CÁBALAS - por Carmen

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CÁBALAS

Seguíamos buscando una forma de probar su culpabilidad. Había asesinado al marido de su hermana, intuición de la inspectora que nunca fallaba, pero hasta ahora, y ya habían pasado tres meses, no habíamos conseguido nada que lo implicase.
La inspectora tomó una decisión, la viuda no había reaccionado como lo haría cualquier mujer a la que asesinan a su marido, “y no tenía coartada”. Quizás si la forzaba un poco más en el interrogatorio le sacaría más información de la que habíamos conseguido hasta ahora.
El interrogatorio dio sus frutos, Haciendo la típica parodia de “poli bueno y poli malo”, la mujer se vino abajo y rompió a llorar al mismo tiempo que nos contaba que había pasado la noche con su hermano, charlando sobre su relación conyugal y cómo su marido la maltrataba desde hacía tiempo. Lo que no nos contó y que unos minutos antes habíamos averiguado, es que su marido la había dejado como heredera universal de su inmensa fortuna, dudosamente adquirida.
Seguíamos como al principio, sin pruebas, ahora los dos se proporcionaban coartada el uno al otro.
Interceptamos sus teléfonos y mediante la relación de llamadas vimos cómo se habían enviado una serie de mensajes en los que se hablaba de un “calendario” rojo, en otro simplemente salía la palabra “león” y en otro: “el médico me ha recetado una nueva medicina que llegará el jueves”. Conseguimos una orden de registro para el piso de la viuda y buscamos principalmente alguna libreta, o como decía el mensaje, un calendario rojo. Pero ¿y león?, ¿dónde entraban estos mensajes que más bien parecían enigmas?
La suerte estuvo de nuestro lado, la inspectora aficionada a las adivinanzas y enigmas, se sentó, y con las manos entrelazadas y cerrando los ojos nos mandó callar a todos. Varios minutos después, se levantó y nos ordenó buscar una figura en forma de león o algún sitio donde pudiera caber una agenda y que tuviera como figura representativa un león.
Uno de los chicos gritó: ¡aquí!, acudimos rápido y le encontramos con un jarrón con temática más bien china y en el que se veía dibujado un león con cola de dragón. Bueno, no perdíamos nada por mirarlo más detalladamente. Bajo el dibujo del león, y en el mismo color, un tablero de ajedrez. La cosa se complicaba aún más, ¿qué hacía un dibujo de un tablero de ajedrez en un jarrón chino? La inspectora salió de la habitación y como si alguien la persiguiera se fue directa al salón y se acercó a un tablero de ajedrez que había sobre la repisa de la chimenea. Quitó las figuras, le dio la vuelta al tablero y… ¡allí estaba! El almanaque rojo era en realidad una agenda, en su interior bajo las iniciales “A.E.” aparecían escritas multitud de fechas, nombres de medicamentos, y cantidades de dinero, todo escrito en negro, pero con algunas palabras subrayadas en rojo que al escribirlas consecutivamente formaban varias frases:
“El cargamento de Dextro anfetaminas llegará el jueves 25”. “El de las Metanfetaminas el lunes 29”. “Muelle 10 a las 09:30”. “Obtenida la información, limpieza realizada”.
Estaba claro, las iniciales A.E. correspondían a Andrés Escrivá, la víctima. El resto de la información de la agenda correspondía al tráfico ilegal de drogas que llevaba a cabo, los destinos, y el dinero recibido en las transacciones ilegales.
Ya teníamos pruebas del móvil para asesinar a Andrés Escrivá y de que sus autores materiales fueron la viuda y su hermano para poder administrar el negocio.