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La última frontera - por @HenkoSlowLifeR.

Web: https://www.instagram.com/henkoslowlife/

El bullicio de la cocina era casi música: risas, platos que chocaban levemente, los niños jugando. Manuel los miraba desde su silla, con esa calma que solo otorga el tiempo vivido. Un pequeño tubo de oxígeno subía hasta sus fosas nasales, y un leve zumbido acompañaba cada respiración. A sus 94 años, el cuerpo ya no respondía como antes, pero el alma seguía alerta.

Cuando Laura abrió el cajón para sacar los cubiertos, algo metálico cayó al fondo con un sonido seco. Se agachó, lo recogió y lo sostuvo a la luz.

—Papá, ¿es tuya esta llave? —preguntó, acercándose a él.

Manuel estiró la mano. Al ver la llave oxidada, el mundo se volvió bruma. La sostuvo con ternura. Le temblaron los dedos. No por debilidad, sino por emoción.

— ¿Sabéis lo que abre esta llave? —dijo, con voz clara y un destello en los ojos.

Todos lo rodearon. Hijos, nietos, su yerno, su nuera. Intuían que esa pregunta no era casual.

—Abre una historia. La nuestra. La mía con vuestra madre, mi Beatriz.

El zumbido del respirador seguía allí, constante, como el segundero de un reloj que se acerca al final de su ciclo. Pero Manuel, sereno, comenzó a hablar. Su voz era como un río que no se detiene.

Les habló del hambre de la posguerra, de las cartas clandestinas cuando ella emigró. De cómo construyeron una vida con poco, pero con amor incondicional. De las noches abrazados por el frío. De cómo lucharon para formar una familia… un legado de amor.

—Esa llave… abría un baúl. Nuestro refugio. Allí guardamos promesas, sueños, su receta preferida, mi primer poema… y una carta que nunca leí. “Solo cuando ya no esté”, me dijo. Pero nunca lo hice. Porque Beatriz… nunca se fue.

El silencio llenó la cocina. Laura le acarició el hombro.

—Hace cuatro años que partió —dijo Manuel—. Y yo… he seguido aquí. No solo. Porque el amor que sembramos fue tanto, tan hondo… que creció en vosotros. Pero mi corazón ya late lento.

Hizo una pausa. Respiró hondo. El zumbido pareció acompañar su siguiente frase como un susurro de despedida.

—La última frontera no es la muerte. Es el miedo. Y yo ya no tengo miedo. Porque ella me espera. Y todo lo que somos seguirá vivo… en vosotros.

Se recostó con lentitud. Acomodó la llave sobre su pecho, justo encima del corazón que, aunque cansado, aún brillaba. Cerró los ojos con una sonrisa leve, como quien cruza un puente invisible hacia quien ama. Y se quedó dormido con su último suspiro, para no volver a despertar.

Al domingo siguiente, todos se reunieron. Abrieron juntos el baúl. Encontraron la carta de Beatriz para cuando ella partiera antes, con una frase:

“Y aunque un día mi cuerpo ya no esté, mi amor seguirá latiendo en cada rincón donde tú respires. Siempre tuya, Beatriz.”

También estaba la de Manuel, para cuando fuera él el primero. Decía:

“Porque hay historias que no terminan, solo cambian de forma para seguir amándose desde otro lugar. Siempre tuyo, Manuel.”

Entre las dos, una carta más: dirigida a sus hijos. Un legado. Una promesa de amor que no se apaga:

“Y una vida así… siempre deja ganas de un capítulo más.”

Comentarios (8):

Ancilo

19/05/2025 a las 18:42

Esa es mi chica!!! 👏👏👏

Clarinete

19/05/2025 a las 21:16

El corazón me ha dado un vuelco al terminar tu relato. Te pongo mi primer sentimiento.

El relato me ha encantado porque has conseguido que empatice con el personaje principal, y eso es tan o más importante que estar bien o regular escrito. Es mi opinión, claro. No voy a entrar a valorar la gramática, la ortografía, etc., no me considero tan. Solo soy un aprendiz de escritor.

Como te he dicho anteriormente tu relato me ha llegado al corazón y eso para mí es lo más importante, al menos en la primera lectura.

Enhorabuena por tu relato.

Clarinete

Silvia

21/05/2025 a las 07:07

Con una lágrima cayendo por mi rostro te doy la enhorabuena. Has conseguido emocionarme con este relato.

Carlos Tabada

21/05/2025 a las 11:44

Una historia de amor realmente bonita, tanto que la partida del abuelo puede verse como un acontecimiento romántico, quizá era esa la intención.
Como duda, que no mejora ni parecido, no estoy seguro de si el relato sugiere que el hallazgo de la llave es una especie de señal para la reunión entre los amados.

Mónica Bezom

21/05/2025 a las 21:21

Hola, HenkoSlowLifeR.

Me uno a las opiniones de los compañeros; nos entregas un relato precioso sobre los tesoros de la vida a través de una prosa nítida, espaciosa como quien tiende una alfombra, mediante la cual desgranas la historia sin histerias ni melodramas, sino con emocionante dignidad. Me ha gustado mucho.
Un placer leerte.

Alberto Suárez Villamizar

23/05/2025 a las 03:31

Muy grande el sentimiento que dejas plasmado en la historia de esa pareja. Es el amor en su máxima expresión. Me cautivó y me gustó el manejo que le das para llegar al momento final de Manuel, y la espera por saber el contenido de la carta.
Felicitaciones.
Te invito a visitar mi historia ubicada en el #9.

Codrum

26/05/2025 a las 10:51

Hola, HenkoSlowLife

! qué texto más sentido!
Me parece que has conseguido en muy pocas palabras – 536, sí, las conté- hacer algo muy muy bonito.
No tiene florituras. Es quizá, un poco cliché, y aun así muy efectivo.
Has dado un tono perfecto. Lo bien puntuado de los diálogos , así como su naturalidad hacen de esas pocas palabras algo que aporta en cada frase.

Gracias por compartir este relato.
Buen trabajo.
Pd: si tienes algún comentario a mi reseña, por favor, responde en mi texto. ( no hace falta que lo leas o lo comentes si no quieres) es simplemente para no perderme tu comentario

Codrum

29/05/2025 a las 22:11

Gracias por tu comentario. Yo también soy novato. Así que aprendemos juntos

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