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El dulce sabor del filo de la navaja - por La Blasa

Sonrió sibilinamente. Permanecía hierático, observando aquel salón. La sangre lo salpicaba absolutamente todo. Mientras, la luz que atravesaba las ventanas teñía las paredes de un tono escarlata apagado, convirtiendo la habitación en la perfecta antesala al purgatorio antes del juicio final.

Respiró muy lentamente, rescatando de su memoria aquel exquisito olor a metal y muerte que, para su sorpresa, tanto lo había excitado. A pesar de que la sangre no era suya relamió sin escrúpulos cada una de las gotas de aquel exquisito y denso fluido que se había precipitado abruptamente desde sus mejillas hasta sus labios.

Su presa yacía en el suelo con la cara cosida a navajazos y la cabeza ligeramente separada del cuello. ¡Cuánto había disfrutado mirando fijamente a los ojos de la Parca cuando había venido a llevarse a aquel pobre desgraciado!

Repasaba una y otra vez cada segundo de su ansiada victoria; recordaba cómo las pupilas de su víctima se habían dilatado al máximo al reconocerlo, los gimoteos de desesperación pidiendo clemencia y el gorgojeo que manaba de la boca de aquella bestia moribunda mientras la navaja avanzaba con elegancia haciendo jirones la carne, cercenando así su cuello. A pesar de estar acostumbrado dicho sonido, era la primera vez que lo disfrutaba.

Lo que más le sorprendió fue ruido sordo que se produjo cuando el cuerpo golpeó el suelo, como si el propio firme supiese que aquel pedazo de carne carecía de alma y no era más que un recipiente vacío.

No tenía prisa por salir de ahí. Aún seguía con el corazón desbocado y la adrenalina descontrolada, y tenía que reconocer que no le desagradaba aquella sensación.
Además, no tenía coartada… ni la necesitaba. Sabía que tenía que hacerlo y en ese mismo momento estaba muy orgulloso de ello.

Había perdido la cuenta de los días que había tachado en el calendario esperando su momento, su dulce venganza. Era evidente que su adversario le había subestimado: jamás, ni en lo más recóndito de su corazón, ninguno de los dos habrían sido capaces de creer lo que allí iba a suceder.

A pesar de haberle tenido siempre respeto, se había dado cuenta de que el león nunca era tan fiero como lo pintan o quizás, simplemente, todo lo que había ocurrido había sido instinto de supervivencia mezclado con un errático sentido de la justicia, considerando el ojo por ojo la única medicina que podría ayudarle a paliar su sufrimiento.

Totalmente fuera de sí, pasó la lengua por el filo de la navaja. Primero suavemente, con ligera timidez, pero poco a poco comenzó a presionar con más y más fuerza hasta que sintió como comenzaba a brotar algo de sangre de ella.

Acto seguido se dirigió al cadáver y se la clavó en el pecho. Permaneció de pie en silencio, masticando con sumo placer las palabras que estaba a punto de pronunciar:

– Hijo de puta…hijo de puta…¡¡hijo de puta!!

Suspiró profundamente y en ese instante liberó para siempre a todos sus demonios interiores, volviendo a la realidad.

A medida que iba entendiendo lo que allí había sucedido temblaba más y más, cada vez más violentamente, hasta que explotó y lloró desconsoladamente. Sintió como estaba a punto de desvanecerse por la tensión por lo que tuvo que arrodillarse sobre el cuerpo.

Estaba totalmente fuera de control, emitiendo gemidos y soltando esputos por la boca. Intentando recuperar mínimamente la cordura miró fijamente al hombre, lo abrazó y comenzó a llorar desconsoladamente.

Perdió la cuenta del tiempo que había permanecido aferrado a él. La euforia y adrenalina que otrora había alimentado cada célula de su cuerpo se había tornado en una espesa melaza de culpa y ansiedad que apenas le dejaba respirar.
Con sumo cuidado apoyó la cabeza en el suelo y entre sollozos balbuceó:

– ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué? ¿¡Por qué?!

De repente sacó una foto arrugada de su chaqueta y con rabia la tiró sobre el cuerpo sin vida. En ella se intuían dos figuras de diferente tamaño sin ropa.

Con la poca energía que le quedaba, sacó el móvil de su bolsillo y marcó tres dígitos.

– ¿Policía?.. Soy.. Ventura López Ibarra, cirujano jefe del Hospital General Universitario Las Matas… Me declaro culpable del asesinato de Manuel López Ibarra, violador de mi pequeña.

Y durante ese eterno instante, el silencio fue tan denso que pareció tener peso específico.

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4 comentarios

  1. 1. Pandora dice:

    Saludos La Blasa.

    Me parece un gran relato, ya que en poco espacio consigues dotar al personaje de bastante carácter. Además, creo que describes muy bien los diferentes momentos por los que pasa el protagonista. Sobre todo destacaría que al principio se intuye que es un monstruo pero, gracias a ese giro final, ese “golpe de realidad”, lo acercas mucho más a alguien “de a pie”.
    Por último, como apreciación más subjetiva si cabe, me ha resultado desagradable de leer, desasosegante, y creo que provocar emociones en pocas líneas es muy meritorio.

    Mi texto es el número 83, por si quieres pasarte. De nuevo, felicidades y un saludo.

    Escrito el 17 mayo 2019 a las 03:34
  2. 2. La Blasa dice:

    ¡ Gracias Pandora ! La idea era transmitir ese momento oscuro y retorcido… ¡me alegra saber que lo he conseguido !

    Escrito el 18 mayo 2019 a las 18:39
  3. 3. Cyrano444 dice:

    Buenos días La Blasa
    Primero decirte que tu relato me ha impactado por la forma de describir las sensaciones del protagonista, sin saber el porque, pero se adivina una fuerte conexión con la victima, has descrito de forma incisiva la ambientación “personal” de dolor y rabia que no se entiende hasta el final. Para mi un relato perfecto. Felicidades
    Saludos

    Escrito el 20 mayo 2019 a las 08:38
  4. Hola La Blasa

    Buen relato. Visual, lleno de sensaciones, sabores y olores…

    Como lector te dejas llevar por las emociones del protagonista sin esperar realmente ningún final, está tan bien relatado que no lo necesita.

    Ahora bien, el giro le da un plus interesante pero según mi opinión y con la intención de ayudar a mejorarlo, pienso que no puedes presentar en escena el asunto de la niña sin haber hecho alguna referencia anterior. Aunque sea mínima, una foto de una rubita de largas trenzas en la mesa o algo así de sencillo.

    Otro detalle: creo que sobra lo de ” En ella se intuían dos figuras de diferente tamaño sin ropa.” Se entiende cuando lees el final.

    Espero haberte ayudado, saludos

    Escrito el 20 mayo 2019 a las 18:56

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