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La última frontera - por CLAUDIA AVILA VARGASR.

La última frontera
Claudia Avila Vargas
Han pasado ya diez años desde que me embarqué en este viaje de no retorno, en búsqueda del mago que sea capaz de sacar el conejo del sombrero. Me he tomado esto de no dar mi brazo a torcer, y por el contrario, hacer todos los días algo mágico para que aquello que dijeron los médicos que ya no podías hacer, lo logremos. Yo soy de esas que cree en los milagros, de las que en las noches cierra los ojos y le pide a Dios permitir escuchar tu voz y que tus neuronas se conecten mejor cada día.
Mi hijo Santiago, es amoroso, risueño, feliz. Es autista no hablante, y sí, desde hace varios años ando en búsqueda del sonido de su voz. He buscado bajo las piedras, en los consultorios médicos, en las iglesias, en diferentes libros e investigaciones… pero nada. A veces aparece un sonido, un gesto, un intento… y al otro día, simplemente se va.
Hace dos meses tuve una revelación por medio de un sueño. Caminaba, como siempre, en búsqueda de sonidos. Llevaba una mochila grande, y a medida que escuchaba risas, balbuceos, ecos de palabras, los guardaba dentro. Cansada del camino, ingresé a una posada a cenar. Me indicaron que tomara los cubiertos del cajón de un mueble viejo y desgastado. Al hacerlo, encontré entre ellos una llave oxidada. No sé por qué no dije nada. Pero, aunque temblorosa la guardé en uno de mis bolsillos.
Escuché una voz dentro de mí que me decía: “Esa es la llave del cajón que guarda las voces de todos los niños, jóvenes y adultos autistas no hablantes. Tú sabrás cuándo usarla.”
Al despertar busqué entre mis ropas y bajo la cama sin encontrarla… claro, era un sueño. Pero a partir de ese día empecé a entender las cosas diferente. Sí, no tengo la llave físicamente, pero parece que sí la tuviera.
Desde entonces he comprendido que la verdadera llave no es de metal, ni se oxida con el tiempo. La verdadera llave es la actitud con la que el mundo decide mirar a mi hijo y a tantos otros como él. Esa llave está en la empatía, en la escucha, en el respeto, en la aceptación genuina de la diferencia. Está en cada gesto que no subestima, en cada mirada que no excluye, en cada escuela que abre sus puertas sin temor a lo diverso.
La última frontera no es el silencio de Santiago. La verdadera frontera es el límite que como sociedad aún no logramos cruzar: la frontera del prejuicio, de la ignorancia, del miedo a lo que no entendemos.
La inclusión no es un favor, es un derecho. Y sin embargo, hay quienes siguen esperando fuera del sistema, del aula, del juego, de las conversaciones familiares. Nos toca cruzar esa última frontera con amor, pero también con firmeza. Porque nadie debería tener que pelear tanto para ser reconocido como valioso, como capaz, como digno.
A veces me preguntan qué es lo que más deseo para mi hijo. Y aunque la respuesta fácil sería “escuchar su voz”, la verdad es que ya la escucho. Habla con la mirada, con sus gestos, con su manera única de abrazar el mundo. Lo que más deseo es que otros también aprendan a escucharla. Que no se queden esperando palabras, sino que se atrevan a leer el alma.
La llave oxidada me sigue acompañando, ahora como metáfora. Me recuerda que el mundo está lleno de cerraduras por abrir: puertas a corazones que no entienden, a instituciones que aún excluyen, a familias que necesitan esperanza. Yo la cargo para no olvidar que cada día puedo ser parte de esa transformación, aunque sea pequeña.
Invito a las familias que leen este relato a dejar de buscar fuera lo que ya habita dentro. Nuestros hijos no necesitan ser reparados, necesitan ser comprendidos, respetados, amados sin condiciones. La última frontera no está en ellos, está en nosotros.
Y tal vez, solo tal vez, un día cualquiera, sin darnos cuenta, al abrir el cajón de los cubiertos, entre cucharas, tenedores y cuchillos, encontremos también nuestra propia llave.
Una llave que abra la posibilidad de un mundo más justo.
Una llave que nos recuerde que cada ser humano, con o sin palabras, tiene algo sagrado que decir.

Comentarios (6):

Brenda Nathasha

20/05/2025 a las 14:18

Hola Claudia, al principio con lo del sombrero y el viaje para conseguir lograr “aquello que ya dijeron los médicos que podrías hacer, lo logremos” me da una sensación de que empieza una aventura en busca de la voz de su hijo, pero luego cambia a que se debe aceptar tal cual, y siento que no queda claro el momento en que cambia esa mentalidad. Por otro lado está narrado de una manera muy linda, y tiene un mensaje que me encanta y apoyo totalmente así que felicitaciones! Te invito a pasarte por mi texto, num 14

IGNACIO Zrgz

20/05/2025 a las 17:52

Hola Claudia. Has escrito un relato lleno de verdad y de delicadeza. Efectivamente, lo que importa es la actitud que tenemos ante los problemas, las dificultades y la diferencia. Muy bien escrito y con el corazón por delante. Enhorabuena.

Džoker

21/05/2025 a las 01:33

Me gustó leerte, vengo del texto de arriba como vecino usmeante y te dejo mis impresiones:
La lectura es muy cálida, casi se siente experiencial. El mensaje muy lindo, la llave como elemento es ejecutada de forma bonita, las llaves se usan para abrir cerraduras, sean físicas, o como nos lo planteas, mentales.
Concuerdo con el primer comentario, la llave al inicio pareciera ser una herramienta para abrir la voz del hijo que se cierra como un cerrojo que guarda las palabras, me hubiese gustado que el climax del texto fuera el niño dando sus primeras palabras. Poco más que añadir, un gusto leerte.

DPA

21/05/2025 a las 18:18

Buenas Claudia,
Me ha gustado muchísimo tu relato, sobre todo la manera en la que está escrito. Aunque concuerdo con el resto de compañeros, ya que al principio parece que la cosa va en un sentido y luego cambia de tercio. Pero con independencia de eso me parece que está muy bien expresado y realmente atrapa por eso.
El mensaje es muy necesario.
Un saludo

Brandon Quiroga

24/05/2025 a las 04:58

Hola, paso para agradecerte el comentario que dejaste en mi relato, y te agradezco la bondad y el aprecio que pusiste en ella.
Concuerdo con los compañeros que el principio confunde, sin embargo, por su corpus final, no catalogaría este texto como un relato, sino una reflexión personal tuya. Con esto no quiero decir que esté mal. Al contrario. El tema que abordaste es realmente profundo, la inclusión y el respeto a las personas con capacidades diferentes a las nuestras es un tema de gran relevancia. Los que no hemos convivido con personas con autismo o cualquier otro trastorno psicológico no comprendemos este dolor, pero reflexiones como el tuyo nos acerca un poco cada vez más a ese entendimiento.

Te felicito por compartirlo, y te agradezco de nuevo tus palabras. Nos seguimos leyendo en el tiempo. Muchas gracias y, de nuevo, felicidades.

Codrum

27/05/2025 a las 23:13

Hola.
Muchas gracias por compartir este texto.
Si no me he confundido o saltado alguno, he leído todos los textos que se han presentado.
El azar me hizo terminar aquí y me alegro es muy bonito

Esta frase debería de ponerse en tazas y camisetas y diarios;
Que no se queden esperando palabras, sino que se atrevan a leer el alma.

En cuanto a lo quite te han comentado, creo que dentro del monólogo reflexivo, la protagonista tiene una evolución/ revelación. Por eso cambia si forma de ver la situación.

Has hecho un texto tierno cálido y reflexivo.
Deja un poso en la mente del lector. Un lector al que has guiado con una sensibilidad envidiable y guiado a un ritmo muy bonito.
En algunas f frases parecía que el exceso de comas iba a descolocar me. Pero no. Se lleva muy bien la lectura.

Felicidades por tu texto.

Pd: si tienes algún comentario a mi reseña, por favor, responde en mi texto. ( no hace falta que lo leas o lo comentes si no quieres) es simplemente para no perderme tu comentario

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