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Papà, contanos otra vez - por Alicia Commisso

Papá, contanos otra vez

Desde la altura de un cerro avistó una granja: intacta, con la vista espectacular de los valles y los afluentes cruzando las regiones. Divisó a una mujer con un bebe acunándolo en sus brazos y otros siete chiquillos que rodeaban a una cabra que estaba por parir, a un hombre jovial en un carro arrastrado por un caballo viejo, pero dispuesto a colaborar con sus dueños. Los perros salieron a recibirlos con ladridos y saltos dándoles la bienvenida. Y así, en esa mañana radiante, fue bajando la colina hasta que una de las pequeñas descubrió su presencia y empezó a los gritos.
— ¡Mami! ¡Papi! ¡Miren…! ¡Ese anciano, viene para acá!
—Bueno hija, calmate, quizás necesita ayuda.
—¡Hola a todos…!
—Hola —contestaron al unísono, con sus ojazos indagadores por su excéntrico aspecto.
La chiva había perdido protagonismo. Sentados en el suelo, descalzos, con velitas de mocos en sus narices esperaban ansiosos saber quién era él, por qué estaba allí. Lo notaron cansado y sediento. Le ofrecieron una silla. Le trajeron agua. Se sentó bajo la sombra de una planta de naranjas a punto de ser saboreadas y una nostalgia fugaz de su niñez pasó por su cabeza. Le hubiese gustado treparse a ella como una travesura loca y llenarse las manos para luego hacerle el agujero y chuparla como cuando era un niño. A través del vidrio de la ventana de la cocina unas margaritas erguidas en un florero sobre la mesada parecían sonreírle. El silencio se quebró. Tomaron confianza y ya no había de qué preocuparse. La mamá llevó a su bebé a dormir sin dejar de cantarle la canción de cuna. Intrigados, preguntaban todos a la vez. Les contó que era un pescador errante descubriendo pueblos con lagunas y ríos. Además, un poeta fantasioso que acababa de llegar de un largo viaje. Una vez saciada la curiosidad volvieron al potrero. Presentía que alguien de la familia faltaba, pero sus huesos craneanos no respondían al instante, no se podía ubicar en el tiempo y la distancia. Las imágenes contaban lo incontable, la alegría de esos rostros lo nutrió de vida. En eso, ve a un muchacho de unos quince años acercándose a la huerta con una caña de pescar y una bolsa llena de peces.
— ¿Quién es?
—Juan Pereyra, mi hijo mayor. Le encanta la poesía y la pesca. Lo apodamos “tiburón”.
Su respuesta lo sacudió. No pudo controlar sus emociones: se apilaban unas tras otras.
Un torbellino de reminiscencias de su pasado lo enfrentó a su propio ser. No se atrevió a decirles que ese chico era él mismo, los pequeños curiosos eran sus hermanitos, su madre Celia, su padre Julián, los cachorros Pancho y Tino: todo estaba claro. Tuvo ansias de tocarlos, abrazarlos, pero temía que la magia se desvaneciera. De repente, como ráfagas de viento, sus recuerdos iban y venían: ¿Por qué sólo él había envejecido? No encontró la explicación. Mientras se despedía, el balido de un cabrito sonaba suave como una melodía lejana.

Ni bien tomó el camino, vio que dos señores uniformados venían hacia él.
—Buenas tardes amigo. Somos agentes de conservación ambiental. — ¿Que le pasó? ¿Está perdido?
—No, no. Al contrario. Encontré la finca que buscaba.
—Aquí no es zona urbanizada. Creo que está desorientado.
—De ninguna manera. Estuve en la casona de los Pereyra y lo pasé de maravillas.
—Hace más de cien años que aquí sucedió una tragedia por causa de un incendio forestal. ¿Ahora entiende?
Giró a su alrededor y una profunda angustia lo transportó a la realidad. Volvió a escuchar los pedidos desesperados de ayuda de sus seres queridos. Visualizó miles de cuerpos convertidos en cenizas. Fue uno de los sobrevivientes. Maldijo ese día. Quería irse con ellos.
Trató de reponerse. Luego les mostró una medalla que llevaba colgada en su cuello con un cordón de cuero. “Nuestro más profundo reconocimiento al joven Juan Pereyra, “el tiburón”, por haber colaborado en el siniestro fatal de los montes poblados de la Patagonia el 17 de enero de 1904. Bomberos voluntarios República Argentina”.
Incrédulos y conmocionados la leyeron una y otra vez. Sus ojos se aguaron. Nubes blancas paseaban recorriendo el cielo luminoso anunciando la hora de partir.
—Entonces usted es un…
Ya no podían verse ni escucharse. Retomó el sendero hacia su morada. Sabía que nunca más iba a volver. Esa fue su última fantasía. Sus pupilas se llenaron de paisajes coloridos mientras se iba alejando de la tierra donde había plasmado su imaginación.

Alicia Commisso

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6 comentarios

  1. 1. Beba dice:

    Hola, Alicia: Tu cuento es muy sentimental; logras bellas imágenes de la vida sencilla de nuestra gente del campo (yo soy argentina y serrana)y transmites muy bien sus angustias.
    Respecto de la construcción, buena ortografía, puntuación correcta.Me parece (me parece, nomás) que puedes ganar tensión narrativa si sacas el último párrafo, el de los guardias, y sólo mantienes a Juan, desdibujándose en la magia de la fantasía, acariciando su medalla.
    Un abrazo.

    Escrito el 17 abril 2019 a las 19:56
  2. 2. Alicia dice:

    Hola, Beba: gracias por pasar por mi relato! Me pareció muy interesante tu devolución con respecto al tema de los agentes, es verdad ahora que lo repaso veo que no es necesario y entorpece la narración. Me encanta que te haya gustado y además que seas compatriota. Paso por tu cuento y te comento.
    Saludos

    Escrito el 18 abril 2019 a las 14:07
  3. 3. Solidsteel dice:

    ¡Hola, Alicia!
    Estupendo relato, con imágenes evocadoras también para los que somos del otro lado del charco…
    Tengo poco que aportar, pues me parece bastante bueno…
    Estoy de acuerdo con que el párrafo de los agentes parace frenar algo el relato, aunque yo particularmente lo modificaría algo, más que quitarlo, pues considero que por otra parte le da el punto de “realidad externa” al tema del viaje en el tiempo.
    En cuanto a correcciones sólo añadiría alguna que otra coma, aquí y allá, como en: “Divisó a una mujer con un bebe acunándolo en sus brazos y otros siete chiquillos” –> “Divisó a una mujer con un bebe, acunándolo en sus brazos, y otros siete chiquillos” y tal vez, por una cuestión de gusto personal mío, dividiría en varios el párrafo en el cual habla con la familia y tiene un momento de paz y disfrute antes de verse a sí mismo.
    Ha sido un auténtico gusto leer este relato tan evocador y cerrado (por lo de que el último viaje sea el de reencuentro con su pasado, con sus seres queridos y consigo mismo).
    ¡Mi sincera enhorabuena!

    Escrito el 18 abril 2019 a las 18:18
  4. 4. Alicia dice:

    ¡Hola, Solidsteel!

    Gracias por tu mirada para con mis errorcillos. Es cuestión de revisarlos para mejorar cada día. Me encanta que el relato te haya parecido bueno.
    ¡Felices Pascuas!
    Hasta el próximo mes.
    Cariños

    Escrito el 21 abril 2019 a las 16:33
  5. 5. isan dice:

    Hola Alicia:
    De acuerdo con las recomendaciones de Literautas, me toca comentar los tres relatos que siguen al mío entre los que te encuentras. Lo primero te comentaré algunas cosillas de forma que para mi gusto cambiaría.
    Al principio se dice que la granja está intacta. No comprendo el significado que puede tener INTACTA en este contexto.
    “…con sus ojazos indagadores por su excéntrico aspecto” Esta expresión tampoco la entiendo ya que lo que dice es que su excéntrico aspecto hace que tengan ojos indagadores, lo cual tiene poco sentido.
    “…Le hubiese gustado treparse a ella…” Trepar es un verbo que no puede ser reflexivo.
    “…llenarse las manos para luego hacerle el agujero y chuparla como cuando era un niño.” Aquí no se comprende a quién o qué se le hace un agujero y a quién o qué se chupa. Puede ser que se haga el agujero a las manos y se chupe el agua, pero “hacerle el agujero y chuparla” van juntos, por lo que hbria que decirlo de otra manera.
    “Tomaron confianza y ya no había…” ¿Quién es el sujeto del verbo tomar? Se tiene que suponer que serán los niños, pero bien podría referirse a las margaritas de las que se ha hablado en la frase anterior. Lo digo porque vas cambiando de sujeto sin previo aviso. Inmediatamente después dices: “les cuenta (EL) que era poeta” “Volvieron (ELLOS) al potrero” “Presentía (EL)”,
    “…, pero sus huesos craneanos no respondían…” Es una expresión extraña.
    Entrando en el fondo. Me ha conmovido el relato. Un pasajero en el tiempo que se encuentra con un pasado que es el suyo real o irreal pero que, a su vez, es diferente. Me ha parecido estupendo. Lo has desarrollado bien y aunque a medida que avanzaba la lectura del relato ya se barruntaba quien era el errante, no ha dejado de sorprender el final. Quizás y solo quizás, para mi gusto sobraría lo de la medalla.
    Te felicito porque has hecho un relato muy trabajado y con una idea genial. Un saludo.

    Escrito el 22 abril 2019 a las 17:46
  6. 6. Alicia dice:

    Hola isan;
    Gracias por leer mi relato. Me encanta aprender de los que más saben del arte de la escritura. Corregí los errores que me marcaron con mucho acierto. Soy de las personas que agradece este tipo de consejos. Le quité lo de la medalla, la palabra “intacta” y todos los arreglos posibles, como pronombres. Ah, también lo de la naranja. Creo que ahora está bien(espero)
    Nos seguimos leyendo!
    Hasta el próximo mes!
    Cariños.

    Escrito el 25 abril 2019 a las 16:39

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