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Caballo viejo - por Raimundo Velazquez

Con sesenta años, Antonio, ansiaba disfrutar la vida. En su matrimonio, que ya contaba treinta y cinco primaveras, no quedaban ni vestigios de los placeres sexuales. Su conyugue, de la misma edad, también sentía el deseo irrefrenable de vivir a plenitud.
Él, evadiendo la rutina, salió en su auto. Conduciendo por la céntrica avenida, y entonando la canción de Simón Díaz “Caballo viejo”, aminoró la velocidad para detallar a las provocativas mujeres que se hallaban paradas a lo largo de la acera. Atraído por la sensualidad de dos, se detuvo. Apenas bajó el cristal de la ventanilla se le acercó una pelirroja. Tras un breve intercambio de palabras y de un gesto indicativo de la seductiva hembra se sumó al ofrecimiento su compañera de oficio. Habiendo acordado un precio, se dispuso a estacionar.
—“Quererse no tiene horario ni fecha en el calendario cuando las ganas se juntan”. —Cantando, estacionó y apagó el motor; de repente, al razonar que no tenía coartada, enmudeció. Ideando una excusa para justificar su ausencia del hogar pensó en Carlos, un joven con quien él y su esposa habían creado una relación casi familiar. Sin más análisis, tomó el celular y lo llamó.
Tras intercambiar saludos, le comentó:
—Necesito un favor.
—Si está en mis manos —le dijo Carlos.
—Que me cubras esta noche… me iré de juerga y para ello debo decirle a Leonor que ando contigo.
— ¡Otra vez! —exclamó. Enseguida le advirtió—. No quiero tener problemas con tu mujer… tú conoces su carácter.
—Tranquilo, no pasará nada, ella confía plenamente en ti. Solo tengo que mencionarle tu nombre y ya todo está santificado; te considera un angelito —soltó una carcajada. Retomando la seriedad, continuó—. Venga hombre… ayúdame.
—Vale. ¿Qué piensas decirle?
—Le diré que me llamaste porque se te averió el auto… bien lejos, y que acudí en tu ayuda.
— Ok… pero no dejes de llamarme para avisarme a que hora regresarás. La última vez que te esfumaste ella me llamó mientras dormías para confirmar si andábamos juntos y en qué horario.
— Está bien. Te dejo… me esperan dos potrancas que son pura belleza.
— ¿¡Dos!?
—Es mejor que sobre y no que falte —nuevamente dejó escuchar la risa—. Más tarde te llamo. —Tras la aseveración, colgó.
Inmediatamente llamó a su señora y le expuso la ficticia situación. Al finalizar la llamada se apresuró en apearse del automóvil. Bajo el anuncio luminoso del club “El León Dorado” lo esperaban las féminas. Al llegar junto a ellas las invitó a entrar.
Pasada una hora permanecían encima de un sofá, frente a una mesa que sostenía una botella de Whisky media vacía y tres vasos con desiguales cantidades de bebida. Él, sentado entre ambas y besando a la rubia, percibió la mano de la otra incursionando por la cremallera de su pantalón en busca del miembro viril; tras alcanzarlo, sintió un suave y lascivo manoseo. Excitado, abandonó el besuqueo y les anunció:
—Nos vamos para un hotel.
Las mujeres cruzaron las miradas y sonrieron.
—Como tú digas papi —consintió la que acariciaba el glande—. Antes de irnos necesito ir al baño.
—Te acompaño —intervino la rubia. Acto seguido se dirigió a él—. Enseguida regresamos. —Fogosa, se le acercó y le chupeteó la boca.
Antonio, al verlas salir, se cerró el zíper y se acomodó la vestimenta.
<<Es hora de que me tome la medicina>> pensó. Rápidamente introdujo una mano en el saco y extrajo del bolsillo interior un blíster de pastillas azules; tras sacar una e ingerirla, volvió a guardarlo.
Posteriormente se encaminaban hacia el parqueo. Él, en el medio y sujetándolas por las cinturas, iba canturreando:
—“….que un corazón amarrao cuando le sueltan la rienda es caballo desbocao.”
Horas después.
Carlos, acostado bocarriba, escuchó el sonido del celular; sin variar la posición extendió el brazo y lo agarró. Pausado, contestó. Tras colgar, miró lujurioso a la mujer que tenía sentada encima de su pelvis y le anunció:
—Aun tenemos tiempo.
—Leonor, que había detenido el meneo al escuchar el teléfono, se alegró. Tras regodearse con la vigorosa penetración comenzó a moverse como si cabalgase sobre un magnifico potro.

Al mediodía, como era habitual, Antonio y Leonor almorzaban apaciblemente. Aunque la costumbre había suplantado al amor, la seguridad que les brindaba aquella desgastada unión los reconfortaba; ambos, aseguraban compañía para la vejez.

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6 comentarios

  1. 1. Lucrecia Gordillo dice:

    “lo sospeché desde un principio” como decía El Chavo del 8. Tu historia me ha hecho pensar en que en este preciso momento está sucediendo en muchas partes del mundo ya que “querer no tiene horario ni fecha en el calendario.” María Lucrecia (25)

    Escrito el 17 mayo 2019 a las 14:07
  2. 2. Sebas A dice:

    Hola Raimundo:
    Buen relato y muy realista. La costumbre mata al amor. Después de tantos años los cónyuges quiza no se aman (o por lo menos no tanto) pero se necesitan.
    Felicitaciones.

    Escrito el 19 mayo 2019 a las 18:03
  3. 3. Kirjanik Maya dice:

    Hola, Raimundo.

    Colocar una de las palabras del reto en el contexto de la canción es genial.

    Llegué aquí por el título, lo relacione en seguida con la canción.

    Conforme leia, esperaba un final intenso, dramático, pero como dicen Lucrecia y Sebas, es algo que atañe a la realidad, así que muy justificado el final.

    Saludos y hasta el próximo taller.

    Escrito el 24 mayo 2019 a las 17:25
  4. 4. Pia Daría dice:

    Hola Raimundo,gracias por dejar tu comentario en mi relato. Estaba intrigada con el título antes de comenzar. Aunque mi iba imaginando algo sobre lo que en realidad iba a hacer el amigo con su mujer, no me ha importado seguir leyendo. Has conseguido un buen ritmo con la historia, los diálogos muy conseguidos. Un saludo

    Escrito el 24 mayo 2019 a las 22:33
  5. 5. Lucrecia Gordillo dice:

    Gracias por tus palabras, Raimundo, ya se acerca junio. Te leo entonces. (María Lucrecia, 25)

    Escrito el 26 mayo 2019 a las 18:24
  6. 6. Noemi dice:

    Hola Raimundo, gracias por pasarte a leerme y perdoname la tardanza en contestar (más vale tarde que nunca, dicen)pero a veces la necesidad tiene cara de hereje…hoy estoy por los refranes.Debe ser la inspiración de tu relato que me sugiere aquello de que a seguro lo llevaron preso, me gustó mucho y te sugeriría leérselo a aquellos que dan la lata con lo de la familia tradicional; se puede ser feliz de muchas modos, tu lo demostraste.
    Hasta la vista y seguimos leyéndonos.

    Escrito el 31 mayo 2019 a las 19:19

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