicarme lo que había pasado, yo no quería reaccionar, no, papá no…
Recorrí 500 kilometros llorando, pero con la certeza de que haya sufrido de catalepsia y que cuando llegara ya se hubiera despertado, pero no fue así y yo nunca pude despedirme. Recuerdo que la última vez que hablé con él, oí tan frágil su voz que sentí que debía decír, esas dos palabras que por ignorancia estaban comprendidas como muestras de debilidad en mi casa: te quiero y él me contestó: yo también.
Mi hermana me contó que estaba él en la cocina de nuestra casa cuando, no se sabe porqué, bajó corriendo las escaleras del primer piso, quizás pensó que tenía que pedir ayuda, en el último escalón cayó con un fuerte dolor en el pecho, de allí no se levantó nunca jamás.
Pero en el sueño todo era posible, si yo me quedaba decidida allí alguien me oiría…de pronto lo veo venir por aquellas galerías, le dieron permiso de hablarme, mi corazón latía tan fuerte que, hasta ahora, cuando lo recuerdo, mi corazón vuelve a latir. Juntos nos abrazamos y era tanta la emoción que nos caímos, nuestras rodillas no soportaron tantos sentimientos encontrados. Recuerdo las margaritas de las praderas, sobre ellas caímos. El me dijo: lo siento tanto, lo siento tanto. Allí me dí cuenta que él nunca quizo irse, fue arrebatada su vida. Lloramos mucho, porque tenía que volver, pero ahora sí había podido darle el ultimo abrazo. Lo mire hasta que se perdió en aquella galería, ahora sí iba a dormirse hasta su nuevo despertar en el paraíso.
Cuando volví en sí, mi almohada estaba mojada de lágrimas, pero yo tenía aquella sensación de que todo lo que hubiese pasado antes de la muerte, sea lo que fuere que le haya provocado aquel ataque, él lo había olvidado y si yo me lo quisiera imaginar atando cabos sueltos, también debía olvidarlo, porque lo que espera es tan maravilloso que borra todo lo negativo del pasado.
Ese día, fui al lugar donde a él más le gustaba ir; a conversar con los pescadores artesanales, que traían crías de tiburones, camarones, pulpos y todo el fruto del mar. Recuerdo ver a papá preparar su termo y su mate e ir a ver como descendían sus cargas. Yo sé que él fue felíz esas con pequeñas cosas, quizás por ello tanta gente lo quería. El 2 de junio de 2000 fue su ultimo día aquí en esta tierra, yo no estaba a su lado, pero un sueño, 2 años después, me hizo viajar en el tiempo por una noche y me recobro el aliento me recobró la esperanza, me sentí cumpliendo con mi misión de hija.
Cada vez que veo una margarita te recuerdo papi…