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Un as en la manga - por TaviR.
Un as en la manga
Lafontaine necesitaba aire. La mano de Escalona atenazaba su cabeza bajo el agua y le impedía respirar. Conocer el escondite del comandante Ramírez era su obsesión. Ambos estaban en una mazmorra fuera de la capital y la orden había sido perentoria: «¡Desuéllenlo si es necesario, pero lo quiero vivo!» Ante la negativa del detenido, Escalona hundía una y otra vez su desnudez en la bañera. No saber el paradero del comandante Ramírez atormentaba por igual a inquisidor y cautivo. «Es duro el gringo, mi coronel», respondía Escalona, acuciado por las recriminaciones.
La noche del secuestro, Lafontaine, inquieto, fue hasta la ventana. Oculto tras el cortinaje vio a un grupo diligente bajar desde un Apache sin identificación. Los hombres caminaron hacia su condominio y supo que venían por él. La detención fue vertiginosa. El Apache cruzó las calles bajo estado de sitio con rumbo desconocido.
Desalentado por la porfía de Lafontaine, el interrogador cambió su método. Destrabó los grillos que lo ataban a la pared y le quitó la venda de sus ojos. Una capucha protegía la identidad del victimario.
─Ya, cabro. Dame un indicio y te libero ─dijo Escalona, y le acercó un cigarrillo.
Lafontaine creyó reconocer la voz del agresor, pero calló.
─ ¡Habla, no seas estúpido! ¡Para qué complicar las cosas!
Lafontaine se encogió de hombros, provocando su impaciencia. Escalona se enroscó furioso y explotó.
─Mira, concha de tu madre. O me dices dónde se oculta Ramírez o traigo a tu mujer y me la cojo aquí mismo-. Caminó de un lado otro emputecido, sin doblegar la resistencia de Lafontaine. Este, al ver su raro movimiento de cadera al caminar, supo quién era su interrogador.
Escalona, rabioso, alzó el cuerpo de Lafontaine y lo arrojó al piso. El hombre sintió el relieve frío del cemento arañando su cuerpo desnudo. Perdió el conocimiento. Despertó en una habitación iluminada por una ventanilla ubicada en la parte alta de la pared. Por allí entraba un trozo de cielo nuboso. Dos tipos con metralleta en bandolera lo custodiaban.
Se oyeron unos pasos subir la escalerilla. El tipo bramó.
─ ¡Quiero a este terrorista vivo! ─ordenó.
─A su orden, mi coronel ─contestaron los otros al unísono.
Lafontaine logró ver su perfil ario. El color rojizo de su cabello. Era el coronel Ciro Yáñez vestido de civil. El tipo, un viejo conocido de su padre, aparecía como enviado por la providencia. Ahora solo debía manejar diestramente los hilos que lo conducirían a la libertad. Llamó a uno de los custodios y le rogó bajito.
─Llévame con el coronel.
Por respuesta recibió un culatazo en las costillas.
─ ¿Estay loco, huevón?
─Ten cuidado ─recomendó el otro. A este tipo hay que mantenerlo vivo.
─ ¡Bah! Decimos que intentó fugarse y chao pescado.
Lafontaine porfió.
─Tengo antecedentes que entregarle al coronel. Prometo conseguirles un galardón.
─ ¡Chit! ¡Querís que nos maten a los tres! ─dijo el vigilante y se alejó displicente.
Los guardias permanecieron un rato cuchicheando entre sí. Luego, a contrapelo de sus temores, uno de ellos llevó el mensaje al coronel. Regresó con la orden. Cubrió a Lafontaine con capucha y lo condujo al segundo piso.
─Qué mierda quieres decirme ─exclamó Yáñez cuando estuvo frente a él.
─Sáqueme la capucha, coronel.
Yáñez ordenó liberarlo. Al ver ese rostro sus nervios se tensaron. A un gesto suyo el custodio abandonó la oficina.
─ ¿Qué haces aquí, muchacho? ─preguntó Yáñez sorprendido
─No lo sé, don Ciro.
─ ¿Cómo que no lo sabes?
─ Me trajeron de noche.
El coronel intentó hacer una llamada, pero Lafontaine lo interrumpió.
─No llame, hay algo que debe saber.
El coronel lo observó indeciso.
─Hay un infiltrado acá.
─ ¡¿Qué?!
─Escalona ─dijo Lafontaine observando la reacción del coronel.
Yáñez Palideció. No era posible que, en su unidad, donde nada se ejecutaba sin su consentimiento, hubiera un topo.
─ ¿Y cómo puedes ratificarlo?
─En la universidad era un secreto a voces su filiación socialista.
─Pero eso no es suficiente.
─Comuníquese con el rector de la “U”, es su amigo.
El coronel, sin estar convencido, hizo la llamada.
Después del saludo protocolar, lanzó la pregunta.
─ ¿Está en tus registros Ildefonso Castro Fuentes?
La respuesta lo dejó paralizado
─ ¡Traigan a Escalona! ─rugió─, y llamen al padre del muchacho.
Los guardias dejaron a Lafontaine en el portón de la casona. El día tenía una claridad opaca. Minutos después, un Mustang negro vino por él.
─ ¿Hacia dónde conduzco, comandante Ramírez? ─preguntó el muchacho, reiniciando la marcha.
─A terminar lo planificado ─respondió Lafontaine, inflexible.
Comentarios (4):
Lupa Sívori
17/01/2025 a las 18:42
Tavi, ¿qué tal? Una interesante historia de intriga con elementos de suspenso político, tortura y resistencia, ambientada en un contexto autoritario. Encontré la narrativa tensa y dramática. Si me permitís opinar, aunque las escenas de tortura son gráficamente descriptivas, quizás le falta una exploración más profunda de las emociones de Lafontaine. Esto le permitiría al lector empatizar mejor con su sufrimiento y resistencia.
Por último, las transiciones entre la mazmorra, la interacción con los guardias y el encuentro con el coronel podrían ser más fluidas. Actualmente, parecen algo abruptas. ¿Será una limitación de las 750 palabras?
Con pequeños ajustes en el desarrollo emocional, la transición narrativa y la credibilidad del desenlace, creo que podría alcanzar un nivel aún más alto de impacto. ¡Felicitaciones! =)
Por cierto, empecé a subir algunos de mis relatos a Spotify, por si querés darte una vueltita.
https://open.spotify.com/show/1kf01qxrscrZ9EstRmsHhl?si=70dc717ec83b4d3e
¡Abrazo!
Yvonne
19/01/2025 a las 11:06
Hola Tavi,
Un trabajado realizado con esmero y cumpliendo con lo solicitado. Aunque en ocasiones me tuve que parar a releer para no perderme entre los personajes, mantienes la tensión hasta el desenlace donde le das un giro de 180 grados a la historia.
Saludos.
Galia
23/01/2025 a las 15:11
Hola Tavi, muy buen relato que, en mi caso, trajo a mi memoria vientos de los 70 que vivimos en nuestro país. No necesita explicaciones, está sintético pero claro y el perfume a traición huele fuerte todo el momento.
José Torma
23/01/2025 a las 23:35
Hola Tavi.
Sin ser culpa tuya, el relato me dio risa y te explico por qué.
Hace tiempo, saliendo a la copa con los amigos, uno de ellos estaba muy molesto por una situación con su jefe de la empresa donde trabajaba. Recuerdo que con coraje gritó …
—¡No mames es increíble lo que hace este tipo, estoy emputecido!
A lo que yo muy correcto le contesté.
—¡Emputado! Querrás decir, emputado.
Y a la fecha es cuestión de risa cuando lo comentamos.
Contado lo anterior, tuve que recomponerme y reiniciar a leer tu relato.
Lo encuentro muy bien escrito. Si bien restrictivo por necesidad (las 750 palabras es lo más difícil de estos ejercicios). Un escrito, que lleva ritmo por los diálogos, siempre se disfruta mucho. Aunque llego un momento que me perdí con los nombres. Escalona (Ildefonso), tuve un par de tropiezos, pero me recuperé.
Creo que desarrollas muy bien le escena, es casi cinematográfica y mi mente iba rellenando espacios. El final no lo vi venir. Me sorprendió gratamente.
Tu esto de las letras lo tienes claro.
Por más que me esmeré, no encontré fallas gramaticales. Me hubiera gustado más espacio para que nos contaras más de que rumbo llevara esta historia.
Un abrazo y felicidades.