El barco zarpó del puerto. Todo era algarabía.
Los familiares y público en general despedían al barco con más expectativa de fiesta y alegría en sus pasajeros; era un crucero de vacaciones.

Ella, se ubicó en cubierta también para el saludo.

Ella es una actriz desconocida del gran público, sin embargo, se desempeñaba con ahínco y soltura en los papeles que le tocaba actuar.

Su único familiar, sobrino y ahijado, estaba presente para la despedida y augurio de buen viaje y disfrute. Es un regalo compartido este viaje. Ella puso sus ganas y el sobrino el pasaje.

Cuando Ella ingresó a los camarotes, se sorprendió al ver el número en la puerta; el 13 e, inmediatamente lo asoció al dicho; “martes 13, no te cases, ni te embarques”. No sabría con exactitud por qué, pero ahí estaba el pensamiento.

El bullicio de la gente para acomodarse y organizarse era bastante.
Ella se acostó, no abrió valijas, ni miró por el ojo de buey. En el tenue vaivén del barco se adormeció. Necesitaba el descanso .

Cuando despertó ya era hora de subir al comedor.

Salió al estrecho pasillo y lo vio. Era un hombre elegante y fino.
Que la saludó y con cortesía le dio paso.

Ahí recordó la profecía de la adivina.
Conocerás al hombre de tu vida en un barco y te casarás.

En el comedor ya tenían asignado los lugares, Ella quedó lejos de ese misterioso y bello hombre, que estaba solo.

Tuvo que forzar al destino mediante un pequeño e inocente soborno al mozo, para acomodar su silla al lado del supuesto hombre elegido, rompiendo el adagio del número 13, que ahora se convertía en el amuleto de la suerte.