Literautas - Tu escuela de escritura

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La llave - por Mónica Bezom

Web: http://letrasturquesa.blogspot.com

Reordenando los trastos en desuso encontré los cubiertos de acampada y, reposando sobre ellos, como una reina fuera de lugar, ¡la llave de la biblioteca de mi padre!
Acaricié esa llave sintiéndome ladrona de mis recuerdos.
Esa llave que, sin abrir ninguna puerta, derribó las muralla del tiempo trasladándome al pretérito perfecto de la niñez. Cuando mirando el río confiaba en el mundo como un lugar seguro. O cuando las Bagatelles de Beethoven me entregaban secretos y yo era dueña solo de certezas.
Fue una época de jugar en barcos sometidos a eternos remiendos; de rodar por arenales al abordaje de balsas atestadas de camalotes, reticentes a desalojo alguno.
También era una niña cuando amaba las hermosas manos de mi padre en mi cara y recelaba de sus libros en mis planes.
Cuando resistía, como a un rival invencible, “su” concierto para piano de Rachmaninoff, mientras con sus ojos en los míos me hablaba de historia, perdido entre pensadores precoces e ilotas imprescindibles, yo era una insurgente asilada en el Oráculo de Delfos.
Cuando mi padre llegaba contento trayéndome “un trueno que a la distancia rodaba su peñón” en una tormenta de Lugones, poesía en una rima de Bécquer o tres filósofos estoicos encorsetados en cuero, me transmutaba en aprendiza contrariada.
Cuando me impulsaba a escalar los cerros hacia el azul en busca del legendario ojo de agua, yo era una desertora en airada rebelión.
Mas tal rebelión resultaba lastimosamente manipulada por:
—Los carmesíes fugaces de la tarde.
—El complot de las luciérnagas.
—Las estrellas de pompa irreverente.
Y la noche, claro.
Bajo tales encantamientos, yo era una niña preocupada por enojos devenidos en hechizo irresistible.
Para cuando mi padre defendía las propiedades del berro atrapado en las caídas de agua, así como cuando yo no entendía por qué perseguíamos cascadas a fuerza del narcisismo de la montaña, era una niña encantada.
Luego partí sin un adiós.
Desde entonces festejo mi No Niñez. Ahora albergo el libre albedrío.
Dispongo de desolaciones y consolaciones, de quebrantos y llegadas, desde el mirador indulgente de mi alma.
Pero no es tan fácil celebrar la No Niñez por resultar ésta un hecho irrebatible. Se trata de una gala aburrida, por reiterada.
El ejercicio de la No Niñez es agobiante en realidad.
Es decir, estoy desobligada del piano y de los cerros azules. Soy libre, incluso, de elegir con cual hilo de perdón suturar mis heridas.
Lo que me está vedado en mi No Niñez es detenerme.
Así, durante este tránsito pagué algunos precios. Decliné las bagatelas de piano porque mucho tiempo no tengo, aunque las muy obstinadas siguen tocando al oído de mi alma.
Con relación a la arena, no es compatible con el ritmo citadino. Aunque cambiaría cualquier cosa con tal de someterme a la vigilancia de los botes, frente a una isla todavía adolescente.
El río sigue allá lejos, con sus barcos en lista de espera para reparaciones que, tal vez, nunca lleguen. Pero, aun así, quisiera visitarlos.
Por su parte, los camalotes son imprevistos como los amores de la isla, así que fueron embestidos por las rutilantes piscinas con hidromasaje y los spas artificiales.
La montaña cedió sus azules lloviznas a fiadores importados y el ojo de agua escondido resultó apto para desmontes hoteleros.
La albahaca se mudó a granjas que cotizan en bolsa, igual que el berro, ese ahijado anónimo del mecenazgo de mi padre.
Los laureles, el olor a tomillo y el primer rocío en el cerro conforman, en fin, conjeturas para soñadores. No es mi caso.
Sin embargo, Rachmaninoff se transformó en un refugio inesperado. (Las manos de mi padre en los libros se me antojan milagrosas).
Aunque si hay algo concluyente, es la presencia de tres genios: Aristóteles, Séneca y Diógenes, que se sacan la lengua instalados en la bruma azul del cerro, ahora perfumado de menta y romero, mientras el obstinado ojo de agua me perturba con su camisa de ángel. ¿O son alas?
Y anochece.
No donde, ni cuándo, ni cómo yo esperaba. Pero, si me adapto al hecho de que las cosas son como son, Dios formula el milagro y la montaña se transfigura en camino.
De pronto descubro siete ángeles que, en busca del tiempo perdido, se desperezan entre los dedos de mi padre. Ese sabio querido que aún debo encontrar en el cerro azul.
Recién entonces, la mujer que hoy escribe hará las paces con la niña que sabía mucho más, pero que extravió algún tiempo la llave del mapa del tesoro.

Comentarios (20):

Clarinete

19/05/2025 a las 19:40

Los recuerdos a veces son peligrosos, nos hacen saber todo aquello que no hicimos y debimos hacer o todo lo contrario. El gran Arthur Conan Doyle hizo que uno de sus personajes “Los verdaderos misterios están ocultos en los pequeños detalles”, o algo así (perdón por mi falta de memoria).

En tu escrito haces que esa frase se convierta en realidad. Tu niñez aparece en cada recuerdo que la llave te descubre (o le descubre a tu personaje. En la lectura te introduces en el personaje, acabando con un deseo.

Edgar Allan Poe en una ocasión dijo “Todas las obras de arte deben empezar por el final”.

Tu escrito lleva la mente al recuerdo y, el recuerdo al peligroso final.

Me ha gustado la forma de presentación de tu escrito. De tu relato. La frase “El ejercicio de la No Niñez es agobiante en realidad.” ¡Me ha llegado tía! Como diría mi nieto y, es cierto.

Buen realto.
Bs y abz.

Daniel Calleja

20/05/2025 a las 02:27

Hola Mónica, un hermoso relato lleno de imágenes poéticas y vivencias profundas. O también puede ser un largo poema escrito en prosa. Más que lo que cuentas, es cómo lo haces lo que hace tan hermoso tu texto. Cómo esa llave te transporta en el tiempo está narrada con mucha calidez. Te confieso que, a pesar de todo, por momentos me perdí un poco en la primera lectura, arrastrado por la magia de tus palabras. Felicitaciones. Aunque no siempre comento tus textos, no me olvido nunca de leerlos. Gracias además por tu comentario en mi blog, una rareza que ayuda a saber que a veces son seres humanos y no bots los que se pasan por el mismo. Nos seguimos leyendo.

Carmenigne

20/05/2025 a las 09:28

Hola Mónica siempre es un placer leerte. Las imagenes desplegadas con una voz poética sólida, cálida que sugiere, que lleva al lector a meterse en cada uno de los escenarios sugeridos es una de las fortalezas que percibo en este relato. Tiene la virtud para mí de no decir, sino de mostrar, de convocar. Los recursos sensoriales que pones en juego hace que uno lea con todo el cuerpo. Esa mujer que encuentra llaves en su infancia para no perderse del todo deja ver la tarea permanente (al menos para mi) de un ser humano: ser-siendo sin dejar de ser quien uno ha sido. Siempre disfruto tus relatos y valoro como exploras, te jugás escribiendo de diferentes formas y desde diferentes lugares, siempre certera. Felicitacione Mónica!!!!

Codrum

20/05/2025 a las 11:09

Que belleza de texto, Mónica.
Es un texto lleno de metáforas, imágenes conocimiento….
La evolución de lo natural al hormigón…
El madurar…
Son tantos temas y enunciados tan bellos
Demasiado denso para mi, que lo leo en los tramos libres del trabajo.
Pese a que el público a lo mejor es un poco reducido por la dificultad del texto, no se debe quitarte mérito por la elección de palabras y de imágenes.
Me parece un trabajo excelente.

Pd: si tienes algún comentario a mi reseña, por favor, responde en mi texto. ( no hace falta que lo leas ni que lo comentes si no quieres) es simplemente para no perderme tu comentario

IGNACIO Zrgz

20/05/2025 a las 21:10

Hola Mónica. Hermoso texto, más cercano a la poesía que a la narrativa, muy surtido de imágenes poéticas y referencias musicales y literarias.
Entiendo que el conflicto entre la niñez y la madurez, entre la inocencia y la razón, están presentes en el texto. En cualquier caso hay muchas referencias culturales y vitales que se me escapan. ¿De qué van los carmesíes fugaces de la tarde, el complot de las luciérnagas y las estrellas de pompa irreverente?
Un placer leerte, de verdad

Elena

21/05/2025 a las 12:04

Hola Mónica,
me ha parecido un texto realmente bello, aunque hay algunas referencias que no he comprendido (ignorante que soy!) Para mí tu relato es un poema lleno de metáforas que se quedan en la mente mucho tiempo después de haberlas leído. Creo que tienes un gran dominio del lenguaje y le has aportado al texto un ritmo pausado y muy acertado. Mi más sincera enhorabuena. No estoy acostumbrada a leer textos así, pero el tuyo me ha fascinado.

@HenkoSlowLife

22/05/2025 a las 16:28

Me ha encantado tu relato, mi sensacion al leerlo es que la llave te lleva hacia un pasado que no vuelve, pero insiste.
Un tránsito de niña a adulta donde crecer no siempre es ganar libertad, esa No Niñez que se celebra y que carga la nostalgia de una rebeldía inocente, y sobre todo, la idea de que el verdadero “mapa del tesoro” se encuentra en lo mas profundo del alma, gestos, aromas y música.
Un texto muy profundo del que aprender, por mi parte.
Gracias por leer mi relato

Eviana

22/05/2025 a las 18:32

Hola Mónica. Estoy de acuerdo con los comentarios de los compañeros .Tu dominio del lenguaje es notable. Una riqueza de vocablos impresionante. Y asi es como he quedado tras leer tú relato impresionada . Felicidades.Un saludo

Mónica Bezom

23/05/2025 a las 02:15

¡Hola, compañeros!

Clarinete, ¡gracias por tus palabras! En efecto, el ejercicio de la No Niñez es agobiante, a veces.

Daniel: agradezco tus palabras y que lo hayas disfrutado. No tenés nada que agradecer por mi comentario en tu blog, lo hice con mucho gusto, no he sido un bot, jaja.

Carmenigne: gracias por tu amable y reflexivo comentario; es una gran verdad lo que decís: “la tarea permanente … de un ser humano: ser-siendo sin dejar de ser quien uno ha sido”, he ahí la cuestión.

Codrum: me alegra que mi texto te haya suscitado reflexiones y emociones como las que señalas. Muchas gracias a vos.

Mónica Bezom

23/05/2025 a las 02:28

Ignacio: gracias por pasarte y por tus palabras. Decís: “¿De qué van los carmesíes fugaces de la tarde, el complot de las luciérnagas y las estrellas de pompa irreverente?” Te cuento: la ñiña del relato asiste a las actividades propuestas por su padre contrariada pero fascinada a la vez. Y parte de esa fascinación recaía en los encantos del crepúsculo cuando al atardecer recorrían los cerros y las caídas de agua. Tal vez me quedó involuntariamente inconexo, pero es lo que quise significar.
Gracias de nuevo.

Mónica Bezom

23/05/2025 a las 02:37

Helena, HenkoSlowLife y Eviana: muchas gracias por pasarse, dejar vuestros amables comentarios y por sus palabras.

Chus Galego

23/05/2025 a las 09:01

Buenos días, Mónica.
Me ha parecido un relato muy interesante. Lo entiendo como un homenaje emocionado hacia el padre , pero también como un una defensa del poder de la lectura como salvación ante el vacío vital. Destacaría el tono poético, cercano a veces al surrealismo, por esa profusión de referencias literarias que quedan grabadas en el subconsciente. Enhorabuena.
Feliz día.

Carlos Tabada

23/05/2025 a las 13:29

Hola Mónica, te preguntaría donde encontraste la inspiración para escribir esto, y si fue algo doloroso o embarazoso te pediría que aún así siguieras leyendo mi comentario porque odiaría no poder expresar lo mucho que me ha gustado el relato. Desde el sentimiento, las palabras algunas veces acarician, otras exaltan, otras.. Y desde una lectura más cerebral, bueno, te has puesto mil trampas y has salido victoriosa en todas. Quiero
decir, en una lectura en vivo el oráculo de Delfos, el complot de las luciérnagas, los giros del texto, podrían naufragar, y en lugar de eso levantan la proa y sonríen a la siguiente ola. No sigo porque igual me pongo en ridículo con un tono poético debajo de lo que has escrito, ridículo y desordenado.
Y bueno, las mejoras. El texto en si es un desafío a un espíritu crítico así que me rindo y asumo que las sugerencias van a mirar desde abajo al texto, así que ahí va, dejo que hable mi alma de tahúr y propongo: nenúfares.
No resistirían la lectura en vivo y muy probablemente ni se parezcan a los camalotes pero es que es lo único que se me ocurre. Un saludo.

Pilar (marazul)

23/05/2025 a las 20:12

Mónica: me he pasado por tu relato porque ya te he leído más veces y nunca defraudas. Con este último de “la llave”, me convierto en tu fan incondicional.
La idea de que a través del hallazgo de una llave tu protagonista abra sus recuerdos de niñez y juventud (la No Niñez) me parece acertada y muy ingeniosa. Pero lo mejor es cómo lo cuentas. Es la forma, el léxico, las metáforas lo que convierten el texto en excepcional.
Una hija, tu protagonista, que bien pudiera ser autobiográfico, digna de un padre que amaba los libros y la música. Una hija que, a pesar de su rebeldía de juventud, recuerda a su padre con cariño y con el agradecimiento que da el tiempo.
Te felicito por regalarnos un relato tan bello.

Mónica Bezom

24/05/2025 a las 17:54

CHus Galego: gracias por pasarte y por tus amables palabras.

Carlos Tabada: agradezco tu comentario y su tono poético que me encantó.
En cuanto a los nenúfares, tienes razón y me encantan. Pero es que ¡eran camalotes!

Pilar: mil gracias por tus palabras. Y sí, es autobiográfico.
Nos leemos.

IGNACIO Zrgz

24/05/2025 a las 19:41

Mónica, gracias por la explicación. Nos leemos…

ESther

27/05/2025 a las 22:04

Hola Mónica, hace tiempo que no escribo, pero tu relato me ha llevado por un camino de ensueño,luminoso y fresco, que no puedo resistir el deseo de agradecértelo, deseándote un futuro tan hermoso como el que sabes trasmitir cuando escribes.

Mónica Bezom

27/05/2025 a las 23:26

Esther: tus palabras me conmovieron profundamente. Mil gracias por tu visita.

José Torma

28/05/2025 a las 00:49

Hola Mónica.

Yo empecé a leerte y tuve que parar. No podía continuar con el ejercicio porque me sabía mal; como que lo estaba haciendo de modo equivocado. Entonces paré. Leí otro relato y regresé. Lo empecé a leer en voz alta y, no me conoces pero tengo buena voz, entonces… ¡Boom!.

Tu texto es poesía, tus palabras, escogidas todas y cada una con un propósito. Tenemos un dicho acá en México, al menos donde yo habito… Que bonito es lo bonito y esta aportación tuya es muy bonita.

Felicidades por este viaje, por breve que fue, lo que lo hace más disfrutable.

Saludos, soy fan aunque no siempre comente.

Moldy Blaston

30/05/2025 a las 10:00

Hola Mónica, te devuelvo la visita agradeciéndote tus amables y reconfortantes comentarios.

Creo que tu relato destaca por su evocadora capacidad para transportarnos a la infancia a través de imágenes sensoriales y metáforas originales, como la llave que “derriba las murallas del tiempo”. La prosa es poética y cuidada, con frases que me han invitado a la reflexión y despertado mi nostalgia. La relación padre-hija la has construido con ternura y matices, mostrando tanto la admiración como la rebeldía propias de la niñez. Además, la transición hacia la adultez está narrada con honestidad y sensibilidad, resaltando la dificultad de dejar atrás la infancia sin caer en el sentimentalismo. En definitiva, el relato brilla por su ritmo pausado y su atmósfera melancólica, que envuelven al lector hasta el emotivo final.
Sin duda, es un texto magnífico que denota una voz literaria sensible y madura.
Nos leemos!!!

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