Literautas - Tu escuela de escritura

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LA ÚLTIMA FRONTERA - por Brandon QuirogaR.+18

Ella escondía un secreto.
—Me gustó hablar con vos. ¿Cuánto tiempo hacía que no hablábamos?
—Casi un año, o algo así.
—Sí…, bueno… ya es de noche, y mañana tengo que trabajar.
—Dale, andá a dormir. Cuidáte mucho, por favor, ¿sí?
—Sí, sí. Por cierto, ¿te sentís bien?
—Sí, hombre. Feliz noche.
Lo escondía delante de mis narices. Nunca lo habría descubierto de no haber sido porque ella se descuidó un poco. Creo que pensó que nunca lo descubriría, que ya había pasado bastante tiempo y que el secreto terminaría pudriéndose con el tiempo como una fruta vieja. O un cadáver. Se equivocó.
—Hola, mamá.
—Dios mío. Son las once de la noche, ¿te pasó algo?
—Estoy bien, mamá. Es que me acabo de despertar. Tuve una pesadilla y pues… no sé. Eso. Quería saber cómo está usted.
—¿Y qué fue lo que soñaste?
—No lo recuerdo, quizá nada importante. Mamá, por cierto, ¿me recuerda lo que decía mi abuelo? ¿Lo de que la vida es un viaje…?
—…Y que hay una frontera al final de la infancia, de la adolescencia, de la adultez, frontera que cruzamos para ir a la siguiente etapa de la vida.
—Gracias mamá.
—¿Para eso me llamaste?
—Sí, mamá, es que se me ocurrió eso para un pequeño cuento que quiero escribir.
—¿Seguís escribiendo?
—De vez en cuando, mamá.
—¿Te sentís bien?
—Sí, mamá. Pase buenas noches. La amo, mamá.
Mi abuelo también decía que todos, absolutamente todos, tenemos que cruzar una última frontera y que nadie sabe si el viaje continuaba después. Creía que podría escribir algo, quizá una novela corta o un cuento largo que hablara sobre un viaje alegórico entre todas las etapas de la vida. Pero encontrar la llave de mi esposa frustró mis planes literarios.
Ahora solo pienso en el dolor del descubrimiento, en esa caja de Pandora dentro del ropero de mi mujer. Tengo otros planes para hablar sobre esa frontera final. Con un cuchillo.
—¿Papá? ¿Qué pasó?
—¿Cómo estás?
—Bien.
—¿Cómo te va en la universidad?
—Bien. ¿Papá, está bien? ¿Ha vuelto a…?
—No, no. Eso nunca. Solo quería saber de vos.
—Estoy bien.
—Me alegro, hijo.
—Mire, papá… ¿seguro que está bien? Si quiere llego este fin de semana y salimos a comer algo.
—No, no te preocupés. Quedáte allá. Estoy orgulloso de vos.
—¿Gracias…? Papá, de verdad, ¿qué le pasa?
—Tuve una pesadilla. Solo son tonteras.
—¿Seguro, papá? ¿De verdad no ha…?
—No, hijo. Pasa una linda noche. Te amo. Te amo mucho.
—Yo también, lo amo, papá.
Mi abuelo también decía que emborracharse era un suicidio, un suicidio peor que dispararse en la cabeza. Yo no lo veía de esa manera hasta tiempo después. Para mí, en mi juventud, emborracharme era divertido, pero decidí dejarlo con el nacimiento de mi primer hijo. No he vuelto a tomar en veinticuatro años.
Sin embargo, cuando descubrí la llave, una vieja llave, oxidada, en el cajón de los cubiertos, después de que buscara las llaves de la oficina que mi mujer había olvidado y que necesitaba que se las llevara, sentí deseos de volver a tomar, de perder la consciencia. De morir por intoxicación etílica.
¿Cómo una pequeña llave pudo resquebrajar los cimientos sobre los que se asentaba mi vida? La encontré y dejé de pensar en ella hasta que su existencia se convirtió en mi objeto de obsesión. Por ello, pedí en mi trabajo el día libre una semana después y busqué dónde podría encajar después de que mi mujer se fuera al trabajo.
Encontré el pequeño cofrecito, lo abrí. Solo tenía papeles. Boletos de viajes. Recibos de moteles. Cartas de amor. Y dos papeles viejos que decían que mis hijos no eran míos.
Tenían mi sangre, pero no eran míos.
—Esperáte, calláte, voy a… Mirá, me llamó mi mamá y me dijo que estás raro, ¿qué sentís?
—Nada.
—¿Seguro?
—Sí.
—Ya. Bueno, descansá.
El día del descubrimiento mi esposa me llamó diciendo que tenía un viaje de trabajo y que se iba a ausentar por unos cuantos días. Ella trabajaba para una pequeña editorial en Santa Tecla y los viajes al extranjero no eran raros. Pero sí lo eran cuando, al mismo tiempo, mi hermano también viajaba. Como ahora. Y esa voz femenina cuando me habló él, esa voz que él mandó a callar…
Era el susurro que yo escuchaba en mis oídos cada mañana al lado de mi cama.
Tengo el filo de un cuchillo en la muñeca. Estoy preparado para cruzar la frontera final.

Comentarios (6):

Alejandra Dubón

20/05/2025 a las 06:18

Hola, Brandon. Es un gusto leerte siempre. Tu cuento de este reto me ha parecido bastante acertado, me gusta mucho el dramatismo y la inmersión en la mente del protagonista. Puede que en algunas partes el lector lo encuentre confuso, pero me parece increíble eso porque es el sentido de la historia, que confunda. Nos seguiremos leyendo, sigue así.

claudia avila vargas

21/05/2025 a las 00:21

Dios, Brandon que texto el que escribiste, me ha parecido super interesante cargado de suspenso, de drama. logras describir todo, el sentir del protagonista, su angustia, si confusión… en fin me encanto leer este texto. Aplausos y abrazos virtuales.

Carlos Tabada

21/05/2025 a las 12:42

Hola Brandon. Angustia, dolor y finalmente tragedia. Para mí, inspirador, ya que me gustaría intentar escribir algo de ese tipo. No estoy seguro pero si lo hago igual le doy alguna oportunidad al tipo, si es posible sin perder el tono dramático. Una reflexión sobre lo mal que siempre les ha caido su tio a los hijos, o sobre lo bien que les ha ido siguiendo sus consejos.

DPA

21/05/2025 a las 22:35

Hola compañero,
Me ha gustado tu relato. Me gusta mucho la estructura a través de las conversaciones. También me ha gustado como has utilizado la llave y, sobre todo, la manera en la que has afrontado el reto opcional. Muy acertado y original.
Un saludo.

Džoker

24/05/2025 a las 01:49

Saludos, vengo de los texto #5 a aportar algo.
Primero, está genial el ritmo del texto, las pausas son las adecuadas y los diálogos entran perfecto y esclarecen lo necesario para mantener el suspenso. Como pega diría sobre ellos (los diálogos) que no se sienten naturales, es decir, por la información que das entiendo que el personaje dejo de beber hace 24 años al.nacer de su primer hijo, supongo tendrá más de cuarenta, pero los diálogos del personaje no se sienten con los años que nos muestra el texto, quizás sea solo impresión mía. La interacción con el hijo también se siente plástica, quizás así sean las relaciones de padres con hijos de dónde habites y solo sea cultural. El final se deja entrever para el climax, pero es algo positivo que el final sea consecuencia de lo sembrado durante el texto.
Una última cosilla: dices lo siguiente sobre lo revelado en el cofre:
“Y dos papeles viejos que decían que mis hijos no eran míos.
Tenían mi sangre, pero no eran míos.” La frase es confusa en tanto el protagonista llama a su hijo y lo trata como padre, por ende, sus hijos tienen su sangre y son suyos por cómo interactuan. Quizá querías decir que eran sus hijos pero no tenían su sangre, lo que suma más drama a la infidelidad y dan un mejor golpe de efecto.
Un placer leerte, es raro encontrar una historia con un drama tan cotidiano (todos conocemos historias de infidelidades) bien contado.
Invitado estás a pasar por mi texto, un saludo.

Codrum

27/05/2025 a las 22:58

Hola por hacer un comentario a lo de Džoker. Yo también pensé sobre esa frase. Pero al ver que con quien se va la mujer es con el hermano .
En realidad el tío es el padre y el padre el tío.
¡Es un buen revuelo !

Me ha gustado el texto.
Creo que está muy bien ligada la tensión al ritmo .
La llave, a mi entender, es claramente el catalizador.
No he visto fallos gordos.

¡Buen trabajo !
Pd: si tienes algún comentario a mi reseña, por favor, responde en mi texto. ( no hace falta que lo leas o lo comentes si no quieres) es simplemente para no perderme tu comentario

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