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La última frontera - por Daniel CallejaR.
Web: https://debusquedasylocuras.blogspot.com
—La casa de la abuela se vendió —me comunicó mi madre cuando llegué de estudiar—. Hay que ir a vaciarla para los nuevos dueños. ¿Me podés acompañar mañana?
—Claro, mamá, contá conmigo —respondí sin dudarlo. No podía dejarla sola.
La abuela Clara había fallecido hacía apenas seis meses, y tanto mamá como yo teníamos una relación muy cercana con ella. Nos habíamos alternado para cuidarla en los pocos meses de su declive hacia lo que ella llamaba “la última frontera”, el inevitable encuentro con la parca.
Habíamos prometido no estar tristes, algo que por supuesto no cumplimos. Para peor, los hermanos de mamá, que en vida no se acordaban nunca de la abuela, reclamaron vender la casa, su único bien, porque querían el dinero para no sé qué negocio. El tiempo que no tenían para visitar la casa en vida de su madre, les sobraba para acompañar a los potenciales compradores, dos, tres y hasta cuatro veces a la semana.
No quedaba demasiado para sacar. Ellos se habían llevado los muebles y las cosas más valiosas, aunque para nosotros lo único importante eran las fotos y los recuerdos. Entrar a esa casa luego de tanto tiempo nos removió todo, y mamá y yo no pudimos contener las lágrimas mientras llenábamos bolsas de tanta cosa que nos llenaba de nostalgia. Casi todo para donar.
Habíamos llevado café en un termo y 2 tazas, pero no cucharas para revolver el azúcar.
—Fijate en el cajón del bajo mesada, no creo que tus tíos se hayan llevado esos cubiertos baratos.
Al abrir el cajón, me llamó la atención una llave extraña, oxidada. Atada, tenía una tarjeta con la palabra ropero escrita en ella.
—Mirá, mamá, la llave del ropero de la abuela quedó adentro de la cubiertera.
El ropero de la abuela, una antigüedad empotrada en el cuarto, era una de las pocas cosas útiles que los tíos habían dejado.
Mamá tomó la llave y fue hacia el cuarto, mientras yo servía el café. La seguí con las dos tazas humeantes.
—Gracias, hijo. No sé de dónde es esa llave, porque este mueble no tiene ninguna cerradura.
Me encogí de hombros, y ya nos íbamos a retirar del cuarto cuando un impulso me hizo abrir el ropero. En la parte central, detrás de donde iban las perchas inexistentes, había una puerta. Supe que la llave era de ahí antes de ponerla en la cerradura, que cedió con suavidad al primer intento de apertura. Muerto de miedo, atravesé el vano para encontrarme cara a cara con una mujer de unos cuarenta años. Mamá me siguió temblando.
—¿Mamá? ¿Sos vos? —preguntó mi madre con lágrimas en los ojos.
Las dos mujeres se abrazaron en silencio, mientras yo caía sentado en el piso. Aquello era surrealista. O estaba soñando o me había vuelto loco.
—¿No pensás abrazar a tu abuela? —preguntó mirándome con sus penetrantes ojos azules—. No cabía duda, era ella, cincuenta años más joven.
Muerto de miedo, me levanté y la abracé llorando.
—¿Cómo es posible, abuela? Te ves tan joven. Igual que en las fotos de cuando mamá era una niña.
—Cuando pasamos a este estado de existencia, podamos elegir en que edad estacionarnos. No es para siempre, solo hasta que nos toque volver en otro cuerpo y olvidemos quienes fuimos antes. Pueden pasar días, o años, no importa. Tu abuelo acaba de renacer, luego de saludarme por última vez. Tengo poco tiempo y algo importante que decirles. Este permiso no se les da a todos. Pero yo necesitaba hablar con ustedes por última vez.
—Pensé que no quedaba nada por decirnos, que estábamos en paz —dijo mamá conmovida.
—Y lo estamos, querida hija. También contigo, Juan. Fueron mi gran consuelo en estos últimos años, mi compañía cuando toda mi generación partió. Es el problema de vivir tanto. Te toca despedir demasiados seres queridos. Esa llave, además de esta puerta, abre una trampa debajo de la vieja alfombra del cuarto. Ahí hay algo para ustedes, lejos de la ambición de mis otros hijos. Se lo han ganado. Ahora deben irse. Mi permiso expira pronto.
Apenas volvimos al dormitorio la puerta desapareció junto con la abuela.
Un cofre con un montón de billetes nos esperaba allí, junto a una breve carta, donde explicaba que al no poder viajar, había ido guardando mes tras mes ese dinero para nosotros.
«Nada pueda pagar todo el amor que me brindaron, pero me hace muy feliz poder dejarles este obsequio, de corazón a corazones».
Comentarios (12):
Carlos Tabada
20/05/2025 a las 13:47
Hola Daniel. Pues te las has arreglado para que una idea muy sorprendente pero muy improbable, la abuela rejuvenecida en un armario, no parezca una idea del todo loca.
Como mirada alternativa del
lector, consideraría que la recompensa tuviera valor emocional sin tener que descartar el económico, pienso que en lugar de billetes, una primera edición super valiosa de un autor vinculado a la familia, una joya del Titanic, algo asi
Pluki
20/05/2025 a las 16:06
¡Hola, Daniel!
Voy a empezar por el final de tu relato que es lo más llamativo de él (como tiene que ser, según mi opinión). La fantasía contrasta con toda la realidad que describes, muy común en la vida cotidiana: los recelos entre familiares cuando hay que cuidar de alguien enfermo, la avaricia, las herencias mal repartidas; el duelo ante la pérdida, por supuesto… Pero no siento coherencia entre la falta de codicia de Juan y su madre, puesto que a ellos solo le importaban las cosas inmateriales, y el regalo final. Seguramente, lo has escrito a propósito para compensarles por la herencia “robada”, a tenor de la frase «lejos de la ambición de mis otros hijos», pero no deja de ser un tanto contradictorio (aunque a nadie le amarga un dulce 😉).
A nivel ortográfico, corregirte una pequeña cosa: «2 tazas» sería «dos tazas».
Y en cuanto al reto, yo no he aplicado bien el recurso del incidente detonante, así que estoy aprendiendo de los que sí lo habéis hecho… Reflexionando sobre el tuyo, creo que sí es un detonante porque provoca un giro inesperado en la trama y, supongo, que les planteará el conflicto de qué hacer con el dinero; aunque, por otro lado, si la abuela no hubiese fallecido y no hubiesen desalojado la casa, no lo habrían encontrado… Ufff, ¡qué difícil!
En fin, Daniel… Me ha gustado tu relato, la forma de escribirlo y la sorpresa final. ¡Buen trabajo!
Soy tu vecina del 46.
Hasta pronto.
Daniel Calleja
20/05/2025 a las 17:20
Carlos, Pluki, gracias por vuestros comentarios. Dicen que los genios son distraídos y cometen errores tontos como poner ese dos en números, pero no es mi caso. En cuánto al premio material, es justamente porque en vida nunca lo hubieran aceptado, y a la abuela y madre le hacía feliz darle ese dinero a ellos, a sabiendas de que seguramente lo usarían para ayudar a otras personas. Conocí un caso real hace varios años muy parecido, donde un cuidador del geriátrico recibió una verdadera fortuna de forma imprevista, y a pesar de que no le sobraba el dinero, compartió buena parte con gente necesitada. En vida de la señora, el hombre nunca quiso aceptar de ella más de lo que le correspondía. No sé, puede que no sea el mejor final. Pero a mí me resulta coherente. Nos seguimos leyendo.
Codrum
20/05/2025 a las 18:32
Hola , Daniel.
Los comentarios que te han hecho, me parecen muy acertados.
Has descrito muy bien una situación que l, ,por desgracias, se da demasiadas veces en los senos de las familias.
Me ha gustado como has guiado rápidamente al lector por esas descripciones muy creíbles.
Incluso la aparición de la abuela me ha parecido “asumible” aunque esperada. Pero el final me ha undido la obra. Siento si ha sonado cruel, pero la recompensa en billetes…. Como te han dicho no cuadra con el resto de la obra. Me hubiera contentado con una carta, diciéndoles que les amaba con locura.
Quitando eso, me llama también la atención la cantidad de relatos que han recurrido a la muerte de la abuela.
Tú lo has hecho muy bien
¡Buen trabajo!
Pd: si tienes algún comentario a mi reseña, por favor, responde en mi texto. ( no hace falta que lo leas o lo comentes si no quieres) es simplemente para no perderme tu comentario
Moldy Blaston
20/05/2025 a las 21:33
Hola Daniel, este mes me toca comentar tu texto, con mucho gusto.
¡Qué relato tan conmovedor y lleno de ternura! Has logrado plasmar con gran sensibilidad el dolor de la pérdida, el valor de los recuerdos y la importancia de los lazos familiares. La atmósfera nostálgica y la presencia de la abuela, rejuvenecida y sabia, aportan un toque mágico y esperanzador que eleva la historia más allá de la mera despedida. El simbolismo de la llave es precioso: no solo abre puertas físicas, sino también emocionales, permitiendo un último encuentro sanador y un legado de amor. La escena del abrazo y el mensaje final de la abuela son profundamente emotivos y dejan una sensación de paz y gratitud.
Creo que tienes una gran habilidad para conectar con el lector desde la emoción y la honestidad. Este relato ha sido un verdadero regalo para el corazón.
Si quieres puedes pasarte por el mío (45) y dejarme tus comentarios.
Nos leemos!!!
Iz Miranda
21/05/2025 a las 08:55
Hola Daniel:
He leído tu relato y los comentarios, y teniendo en cuenta tu explicación de lo que querías conseguir, si pudieras rehacer ese final con ese grado de detalle creo que te quedaría completamente cerrado, tipo “os lo dejo debajo de la alfombra porque sé que, si no, no lo hubierais aceptado, pero después de haber vivido lo que ha hecho el resto de la familia tras mi muerte, estoy segura de que ahora lo aceptaréis y lo vais a usar para bien”.
Un saludo,
Iz (nº 44).
Codrum
21/05/2025 a las 08:57
Muchas gracias por pasar por mi texto y por tus comentarios.
No sabía que había una novela escrita por un caballo.
Tu final es tuyo, y no debes cambiarlo por lo que los demás digamos, más cuando tú lo refuerzas con un caso real.
Hay muchos libros que no siguen lo que los lectores desean y de ahi se vuelven granden. Mira Canción de hielo y fuego. el escritor hace lo que le da la gana.
COmo dije es un buen trabajo.
Elena
21/05/2025 a las 12:41
Hola Daniel,
Me ha parecido un relato fluido, ágil y que mantiene al lector en vilo hasta el final. Tienes una forma de escribir muy bonita y sabes transmitir muy bien pequeños hechos cotidianos, lo que hace que el lector viva plenamente la historia. En mi caso, me has hecho revivir el día en el que fui con mi madre a recoger las cosas de mi abuelo fallecido, por supuesto, no me encontré ninguna llave que me conectase con el más allá, pero leerte me ha traído unos recuerdos muy intensos.
Es un relato que transmite calma, esperanza y te deja con una sonrisa en los labios. Ha sido un enorme placer leerte y he disfrutado muchísimo con tu relato. Me ha parecido maravilloso y la nota que deja escrita la abuela me ha parecido un final perfecto.
PD. muchas gracias por tu comentario al mío 😉
Mónica Bezom
22/05/2025 a las 00:28
Hola, Daniel.
Nos entregas una historia contada desde los sentimientos extremos que afloran ante la pérdida de un familiar y lo haces a través de una narrativa sensible pero no sensiblera, conduciendo con suavidad al lector al misterioso mundo del más allá y de las lágrimas. Es cierto que el dinero, ante la inmutabilidad e inmensidad de la muerte ofrece un contraste algo prosaico, pero nada más. No invalida el peso emocional de la trama.
Nos estamos leyendo.
Carmenigne
22/05/2025 a las 09:42
¡Hola Daniel! Es cierto tiene cosas en común con mi relato y otros que he leído: la abuela, el re encuentro, la frontera entre la vida y la muerte. Me resultó muy fluido para leer y pone sobre la mesa algunas cuestiones que se dan en torno al final de la vida: quienes cuidan y cómo; el afecto, y algo menos agradable que a veces se da, que son estas cuestiones de los “intereses por lo económico” . De todas formas, yo creo que en eso en realidad se juegan cosas del orden de lo afectivo, quien se queda con que de quien se va. Juan y su madre se quedaron con lo más importante, la paz, la gratitud: “no quedaba nada para decirnos…estábamos en paz” y además tuvieron su recompensa económica.
Como te decía respondiendo a tu comentario en mi relato, la llave, lo que abre, lo que posibilita encuentros, y lo oxidado dando cuenta del paso del tiempo, nos hizo ir a muchos hacia la abuela como protagonista y la posibilidad del re encuentro. ¿Quién no ha fantaseado, o deseado esa posibilidad?
Me gustó tu el relato y lo disfruté. Nos seguimos leyendo
Jesusa
27/05/2025 a las 16:09
Hola Daniel,
Tu relato muestra, por desgracia, como el ser humano muestras un lado mejor, y también su lado más codicioso. Mmdinero para muchos es más importante que las personas.
Me ha sorprendido el final con un poco de realismo mágico al volver a aparecer el agua en la muerta . Aunque supongo que era para equilibrar la situación. Los que lean cuidado y los que no lo han hecho y para los que lo único importante era el dinero.
Me ha parecido curiosa la forma de manifestarlo en el relato
Por lo menos así lo he entendido yo.
Nos seguimos leyendo.
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Daniel Calleja
27/05/2025 a las 16:46
Gracias a todos por sus comentarios, siempre ayudan a mejorar y ver otros puntos de vista, especialmente sobre el final algo polémico. La propuesta de Iz para mejorar el cierre sin cambiar su esencia me pareció muy interesante. Jesusa, te agradezco tu comentario, pero hay muchas partes que no entiendo, en especial esta; “al volver a aparecer el agua en la muerta . Aunque supongo que era para equilibrar la situación.” No me queda claro lo que entendiste, aunque siempre depende la interpretación por parte de quién lee. Les lega el dinero de esa manera, a sabiendas de que en vida nunca se lo iban a aceptar. Nos seguimos leyendo.