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No me detengas - por Miguel Rojas

Web: http://lekanto.tru.io/

Es algo que no podemos parar. Eso era lo que pensaba antes de que Angus se sentara a comer en mi mesa. Se me eriza la piel de solo pensarlo. Hace un otoño atrás mi mamá y yo salimos a buscar las reservas quincenales de alimentos a la avenida. Al llegar, las personas abarrotaban tanto las aceras que los transeúntes tenían que pasar por la calle.

—Pero mamá… —le dije.

—Bueno, Margarita, ¿qué más puedo hacer? No puedo saltarme a todas las personas de la cola. ¿Quieres que nos entren a palos? —respondió ferrosamente.

Negué sin decir nada. Odiaba la rutina. A lo lejos divisé al mismo harapiento que cada medio mes pasaba por la calle. «Algo pal’ pobre», decía mientras el viento frío de aquella época levantaba sus pocas telas y escarbaba algo en los recipientes grises, al lado de la gente que lo miraba a veces con cara de asco y a veces de indiferencia; aun así, él y nosotros éramos iguales buscando algo con que rellenar nuestros estómagos.

Tres horas después me fui del sitio.

—¡¿Y por qué te vas, Margarita?!

—¡Porque no aguanto más esta…! ¿Sabes qué? Estoy perdiendo el tiempo. Adiós. —Y me largué ante la mirada de todos.

Cinco horas habían pasado lentas hasta que mi mamá volvió. Solo le dieron lentejas de una variedad, una salsa demasiado turbia, un aceite muy aguado y un trozo de carne pálido. Sus ojos me apuntaron, escuálidos. No sé en qué momento lo hizo, pero abrió la ventana y lanzó todo a la calle. Se arrodilló a mi lado y me dijo con voz ronca:

—Ya no quiero seguir viviendo aquí.

Pero solo la abracé sin llorar y sin pestañear.

Al día siguiente la encontré en su habitación con un corte en la yugular y la cama manchada de sangre. Me senté a su lado y suspiré. «Bueno, supongo que ahora tendré que ir yo sola a buscar las reservas».

Quedaba algo para mí sola, así que con eso soporté lo más que pude. A los quince días volví a ir. Otra vez la maldita cola con la maldita gente; pero ya era adulta, así que debía soportarlo. «Algo pal’ pobre», volví a oír. Otra vez las miradas de repugnancia del resto.

—Oiga —dije—, venga aquí.

—Gracias, hija. Lo poco que me des será suficiente.

—No, señor, creo que usted se merece más. Quédese conmigo en la cola y yo compartiré lo que me den con usted.

—No, hija. ¿Cómo se te ocurre? Guarde eso.

—No, señor, no hay discusión. Usted hoy comerá bien. Mucho gusto. Me llamo Margarita.

—Angus.

El señor Angus me contó que había estado en la marina, mientras me mostraba su tatuaje de tiburón con un reloj en la boca y comíamos en la cocina.

—Oye —dijo levantando la cuchara de su sopa de lentejas—, ¿tú no eres la muchacha que hace quince días gritó en la cola «estoy perdiendo el tiempo»?

—Sí, era yo.

—¿Quién era la mujer que te acompañaba?

—Mi madre, pero ella se fue de la casa. Dijo que no quería seguir viviendo aquí.

—Vaya, qué triste. Algo similar pasó con mi esposa. Ella también se fue, pero al cielo… Vivíamos en un piso treinta, así que imaginarás lo que hizo.

—Lo siento, señor Angus.

—Descuida. Llámame Angus solamente. Es algo que no podemos parar, ¿sabes?

«Es algo que no podemos parar». Esa fue la frase que me cautivó. Mi madre murió y no pude evitarlo, yo quería salir de esta represión de buscar alimentos quincenalmente, tenía a un exintegrante de la marina conmigo en mi casa… «¿Le quedará algo de júbilo?»

—¿Le puedo preguntar qué significa su tatuaje?

—¡Pero claro, hija! A ver, este era un símbolo que nos ponían al entrar en la marina. El tiburón tiene un reloj entre sus dientes, porque si algo nos llegaban a hacer, nosotros íbamos allá a detener a los malhechores, y a cambiar el curso de la historia.

—Podemos cambiar el curso, Angus.

Angus se echó una carcajada tremenda, a lo que luego pidió disculpas. Las acepté de forma amigable. Después de comer, se paró y se fue. No alcancé a decirle que se quedara y no volví a verlo. Hace un año de eso. Pero yo le dije a Angus que cambiaríamos el curso. Aquí estoy, escribiendo esto, y escribiré muchas más anécdotas que repartiré en las colas, a ver si alguien es capaz de oírme como yo oí a Angus.

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8 comentarios

  1. Hola Miguel,
    Me gusta el trabajo que has propuesto. Un tema con apariencia poco brillante : hacer cola para poder comer, se convierte en un recital y muestra de la economía de cazadores-recolectores. Para llegar a ello, me parece muy interesante el recurso que utilizas:
    Una voz narrativa en primera persona en tiempo presente, actuando como narrador testigo en tiempo pasado. Funciona muy bien y da un toque intemporal y universal a una situación que supongo local (es posible que sea una situación identificable con Venezuela ¿no?). Con eso el lector se incorpora y curiosamente se involucra más en el relato. Una visión muy interesante de las teorías y explicaciones actuales acerca del cazador-recolector como expresión de cambios culturales. Muy bueno. Enhorabuena y gracias por este aporte

    Escrito el 18 abril 2019 a las 08:29
  2. Hola Miguel. Gracias por tu comentario a Magdalena. Vamos a por tu relato:

    -Lo primero es que te has atrevido con la boca femenina, una voz joven que, además, la has hecho creíble.
    – Cuentas sobre una situación de pobreza y tutela por parte del “Papá Estado”, se supone un comedor social en un país deprimido, o no, hasta en las sociedades más avanzadas tenemos las dos caras de la moneda.
    – Si es que hasta entre los pobres hay escaños ;( el pobre que pide pá comer a los necesitados de la enorme cola). Me recuerda a aquel cuento del Conde Lucanor de un hombre que comía las cáscaras de altramuces que otro arrojaba.
    – Margarita se resiste a ser pobre y su madre también ¡normal!, (lo cuenta el arrebato de arrojar la bazofia que le regalan)
    – No me extraña que visto los acontecimientos dramáticas, Margarita se volviera adulta en solo 15 días.

    Bueno, al final, escribir sobre lo que se siente y darlo a conocer aunque sea en la cola del paro, es una forma de exorcizar la miseria. Es una historia triste, Miguel. Pienso en estos momentos en Venezuela.

    Un cordial saludo compañero.

    Escrito el 18 abril 2019 a las 14:23
  3. 3. Yoli dice:

    Hola Miguel

    Me he sentado a disfrutar de la lectura, tu escritura atrapa, está llena de imágenes y fluye. ¡Me ha encantado!

    Por ponerte una pega, que en nada desluce la historia: “A los quince días volví a ir”, con quitarle “a ir” se entendería igual.

    Gracias por la visita a mi relato #31

    ¡Nos seguimos leyendo!

    Saludos!

    (¯`•¸•´¯)YOLI(¯`•¸•´¯)

    Escrito el 18 abril 2019 a las 18:43
  4. 4. HUGO dice:

    Hola Miguel:

    Buena historia que describe lo que es vivir en la indigencia y muestra cómo vive la protagonista esa situación. El final es muy bueno y deja un mensaje de esperanza: Margarita, pasa de la resignación del “Es algo que no podemos parar.”, a tener la férrea voluntad de cambiar el curso, y comienza por lo elemental, escuchar al otro y ser solidaria.

    Hago algunos comentarios sobre cuestiones menores que no empañan el brillo de tu relato y pongo a tu consideración algunas sugerencias. Entre paréntesis marco lo que creo que habría que quitar y entre corchetes lo que habría que agregar:

    “Hace un otoño atrás mi mamá y yo (salimos) [habíamos salido] a buscar las reservas quincenales…”

    “—Bueno, Margarita, ¿qué (más puedo hacer) [quieres]? No puedo saltarme a todas las personas…” Se repite “puedo”

    “«Algo pal’ pobre», decía mientras el viento frío (de aquella época) levantaba sus pocas telas [.] (y escarbaba) [Escarbaba] algo en los recipientes grises,…” Ya sabemos que es otoño. Pongo punto y quito la “y” porque, tal como está redactado, es el viento el que escarba algo.

    “Sus ojos me apuntaron, escuálidos. (No sé en qué momento lo hizo, pero abrió) [Abrió] la ventana y lanzó todo a la calle”

    “(Pero solo la) [La] abracé sin llorar y sin pestañear.”

    “«Bueno, supongo que ahora tendré que ir yo (sola) a buscar las reservas».” Se repite sola en el párrafo siguiente.

    “—Descuida. Llámame Angus (solamente)…” En el párrafo siguiente hay otro adverbio terminado en ”mente” y hacen cacofonía.

    “…yo quería salir de esta represión de buscar alimentos (quincenalmente),…” Ya sabemos que es cada quince días, lo dice en el primer párrafo y en el quinto.

    Miguel, quizás pueda estar equivocado en algunas de mis apreciaciones, aquí todos estamos aprendiendo juntos al hacer los relatos y al comentarlos. Espero haber aportado algo útil para ti.

    Abrazo grande y hasta la próxima
    Hugo

    Escrito el 20 abril 2019 a las 03:44
  5. 5. Beba dice:

    Hola, Miguel: Tu relato me impresiona como elaborado con la pesadez de la situación que presentas: el hambre, el fracaso, el hastío… Y maravilla cómo brota algo de rebeldía sana en los gestos de Margarita: volver de la tragedia, compartir, hacerse oir.
    Muy, muy triste. Buena escritura.

    Escrito el 22 abril 2019 a las 00:01
  6. 6. Rafa dice:

    Hola Miguel, tu relato me trasladó a una época que no viví pero siento presente: la guerra. Tal vez me equivoque, pero esa sensación de normalidad en circunstancias se excepción creo que nos hace vivir con mayor intensidad, enterrando rápidamente cualquier cosa que no nos ayude a sobrevivir (como la muerte de su madre, su propia niñez o juventud y como los prejuicios contra el indigente). En ese sentido la narración en primera persona de esta niña-mujer me estremece, no puedo juzgarla, ni me atrevo a nombrarla víctima, es una heroína con todas sus letras. Fuerte relato, mucjas gracias.

    Escrito el 22 abril 2019 a las 01:22
  7. 7. Laura dice:

    Hola Miguel.
    Tu relato es muy fuerte, basado en una realidad dura, en un hecho cotidiano. Haces que se vuelva la mirada hacia esas personas que lo han perdido todo, luchando por la dignidad, donde igual surge la solidaridad.
    Hay detalles que Hugo ya te ha señalado en cuanto a la forma, con los que coincido: cuestiones de puntuación y detalles que con un tiempo extra para la revisión se pueden modificar.

    Saludos.
    Hasta la próxima propuesta.

    Escrito el 22 abril 2019 a las 10:24
  8. 8. El principiante dice:

    Hola Miguel: De más está decir, pero también me lleva a la actual situación que vive Venezuela. Me gustó mucho el relato.
    Continuá… te sigo leyendo.

    Escrito el 12 mayo 2019 a las 12:55

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