Escena 61 - por DarkSoul

Las hojas iban cayendo del calendario con lenta cadencia. Otro día más en la oficina. Y otro. Pero aquel iba a ser un día especial. Por fin iba a hacer trabajo de campo. Más que de campo, de cloaca. Tocaba instalar unos micrófonos en casa de algún político o periodista. Nunca nos decían cuál era el objetivo hasta el último momento.
Nos subimos a la furgoneta de Flores Estela. Cuando estudiaba siempre pensé que las furgonetas espía camufladas de repartidores eran un tópico. Pero no lo eran. La realidad siempre supera a la ficción. Nosotros no llevábamos grandes equipos dentro, simplemente una caja de cartón con un montón de micrófonos y utensilios. Al parecer consideraban que un vehículo más discreto no tenía coartada para que dos hombres salieran con cajas y se pusieran a merodear por los jardines de las casas. Además con el rollo de la floristería podíamos aparcar en carga y descarga, lo que a veces era muy útil.
Kike aparcó enfrente de la casa, un chalet a las afueras.
– Este chico al parecer es un periodista que se mete mucho en asuntos ajenos, y esta vez va a probar su propia medicina.
– Kike, ¡no hables de eso en medio de la calle!
– ¿Eso? – dijo riendo.
– La operación. Es peligroso.
– Pero mira que eres paranoico, Jorge.
Tras un mohín de disgusto, resoplé y nos dispusimos a cruzar la calle. Cuando nos aseguramos de que no había miradas indiscretas, saqué el material de cerrajería y abrí la puerta. Estuvimos casi dos horas instalado los dispositivos. Después, recorrimos todas las estancias de la casa charlando animadamente. De repente mi móvil vibró. Tenía un mensaje diciendo que el sonido era bueno en la parte de arriba y en el salón, pero que en la cocina se oía lejano.
Ahí estaba Kike retorcido entre los tubos del desagüe, cuando me dio por mirar por la ventana. De repente vi que la puerta de un coche se abría y aparecía un señor trajeado. No lo veía bien pero se dirigía hacia la casa, así que supuse que era el periodista.
– ¡Kike, nos van a pillar!
– Que no seas paranoico, esto lleva su tiempo.
– Que no Kike, que el periodista está acercándose a la casa.
Kike dio un brinco y se pegó contra el marco de la puerta.
– ¿Qué hace aquí, no volvía a las tres?
Nos fuimos al salón y nos escondimos detrás de un sofá como pudimos. Nos quedamos en silencio, totalmente bloqueados. El estridente sonido de las llaves me puso el corazón a mil por minuto. El periodista entró, y enfiló la cocina sin más. Afortunadamente no tenía ganas de ver la tele. Pero entonces mi móvil vibró y el periodista se detuvo en seco. El tiempo también se detuvo y me dio la sensación de que ese instante duró minutos. Me agaché, y cuando escuché de nuevo los pasos del periodista hacia la cocina suspiré aliviado. En mi móvil un mensaje advertía de que se había oído la puerta abrirse.
Kike me miró sin saber qué hacer. Teníamos salir de allí y no sabíamos exactamente qué estaba haciendo nuestro espiado. Entonces llegó un escueto mensaje: “Se escucha la ducha. Aprovechad”. Al más puro estilo Matrix, obedecimos a aquel viejo móvil para poder salir de allí. Esperamos un par de minutos, no fuera a ser que el periodista saliera a buscar algo. Cuando pensamos que ya estaría en la ducha, salimos de allí tratando de aparentar normalidad.
– Nos falta un micro. Pero bueno, el jardín está plagado de dientes de león y tréboles, así que tenemos excusa para volver. – Dijo Kike, divertido.
– ¿Cómo puedes bromear después de lo que ha pasado? – le espeté.
Hasta que no estuvo la furgoneta en marcha no me dejaron de temblar las manos. Echaba de menos la rutina de la oficina.