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Desesperación en las arenas del norte - por Inés

Sus pies se hundían en la arena fría y cada paso lo hacía sentirse vivo. El aire fresco del mar Báltico golpeaba su rostro y llenaba sus pulmones de oxígeno puro. ¡Qué placer! Era exactamente lo que necesitaba. Caminaba sin destino por la costa y con el sombrero negro clavado hasta las narices, esperando que vinieran a buscarlo. Decidió que se entregaría sin oponer mayor resistencia, de todos modos no tenía coartada. Simplemente aprovecharía estas últimas horas de libertad para disfrutar del sol y la playa.

Los recuerdos de esa mañana se sucedían en su cabeza sin control. El piso manchado de rojo, la sensación de repugnancia, ver sus manos inevitablemente sucias y que sus piernas comenzaran a moverse solas, como poseídas. Correr desesperado para salir del supermercado mientras una pila interminable de latas de ananás en conserva caía al suelo. Algunas personas gritando, otras demasiado asustadas para reaccionar.
Un terror profundo comenzó a subirle por el estómago. ¿Qué había hecho? El lugar estaba lleno de cámaras, era imposible que no lo reconocieran.

En la desesperación había tomado un sombrero de mimbre negro, con un lazo floreado, que estaba cerca de la salida del supermercado. Siguió corriendo como si el mismo demonio le pisara los talones y arrancó el auto haciendo sonar las llantas.
Manejó un rato, pero al darse cuenta de que la matrícula estaba a su nombre comprendió que debía actuar de otra forma.
Frenó en un estacionamiento cercano a la costa. Tal vez un ferri podía cruzarlo a Dinamarca y allí empezar una nueva vida.
Frotó sus manos con unos pañuelos de papel que guardó en sus bolsillos, luego los quemaría para no dejar rastros. Con rudeza quitó el lazo de flores negras y blancas del sombrero y lo guardó junto con los pañuelos. Salió del auto con la cabeza gacha y se escondió entre unos pinos. Se sujetó el sombrero a la cabeza y así partió caminando por la playa.

Unas horas después comenzó a sentir las piernas cansadas. Se sentó en la arena seca. Los ferris no se detenían de este lado de la costa. Caminar hasta el próximo puerto era muy difícil y hasta le parecía ridículo. No comenzaría a aprender danés a esta altura de su vida.
Se veían algunos barcos cargueros en el horizonte. Las gaviotas revoloteaban buscando alimento y sus gritos se entremezclaban con el de las olas del mar. Se sintió parte de ese mundo primitivo en el que cada ser debía luchar por comer o ser comido.
Ahí se percató de que no se escuchaba ninguna sirena, solo las olas y el viento frío y húmedo silbando en sus orejas. ¿No habían identificado su auto todavía? Probablemente fuera una estrategia. Lo estarían esperando en el aparcamiento. En cuanto quisiera acercarse al auto se le vendría la policía encima.

Su cuerpo comenzaba a entumecerse. Decidió tomar un bus e irse a casa. Tal vez los despistaba unas horas más y podría al menos darse una ducha caliente. Sacarse la ropa sucia y húmeda, volver a sentirse un hombre de bien antes de que lo encerraran para siempre.
El bus pasaba por ahí cerca. No fue difícil subirse. Desde la ventanilla pudo ver su auto solo en el parking, ningún rastro de oficiales en los alrededores.

Entró a su casa por la puerta de atrás, mejor seguir de incógnito el mayor tiempo posible. Prendió la radio y se metió bajo la ducha caliente. El agua y el perfume del champú lo hicieron revivir. Se quitó los restos de arena que traía de la playa y se vistió con ropa cómoda, pero buena, para no dar mala impresión.

El informativo local hablaba de la fiesta del próximo fin de semana, del nuevo plan de subvenciones para mejorar el rendimiento energético. El pronóstico extendido anunciaba buen tiempo para los próximos días.
Nadie parecía interesarse por el caos de esta mañana en el supermercado, por el idiota que había volcado todos los frascos de vidrio al querer espantar una avispa, por el enchastre en el piso y los litros de kétchup desperdiciados.

Sintió alivio y al mismo tiempo una punta de indignación. ¿A dónde iba a para la sociedad? ¡Por mucho menos rodarían cabezas en otros lugares!

Cambios importantes se imponían. Decididamente empezaría a hacer sus compras en el nuevo “Bio” de la otra avenida.

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4 comentarios

  1. 1. Laura dice:

    Hola Inés.
    En primera, te felicito por el título,engancha.
    Vamos ahora a tu relato.
    En cuanto a lo formal: tienes muchas oraciones, puede leerse algo entrecortadamente por el uso de los puntos.
    Por otro lado,tienes muchos verbos en infinitivo.
    En cuanto al contenido:muy bien. Pensaba que era un asesinato pero era simple verguenza,tal vez de alguien terriblemente tímido.`

    Mis saludos.
    Hasta la próxima propuesta.

    Escrito el 17 mayo 2019 a las 11:52
  2. 2. JaimeM dice:

    Hola, Inés:

    Me ha gustado mucho tu relato. El final es genial e inesperado; no pude evitar soltar una carcajada al leerlo.

    Me parece que está muy bien escrito. Es verdad que al leerlo la primera vez no me resultó del todo fluido, pero no sabría explicar por qué. Al reelerlo, y más al conocer el final, ya no me ocurre, y no le pongo ninguna pega. Estuve dudando de si deberías prestarle tanta atención al sombrero, que después de todo no tiene mucha relevancia en la narración, pero me resulta acertado como elemento cómico.

    Coincido con Laura en que el título es maravilloso. A mí me llamó la atención al momento. Y, después de leer el relato, es todavía mejor (el tono poético con el contrapunto del humor).

    ¡Un saludo y nos leemos!

    Escrito el 18 mayo 2019 a las 12:38
  3. 3. Carla Daniela dice:

    Hola Ines!
    Muy buen relato! Cómico y llevadero. Bien escrito!! Un final inesperado y gracioso. Quizas (Solo mi opinion de novata) hubiera sido mejor un narrador en primera persona para darle mas fuerza a la locura del personaje.
    Un gran saludo y nos leemos (Nº47)

    Escrito el 19 mayo 2019 a las 01:05
  4. 4. Ofelia Gómez dice:

    Hola Inés
    Un relato genial. El pobre hombre, tan desesperado por el “crimen” cometido, nos lleva de la mano en su aventura.

    Podrías haberle dado cualquier final a tu relato, ya fuera cruento o, como has hecho, casí cómico. Siempre me habría gustado, porque el pobre hombre asume su situación como un delito imperdonable.

    “Cambios importantes se imponían. Decididamente empezaría a hacer sus compras en el nuevo “Bio” de la otra avenida.” Un final muy acertado y hasta risueño.

    Un abrazo.

    Escrito el 26 mayo 2019 a las 01:16

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