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El Crucero del Amor - por Osvaldo Mario Vela SáenzEl CruR.
Hoy, es el último día de crucero antes de regresar a Miami. Después de la cena nos citaron aquí en cubierta, recibiremos el instructivo para el desalojo del barco.
Este anochecer nos despide. Un horizonte de mucho colorido al poniente.
El Sol repite su agonía diaria, diferente a la de días anteriores y desigual a las que vendrán después. Deceso de intensa brillantez, que refleja sobre el interminable oleaje del Golfo de México, su rojizo destellar en nuestros rostros. Ambiente purpurino que despierta al intelecto y serena al espíritu.
El suave golpeteo de la brisa húmeda en mí faz, semeja ser una caricia.
Félix, de pie a mi lado, recargado sobre el barandal de cubierta.
Me mira y yo me cuelgo de su brazo y a punto de darle un mimoso beso al oído, Félix comenta:
—Sabes Elvira, la luminosidad en tu rostro me recuerda el callejón oscuro donde te conocí. No imaginé que tuviera frente a mí, una profecía que anunciaba todo lo que hemos pasado.
Nunca, desde el día en que besé a la heroína de nuestra historia y a la vez la actriz más hermosa que hubiese visto jamás había yo padecido sobresalto alguno por lo que nos espera ya casados.
—Ahora que ya sabes que soy tuya en cuerpo y alma empiezas a tener dudas, ¿por qué?
—Es que has estado muy callada Elvira ¿Acaso estás meditando?
—Bueno; casi, casi. En realidad, repasé la historia de nuestra boda desde que entramos a la capilla hasta este momento.
—Pero para que, si nos falta mucho por vivir.
—Yo, al igual que la abuela Sofía, quiero tener siempre fresca en mi mente, lo que vivimos. Un día quisiera contárselo a nuestros nietos.
—¿Cuantos quieres tener?
—Los que Dios nos quiera mandar.
—Como que esta conversación, ya la escuché antes. Y sí, antes pensaba que era un soborno para mantenerme junto a ti, mira que me interesa cueste lo que me cueste.
Si, pero mi respuesta esta vez es diferente. Van tres y faltan nueve.
—¿Cómo dijiste?
—Faltan nueve para completar la docena
—¿Estás segura?
—Pasé por la enfermería, cuando me pediste que te trajera una coca cola con hielo de la barra, y lo confirmaron.
Terminaron estrechamente unidos.
Ahora, Félix era quien meditaba.
La abuela Sofía, me señaló el camino. Me enseñó los ingredientes perfectos para una concepción sin falla: amor y entrega. Pero para completar doce está en chino. Creo que vamos a tener que completar la docena con los nietos esos que mencionaste.
—Yo pienso igual. Sólo te voy a comprometer, a que por amor no quede.
El sol, se despedía escondido tras las nubes. Dos pares de ojos, desde cubierta, con la felicidad reflejada en ellos miraban más allá del nuberío. Podían imaginar las lejanas tierras durangueses antes de llegar a la inmensidad del Océano Pacifico; allá les esperaba su nueva vida junto a sus hijos, la abuela Sofía y la hacienda Quinta Hermosa…
Ellos seguían abrazados…
Lejos en el horizonte, a la puesta del sol, caprichosos nubarrones semejaban ser monigotes de algodón que conocían la historia completa del arrepentido. Estas figuras, asomándose desde las alturas al escenario que les atraía. Se sentían gozosos por los personajes. Aquellas esculturas de vapor eran los guionistas de esta historia, quienes, escondidos en aquellos disfraces voluminosos, miraban su obra: inmóviles y seducidos por la historia de un rayo de luz que marcó el rumbo de ambas vidas.
El amor, fluía con plenitud.
Ningún sentir tan profundo como el de dos emisarios célicos: un jefe arrepentido y una madre de dos angelitos. Seres unidos para compartir una existencia programada desde otra dimensión.
¿Iría a ser, su nueva vida en común la continuidad de la misma historia celestial ya cumplida? Guion escrito en otro entorno, en el cual, todo encajaba perfecto y saliera a pedir de boca para ellos. El roncho La Alborada y la hacienda Quinta Hermosa fueron los dos edenes, escogidos como destino de redención para encausar al arrepentido y darles la dicha merecida a los otros tres.
¿O iría a ser su historia, solo el borrador de inicio a una vida que ellos deberían de terminar de escribir? Eran tantas las cosas por enmendar como penitencia a la vida de la que él fue rescatado que nunca deberían dudar del regalo recibido.
El amor de ambos, mas, unos niños y la abuela Sofía quienes, con su inquebrantable apoyo, en esta nueva etapa de redención formarían una familia muy unida; como pareja, se sabían bendecidos.
Comentarios (13):
Osvaldo Mario Vela Sáenz
17/04/2025 a las 23:51
Hola a todos los que participan en el taller.
Este trabajo es el final de la historia del callejón oscuro donde una lampara que parpadeara, iluminó el rostro más bello que Félix hubiese visto.
ala boda se celebró en la capilla de la Hacienda quinta hermosa y el regalo de boda del personaje que sufrió el secuestro fue un crucero a las Bahamas. el reto adicional de un barco como escenario permitió esta participación.
Gracias ´por su visita y espero que disfruten el relato.
Patricia Redondo
19/04/2025 a las 14:35
Hola Osvaldo! pues gracias por la aclaración por que lo cierto es que no recordaba tus textos anteriores (algo del arrepentido me sonaba pero no acababa de concretar) y me estaba haciendo un lío.
Me asomo porque suelen gustarme tus textos, pero antes de entrar a mayores permiteme una crítica sin malicia:
El título!! Ese título, no es que sea azucarado, es que es empalagoso, un merengue completo. Y a mi , que encima he sido educada en la televisión , me recuerda a un serial televisivo de hace muchos años en el que veiamos embobados las historias de amorios que se desarrollaban en un crucero que comandaba un capitán gruñón , un sobrecargo en pantalones cortos y una azafata de lo más pizpireta ¡The love boat! ¡Que tiempos!
Respecto al texto, buen cierre con final feliz de una historia relatada en distintos talleres. Para mi gusto quizá un poco excesivo: demasiada hacienda, demasiado amor , demasiados hijos…”demasiada felicidad” que diría una de mis escritoras favoritas (Alice Munro) para expresar justo lo contrario…
Pero escribes muy bien , dominas el arte de las palabras. En algunos parrafos tus escritos son casi poesía, por ejemplo:
El Sol repite su agonía diaria, diferente a la de días anteriores y desigual a las que vendrán después. Deceso de intensa brillantez, que refleja sobre el interminable oleaje del Golfo de México, su rojizo destellar en nuestros rostros.
Un saludo Osvaldo, nos seguimos leyendo.
Estoy en el 51 por si te apetece pasarte
Osvaldo Mario Vela Sáenz
19/04/2025 a las 22:42
Hola Patricia Redondo, agradezco de sobremanera el comentario que haces porque ya lo había recibido muchas veces antes, pero por primera vez recibí el mensaje. Con tu forma de plantearlo, algo del contenido despertó en mí, la curiosidad de poder explicar el porqué.
El comentario al texto de amadeo, escrito obligatorio que me concierne, me hizo ver la luz. esto fue lo que escribí.
Yo a los dos años padecí poliomielitis.
El médico que le encargara a mi madre el programa de ejercicios y cuidados para que el efecto fuera atenuante a mi físico, fue el Dr. Alejandro Velasco Zimbrón.
Así fue, como mi madre se convirtió en la mejor enfermera del Dr. Velasco Z. el Medico falleció cuando yo tenía once años y mi madre siguió siendo la mejor enfermera póstume del mundo. Todavía, después de casado., ella me llamaba para recordarme de seguir el tratamiento.
la polio finalmente me alcanzó a los 68 años, limitándome a muletas y silla de ruedas- Ahora a mis setenta y siete sigo ejercitando el tratamiento. Ayer visite a mi madre de Noventa y nueve años y juntos entonamos canciones de antaño-
Agradecí a amadeo por permitirme con el tema de su escrito, el poder dedicarle a mi madre un merecido homenaje a su dedicación a aliviar mis males-
Fueron increíbles las bendiciones que he recibido toda mi vida y el agradecimiento es el don que me permite continuar.
Ahora te agradezco a ti, porque al despertar en mí una realidad, buscas otorgarme una bendición más: Gracias-
Jose Luis
20/04/2025 a las 03:30
Hola Osvaldo
Hay varias cosas que decir acerca de tu relato, pero no quiero soliviantarte ni molestarte; aparte de eso quiero hacer una reseña lo más constructiva posible.
Por un lado están los diversos errores ortográficos o gramaticales que pueblan el relato, aquí y allá. Eso solamente ya desconectaría a cualquier lector ocasional. Ejemplos a bote pronto, porque no puedo meter todos:
—Pero para que, si nos falta mucho por vivir. –> —Pero ¿para qué?, si nos falta mucho por vivir.
—¿Cuantos quieres tener? –> —¿Cuántos quieres tener?
Hay que mejorar el tema de la puntuación de los diálogos.
Por otro lado, ¿es un cuento, o un relato, si no hay tensión dramática que se narre dentro del mismo? ¿Cuál es el conflicto interno? Ése es el problema, desde mi humilde punto de vista. El tuyo es un cuento algo edulcorado y empalagoso, como decía otra compañera.
Las descripciones y las metáforas están muy bien logradas.
Un saludo
Otilia
20/04/2025 a las 10:01
Hola, Osvaldo, gracias por leer y por tu comentario tan generoso.
Osvaldo, te debía una visita de la escena anterior por eso te comento tu relato “Niño que fui”.
El relato me parece original y me ha gustado mucho la comparación de las nuevas tecnologías con las antiguas, así como las relaciones paternofiliales de ayer y hoy.
Vocabulario rico, pero en mi humilde opinión haces un uso excesivo de comas que interrumpen la lectura.
En cuanto al relato actual, las frases y palabras que utilizas son muy poéticas, pero me atrevo a decir que la puntuación sigue siendo tu punto débil. La historia me ha gustado.
¡Buen trabajo!
Nos leemos. Saludos.
Kelvin I. Márquez
22/04/2025 a las 01:38
Saludos Osvaldo
Sobre mejorables creo que los compañeros ya te han dicho todo así que lo que si te diré es que admiro el vocabulario que posees. Creo recordar haberlo mencionado en otro de los talleres pero es que me sigue impresionando. Es poesía prácticamente y en este relato en concreto, da la sensación de ser un final perfecto. El final que muchos (incluyendome) quisieran tener en sus vidas.
Me ha gustado mucho.
¡Felicitaciones y nos leemos!
Cristina Otadui
22/04/2025 a las 20:21
Hola Osvaldo,
este mes presentas un texto romántico y nostálgico donde, en mi opinión, lo lírico se vuelve recargado por exceso: “emisarios célicos”, “esculturas de vapor”, “ambiente purpurino” son apenas tres ejemplos de lo que digo: aporta belleza, sí, pero para mi es excesivo.
Los diálogos entre Félix y Elvira me suenan poco naturales: creo que la gente, en general, no habla así, son demasiados detalles: resulta poco espontaneo.
Parece que el amor entre los protagonistas sea una fuerza casi sobrenatural, predestinada: me resulta poco verosímil.
La estructura de la narración presenta un momento suspendido en el tiempo: puede que sea debido a, tal y como cuentas, este texto forma parte de una historia, es el final de otra historia.
Me gusta la abuela Sofía: es un recurso poderoso lleno de sabiduría y tradición: me quedo con ganas de saber mas de ella.
En general el texto me resulta un poco plano, poco dinámico.
Así como el relato del mes pasado me pareció mas acertado (aquella estación de tren reconvertida en biblioteca) este “no me fluye”
Pero gracias por escribir y compartir
¡¡Nos leemos!!
José Torma
23/04/2025 a las 00:26
Compadrito, alguna vez te comenté que tus textos eran como la tierra del pueblo, la que nos ensuciaba las patas y nos hacía resbalar si había llovido.
Todo tu relato es una oda de amor y de esperanza y ante eso, ¿qué mas dan uno que otro fallo ortográfico?
Tuve la fortuna de viajar en un crucero en 1999 y aunque hubo de todo menos amor, si recuerdo los atardeceres nostálgicos y melancólicos.
Bendición de que tu madre te acompañe y sigan cantando mucho hasta que Tata Dios lo permita.
Un fuerte abrazo compadre, tú sabes que soy tu fan.
Pato Menudencio
23/04/2025 a las 17:12
Hola, me he detenido en tu relato y aquí van mis impresiones:
El lenguaje es muy rico, poético en la mayor parte de los pasajes. Muy correcto en la ejecución.
El único pero (tal vez porque soy prosaico en mi escritura) es que el lenguaje a veces me resulta empalagoso.
Eso, nos seguimos leyendo. Saludos.
Osvaldo Mario Vela Saenz
23/04/2025 a las 19:35
Como común denominador en los comentarios que recibo, es que el lenguaje que uso es demasiado descriptivo , exceso de letras poeticas que dan a la historia, un toque pasado en dulzura: empalagoza.
Pero que otro tipo de escritura podria resultar cuando los personajes principales se presentan bajo un rayo de luz en un Callejon oscuro y ante el embrujo de una fascinacion. No es de extranarse que la historia continue por la misma tonica. Ademas de ser mi estilo de escribir, no me arriesgo a un cambio, que afecte redaction y escritura.
Osvaldo Mario Vela Saenz
23/04/2025 a las 19:38
Disculpas por la ortografia, pero mi movil es tejano y no entiende de acentos ni comandos que le hago.
Amadeo
24/04/2025 a las 12:11
Osvaldo.
Mil gracias por tu comentario. Te comprendo muy bien, pues mi cuñado, tuvo poliomielitis a los tres años y la luchó: hoy es abuelo y viajó solo por varios países de América. Él se decía: Yo, lo único que no puedo haceres correr.
Paso a tu cuento: Me gustó la forma de demostrar el amor entre ellos. Solo quitaría, bastan-tes adjetivos, pues me parece que “adornan” demasiado el texto. He leído otros comentarios y estoy de acuerdo con la mayoría de ellos
Un cordial saludo.
Amadeo
Osvaldo Mario Vela Saenz
24/04/2025 a las 20:12
Hola Cristina Otadui, te envio un un saludo.
Agradezco tu visita al texto y tomo como base a este comentario, dos cosas:Los dialogos entre Elvira y Felix y tu gusto por el personaje de la abuela Sofia. Felix al querer convencer a Elvira de aceptarlo, le cuenta la vida de la abuela.
—Ustedes ¿Acaso me vieron desde lejos?
—Fue Mamá, cuando se asomó al oír relinchar del caballo, ella te esperaba.
Felix sintió un suave calorcito con el informar de los niños. Tomó a uno en cada mano y cubrió la distancia que le faltaba al galerón. La puerta estaba abierta. Elvira, dentro de su casa, lo esperaba de pie. Su sensibilidad de mujer le fluía por los ojos en forma húmeda. El ver a sus hijos tomados de la mano de Félix con tanto afecto, como para no soltarlo, le decía que sus hijos necesitaban un padre. Sus manos unidas mostraban estrecha comunicación entre ellos. Muestra de amor, nacía de sus corazones. No pudo resistir el impulso de acercarse y unirse los cuatro en un apretón compartido. Lazo indefinido hasta el momento.
El emotivo momento terminó con un lento caminar de los cuatro hacia el interior del rancho. Cómodos sillones los recibieron. Elvira les pidió a los niños que fueran a la cocina con Petrita: Que la esperaran ahí. Debía de hablar con Félix.
—¿Qué crees que deba de hacer Félix?
—Depende de ti. Hace un año me recibiste como enviado de Dios en respuesta a tus oraciones. Dijiste que a lo mejor un día sabría yo para qué o porqué. Ahora sé, que mi paraíso es este: cerca de ustedes. Esa recepción me cambio la vida. Me recordó que hay un Dios que nos cuida y fue él quien me trajo salvo hasta aquí.
—Lo que sé, es que no sé nada de ti. Sólo me puedo imaginar que tus actividades no me permitirían vivir tranquila. Pasé quince meses de angustia por Pedro. Al final me comunican que murió en acción. Recibí sus cenizas en un acto con protocolo tal, que sentía, que líderes de las Fuerzas Armadas no comprendían mi dolor. Con ese reconocimiento de héroe que recibía, ellos se lavaban las manos por dejar a una esposa viuda y a unos hijos sin padre: la soledad de mis hijos me preocupaba. Desde abril que recibí la noticia he padecido el peor de los tormentos: hasta ahora que vi como los niños se aferraban a ti. Pero que me espera contigo ¿Más zozobra?
—Elvira, si hace catorce meses alguien me hubiese dicho que hoy me iba encontrar frente a una bella mujer con dos hijos hermosos, tratándola de convencer de compartir su vida y la de sus hijos conmigo, me hubiese dado risa. En ese entonces, me preocupaba más librar las persecuciones en mi contra y la de mis hombres. El cerco era cada vez más intenso. Podía sentir la cercanía del peligro y del final. Meditaba todas las noches. Le pedía a Dios por mi seguridad. Dentro de mí, intuía, que tenía un encargo divino por cumplir. Mi meditación se convirtió en viva oración. Durante dos meses libramos el cerco militar. Nosotros parecíamos invisibles a los ojos que nos perseguían. Creo que mi orar me fue guiando y acercando a mi destino. Cuando, finalmente llegue, el encuentro se dio nos cayeron por sorpresa. Yo me encontraba meditando a unos cuantos cientos de metros del lugar. Un arroyo cercano me sirvió de escondite. A las pocas horas todo era silencio. Sabía que todos mis hombres habían muerto. Medite toda la noche dominado por el miedo. Todo mi cuerpo temblaba. Solo una cosa importaba: Escapar. Fue entonces que Dios puso la primera prueba a mi nuevo vivir. Alguien se quejaba. ¿Sería uno de mis hombres? ¿Un ranchero? ¿O quién sería? Un sentimiento de liberación, nuevo en mí, me llevó a prestar ayuda. Era un militar, Capitán de rango.
Que fue lo que motivó ese cambio en mí, no sé. Pero el hecho es que, preferí arriesgar mi seguridad por ayudar a alguien, que dejarlo solo en las condiciones que se encontraba. Me aseguré, desde un lugar oculto, hasta estar cierto que recibiría atención medica de los suyos. Continué con mi huida. Ya no era el mismo. El enfrentamiento y el escape, liberaron en mí, las ataduras a un camino terrenal equivocado para, en su lugar, proveer un nuevo sendero de vida. Amplia ruta que me trajo a mi destino. En este lugar, tus primeras palabras martillaron mi conciencia: “creo en Dios, estoy segura que él lo mando”. Me hiciste, con tu recibimiento, un enviado del cielo. La semilla del amor que germinó en la Alborada, fertilizada, por tres personajes con quienes quiero compartir mi nueva vida.
—Eso mismo, lo escuché del caballo cuando relinchó. Animal poco menos emotivo que tú. Me dije, viene imitando al amo: olfateó a las yeguas y viene buscando compañera. Cuando liberaste a Pedro mi hermano, recibí un mensaje demasiado claro. Pensabas y sentías lo mismo que yo. Pudiste callar y yo nunca hubiese sabido de tus andares. ¿Por qué arriesgarte? A mí la escena del callejón todavía me asusta.
—Y a mí me persigue sin tregua. Yo escribí el mensaje, lo sé. Pero alguien más se lo dictaba a mi mente, para que tú supieras que yo era un emisario. Volviendo a Pedro ¿Cómo está él?
—Mejor que nunca. Tengo el pleno convencimiento que su rapto lo ayudó. Aprendió a orar y se dio cuenta que Dios tiene la respuesta. El mensaje que enviaste con él, cambió su forma de ver la vida. Reconoció el tiempo perdido de su vivir. Tras siete años de novio con Ángela Blake de Eagle Pass, decidió poner fin a su soltería. Se casaron, el día cuatro de julio. Ahora viven en Houston. Sé que les va a ir muy bien.
—Cómo te decía, cuando lo escribí, me sentía terriblemente culpable por tu aislamiento. Era mi forma de decirte que confiaras en mí.
—Después de liberarlo, ¿Qué fue lo que hiciste el resto de tu ausencia?
—Además de tenerte en mi pensamiento siempre, buscar dentro de mis raíces la razón por la que recibía la oportunidad a una nueva vida. Mis padres murieron en un accidente automovilístico. Tenía tres años de edad. Me quedé bajo el cuidado de mi abuelo paterno Don Lucio Medina. Mi abuela y las tías maternas hicieron un buen trabajo mientras mi abuelo vivió. A mis quince, mi abuelo recibió el llamado a otros escenarios. No se despidió de mí. Me sentía dolido y traicionado. En respuesta me rebelé al dominio de mujeres mayores. Los muchos amigos, las oportunidades, mi dominancia sobre ellos, me llevaron por el mal camino. Empecé por contrabandear en pequeño, seguido de operaciones cada vez más y más grandes. El grupo que comandaba se manejaba muy eficiente. Mi nombre empezó a crecer. Con el tiempo llegaron cambios a mi forma de vida. Las actividades se empezaron a diversificar: drogas, secuestros, manejo de indocumentados, tráfico de armas. Oficios que se volvieron importantes para la sobrevivencia de nuestra actividad. Quise abandonar al grupo y a mi gente, pero mi nombre era muy conocido y mi gente requerida: No se me permitió. Todas mis correrías terminaron en un enfrentamiento con la milicia. Confrontación que, arrasó con mi grupo y me liberó doce años después de la muerte de mi abuelo. Mi único contacto con la vida de mi abuelo era mi tío Justo. Como su nombre lo dice: Un hombre probo y correcto. Permaneció conmigo a través de altas y bajas en mi comportamiento y hasta el final supe que lo hacía por encargo de mi abuelo de nunca dejarme solo. Mi abuelo era de Durango. Fue administrador de una gran hacienda: Quinta Hermosa. Renunció para comprar el rancho El Lopeño, cerca de Progreso Coahuila. Llegó con un hijo, mi padre, pero su gran secreto era que dejó atrás un hijo quién no llevaba su apellido. Quería que yo compartiera el rancho de Progreso con su hijo, mi tío Félix, igual de nombre que yo y por coincidencia que tu abuelo. Decidí ir a conocer Quinta Hermosa y buscar a mi tío. Use la misma experiencia de cuando el tiroteo. Llegué pidiendo trabajo. Por la forma tan sutil en que se dieron las cosas, parecería ser una historia escrita previamente y yo, tan solo era un personaje quien encajaba en la historia a la perfección. La viuda Sofía, dueña de Quinta Hermosa me esperaba. A sus sesenta y siete años de edad, extremadamente bella y distinguida; pero más grande que su porte era su historia. Un amor castigado por malas decisiones, por la fatalidad y por permitir que la soberbia opacara al amor. Y cuando cree que la felicidad está a la mano, la vida le arranca la oportunidad.
—Por lo que oigo, es una historia que vale la pena: cuéntamela.
—Para que la captes a profundidad, visualízate, como una adolescente en su despertar como mujer: eres hija de general, con toda una hacienda a tu disposición. Criados, un padre que te adoraba, todo mundo se desvivía por atenderte, pero además te sabías bonita. A esa corta edad las miradas de los mozuelos y compañeros te despertaban un cosquilleo especial. No solo ellos, sino muchachos mayores te miraban con intensidad y tú te contoneabas con coquetería, sabiendo que nadie te faltaría: Eras la hija del General. Tu despertar tuvo un tropiezo, el muchacho que más llamaba tu atención, el que te hacía perder el habla, el que te aceleraba el pulso cada vez que pasaba cerca, ni siquiera volteaba a verte. Era un muchacho algo mayor, trabajaba para tu padre. El desdén del joven te provocó profundo enamoramiento. Sufrías en la oscuridad de tu cuarto. Cuando pensabas en él te sentías defraudada. Pero a la luz del día tus anhelos renovaban bríos. Tus principios no te permitían un coqueteo abierto, pero como mujer sabías lo agradable de tu figura y la lucías.
A la edad de catorce años te llegó la peor decepción. Tu príncipe se casaba. No quisiste saber más: te encerraste en un colegio de monjas para señoritas por ocho años. Al terminar, ya no eras la niña. La mariposa había abandonado su capullo de seda y tus alas brillaban en todo su esplendor. Te sobraban buenos partidos. Conociste al hijo de otro general. Ambas alcurnias militares los unían. El flamante cadete militar te pidió en matrimonio. Todo sucedió como lo planeaste, pero no todo como esperabas. Tu padre, el General, ordenó que se casaran en la capilla de la hacienda. Te envió a Quinta Hermosa tres meses antes de la boda. No querías volver a tu tormento. No aguantarías verlo casado. Al estar de nuevo en la hacienda te diste cuenta que algo quedaba de tu tierno sentir. Añorabas verlo. Preguntaste cómo sin darte cuenta y supiste que era el nuevo administrador. Lo veías llegar a la capilla con un niño de la mano nunca con su compañera. Sentías unos celos que lastimaban. Te dieron la terrible noticia, ella había muerto durante el parto de su primer hijo. Tu Corazón se llenó de congoja, despertaba en ti un raro sentimiento. Lo imaginabas en su sufrimiento cuando sucedió y enamorada como estabas entonces, te lamentabas haberlo dejado solo con su pena. Sentías culpa. Te envolvía de nuevo su amor, mas ya no eras una niña eras una mujer y reaccionaste como tal. Sabías de tus atractivos y los pusiste en práctica. Te embargaba un profundo enamoramiento. No mediste el sentimiento de ser correspondida con la misma intensidad. Te entregaste enamorada. Hubo consecuencias y tu condición de mujer te lo reveló. Entraron entonces en juego, principios de otra época. ¿Cómo defraudar a tu padre, el General? ¿Cómo ofender a tu futuro suegro? La boda se dio. Te sentías culpable de grave pecado y merecedora de cualquier castigo, te fuiste aislando a vivir sola con tu hijo. Quedaste viuda a los treinta y cuatro. Tu hijo partió al Colegio Militar. Tú, en la hacienda cuidando a tu padre. Tu tormento ya no estaba en la hacienda, pero regresaba cada octubre a ayudar con los trabajos del rancho. Él te pidió en ocasiones que si querías: se podían casar. Tú argumentabas que no querías defraudar a tu padre, te sentías culpable ante él. Un día tu padre te manda llamar a su lecho de muerte y te confiesa algo que de haberlo sabido antes de casarte hubiese cambiado toda tu vida. El general sabía de tu enamoramiento de niña. También de tu sufrir cuando se casó. Pero cuando quedó viudo lo nombró administrador. Lo preparaba para ti. Eras su única hija y el general intentaba garantizar la existencia de la hacienda otra generación más. La segunda oportunidad se acabó cuando anunciaste tu boda. Quiso el general darte una tercera oportunidad, mandándote a la hacienda tres meses antes a preparar la boda. A entender de tu padre les faltó tiempo. Te confesó que su muerte te daría la cuarta oportunidad que la aprovecharas. Tu eterno amor regreso al sepelio del General. Después del panteón particular a espaldas de la capilla, platicaron. Te apretujaste contra él y le dijiste: Lucio llegó nuestro tiempo. Tengo el permiso de mi padre. Hombre honorable don Lucio prometió volver con su nieto, joven de quince años, llamado Félix el siguiente octubre. Se casarían en la Capilla y con el nieto continuaría la vida de la hacienda. El encuentro nunca se dio. Catorce años después Félix llegó solo, visitó primero la capilla. Sus ademanes eran idénticos a los de Don Lucio. La capilla llena de flores con aromas que llenaban de amor el recinto. Tú, la hija del General esperabas que un día los aromas de esas flores, le dieran la bienvenida a tu amor de siempre.
—Que bella historia.
—Recibí de Sofía el mejor ofrecimiento para mi incipiente nueva vida. Me adoptó como su nieto. Quinta Hermosa tenía de nuevo un futuro. Su hijo el coronel y su nieto ambos de apellido Fierro, militares de carrera, no tenían interés en la hacienda. Aquel oficial herido que ayudé era su nieto y primo mío. Creo que mi nueva vida estaba escrita por un autor divino. Eran muchas las señales presentes para dudarlo.
—Emotiva historia. Creo que mis hijos nos esperan en la cocina
—Espérate tantito, falta una parte de la historia. El que escribió el guion, dejó la parte más difícil para mí solo.
—¿Cuál parte?
—La de convencerte que valgo la pena. Ahorita que dijiste mis hijos nos esperan. Quisiera que la cambiaras por nuestros hijos nos esperan.
—¿Por qué?
—Porque te los quiero pedir en adopción.
—¿Y yo qué?
—Tú, tú ya estas grandecita… a ti, a ti que te adopte mi abuela, ella fue la que me adoptó a mí.
Gozosa risa de aceptación brotó de sus labios y tomándolo de la mano apuró:
—Está bien, vamos; nuestros hijos esperan.