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Crónica de una tesis fallida - por Džoker

Jacobo, David y Esteban decidieron viajar al Amazonas colombiano, cerca de la comunidad indígena de Macedonia, a una hora en lancha de Leticia y a décadas de desarrollo del primer mundo. Estudiaban en la Universidad de los Andes y pensaron que sería una gran idea hacer un documental sobre la comunidad como trabajo de grado interdisciplinario entre Antropología y Trabajo Social.
David y Esteban llevaban ya seis meses integrados en la frondosa selva amazónica, viviendo en una choza alquilada por Airbnb. Jacobo, en cambio, se marchó a los dos meses al descubrir que la miseria es solo soportable de paseo. Sacarse un par de fotos un fin de semana, comer gusanos mojojoy como anécdota y luego volver a Chapinero, eso sí era divertido. Pero vivir dos meses en el aire pegajoso de la humedad, lidiando con animales peligrosos y compartiendo epidemias de sarna y malaria… ya era otra cosa.
—¡David, marica, levántese
—¿Qué pasó, parcero?
—Llovió toda la noche y se nos filtró el agua. Estamos inundados, perro. Traiga los baldes, que se nos pueden dañar las cámaras.
—Vida hijueputa, huevón. Seis meses y todos los días con el pie izquierdo. Nada sale bien.
—No marica, yo no aguanto un año acá. Tengo sarna y ya me estoy acabando la permetrina.
—Ya falta solo la mitad. Aguante, que ya volveremos a Bogotá.
Acostumbrados a que una señora venezolana les hiciera los quehaceres en su cómoda vida capitalina, recibían de la inclemente selva tropical una lección de humildad. Sus impecables manos de cheto, que no conocían el trabajo duro, asomaban sus primeros callos.
—Esteban, traiga un par de hojas de plátano para resanar el techo. Si llueve esta noche, nos volvemos a mojar el culo.
—Nos hubiéramos ido con Jacobo, huevón.
—¡Ayyyy, severa flor del campo! Marica, rela, que esto ya casi se acaba. Alcánceme las hojas de plátano y tapemos la gotera.
David se subió en una mesa de madera que, por la humedad, ya se había empezado a pintar de moho desde hacía años y que, contra toda lógica, aún no se había destartalado del todo.
—Pille, David. Yo creo que con esto alcanza.
—Sí, marica, con este manojo tapamos.
Mientras David arreglaba el techo, Esteban lo observaba, preguntándose qué necesidad tenían de pasar esas penurias más allá de una mención honorífica en su grado.
De repente, un grito rompió el concierto de bichos amazónicos:
—¡Aghhhh, marica, ayúdeme! —gritó David—. ¡Una serpiente, huevón! Cayó del techo y me mordió. ¡Esta pichurria me mordió, marica!
—¡David, huevón, qué hago! ¿Qué hago?
—¡Traiga el botiquín!
—¡Pero dónde está la llave!
—¡Yo qué voy a saber! Marica, me siento mareado. Esa cosa era venenosa, estoy seguro.
—Yo la tuve ayer y no sé dónde la dejé…
—¡Busque, malparido, que me puedo morir!
—¡Acá está! —gritó Esteban, sacando la llave oxidada que apareció dentro del cajón de los cubiertos—. ¿Qué hago? Hay vendas y alcohol.
—Marica, ayúdeme. Yo leí que para sacar el veneno hay que chuparlo de la herida.
—¿Dónde lo mordió, parcero?
—Aquí en la entrepierna…
—Lloraré por ti en tu funeral.
—¡Coma mierda, hijueputa! ¡No es donde usted cree! ¡Está detrás de la rodilla, en la pierna izquierda!
—Eso no es la entrepierna, huevón…
—¡Chupe y escupa, maricón, que me voy a morir!
A regañadientes, Esteban aceptó. Luego le hizo un torniquete bien apretado y cazó a la serpiente. Solo dos días después del incidente consiguieron una lancha que los llevara a Leticia, y de allí, David fue trasladado a Bogotá.
Una semana más tarde, David despertó de una intervención quirúrgica.
—¿Cómo se encuentra, joven David?
—¿Dónde estoy?
—En el Hospital Internacional de Bogotá.
—Dios mío… sigo vivo. Pensé que me iba a morir.
—No, afortunadamente lo trajeron a tiempo. Aunque tuvimos que hacer una…
—¡Aghhh! ¡Me quitaron la pierna!
—Sobre eso quería hablarle, señor David.
—¿Pero qué pasó, doctor? ¿El veneno de la serpiente era muy poderoso?
—Analizamos la víbora muerta que nos trajo su compañero Esteban… y no era venenosa.
—¿Entonces por qué me la amputaron?
—El torniquete fue tan apretado, y duró tanto tiempo, que ya tenía gangrena cuando llegó.

Comentarios (9):

Iria (Literautas)

19/05/2025 a las 14:57

Džoker, en este texto yo creo que el incidente detonador sería la inundación que sufren a causa de las lluvias. En cambio, la llave que aparece en el cajón no cumple esa función: funciona más bien como una herramienta para resolver la emergencia, pero no es lo que pone en marcha el conflicto.

En cualquier caso, es un texto divertido. Gracias por compartirlo. 😉

DPA

20/05/2025 a las 08:08

Me ha gustado. Está muy bien escrito y tiene una resolución bastante divertida. Únicamente recalcar lo que dice Iria, ya que la llave en el cajón no se siente como el detonante de todo. Además, he sentido que empieza un poco a saco, quizás falta un poco más de contexto al inicio, pero claro, con la extensión limitada que tenemos es muy difícil.
En resumen, un buen relato, bien escrito y con un final divertido.
Un saludo

IGNACIO Zrgz

20/05/2025 a las 17:46

Hola Džoker. Un relato interesante. Lo que más me ha gustado es el lenguaje, que me resulta muy genuino. Por aquí nadie emplearía la palabra mariquita con tanta naturalidad. Y sí, la llave la has metido como has podido, pero ha colado. Enhorabuena.

José Torma

23/05/2025 a las 00:12

Hola Džoker.

Qué bonito leer un texto como el tuyo, sin preocuparse de si alguien se va a sentir ofendido o te quiera cancelar.

A tunda de diálogos con un léxico muy marcado que lo hace sumamente agradable nos cuentas una historia muy divertida. Te fuiste con la narrativa de un chiste muy conocido acá en México y por un momento pensé en dejar de leer, pero me congratulo de haber seguido, porque coqueteaste con el chiste, pero te alejaste rápido.

Yo lo disfruté tanto que ya mariquita va a ser una nueva incorporación a mi soez, vulgar y poco progresivo lenguaje.

No vi y ni me fijé si había errores en puntuación, comas y demás. Solo leí con una gran sonrisa.

Gracias por tu texto tan autentico y fresco. Lo disfruté un montón.

Carlos Tabada

25/05/2025 a las 11:17

Hola Džoker, sí que es un buen relato, como sueles. La introducción hasta que empieza el nudo para mi está de lo más conseguida, con expresiones como la de la miseria o el mono jojoy. Los diálogos, ahí soy digamos de tus seguidores y nunca digo que no a un discurso crudo y cómico. Respecto a esa crudeza no quisiera animarte demasiado porque es posible que termine ocultando la calidad del resto del texto, pero aún así, cuando estaba pensando cuántos “maricas” son demasiados en 700 palabras me acordé de un cómico famoso que hace monólogos sobre 2 siamesas que han conseguido llegar a una edad madura, entiendo que a la crudeza de tu lenguaje aún le falta para ser en esencia desagradable.
Como mejora se me ocurrió que la llave igual que se la llevó el tercer parsero solo que eso no sé cuánto hubiera multiplicado los hijues..:D

Amadeo

26/05/2025 a las 11:56

Džoker
Me gustó tu cuento, a pesar que considero, tal vez demasiado soez el idioma de los tres per-sonajes, me choca el pensar si así hablan corrientemente mucha gente culta (Estudian en la Universidad) y ese pensar mío, me distrae algo en la lectura.
La llave, solo aparece un instante.
Muy buen final, por inesperado.
Espero haber colaborado
Cordiales sludos
Amadeo (Argentina)
Estoy en el 36 por si quieres leerlo y comentar.

Moldy Blaston

26/05/2025 a las 20:28

Hola Džoker, muchas gracias por tu visita y amables comentarios. Respondo a tu invitación con mucho gusto.

Tu relato destaca por su tono realista y su humor ácido, que logra retratar con autenticidad y cercanía la experiencia de los protagonistas en el Amazonas. El uso del diálogo coloquial y expresiones propias del habla colombiana (si no me equivoco) dan personalidad a los personajes, haciendo que el lector se sienta parte de la escena. La ambientación está lograda con detalles sensoriales y situaciones cotidianas que transmiten la dureza y el contraste entre la vida urbana y la selva. Además, el giro final, cargado de ironía y crítica social, aporta un cierre sorprendente y reflexivo, dejando una huella en el lector sobre las consecuencias de la inexperiencia y el choque cultural. En suma, es un relato entretenido, bien construido y con una voz propia que invita tanto a la risa como a la reflexión. ¡Muy bien logrado!
Nos leemos!!!

Codrum

27/05/2025 a las 22:52

Que texto más gracioso.
Reconozco el mérito y la originalidad
Unos menos “marica” y “joputa” no hubieran venido mal. Aún y con eso, creo que es muy original y divertido.

Los diálogos se ven bien puntuados y más naturales no pueden ser .

Así que te felicito.
Buen trabajo
Pd: si tienes algún comentario a mi reseña, por favor, responde en mi texto. ( no hace falta que lo leas o lo comentes si no quieres) es simplemente para no perderme tu comentario

Brandon Quiroga

28/05/2025 a las 17:07

Hola, compañero. Paso para agradecerte el comentario en mi texto, lleno de amabilidades y sugerencias que voy a tomar en cuenta en mi siguiente trabajo.
Por mi parte debo felicitar el pedazo de texto que nos has dejado. ¡Es un texto realmente bueno!
Debo felicitar por el buen uso del lenguaje formal (en las narración) y coloquial (en los diálogos) que haces. Realmente me encantaron los diálogos, son tan naturales que parecía que estabas leyendo una transcripción de un audio JAJSAJSAJAJAJAJA Y esa naturalidad en los textos es realmente difícil de conseguir. En tu comentario que me dijiste que mis diálogos se sienten que no encajan con las relaciones de los personajes ni con la edad de estos, y tienes muchísima razón, es algo que voy a mejorar. Tus diálogos son bellísimos.
El final también me parece impactante. Es verdad que me reí, pero fue una risa “¡noooo!, ¿pero qué ha pasado?”. Realmente he disfrutado tu cuento, lo he disfrutado un montón y realmente espero volver a leerte el siguiente mes. Enserio, felicidades, felicidades, y felicidades 😀

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