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La volatilidad del momento - por Pluki
Acostumbra mi casa a recibir visitas, a acoger a las amigas viudas, como yo, en tardes de baraja y tazas de té; a la inocente impaciencia de mi nieta y sus compañeros de clase alrededor de un bizcocho recién hecho, mientras mi hija abre de par en par su angustiado corazón por culpa de una crisis en su matrimonio. Pero hoy hay demasiadas personas. A algunas, hacía tiempo que nos las veía; a otras, no las conozco y, sinceramente, me desconcierta su presencia. ¿Qué será lo que celebro? No recuerdo haber invitado a nadie… Será cosa de la nueva medicación, que me aturde un poco. ¿O habrá sido mi hija que como, vive en un piso pequeño, toma mi casa prestada para diversas reuniones? Esta debe ser importante, de trabajo, tal vez, pues todos mantienen una conversación respetuosa, casi silenciosa. Permanezco durante unos minutos, como una extraña, observando la escena. Si es de trabajo la reunión, ¿qué hacen también mis queridas amigas sentadas junto a la ventana? Quizás vayan aparte y estén esperándome para iniciar el juego… El ambiente está cargado. Quiero abrir las ventanas, pero están atrancadas. Pienso en ofrecerles algo de beber y comer, y busco a mi hija para que me ayude. La veo sentada en un sillón. Parece mareada. Su marido la abanica mientras le sujeta con ternura la mano. Me parece un momento demasiado íntimo para interrumpirlo, tal vez se estén reconciliando… Decido ir sola a preparar el aperitivo. Apenas queda un poco de fruta en la nevera y una cuña de queso. ¿Cuándo se me olvidó hacer la compra? Definitivamente, dejaré el tratamiento… Busco un cuchillo y al abrir el cajón, sobre las empuñaduras blancas de los cubiertos, resalta casi obscena la llave herrumbrosa del jardín trasero. ¿Pero qué hará aquí esta llave? No me gusta que ande a mano ni mucho menos que pueda estar abierta la valla y mi nieta y los demás niños campen a sus anchas pisando las verduras recién plantadas. El jardín es mi lugar preferido de la casa. Mi pequeño paraíso en el que he cultivado a lo largo de toda mi vida numerosas especies de árboles, cactus y rosales, además del pequeño huerto… Me olvido del queso, de los inoportunos invitados y, con la llave encerrada en mi puño, salgo sigilosa hacia el jardín. Me alivia ver la puerta cerrada. El sonido del engranaje al introducir la llave y girarla me reconforta. Respiro el frescor cuando me adentro en él. La cúpula de ramas y hojas ensombrecen el paseo central y puedo sentir el descenso de varios grados en la temperatura. El aroma de las distintas flores se mezcla en un dulzor intenso y algo pegajoso que atrae a insectos revoloteando sobre los pétalos. Un canto claro y sereno llega a mis oídos: es el rumor del agua emanando de la fuente en forma de estrella y adornada con pequeños espejos de colores. Cerca está mi banco favorito, donde me paso horas leyendo y disfrutando del maravilloso silencio, roto únicamente por el trino de los pájaros. Sin embargo, los días de lluvia, me gusta sentarme bajo la pérgola, arroparme con una manta y escuchar el repiqueteo de las gotas sobre las hojas. La soledad, en dosis pequeñas, es un regalo… Algo atrae mi atención bajo el naranjo plagado de azahar. Es la primera vez que veo aquello. ¿He puesto eso yo ahí? ¿Para qué? ¿Qué es? Otra vez la memoria juega conmigo y borra el rastro de mis acciones. Mis andares son lentos, pero decididos a desvelar la naturaleza del objeto desconocido. El sol incide levemente sobre él: una superficie gris como una nube de tormenta y lisa como un mar en calma. Con esfuerzo, me arrodillo. Con curiosidad, paso las yemas de mis dedos arrugados sobre su mensaje. Entonces, lo comprendo todo. Me empapa el aguacero de sentimientos opuestos: el de la tristeza ante la ausencia de una despedida; el de la duda sobre cuánto durará esta volatilidad que me sujeta a un plano que no corresponde. Y el de felicidad que moja mi cara de lágrimas, resbalando hacia la fecha de mi muerte grabada en esa lápida bajo el naranjo. Y sobre todo, el de la inmensa paz que todo lo cubre al saber que, ya por siempre, reposaré en el silencio de mi jardín.
Comentarios (7):
Iria (Literautas)
19/05/2025 a las 14:53
Hola, Pluki. Muchas gracias por compartir tu texto con nosotros.
Aunque has incluido correctamente la llave en el cajón de los cubiertos, en este caso no funcionaría como incidente detonador, sino como un giro dentro del conflicto ya iniciado. Quien realmente pone en marcha la historia es la muerte de la protagonista.
En cualquier caso, buen relato, con una gran frase final. 🙂
Pluki
19/05/2025 a las 18:26
Gracias, Iria
Oh, vaya… 🙁 No supe aplicar bien la teoría.
Leeré y aprenderé de los textos y comentarios de los demás.
Moldy Blaston
20/05/2025 a las 21:10
Muchas gracias Pluki por tu visita y por tus amables comentarios. Te agarro la idea de un relato para la casa cada día de la semana!!!!!
En cuanto a tu escrito … ¡Qué relato tan emotivo y delicadamente construido! Has logrado transmitir con maestría la confusión y la nostalgia de la protagonista, envolviéndome como lector en una atmósfera cargada de recuerdos, emociones y una sutil melancolía. El uso de los detalles cotidianos –las amigas, el bizcocho, el jardín– aporta una gran verosimilitud y humanidad al personaje, permitiendo que cualquiera pueda empatizar con su situación. El giro final, revelando la naturaleza de la reunión y el destino de la protagonista, está manejado con elegancia, evitando el dramatismo excesivo y apostando por una paz serena y conmovedora. Creo que tu prosa es rica en imágenes sensoriales, lo que ayuda a sumergirnos como lectores en el mundo interior de la narradora.
Enhorabuena! Me ha gustado muchísimo tu relato. Te animo a seguir explorando este tipo de relatos introspectivos, porque creo que demuestras una sensibilidad especial para captar los matices del alma humana. ¡Sigue escribiendo! Tu voz literaria merece ser escuchada.
Nos leemos!!!
Iz Miranda
21/05/2025 a las 07:39
Hola Pluki:
¡Vaya emotividad se trasmite desde tus palabras!
Me ha cautivado la imagen inicial, tan cotidiana y hogareña.
Después, le otorgas una buena mecha al relato, trabajando la confusión de la protagonista entremezclada con la tristeza del ambiente a lo largo del texto hasta llegar al final donde se desvela lo ocurrido.
No puedo resumir mejor que Moldy la belleza de tu texto. Aun así, al principio me ha sorprendido que no hubiera párrafos, pero si la idea era trasladar la sensación del torbellino de ideas que solemos tener en la cabeza, ¡lo has conseguido!
Me ha conmovido especialmente saber que su familia la conocía tan bien que su lugar de reposo sea bajo el naranjo de su querido jardín. Un colofón final de categoría… y paz.
Codrum
21/05/2025 a las 08:14
Hola.
Me ha gustado muchísimo tu texto. Aunque la llave no sea el detonador, nos has guiado por un punto de vista nuevo. He leído unos cuantos textos del taller y la mayoría nos muestran a la hija o la nieta. Aún ninguno mostró a la abuela.
Me parecía el texto muy denso, visualmente, dado que no hay espacios ni párrafos diferentes. Aún así lo leí con facilidad. Tienes una dulzura y una “facilidad” en las palabras que hace que el texto se lea sin parar. Simplemente dejándote llevar de una imagen a otra.
No me he detenido a ver nada de puntuación o faltas de ortografía. El texto me ha atrapado.
Buen trabajo
Pd: si tienes algún comentario a mi reseña, por favor, responde en mi texto. ( no hace falta que lo leas o lo comentes si no quieres) es simplemente para no perderme tu comentario
Codrum
23/05/2025 a las 13:44
Muchas gracias por tu comentario.
me ha sido muy útil.
Lo de que sea la llave del bano, era para certificar su desgracia, quitándole todo el glamour.
En cuanto a la primera frase… tienes razón. le dí muchas vueltas y terminé eligiendo la frase más sencilla. No sabía como empezar en media res sin una larga introducción.
Y el siguiente consejo que me has dado, tienes toda la razón. El climax se diluye demasiado rápido.
Creo que no he cumplido con los objetivos del taller. Nadie encuentra una llave olvidada.
Así que de nuevo te agradezco la valoración y tus comentarios, has acertado en todos.
Miriam Ugryn
05/06/2025 a las 08:01
Hola Pluki, si tienes razón encontrar la llave no fue el disparador de la historia pero elaborarste una buena historia de fantasmas que reviven sus úlltimos momentos antes de que su alma parte, recorriendo un lugar de la casa que siempre amó y donde pasó sus mejores momentos. Buenas imágenes y metáforas pero a veces algo excesivas.