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La pastilla indicada - por Orión

Él hubiera preferido un tigre pero se tuvo que conformar con el león, pues no quería llegar a casa y ver que todo el viaje había sido una perdida de tiempo, aunque aquél sentimiento muy desgraciado ya se había metiendo en su cabeza al momento de mirar esa remera. Sentado en el asiento de un vagón vacío su cabeza subía y bajaba con la intención de sucumbir al agotamiento del día y dormirse todo el recorrido del tren nocturno. Cuando ese pensamiento le cruzó la cabeza, supo lo que tenía que hacer, porque se vería como un lindo regalo con moño y todo para ser robado por cualquiera que quisiera aprovechar el momento; por otro lado también estaba la posibilidad de que se pasara de la estación.
Acomodó la mochila en su regazo, deslizó el cierre del bolsillo inferior hasta el otro lado y la cubierta negra cayó sin convicción descubriendo en su interior tantos frascos y cajas con pastillas que nadie se habría equivocado si se le ocurría pensar que había metido el botiquín de medicina entero en ese bolsillo porque, en efecto, así era. Una situación imprevista requiere de acciones veloces y así lo entendía Fabio, quien zampó al bolsillo con todo lo necesario para cualquier emergencia y salió corriendo como perseguido por el diablo.
De manera que cogió el frasco antisueño y se lo llevo a la boca para echárselo como si se tratará de unos “TIC TAC” mentolados. Desde que descubrió que podía aliviar cualquier dolor o solucionar problemas con pastillas fue una constante que se automedicara.
Entonces el tren se detuvo en la estación Little Miss Baby-Blue y subió una sola persona que resultó ser una chica. Ahora bien, está chica era de piernas tan largas que Fabio se pregunto si era de este planeta, pero luego se convenció de que el suéter negro que llevaba puesto y que cubría las caderas (y el pantalón corto que se suponía debía estar ahí abajo) era responsable de hacer ver esas piernas blancas, lisas, tan infinitas e imposible de prestarles atención. La nueva pasajera tenía en su cabello el mismo color que su suéter, sus manos estaban cubiertas como guantes por el suéter y se le cruzó por la cabeza que aquella chica podía estar vestida unicamente con ese suéter tan particular. Haber repetido la palabra suéter tantas veces le produjo dolor de cabeza y decidió tomar una pastilla. La muchacha de blanco y negro se sentó a su lado, junto las rodillas y dijo:
—¿Me das una?
—Sí —replicó, con tantos nervios que pensó que debía tomarse una pastilla para eso—. Digo, no.
—¿Por qué? —quiso saber extrañada la chica mientras su mano derecha permanecía en modo de espera en el aire.
—Tengo que saber que te duele.
—El corazón.
—Quizás debas ir a un hospital.
Ella negó con la cabeza y despertó de su letargo a la derecha para enviarla como un rayo a la captura de la mano derecha de Fabio y llevarla a su corazón. Él, enrojecido, sintió los latidos calmados y normales de la joven, al mismo tiempo que se sentía a punto de colapsar y deseoso de un par de buenas y gloriosas pastillas.
La tristeza lo invadía, pues la chica tenía el corazón roto y él no tenía ninguna pastilla que apaciguara aquél dolor.
«El tiempo todo lo cura», dijo en su cabeza antes de pronunciarlas, pero no lo hizo. Tan cierto y cliché que dolería tener que ver el calendario y preguntarse cuántos días son necesarios para sanar. Ese segundo en su interior fue como caer en un pozo del mismo infinito que las piernas de la chica, sin saber que decir, sin saber como excusarse, no tenía coartada para huir, estaba muy próximo a sudar como panadero, pero de súbito contó:
—Llega un hombre a una farmacia y le pregunta al farmacéutico: ¿Tiene pastillas para los nervios?. Si. ¡Pues tómese dos que esto es un atraco!
Por fin se había librado de esas palabras. Ahora necesitaba pastillas. Señor, como las necesitaba. La muchacha le dio unas palmadas en la espalda y río con un soplido por la nariz. Ella buscó algo en sus cabellos retorcidos y sacó una caja de cigarros.
“¿Por qué no en sus pechos”, pensó él. La chica le comentó que necesitaba un cigarrillo y un baño con masajes. Se dijo el buen Fabio que no tenía la pastilla indicada para esa noche.

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4 comentarios

  1. 1. Carla Daniela dice:

    Hola Orion! Como estas?
    Un poco loco tu relato! Está buenísimo… Es de esos que hay que leer más de una vez para entenderlo bien y eso, particularmente, me gusta mucho. Lo que sí, me parece (Y es solo mi opinión) que quizás hay algunas partes donde se pierde mucho la esencia y es un poco difícil de llevar la lectura. De todas formas, es muy entretenido y bien por eso.. Mis felicitaciones!! Una sola pregunta me queda, solo por curiosa: ¿Por qué ese nombre para la estación de tren? Me llamó mucho la atención y a ver si es por lo mismo que pienso yo, jaja. Un gran saludo y nos leemos (Nº 47)

    Escrito el 17 mayo 2019 a las 00:01
  2. 2. Eric Milne dice:

    Hola Orión! Me gusta tu seudónimo, por cierto.

    Me pareció interesante la narración del relato, dado que es desde la perspectiva del protagonista, muestra un poco el efecto del abuso de las pastillas en su mente. Siempre está pensando en eso, incluso cuando trata de hablar con la chica y contarle un chiste. Pareciera que su mente está embotada todo el tiempo.

    Aunque me queda una duda, ¿qué era el león? No veo que lo vuelvas a utilizar.

    Saludos!

    Escrito el 17 mayo 2019 a las 02:32
  3. 3. María Jesús dice:

    Hola Orión: Tu relato me ha confundido un poco, según empieza, entiendo que Fabio vuelve de un safari. Un viaje de vuelta que se ve animado por el uso abusivo de las píldoras y la aparición de una hermosa acompañante de viaje. Desde luego es bastante entretenido aunque esté escrito de una forma un tanto peculiar.
    Saludos.

    Escrito el 18 mayo 2019 a las 19:30
  4. 4. Ofelia Gómez dice:

    Hola Orión
    Tienes un buen relato acerca de Fabio y sus continuas preocupaciones. Pobre muchacho, todas las que tiene que pasar simplemente para comprar una camiseta con la figura de un león.

    Te han faltado algunas tildes y reordenar varias comas y algún punto.

    En “había metiendo en su cabeza” debería ir “metido”.

    En “infinitas e imposible(s) de (no) prestarles atención”, podrías hacer esas correcciones.

    No entendí: “Ella negó con la cabeza y despertó de su letargo a la derecha para enviarla como un rayo a la captura de la mano derecha de Fabio y llevarla a su corazón.” En realidad sé lo que quieres significar, pero me parece que hay un poco de confusión en la construcción de la frase.

    Realmente me ha gustado la historia de los problemas de Fabio y su adicción a las pastillas. Tu personaje resulta simpático y da un poco de pena. Él cree que todo se puede solucionar con sus benditas pastillas, pero cuando la chica se le insinúa resulta que no tiene la pastilla que necesita.

    Espero leerte en la próxima convocatoria. Un saludo.

    Escrito el 21 mayo 2019 a las 04:05

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