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La apuesta - por OcitoreR.

Web: http://plumalanza.blogspot.com/

La gente ya había oído la tercera llamada, se apagaron las luces y se levantó el telón. El escenario dejó al desnudo un barco cortado por la mitad, el costado de estribor se encontraba al descubierto y se podía ver que era un galeón del siglo XVI, pero de proporciones adaptadas al teatro y por eso semejaba un enorme bote partido en dos. En el mástil las velas estaban echadas, pero todas tenían grandes agujeros. El viento soplaba fuerte y el silbido que se oía era ya, el de una tormenta menguante. Un reflector dirigió la luz a un hombre que caminaba despacio. Llevaba un jubón sucio, una camisa blanca que estaba gris amarillenta por el paso del tiempo y sus botas eran muy altas. Se giró hacía el publico y mostró sus armas. Llevaba un puñal, una espada, una pistola y un mosquete.

“Soy Enrique Morgan, un reconocido filibustero. Gracias a mí, el reino se adjudicó…, o como se dice ahora, se hizo, se hizo con islas y grandes extensiones de tierra. He pasado a la historia más como un reconocidísimo caballero del rey, que por mis grandes conquistas. Me gustaría…”.
¡Eso es una gran farsa! —gritó desde una de las primeras filas una actriz caribeña famosa por sus grandes polémicas y escándalos. El público la hizo callar con dificultad y solo después de haberla persuadido con un soborno, se tranquilizó—. Aparecieron unos delfines en el escenario que eran representados por unas mujeres y hombres disfrazados que corrían y saltaban alrededor de la embarcación. Se oyó un lejano canto de sirenas.

“A pesar de mi mala fama, me gustaría decirles que fui un hombre de buen corazón. Señoras y señores, señoritas y señoritos. Fui víctima de una injusticia y las circunstancias me llevaron a usar la violencia, la intriga y la crueldad como único poder de convencimiento. Nunca fui vendido como dicen en algunos libros de la época. Eso son pamplinas y…—de pronto se volvió a la mujer que había iniciado el escándalo y le preguntó:

—¿Es acaso usted historiadora, querida señora?
—No, no lo soy—respondió la mujer poniéndose de pie, amenazando con volver a alterar el orden.
—Pues, debería…debería y… ¿de parte de quién viene hoy? ¿de su padre? ¿de su novio?
La mujer perdió la paciencia y corrió hacía él, trepando con agilidad.
—¡Vengo de parte de la justicia!!Se va a enterar de lo que soy capaz!
En seguida, ya en el escenario, comenzó a corretear al hombre, quien se despojó inmediatamente de su pata de palo y se dirigió a las escaleras para irse a mezclar con el público. No lo logró.
—¡Recibe tu merecido, maldito mentiroso! —gritó la mujer disparando con el mosquete que le había logrado arrebatar al pirata.

El hombre cayó con estrépito. La gente vio su espalda humedecida por la sangre. Se oyó un grito de sorpresa y miedo. Uno de los espectadores anunció que estaba muerto, que le habían dado a Enrique Morgan exactamente en el corazón. Alguien pidió que llamaran una ambulancia, pero en ese momento se encendieron las luces, Morgan se puso de pie y fue a abrazar a la mujer que todavía apuntaba con el arma.

Desde los altavoces se le agradeció al público su comprensión y preferencia. Se le explicó que la obra era una innovación y que, gracias al reconocimiento de los amantes del arte escénico, esa obra se representaría miles de veces.

Al salir del teatro, una joven le dijo a su novio: “Ves, no querías venir y ahora no paras de hablar del espectáculo. Ya sé, ya sé que te encantó todo lo que discutieron. Al principio si me lo creí. Tenía la impresión de que, para callar a la señora, le habían dado un fajo de billetes, te juro que vi un montón de dólares. Ah, y eso también, lo que dijo del tal Tristam Shandy, el personaje de Laurence Sterne, eso del reloj me hizo carcajearme. ¿Te acuerdas de cómo se lo dijo? !Venga, señora, venga aquí para que le demos cuerda al reloj! ¡No tenga miedo ni reparo! Si se me para, no dude en seguirle dando cuerda. ¡Caray!!Que ingenio! Bueno ¿entonces qué?, ¿ha fallado tu profecía? Tendrás que invitarme a cenar. Ya sabes cuál fue el acuerdo”.

La noche era tibia, la luna estaba en creciente y por las calles volaban como pequeños dragoncillos los comentarios del éxito de la obra de teatro absurdo que pocos habían tenido la oportunidad de ver.

Comentarios (13):

Otilia

20/04/2025 a las 10:13

Hola, Ocitore, me corresponde comentar tu relato. Allá vamos.
Me gusta la historia y se lee con fluidez hasta este párrafo:
Al salir del teatro, una joven le dijo a su novio: “Ves, no querías venir y ahora no paras de hablar del espectáculo. Ya sé, ya sé que te encantó todo lo que discutieron. Al principio si me lo creí. Tenía la impresión de que, para callar a la señora, le habían dado un fajo de billetes, te juro que vi un montón de dólares. Ah, y eso también, lo que dijo del tal Tristam Shandy, el personaje de Laurence Sterne, eso del reloj me hizo carcajearme. ¿Te acuerdas de cómo se lo dijo? !Venga, señora, venga aquí para que le demos cuerda al reloj! ¡No tenga miedo ni reparo! Si se me para, no dude en seguirle dando cuerda. ¡Caray!!Que ingenio! Bueno ¿entonces qué?, ¿ha fallado tu profecía? Tendrás que invitarme a cenar. Ya sabes cuál fue el acuerdo”.
Imagino que nos cuenta lo que ha sucedido en la obra y así insertas la palabra obligatoria “profecía”, pero a mí me ha sacado de la lectura.
Por lo demás, buen trabajo.
Saludos.

Ocitore

21/04/2025 a las 06:11

Muchas gracias por tu comentario, Otilia, me da gusto que te haya gustado esta historia tan rara. Saludos

Carmen Sánchez Gutiérrez

21/04/2025 a las 09:26

Hola ocitore: espectacular tu puesta en escena. Confieso que he tenido la suerte de presenciar obras de teatro alternativo y tu podrías triunfar, no me cabe duda.
Para mí gusto, muy particular y del que debes leer con la prudencia que merece mi corta formación, sobra las explicaciones finales, las de los comentarios de los novios. La obra y su significado se comprenden muy bien.
Enhorabuena y nos leemos

Ocitore

21/04/2025 a las 09:32

Carmen, muchísimas gracias por tu comentario. Creo que en nuestra época hay infinidad de oportunidades para aportar cosas nuevas. Saludos.

Mónica Bezom

23/04/2025 a las 06:14

Hola,Ocitore.
Me ha dado gusto leerte. Un relato movido, con sorpresa y diálogos intrépidos, con un punto de gracia y otro de intriga, entretiene y divierte sin estridencias dramáticas.
Particularmente, me agrada el cierre con la conversación de la pareja. Le otorga un toque cálido, amable.
No tengo peros.
Un placer leerte.

Ocitore

23/04/2025 a las 09:47

Mónica, gracias por tu comentario. Es un placer conocerte. Saludos.

PROYMAN1

23/04/2025 a las 16:20

Saludos Ocitore soy PROYMAN1 tu vecino del 13y he leído tu relato teatralizado, me parece buena idea aunque leyendo me parecía que la señora que dispara es en realidad una escena integrada en la obra pero me llama la atención que un espectador solicitara una ambulancia. Señal de que no estaba pendiente de la obra .
Confío en seguir leyéndonos.

Jose Luis

24/04/2025 a las 02:31

Hola Ocitore
Gracias por tu visita y comentario
Nada más empezar a leer tu relato, he visto algunos errores de ortografía; sería buena idea repasarlo para que, cuando lo pases a limpio, o lo vayas a publicar en alguna otra parte, ya no quede ninguno.
Por ejemplo, en este párrafo:
“¡Eso es una gran farsa! —gritó desde una de las primeras filas una actriz caribeña famosa por sus grandes polémicas y escándalos. El público la hizo callar con dificultad y solo después de haberla persuadido con un soborno, se tranquilizó—. Aparecieron unos delfines en el escenario que eran representados por unas mujeres y hombres disfrazados que corrían y saltaban alrededor de la embarcación. Se oyó un lejano canto de sirenas.”
Corregido, sería:
“—¡Eso es una gran farsa! —gritó, desde una de las primeras filas, una actriz caribeña, famosa por sus grandes polémicas y escándalos. El público la hizo callar, con dificultad, y solo después de haberla persuadido con un soborno se tranquilizó. Aparecieron unos delfines en el escenario que eran representados por unas mujeres y hombres disfrazados que corrían y saltaban alrededor de la embarcación. Se oyó un lejano canto de sirenas.”
Hay más erratas así, pero no puedo ponerlas todas.
En cuanto al relato en sí mismo, sí que ha sido bastante sorpresivo, tiene un espíritu como de comedia y vodevil, al estilo de una película de los hermanos Marx.
Me llama la atención la referencia al Tristram Shandy, ya que esta obra es una “novela” que nunca pude leer sin atascarme a cada momento por la incongruente cantidad de incongruencias y digresiones y que considero, más que un clásico de la literatura universal, como afirman algunos cultos expertos, un truño cósmico. Pero esa es mi opinión personal, claro.
Un saludo

Ocitore

24/04/2025 a las 05:11

Hola, José Luis, muchas gracias por el comentario. Lo tendré en cuenta. Eres muy amable. Saludos.

José Torma

24/04/2025 a las 18:14

Hola Ocitore.

Me paso por tu relato, uno de mis apuntados en cada taller. Aparte del comentario que te hace mi tocayo, yo encontré un par de oportunidades más…

Se giró hacía el publico y mostró sus armas. Acento en público.
—¡Vengo de parte de la justicia!!Se va a enterar de lo que soy capaz! No sé si es error, al menos Word no lo considera, pero creo debe haber un espacio entre las exclamaciones.

!Venga, señora, venga aquí para… Se coló una coma de más, fui bueno para verlo aquí pero ciego en mi relato que cometí el mismo error.

Eso por ponerme pesado porque poco o nada demerita el relato. Una total puesta en escena con una narrativa casi cinematográfica, literal, estuve ahí entre la audiencia.

Cosas que pegan un poco y me hicieron pensar que era una farsa, el insulto de la mujer y que la hubieran sobornado para quedarse callada. La realidad es que, si fuera vida real, la hubieran sacado del teatro.

El final de los novios, yo lo obviaría porque en realidad no aporta y solo te valió para meter la famosa palabreja.

Igual son solo puntos de vista. Disfruté mucho la lectura.

Felicidades.

Ocitore

24/04/2025 a las 21:12

Muchas gracias, José Torma, te agradezco mucho tu opinión. Saludos

Iz Miranda

25/04/2025 a las 20:15

Hola Ocitore, soy Iz, la nº 14.

Me ha parecido muy original, una lectura muy divertida.
Me han llamado la atención las faltas de ortografía, sobre todo la raya en el diálogo de la obra, y los “¡” de apertura o dobles, por ejemplo. Te recomendaría repasar el texto o, como sugería el blog en uno de sus post, pasarlo por un procesador de textos para que te ayude a corregir estos temas. Es una pena que estas faltas desluzcan la calidad de la historia, que como ves a todas y todos nos está pareciendo estupenda.
¡Mucho ánimo!

Ocitore

29/04/2025 a las 14:22

¿Esta variante es mejor?
Las luces se apagaron tras la tercera llamada, y el telón se alzó con un susurro de expectación. El escenario reveló un galeón del siglo XVI partido en dos, su costado de estribor expuesto como una herida abierta. Las proporciones, adaptadas al teatro, lo convertían en una suerte de barco fantasma, más cercano a un bote destrozado que a una nave imponente. Las velas, desplegadas pero agujereadas, se mecían bajo el silbido de un viento que anunciaba el final de una tormenta.
Un foco iluminó a un hombre que avanzaba con paso lento. Vestía un jubón mugriento, una camisa blanquecina teñida de amarillo por el tiempo, y botas que le llegaban hasta las rodillas. Al girarse hacia el público, las armas que llevaba al cinto brillaron bajo la luz: un puñal, una espada, una pistola y un mosquete.
—Soy Enrique Morgan, filibustero al servicio de la Corona. Gracias a mí, el reino se adjudicó… o, como se dice ahora, se hizo con islas y tierras que hoy figuran en los mapas. Pero la historia me recuerda más como caballero del rey que como conquistador. Me gustaría…
—¡Eso es una mentira! —interrumpió una voz estridente desde las primeras filas. Era una actriz caribeña, conocida por sus escándalos. El público intentó acallarla, pero solo cuando alguien le deslizó un fajo de billetes en la mano, cedió, refunfuñando.
En ese momento, un grupo de actores disfrazados de delfines irrumpió en escena, saltando alrededor del barco mientras un coro de sirenas entonaba una melodía lejana.
Morgan continuó, imperturbable:
—A pesar de lo que digan, fui un hombre de buen corazón. Señoras, señores… fui víctima de la injusticia. La crueldad, la intriga, no fueron elecciones, sino herramientas de supervivencia. ¡Y eso de que me vendí? Pamplinas. Puras… —Se volvió de golpe hacia la mujer—: ¿Acaso es usted historiadora, querida señora?
—¡No! —replicó ella, levantándose con furia—. Pero no hace falta serlo para reconocer a un mentiroso.
—Entonces, ¿de parte de quién viene hoy? ¿De su padre? ¿De su amante?
La mujer, roja de ira, saltó al escenario con agilidad felina.
—¡Vengo de parte de la justicia! ¡Y vas a pagar por tus crímenes!
Morgan intentó huir, arrojando su pata de palo y buscando refugio entre el público, pero ella le alcanzó. Con un movimiento rápido, le arrebató el mosquete y apretó el gatillo.
El disparo resonó en el teatro. Morgan se desplomó, la espalda empapada en sangre. Un grito colectivo estalló entre los espectadores. Alguien anunció, con voz trémula:
—¡Le dio en el corazón! ¡Está muerto!

Pero entonces, las luces se encendieron. El pirata se incorporó, sonriente, y abrazó a su asesina mientras los altavoces agradecían al público su “comprensión”. La obra, explicaron, era una innovación, una sátira que, gracias a su apoyo, se representaría “miles de veces más”.
Al salir, una joven tiró del brazo de su novio, radiante:
—¿Ves? No querías venir, y ahora no paras de hablar. ¡Hasta lo del reloj de Tristram Shandy te hizo gracia! “Venga, señora, ¡dale cuerda al reloj!”, jajá… ¿Y bien? ¿Admites que me debes una cena?
La noche era cálida, la luna creciente iluminaba las calles, y entre risas y murmullos, los espectadores diseminaban como chispas los detalles de aquella obra absurda que, por suerte, solo unos pocos habían logrado ver.

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