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Belleza mínima - por Julieta Ortiz

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Esta mañana vi una mariposa negra con los filos rojos. Permanecía posada en la puerta del edificio. Quieta como un cuadro en la pared. Su cuerpo delgado sobresalía de entre su simetría, semejaba la estructura de una libélula, pero con las alas anchas. Sus antenas me miraban fijamente. Incoherentemente me abordó, con sus blancas pupilas fijas en la punta de las antenas. Juro que estaban clavadas en mi, me hipnotizaban y al mismo tiempo atravesaban mi conciencia con la fuerza del rugido de un león. Una invasión persistente en silencio opaco. La realidad desconocí. Entonces parpadeé y el tiempo estaba quieto, las personas congeladas en el intermedio de un paso, en el ademán de un saludo, emitiendo un estornudo… Todo movimiento ausente, excepto el de aquella criatura.

Con la respiración agitada, miré mis pies anclados al pavimento y después al cielo, pidiendo una medicina que me librara de aquel hechizo. Cuántos días en el calendario se consumirían mientras estaba ahí, dándole vueltas a mi pensamiento en busca del porqué, intentando descifrar la secuencia de pasos que me habían llevado hasta ese punto. Confieso que no me dolía el cuerpo, pero la ansiedad en mi ser se incrementaba. Esa necesidad de sentir el movimiento interno del cuerpo, de tragar saliva y saber que hace un recorrido desde la faringe hasta el estómago, así como imaginar la forma en que puedo hablar y respirar al mismo tiempo. En que puedo pensar y no pensar, solo sentir que lo hago. Cómo puede ser posible que un cuerpo quede inerte, flotando suspendido en la gravedad. Entonces pensé en la manzana de Newton, tuve hambre, la mariposa se tallaba las patas con la lengua y deseé una tan larga como la de ella para alcanzar cualquier cosa que pudiera comer, saborear incluso el néctar que seguramente se quitaba de las patas.

Mientras tanto, la mariposa comenzó a caminar. —No me abandones amiga— pensé. A pasos pequeños, como el puntilleo de un alfiler, avanzó a lo largo del cancel. Se detuvo, aleteó tres veces y emprendió el vuelo, el aire brumoso no se movió. Fue increíble como atravesó la niebla con sus negras alas, al verla partir comencé a sentir la humedad del aire entrar en mis narices. Una brisa suave acarició mi rostro y la vida recuperó su movilidad. Pero yo no. Esperé, quise cerrar los ojos y contar hasta diez, fue imposible. Esperé un poco más y más y más, no sé cuanto. Talvez los que se fotografían a mi lado también esperen, esperen entender porque estoy tan quieto mirando algo que no hay, o se pregunten porque mi cara refleja asombro e incredulidad, a lo mejor la lluvia cae en mi para que me ablande y despierte, quizá el viento sopla con fuerza para que me mueva y salga de su camino. Quizá sea que el tiempo no tenía coartada para detenerme y poder acusarme de presenciar la existencia de los pequeños detalles, por ser un curioso observador de las minucias a las que nadie presta atención. Fui testigo de las rarezas de la naturaleza y a lo mejor, será que alguien querrá que confiese a detalle lo que vi, que le cuente como se ven las gotas de lluvia al caer, que describa el color del viento, el aroma de las hojas al crecer y el sonido de los insectos al dormir.

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3 comentarios

  1. 1. pepe dice:

    Hola Julieta Ortiz,

    Bueno has escrito un relato surrealista plagado de imagen y poesía. Me atrapó, y nunca adiviné hacia dónde iba a desembocar todo.
    No soy muy docto en este tipo de escritura así que lo que te pueda apuntar quizá no solo valga para desecharlo, pero hay frases que me cuesta entender tanto su significado como función (Una invasión persistente en silencio opaco. La realidad desconocí, o eso de “pupilas blancas”). Sin embargo son cosas, como ya te digo, que escapan a mis capacidades.

    Creo notar que el cuidado del texto va decreciendo, el último párrafo contiene más errores gramaticales y repeticiones de palabras (por ejemplo repites el verbo esperar cuatro veces en tres frases), incluso hay un cambio de tiempo verbal “Esperé un poco más y más y más, no sé cuanto. Tal vez los que se fotografían a mi lado también esperen, esperen entender porque estoy tan quieto mirando algo que no hay, o se pregunte…” Yo desde ese Tal vez hubiera dado a entender que estaba pensando conmigo mismo para justificar esa acción presente.

    Pero, como te he dicho al principio, son apuntes con la intención de intentar aportar algo, si no son más que desechables.

    Creo que nunca te había leído y ha sido una sorpresa, tu relato tiene mucha fuerza y profundidad. Espero que nos continuemos leyendo.

    Un saludo.

    Escrito el 17 mayo 2019 a las 14:35
  2. 2. Pandora dice:

    Buenos días Julieta Ortiz.

    Me ha gustado tu relato, muy diferente a lo que cabría esperar de la frase “no tenía coartada”. Muy poético y visual también, como señala pepe.

    Felicidades y un saludo.

    Escrito el 18 mayo 2019 a las 11:16
  3. 3. Sebas A dice:

    Hola Julieta:

    Tu relato me ha gustado mucho. Lo leí una primera vez y me sentí algo perdido. En mi segunda lectura pude apreciar la profundidad de tu texto y la belleza de las imágenes que narras. Realmente tenés una prosa admirable.

    Es cierto que hay algún que otro error gramatical que en nada opacan el brillo y belleza de tu narración.

    Me gustó especialmente la última parte del último párrafo.

    Gran trabajo. Te felicito.

    Saludos

    Escrito el 19 mayo 2019 a las 03:34

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