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LA ÚLTIMA FRONTERA ENTRE LA TIERRA Y EL CIELO - por Cristina AyalaR.

Elena Vilanova observaba con espanto como el batallón de forenses y policías que habían desembarcado en el jardín de su abuela desenterraban los restos mortales de varias decenas de cuerpos humanos.
–¿Qué hacían ustedes aquí? –le preguntó el agente.
–Mi abuela falleció… Mi madre y yo hemos venido al pueblo a vaciar la casa y ponerla en venta.
–¿Cuándo encontraron el primer cuerpo?
–Esta mañana, justo antes de llamarles. He visto algo extraño entre los helechos y, al cogerlo… he visto que era un cráneo –El horror vibró en la voz de Elena.
–¿Sabe quiénes son? Los muertos, me refiero –aclaró el agente.
–No. ¿Cómo voy a saberlo?
–¿Tiene alguna idea de cómo han llegado aquí? –El agente iba anotando cuanto Elena decía con evidente desconfianza en su expresión.
–No.
–Entonces, usted no tiene la menor idea de por qué el jardín de su abuela está lleno de cadáveres, ¿es eso? –El escepticismo resonaba también en su tono.
–Sí. No… Quiero decir que no tengo idea de nada de esto.
–¿Cree que pudo matarlos su abuela?
–¡Claro que no! Mi abuela era una mujer maravillosa.
–¿Está segura? ¿Cómo lo sabe si me ha dicho que no conoce su procedencia?
Elena no contestó. Nada tenía sentido. Miró a su alrededor con la vista nublada por el temor y la fuerte impresión de la escena.
El equipo forense había colocado los huesos hallados en el camino, componiendo cada cuerpo como si de un puzle se tratara, formando un cuadro macabro de esqueletos tumbados uno junto a otro a lo largo de toda la senda.
Volvieron a interrogarlas por separado. Una y otra vez les repitieron las mismas preguntas, hasta que Elena empezó a dudar de sus propias respuestas. ¿Podía su abuela haber matado a toda aquella gente?
Una sospecha terrible se incrustó bajo su pecho al recordar algo que le había dicho ella en más de una ocasión: Este jardín es un lugar sagrado y por eso está prohibido entrar en él. Es la última frontera entre la tierra y el cielo. Desde aquí, uno puede alcanzar el paraíso.
Ahora todo cobraba sentido. Un sentido siniestro.

Todo había empezado con aquella puñetera llave oxidada que había encontrado en el fondo del cajón de los cubiertos. Si no la hubiera cogido… Si no hubiera preguntado…
–Es la llave del jardín secreto de tu abuela –había dicho su madre–. Nos mataría por entrar, pero, ahora ya no está. Vamos.
La cerradura opuso resistencia al introducir la vieja llave pero terminó por ceder. Ambas se habían adentrado en aquel frondoso edén en el que habían entrado en muy contadas ocasiones, con la incómoda sensación de estar haciendo algo inmoral.
En ese inmenso jardín, la abuela Consuelo tenía todo tipo de flores exóticas y arboles tropicales que daban fruto incluso en invierno. Los rosales crecían en un lateral y las azaleas brotaban eternas por doquier, saturando el paisaje con sus intensos colores. En el lado opuesto, un plantel de aromáticas inundaba el aire con sus fragancias. Un microclima imposible que florecía siempre perfecto. Los entendidos en jardinería decían que esa exuberancia foránea era posible gracias al privilegiado enclave, protegido del frío y del viento por la montaña, y a las cercanas aguas del río que, por causas desconocidas, corría templado todo el año.
Sin embargo, los lugareños hablaban de magia. Algunos de magia negra. Otros de gracia divina.
Elena había oído aquellas historias desde niña, y aunque entonces las había creído, al crecer las había atribuido a las fábulas locales, como las meigas y los trasgos.
Cerca de medianoche, cuando la última patrulla policial se disponía a marchar, un utilitario blanco aparcó frente a la casa. De él salieron Herminia y Esteban, vecinos del pueblo aledaño. Con ella sentada en su silla de ruedas, avanzaron con dificultad por el sendero hasta la entrada del jardín. Uno de los agentes los detuvo.
–¿Dónde van?
–Yo voy al cielo, hijo –le respondió la anciana sin apenas voz–. Ha llegado mi hora.
Sin esperar permiso, el matrimonio se adentró despacio en el jardín prohibido.
Los dos agentes, Elena y su madre, perplejos, los siguieron con la mirada hasta que se perdieron entre el follaje.
Un fulgor etéreo procedente del corazón de aquel bosque milagroso iluminó la noche durante unos minutos. Poco después, salió Esteban con la silla vacía.
–Ya se ha ido… –dijo sereno–. Su alma y su cuerpo descansan ya en paz.

Comentarios (6):

Otilia

21/05/2025 a las 09:06

Hola, Cristina, gracias por compartir tu relato y muchas gracias por leer y comentar mi historia.
Tu relato me ha gustado, bien escrito y se lee con fluidez.
Comienzas con una historia dura con policías y cadáveres y terminas con la fantasía del jardín del Edén. ¡Buen trabajo!
Nos seguimos leyendo. Saludos.

Carmen Sánchez Gutiérrez

21/05/2025 a las 13:53

Hermoso relato y muy bien llevado. Comienzas con la intriga muy bien planteada, quizás la abuela sea una asesina en serie, pero yo me niego a creerlo, sin saber porqué imagino una anciana adorable que no puede cometer esas atrocidades pese a que las pruebas parecen concluyentes. El hermoso final me alivia y deja en mi mente la imagen de una abuela aún más hermosa.
Enhorabuena

CARMELILLA

22/05/2025 a las 15:23

Hola, Cristina.
Relato muy interesante que contiene intriga y horror casi a partes iguales.
Tiene fuerza desde el principio y con una dosis sobrenatural que lo hace aún más intrigante.
Lenguaje sencillo.
Ritmo ágil con diálogos que contribuyen a ello.
Me ha gustado mucho tu trabajo con su dosis de intriga y contenido sobrenatural y ese jardín secreto que yo esperaría conocer cuanto más tarde mejor.
Buen trabajo, Cristina.
Saludos.

Lupa Sívori

23/05/2025 a las 14:17

¡Hola, Cristina! Acá tu vecino del #32.
Me gustó mucho tu propuesta. El texto tiene una atmósfera potente, misteriosa y bien lograda, con un giro final muy sugerente.

Hay algunos toques que mejoraría la fluidez de la narración. Ejemplo:

Original:

Elena Vilanova observaba con espanto como el batallón de forenses y policías que habían desembarcado en el jardín de su abuela desenterraban los restos mortales de varias decenas de cuerpos humanos.

Sugerencia:

Elena Vilanova observaba con espanto cómo un batallón de forenses y policías desenterraba los restos mortales de varias decenas de cuerpos humanos en el jardín de su abuela.

Ese inicio tiene mucha más fuerza, en mi opinión.

Los diálogos yo los haría más directos, naturales y adaptados a un registro más coloquial (según el tono general del relato).

Por último, ¿qué te parece este pequeño cambio para el final?

Original:

–Ya se ha ido… –dijo sereno–. Su alma y su cuerpo descansan ya en paz.

Sugerencia:

–Ya se ha ido… –dijo sereno–. El jardín la ha recibido.

Me encantó el relato.
¡Felicitaciones!

Por cierto, te invito a seguirme en mi podcast de cuentos narrados si es que aún no la has hecho:
https://open.spotify.com/show/1kf01qxrscrZ9EstRmsHhl?si=22ef35d6cee0414c

¡Saludos!

Daniel Escobar Celis

23/05/2025 a las 16:41

Saludos, la verdad ha sido un relato que atrapa desde el principio con varios giros argumentales interesantes.

Muy buen recurso de no empezar desde el inicio sino ya una vez adentrado en la historia para generar más interés.

En generar pienso lograste manejar una buena dosis de intriga y con ese final abierto invitas a pensar.

Saludos, si lo deseas puedes pasar por mi relato el 24.

Codrum

24/05/2025 a las 23:41

Hola.
Gracias por compartir tu relatos.
Te han dado unos muy buenos consejos y opiniones. Coincido con casi todo.
El texto me parece muy entretenido y la trama de una gran imaginación.
El inicio me ha parecido un cebo perfecto.

En el texto se diferencian dos partes.
Los diálogos iniciales y las descripciones finales.

Los diálogos a mí me han parecido muy naturales. Me pude imaginar la escena sin dificultades.
En cuanto empieza la descripción , me perdí un poco.

El jardín está prohibido para la nieta, aún así ya lo habían visitado. ¿Es cierto eso?

La frase que viene a continuación, me ha parecido confusa. No sé si por la musicalidad de adentrado y entrado tan juntas o por qué.

“Ambas se habían adentrado en aquel frondoso edén en el que habían entrado en muy contadas ocasiones, con la incómoda sensación de estar haciendo algo inmoral.

Otro tramo que no me pega mucho es la clase de botánica que nos has dado. Me parece genial como describes el jardín, – que luego se convierte en bosque-
Pero no entendí muy bien el motivo de por qué puede acudir un experto en jardines a un jardín tan exclusivo.

Tengo dudas de con qué frecuencia se usa ese jardín / bosque. ¿ para unos está prohibió y para otros es de paso favorecido?

De nuevo muchas gracias por dejarnos leer tu texto

Pd: si tienes algún comentario a mi reseña, por favor, responde en mi texto. ( no hace falta que lo leas o lo comentes si no quieres) es simplemente para no perderme tu comentario

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