<< Volver a la lista de textos
Barcos de papel y profecías - por CLAUDIA AVILA VARGASR.
Abril de 2025
Barcos de papel y profecías
Por Claudia Avila Vargas
Cuando era pequeña —y debo decir que de eso ya han pasado muchas lunas— solía esconderme bajo la mesa, dormir bajo la cama y meterme en canecas vacías que transformaba, con la magia de la imaginación, en escenarios magníficos. Allí, debajo del mundo cotidiano, yo era la mejor actriz de mi propio teatro, protagonizando papeles caricaturescos: doctora, maestra, artista… De todo un poco, fui de todo un poco.
Pero si hay algo que realmente amaba, era jugar con tierra. Servía platillos de barro con gusanos en mi vajilla de juguete y me sentaba a conversar por horas con mi hermano, ese fiel compañero con el que construí un sinfín de mundos imposibles. En la niñez no hay fronteras, solo horizontes infinitos.
Mi madre, cómplice de nuestras travesuras, nos regaló el mejor de los permisos: ser. No teníamos prisa por crecer, y cuando lo hicimos, ni cuenta nos dimos.
Éramos piratas: con ropa heredada de nuestros hermanos mayores, sombreros de papel y el hollín de las ollas pintado en los ojos. Navegábamos mares invisibles desde una simple silla convertida en barco. Imaginábamos aventuras por océanos que nadie había cartografiado, descubríamos islas desconocidas y creábamos animales que solo existían en nuestros cuentos.
Y así, con cada juego, con cada risa, éramos lo más importante que puede ser un ser humano: niños. Bastó con que un adulto nos permitiera serlo para que el universo entero se desplegara ante nosotros.
Recuerdo especialmente un instante. Tenía unos ocho años y jugábamos frente a la casa, en un lote cubierto de pasto alto y piedras sueltas. Era un territorio agreste pero nuestro, donde cada rincón se prestaba para una nueva travesía. Mi hermano, siempre creativo, encontraba maneras de quedarse más tiempo afuera. Cuando mi mamá gritaba por la ventana para llamarlo, él le respondía con una oferta irrechazable:
—¡Ya voyyyy mamá! -Claudia porfa dígale que ya entre, y más tarde le doy algo del almuerzo… lo que quiera, pero hágame el favor.
Para mí, eso era un soborno glorioso. A esa edad, que me dejaran elegir un dulce o un poco más de jugo era mejor que un tesoro escondido.
Pero el tiempo, esa corriente que no se detiene, nos fue arrastrando hacia otros puertos. Dejamos de ser piratas, de hacer sombreros de papel, de pintarse el rostro y pensar que éramos otros.. Dejamos de abrazarnos como antes, de decirnos que nos hacíamos falta. Y como si alguien hubiese escrito una profecía en un viejo libro olvidado, crecer se convirtió en sinónimo de dejar de ser… uno mismo.
Si, claro que recuerdo y añoro mi niñez, los días que mamá me llevaba onces o me esperaba en las afueras de la escuela. No se ustedes pero en momentos observo a los niños del ahora y creo que dejan de ser niños demasiado pronto. Los estamos encapsulando en rutinas apuradas, en escuelas que insisten más en hacer que en ser. Llevan maletas pesadas, y algunos padres celebran que así sea. Los conectamos a pantallas, a cables, a dispositivos que parecen hilos de marionetas. Caminan por la vida con audífonos puestos, sin escucharse. Nos volvimos figuras digitales, rostros que se olvidan de mirar.
En los salones de clase, confundimos innovación con computadoras alineadas. Ya no nos tocamos, ya no nos conocemos. La soledad se sienta al lado de nuestros niños como si fuera un compañero más.
Y si me preguntan si quisiera volver a ser actriz de mis propios mundos, lo digo sin titubeos: sí. Si pudiera recibir de nuevo un soborno ingenuo de mi hermano por cubrir una pequeña travesura, también diría que sí.
Si me preguntas si quiero volver a ser actriz, te diré que sí. Con todo mi corazón. Si me preguntas si aceptaría otro soborno de mis hermanos por alguna travesura inocente, también te diré que sí. Quiero volver a reunirnos, reír hasta doler el estómago, hacer barcos de papel y mirar el cielo como si fuera nuevo.
Y quiero escribir una profecía, no de final, sino de comienzo:
"Mañana todo será mejor, porque desde hoy estamos construyendo un mejor vivir."
Comentarios (5):
Trinity
20/04/2025 a las 15:17
Hola Claudia, tú relato tiene mucho que ver con el dicho de ” que cualquier tiempo pasado fue mejor”, y en concreto un pasado relacionado con la infancia. Nostalgia de hechos en los que fuiste feliz y así lo has transmitido. Al final más bien, veo una reflexión de como viven los niños hoy su infancia,(en soledad y a expensas de las computadoras),o como se vivía antes( en libertad y dando riendas suelta a la imaginación).
Me ha gustado más la parte que relatas tú infancia,que la reflexión final; hay que dar oportunidades a los nuevos tiempos, no todo es tan malo y por supuesto de acuerdo con tu profecía ” mañana será mejor , porque desde hoy estamos construyendo un mejor vivir”. Felicidades por tu relato, nos seguimos leyendo.
CARMELILLA
20/04/2025 a las 20:55
Hola, Claudia.
Relato emotivo, lleno de sensibilidad que invita a la reflexión.
Que lo hayas escrito en primera persona contando tus vivencias,le das más fuerza.
Creo que has usado un lenguaje sencillo y utilizado metáforas que enriquecen la trama.
Su lectura es fluida.
Muy buen trabajo, Claudia
Laura C.
24/04/2025 a las 09:44
Muy buen relato Claudia, muy emotivo. Me ha gustado mucho la forma en que redactas porque se hace sencillo de leer pero tiene matices que le dan un toque original.
Sin embargo… no te librarás de alguna crítica 😉:
-Me rechina esto: De todo un poco, fui de todo un poco. Lo dejaría en “fui de todo un poco”. Creo que en nuestra cabeza suena bien este tipo de frases pero son demasiado personales. Yo no encajo con esa frase y por eso no me suena bien.
-“Éramos piratas: con”: aquí creo que sobran los dos puntos.
-Esta frase “—¡Ya voyyyy mamá! -Claudia porfa dígale que ya entre, y más tarde le doy algo del almuerzo… lo que quiera, pero hágame el favor: no la entiendo, hay un guion en medio que creo que no es correcto.
-y pensar que éramos otros.. : aquí hay solo dos puntos suspensivos.
-Si, claro : este “sí” es acentuado (este tipo de fallos baja mucho el nivel de un texto).
-Los dos últimos párrafos están repetidos (supongo que es un fallo de revisión)
Son algunas cosillas sin importancia pero creo que estamos aquí para eso.
Si quieres vengarte puedes pasar por mi mediocre texto del 62.
Gracias y un saludo.
J.C. Santa
24/04/2025 a las 12:00
Hola, Claudia.
¡Cómo nos gusta rememorar momentos de nuestra niñez! Si me paro a pensar, creo que la infancia de mis padres fue mejor que la mía. Y la de mis abuelos mejor aún. Pero, ¿fue así en realidad? Tampoco me atrevo a vaticinar cómo recordarán su infancia los niños de hoy, porque solo ellos podrán rememorarla en el futuro.
Me alegra mucho escuchar la profecía que dejas para el final y quisiera unirme a la construcción de esa vida.
Saludos.
Antonio
25/04/2025 a las 12:07
Bonito relato Claudia, muy emotivo y evocador, ¿quien no recuerda esa infancia? transportarnos a esos momentos me parece muy inspirador sobre todo cuando ya nos vamos convirtiendo en unos carcas ( lo digo por mi, que conste), quiza al final puede ser que sea un poco digresivo, pero lo entiendo, a veces nos sale de las tripas, y ademas lo comparto, ¡ que leches! Insisto muy bello Claudia, por cierto soy tu vecino del nº 57, bastante en las antipodas de tu relato, pero si te apetece ahi estoy, saludos y nos seguimos leyendo, hasta pronto.