Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

LA TRANSFIGURACIÓN SENTIDA - por A.R.P.A.

LA TRANSFIGURACIÓN SENTIDA
Atormentada y nostálgica convivo entre penumbras con mi profundo dolor: No puedo mirar. A los veinte años me diagnostican glaucoma neurovascular. Hace tiempo yo traté de librarme de la ceguera, pero fue imposible. Poco a poco voy descubriendo que mis manos pueden ser también mis ojos, y desde entonces, tocar es mi sentido de la vista; con sólo rozar la piel del haciente percibo con claridad cuál es su dolencia.
El masaje sanante fluye en un espacio inundado de verdes y grandes helechos, una camilla ancha y aterciopelada como la piel de durazno. La soberbia entrada del lugar la custodia un magnífico león disecado. Al fondo, un calendario antiguo diseñado con las fases lunares y los días de la semana, que al palparlos me indica la fecha exacta. Me gusta sentir el aire fresco matutino, saborear los brownies con chispas de chocolate, y la prosa de Dostoyevski.
Por lo demás, mis constantes desvaríos, y la necesidad de encontrarme a mí misma lo he encarado con aprensión pero también con esperanza, al igual que una llaga purulenta, repugnante: Aún no acepto el olvido de las formas, ni el abandono de aquel amor justo el día de nuestra boda. Tal suerte hace que me encerrara en mi misma y me veo cayendo en un pozo sin fondo. Lentamente rehúso a ese hermoso universo que me va abandonando. ¿Por qué a mí?
Era ya mediatarde. Un haciente robusto y alto llega a la consulta pautada. Hay algo extraño en el ambiente, enseguida percibo un olor que apesta de manera tan chocante que me hace retroceder. Es tan desagradable que siento náuseas. Sin embargo, la mejor medicina sería asistir al haciente con amor y compasión. Cuando intento entrar al recinto, tropiezo con la mesa, doy un traspié, me tambaleo, al fin logro el equilibrio. Temerosa me acerco a la camilla. El haciente solloza; se queja…, ejem…ejem…, tose sin descanso. Intenta hablar, pero no lo consigue, sólo emite sonidos guturales. Minutos después reina un misterioso e inescrutable silencio.
Al descender hacia mis miedos, retrocedo aterrada. Intento huir del lugar, pero en ese momento, una voz ronca y áspera como salida de ultratumba me interpela: ¿A dónde vas? Sujetada por el brazo, resisto, forcejeo. Me empuja hacia el interior. Sus manos manosean mi rostro. Su cuerpo contra mi cuerpo. La piel se eriza e intento escurrirme. Entonces…, yo decido confrontarlo. Me refugio en mis poderosas manos, ellas se estremecen; empiezo a tocarle su rostro con sutileza, luego presiono con suavidad. Al instante él se detiene. Se deja acariciar. Inhala y exhala con fuerza. Lanza su repulsivo aliento sobre mi semblante. Las manos curiosas palpan sus mejillas, ascienden buscando sus ojos. De pronto, un escalofrío recorre todo mi cuerpo al sentir con horror dos sendos huecos que simulan globos oculares. Siento rechazo ante aquello, tiento otra vez su rostro, su cuello. Él se abandona. Mis dedos parecen tentáculos con delicados sensores: El meñique me conecta con lo celeste, el anular, el triple recalentador — ¡anula toda mi fogosidad!—. El del corazón, el dedo medio, vibra con temor. El índice me indica qué hacer sin premura, y el dedo pulgar logra la conexión perfecta con lo terrestre…, entonces…, doy un paso atrás, y… ¡zas!, con toda mi fuerza lo atravieso con un rápido, certero y amoroso abrazo. ¡Su cuerpo se estremece! ¡Somos uno! Sólo escucho el sonido de su respiración. Me niego a reconocer su realidad, quizá se parece a la mía. Luego, un tenebroso y prolongado silencio que muestra mi terror.
A tientas tomo el abrigo, la bufanda de seda, y el suave bastón. Cierro la puerta con delicadeza, sin prisa. Camino erguida, segura de mi misma. Soy otra. El viento suave y cálido de la calle acaricia mi rostro. Ahora, esbozo una sonrisa de aceptación. La mano derecha sujeta el mango del bordón hecho de nácar; símbolo inevitable que acompañará mi permanente peregrinar entre las tinieblas.
¿Quién agoniza tras la puerta? ¡No lo sé!, —aunque lo intuyo—. Pues, él representa lo auténtico, lo que es, y no un cuerpo que se resiste como el mío. Yo vivo y me dejo morir en un cuerpo con dos huecos que simulan ojos. Él soy yo, y yo soy él. No…, no es lo que tú piensas. Me he librado. No sólo yace el cuerpo, sino el espíritu y la transfiguración sentida en mis ingentes manos que “ven” más allá de lo que tú crees.
¡A fin de cuentas yo no tenía coartada, ni tampoco…elección!

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

9 comentarios

  1. 1. Josè maría dice:

    Hola ARPA: Creo que los párrafos son muy largos y acotas frases con guiones que si no hay diálogo no se para que se ponen ,lo digo desde mi humilde opinión no soy precisamente un experto ,por cierto la palabra “haciente” me podrias esclarecer qué significa pues en el diccionario de la RAE,pone adj des, que hace.Un saludo mi relato es el 43

    Escrito el 16 mayo 2019 a las 19:39
  2. 2. Baxin dice:

    José María. Creo que la palabra “haciente”, es un error de dedo, y se refiere a “paciente”. El relato es confuso, pues parece un desdoblamiento de la personalidad. O como Alejandro Tantanian, que lo utiliza varios personajes, como prolongación de uno mismo. 🙂

    Escrito el 16 mayo 2019 a las 23:34
  3. 3. kirjanik Maya dice:

    Hola, ARPA.

    Algo triste y temeroso tu relato, como si en cada descripción la protagonista se arrancara un pedazo de piel, doloroso. Lo de la transfiguración me imagino que es más emocional que física, al menos eso es lo que me transmitió a mí el texto.
    Si hay algunas cosas que puedes afinar, pero a mí me gustó.

    Saludos.

    Escrito el 17 mayo 2019 a las 04:03
  4. 4. Lady N dice:

    ¡Hola A.R.P.A!

    Después de un par de leídas a tu texto, me he decidido a buscar que significa transfiguración y creo qué con eso, he conseguido comprender mejor su significado. Aunque, aún así, hay muchas cosas que se me escapan.
    Como por ejemplo el final, ¿por qué hablas primero de que las manos ven más allá de lo que creemos y luego sobre no tener elección?

    Algunos detallitos:
    *La estructura del relato. Creo que sería más cómodo de leer si tuviera párrafos más breves que dieran un poco de descanso al lector entre conceptos.

    *También he visto que usas los puntos suspensivos a menudo durante el texto, te entiendo, porque yo era adicta a ponerlos en todos lados jajaja, pero creo que estaría bien que redujeras su uso.

    Por lo demás, tu relato se me hace interesante, con esos tintes de ciencia ficción e irrealidad que muestras a través de tus descripciones. Mi favorita es la de “mis dedos parecen tentáculos con delicados sensores”.

    Buen ejercicio, sigue disfrutando escribiendo y muy felices letras.

    Escrito el 17 mayo 2019 a las 18:12
  5. 5. ARPA dice:

    Hola José María. Tienes razón, son párrafos muy largos y los guiones. Gracias por hacérmelo notar.

    Escrito el 24 mayo 2019 a las 01:40
  6. 6. ARPA dice:

    Hola, Baxin.
    La palabra “haciente” la usamos en el campo de las terapias alternativas; alude a esa persona, a ese “paciente” que está enfermo y necesita sanar siempre y cuando “haga” lo que le corresponde “hacer”. De ahí viene el vocablo haciente de hacer.

    Escrito el 24 mayo 2019 a las 01:44
  7. 7. ARPA dice:

    Hola Lady. Muchas gracias por tus comentarios. Los tomaré en cuenta para el próximo relato.

    Escrito el 24 mayo 2019 a las 01:46
  8. 8. Ofelia Gómez dice:

    Hola ARPA
    Tu relato me ha atrapado por lo misterioso, extraño. Me ha dejado con muchas dudas ese extraño haciente que no tiene ojos, pero que parece ver, y que queda moribundo en la camilla. ¿Quién o qué es ese personaje que aterroriza a la terapeuta? Tal vez ella misma en su parte negativa, que ahora consigue dejar de lado…

    Me ha gustado ese momento en que, a pesar del miedo, ella toma el abrigo, la bufanda de seda, y el suave bastón y se va cerrando delicadamente la puerta.

    Hay unos detalles que podrías corregir, si te parece, solo son sugerencias:
    “Por lo demás, mis constantes desvaríos, y la necesidad de encontrarme a mí misma lo(los) he encarado… Tal suerte hace (hizo) que me encerrara en mi (mí) misma y me veo cayendo en un pozo sin fondo.”
    “Era ya media tarde”
    “segura de mí misma”

    Tienes una buena historia. Pienso que se podría desarrollar en un texto más largo, pero las limitantes 750 palabras deben cumplirse.

    Ha sido un gusto leerte, lo seguiré haciendo.

    Un abrazo

    Escrito el 29 mayo 2019 a las 01:41
  9. 9. Yerma dice:

    Muy buena historia. Le das un ritmo muy agil al “forcegeo” y he sentido el horror de no encontrar ojos en esos huecos.

    La frase final es la que no me cuadra demasiado; la única que me sobraría.

    Me encantan los relatos de terror; lo has logrado.

    Escrito el 31 mayo 2019 a las 01:35

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.