Literautas - Tu escuela de escritura

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La última frontera - por Diana T

Tras ocho años en el negocio, cocinar se ha vuelto algo rutinario; gris y oxidado como el grifo de la cocina. Lo hago de forma automática, y las emociones y el color que antes desbordaban de mis platillos han desaparecido.

Picar, freír, emplatar, lavar y repetir.

Por supuesto, hace tiempo lo amaba, pero ya no estoy segura. Y si la vida es algo que vale la pena vivir, ¿no deberíamos amar cada día?

Meneando la cabeza, sacudo estos pensamientos de mi mente mientras arrojo el arroz cocido en la sartén, burbujeante con aceite. La sencillez de su sonido me saca una sonrisa.

Busco las tenazas y un cuchillo para cortar el pescado. Al abrir el cajón, algo llama mi atención, y no era la cuchara sopera que alguien había guardado ahí erróneamente. Cuando mis dedos rozan la llave, siento su carcomida y empolvada superficie, y lo único en lo que puedo pensar es en que tendré que lavar los cubiertos del cajón. Alrededor de ella hay un papel con la siguiente nota:

La última frontera separa al individuo de la sociedad. Encontrarla es difícil, pero no imposible; y para hacerlo debes preguntarte: ¿Qué harías si de repente toda la humanidad desapareciera?

Vaya cosa más extraña para guardar en la cocina. Me pregunto quién y por qué la habrá ocultado. Sin duda merece una buena regañina, aunque también ha planteado un interesante dilema.

¿Qué haría yo?

Directamente encontraría algo que hacer con lo que tengo; mis manos, hiperactivas por naturaleza, siempre encuentran algún proyecto propio. Experimentaría con una cocina para mí sola. Los platos serían mi lienzo, los ingredientes mis pinturas, y no tendría que seguir las órdenes de clientes quisquillosos ni de jefes de malhumorados.

Y después… la verdad desearía mostrar mi obra a alguien que la degustara y me dijera qué opina, solo para escuchar su comentario y sentir que mi trabajo es real. Pero no; estaría sola. Miraría por la ventana, asimilando el desconcertante hecho.

Seguiría haciendo todo lo posible por sobrevivir, y a su vez, buscaría una pista sobre el paradero de los demás. Soy muy terca y necesitaría saberlo, lo cual eventualmente me volvería demente. Imaginen: demente de día y sonámbula de noche; sería insoportable. Claro, de haber otras personas que tuvieran que soportarme.

Como no puedo dedicarme a cocinar y comer todo el día, tendría que buscar otra actividad que me entretuviera. Podría sembrar algunas de las semillas del almacén, solo para ver una planta crecer lentamente; pero con mi habilidad para la jardinería, seguro moriría en menos de una semana. Lloraría un rato, meditando en lo volátil que es la vida y me cuestionaría mi propia existencia, pero luego me obligaría a seguir adelante.

Recordaría la sabiduría de mi madre, quien me hubiera dicho que sin importar las dificultades, la vida es hermosa y vale la pena vivirla. Comprendería que si me encuentro ahí sola es porque el destino lo ha dispuesto de esa manera y confía en mi capacidad para sobrellevarlo.

Mi vista se posa nuevamente sobre la llave, y de repente, escucho voces que me susurran. Al principio no comprendo lo que dicen, hasta que distingo las palabras de personas como yo.

“Haría lo que nunca pude.” “Disfrutaría del silencio de la naturaleza.” “Construiría un museo para recordar lo bueno de las personas.”

Poco a poco los tonos se vuelven más sombríos.

“No podría con ello…” “Sería demasiado…” “Me deprimiría…” “Me suicidaría…” “Luego me suicidaría…” “Me mataría…” “No valdría la pena seguir…” “Me suicidaría…”

“Suicidaría…”

“SUICIDARÍA…”

La palabra retumba en mis oídos. Observo la sangre en la parte posterior de la llave y el cuchillo reposando en el fondo del cajón. Su hoja afilada ha cortado mi piel incontables veces, pero nunca con propósito o intención. Sólo sé una cosa: me llama.

¿Qué me está pasando? No puedo evitarlo.

“Me suicidaría.”

Tardo unos segundos en reconocer mi propia voz. La llave se resbala de mis manos y cae al suelo con un golpe metálico que reverbera en las paredes de la cocina. Como despertando de un letargo, regreso a la realidad.

Escucho los gritos molestos de otro cocinero, pero no capto lo que dice. Mi mente repite incesantemente la misma frase:

“La vida es algo que vale la pena vivir, pero depende de nosotros amarla.”

Apenas doy cuenta de la nube de humo gris que me envuelve y del penetrante olor a quemado, corro hacia la estufa para apagarla. Pasada la crisis, desecho los granos ennegrecidos del arroz, ahora incomible.

Comentarios (9):

Diana T

19/05/2025 a las 17:14

Hola 👋

Como pequeño contexto detrás del relato, quería decir que por tantas actividades pendientes, este mes no pensaba escribir, pero como ven, aquí hay un relato, y eso es gracias a la inspiración del profe Tomás y los interesantes debates que plantea en clase, y a Sev que me ayudó a realizar una revisión qué de veras entiqueció este relato.

Que sepan que si has leído esta historia es gracias a ellos. Saludos, y espero que lo disfruten.

Otilia

20/05/2025 a las 10:19

Hola, Diana, gracias por presentarnos tu historia.
El relato me ha gustado, se lee de un tirón y como única pega te diría, aunque yo no sé la alternativa, que me chirría tanto verbo en la forma condicional: encontraría, suicidaría, recordaría, mataría, haría… ¡Felicidades!
Saludos.

Cristina Ayala

21/05/2025 a las 06:37

Hola, Diana.
Desde el principio la historia me ha atrapado. Primero por la forma de explicar lo cotidiano, el detalle y la evocación de sensaciones; luego ese giro inesperado me ha parecido muy interesante y sorprendente.
La narrativa es buena y se lee y comprende con facilidad, lo que siempre es un punto a favor.
Posibles puntos de mejora: Hay alguna frase que no me ha convencido, como por ejemplo: “Al abrir el cajón, algo llama mi atención, y no era la cuchara sopera que alguien había guardado ahí erróneamente”. Hay un error en el tiempo verbal “era” ya que estás narrando en presente, pero más allá de eso, toda la parte de lo que no era, a mí me sobra. Un punto después de “atención” quedaría más elegante.
Coincido con Otilia en que tanto condicional se hace excesivo y, sobre todo, le quita fuerza al relato porque narras cosas que no están pasando, son solo posibilidades en su cabeza. Creo que el relato tendría muchísima más fuerza si hubieras continuado en presente, como si todo eso desde que toca la llave estuviera ocurriendo de verdad.
Pero me gusta acabar con lo bueno, y es que el relato me ha enganchado y me ha gustado mucho. ¡Buen trabajo!

Jose Luis

22/05/2025 a las 00:37

Hola Diana
Gracias por pasarte por mi relato
Tu cuento me ha dejado un buen sabor de boca. Tiene cuerpo, aroma y sustancia. Lo has emplatado y presentado igual que el personaje.
El personaje se siente real, sus pensamientos son vívidos y tiene profundidad humana. Sabe cocinar y sabe pensar. Tiene, y menos mal por su futuro y porvenir, un deje de optimismo heredado de su madre que la mantiene con vida al recordar sus sabias palabras, para no dejarse llevar por la maldición de la llave.
Un saludo

Diana T

22/05/2025 a las 14:51

Hola Otilia, Cristina y José Luis.
Muchas gracias por tomarse el tiempo de leerme y comntarme.

Otilia, sí yo también creí en un inició que tanto “-ía” de los versos agregaba una alteración un tanto enfadosa al relato, aunque (al estar inspirado en las respuestas de mi clase ante tal dilema) quería que se notará qué todo eso estaba ocurriendo en la mente de la protagonista, y no encontré una mejor manera. Al final me convencí amí misma de que era un tono “inusual” para darle al relato.

Cristina, gracias por marcar ese “era” que se me fue, y la frase originalmente agregaba otro párrafo a la historia que nos permitía presentar el carácter del personaje, pero por límite de palabras tuve que cortarlo, pero la frase de la cuchara se quedó ahí.

José Luis, me encanta la descripción que hiciste del personaje a partir del relato, casi lo conoces mejor que yo.

Saludos a los tres.

José Torma

22/05/2025 a las 23:07

Hola Diana.

Los relatos en primera persona cuestan mucho, a mi modo de pensar. Así que aprecio mucho cuando un compañero se avienta al ruedo.

A mi me ha gustado de principio a fin, encontré algunas cosillas como una posible falta de coma, un tiempo verbal y otras menudencias que no demeritan la historia. A mi me gusta cuando una frase una palabra, detonan una miríada de imágenes en mi cerebro que convierten el relato en algo cinematográfico. La imagen de como ella misma se iba hiriendo con el cuchillo, sucumbiendo a las voces, me erizó la piel. Muy bien logrado.

Felicidades

Codrum

24/05/2025 a las 15:09

Hola Diana.
Empiezo por el final: no me ha gustado nada.
El último párrafo me ha descentrado, descolocado… sacado del texto por completo.

Dicho esto y , omitiendo el último párrafo, me alegro de que te animaran a enviar este texto. Me ha gustado mucho tu texto.
Entiendo el comentario de otros compañeros por el asunto de los hipotéticos. Puede que sean demasiados y abrumen, pero cada uno de ellos es una consecuencia, una relación.
Creo que plantean dilemas y son muy importantes en el texto.
Si son muchos o pocos, le corresponde a la autora valorarlo.
El ritmo va subiendo en una espiral sin freno. Desde una cotidianidad soporífera al caos absoluto. Me ha gustado mucho como has manejado eso.
Sin ser experto, mejor dicho, soy un gran inexperto, me parece que el detonante de esta historia sí que es la llave.

Gracias por compartir el texto
!Buen trabajo!

Pd: si tienes algún comentario a mi reseña, por favor, responde en mi texto. ( no hace falta que lo leas o lo comentes si no quieres) es simplemente para no perderme tu comentario

Diana T

24/05/2025 a las 15:41

Hola José y Cordum.
Muchas gracias por su tiempo y comentarios.

José, me alegra que hayas disfrutado de la historia y que las imágenes plasmadas en en relato te hayan evocados las emociones deseadas, mi hermana me dijo que la escena donde pensaba en cortarse a sí misma era demasiado abusadora, pero qué bueno que te haya gustado.

Cordum, ya comenté esto en tu relato, pero para tenerlo también aquí por si otro lector tiene la misma duda; respecto al final, quería comentar que a mí también me pareció apresurado, pero eso es por el límite de palabras. La idea de la imagen del arroz quemado daba cabida a una reflexión posterior de que “de acuerdo, la vida no es maravillosa, hay más fallos que aciertos, pero qué va, a fin de cuentas es así” y en el proceso de ello, tener una discusión con su jefe y abrir la puerta para un “nuevo comienzo”, otra oportunidad que le dio la “última frontera” y un pequeño “epílogo”, se le podría llamar, donde tiene su propio restaurante llamado “Ultima Frontera”, y que alguien le pregunte por cierta llave con sangre que guarda enmarcada; pero obviamente el relato se alargó a más de 1000 palabras, y decidí cortarlo antes de esta escena, y por petición de una amiga, quien sintió un vínculo sentimental con la imagen del arroz quemado (metafóricamente), lo dejé ahí.

Muchas gracias a los dos por sus comentarios, y nos leemos 😄

Codrum

24/05/2025 a las 21:51

Hola , de nuevo , Diana T.
Gracias por tu comentario a mi texto.
La explicación que me has dado sobre tu final me parece plausible. Y es tu obra así que entiendo que elegías lo que mejor te conviene y lo que te apetezca.
Pero como yo no disponía de esa información al leer tu relato, ese último párrafo me dejó un resquemor a quemado 🤣
Es mi opinión de lector mediocre, pero tendría mucha fuerza el final sin él.

Dicho eso, te vuelvo a felicitar por tu trabajo y a agradecer que leyeras mi texto. Gracias por tus bonitas palabras

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