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La última frontera - por Yolanda TR.
Mara tenía sentimientos encontrados. En apenas dos días había perdido y hallado algo de gran valor.
Acababa de enterrar a su madre y una parte de su alma había quedado enterrada con ella.
Era la única persona en el mundo que la calmaba y le proporcionaba estabilidad. Bueno, ella y las pastillas.
Después de una larga estancia en el hospital psiquiátrico, Mara había vuelto a casa, curada y con ganas de labrarse un futuro como enfermera. De eso hacía ya tres días.
Sin embargo, en unas pocas horas todas sus ilusiones se desmoronaron. Contra todo pronóstico, encontró a su madre muerta en la cama (una muerte súbita causada por una arritmia, dijo el médico) y se bloqueó. Empezó a dar vueltas por la casa como un autómata, con la mente vacía, absolutamente perdida y desconsolada. No sabía cómo ni cuándo, pero llamó a emergencias, a su hermana Eli y organizaron el funeral. Apenas recordaba nada de las últimas treinta y seis horas.
Hasta que esa misma mañana la niebla mental se despejó cuando encontró una pequeña llave oxidada en el cajón de los cubiertos. Estaba en el fondo, oculta bajo un trapo de cocina. La miró, fascinada. No necesitaba leer la etiqueta que colgaba de ella para saber que se trataba de la llave que abría el cobertizo del huerto familiar, el lugar donde su padre guardaba las herramientas y que, desde pequeña, ella había aprendido a utilizar tan bien.
Una cascada de recuerdos la sacudió con fuerza mientras un caos de imágenes desfilaba a toda velocidad por su mente. Recordaba perfectamente aquellas tardes de verano martirizando insectos; el olor de los tomates, las cebollas y las azaleas; o los gritos de sus padres cuando ella y Eli jugaban a perseguirse entre las matas de hortalizas. Pero, sobre todo, recordaba su colección de animalitos.
Y algo se activó en su interior.
Condujo con ansia el coche de su madre unos quince minutos en dirección al río, a la zona de los huertos. Cada parcela se distinguía de las demás por las vallas metálicas que las separaban. Algunas estaban repletas de maleza, otras, en cambio, parecían un jardín vertical. Pero, sin importar su estado, todas ofrecían cierta intimidad a sus propietarios.
Mara echó un vistazo alrededor. Allí parecía que no hubiera pasado el tiempo, así que no le fue difícil encontrar el huerto que buscaba aún después de tanto tiempo.
En cuanto vio el cobertizo, sus pulsaciones se dispararon con fuerza por la emoción. Se dirigió a la parte de atrás de la pequeña edificación de ladrillo, se arrodilló y empezó a escarbar frenéticamente en una de sus esquinas. Pronto se topó con algo duro, así que siguió excavando hasta poder sacar la cajita que durante tanto tiempo había permanecido escondida. Se sentó con ella en el regazo y la abrió con mucha solemnidad. Sonrió. Allí estaba su preciada colección de huesecillos.
Ahora recordaba con nitidez cada golpe, corte y desmembramiento que, con precisión, le había practicado a una gran variedad de animales, incluido el gato de su hermana. Sí, dentro de la caja estaba su collar y el de varias mascotas del vecindario.
En ese instante, Mara se sintió más viva que nunca, como si en su interior creciera un poder imparable.
Tuvo un momento fugaz de remordimiento al pensar en los años pasados en el psiquiátrico, esforzándose para volver a ser lo que el doctor definía como «una persona normal». Ahora se daba cuenta de que lo que habían intentado era impedirle ser ella misma. No entendían que ella disfrutara hasta el éxtasis causando dolor y sufrimiento a otros. Pero a ella ya no le importaba, se acabaron las pastillas. Era libre y estaba decidida a romper esa barrera, una última frontera para la que el mundo no estaba preparado.
Y el mundo ofrecía un sinfín de posibilidades.
Comentarios (8):
Osvaldo Mario Vela Saenz
19/05/2025 a las 16:10
Hola Yolanda Saludos desde México. .
He leído tu historia sin ningún tropiezo. La lectura es clara y entendible. El personaje Mara cautiva. Yo como lector, con los antecentes que lq describes, pensé para mis adentros pobre mujer no tendra en quien qpoyqrse y su futuro se desinflará. Pero, el uso del reto principal. dio paso a una historia genial.
Te felicito y trataremos de seguir participando en este taller que tanto ayuda.
Codrum
20/05/2025 a las 08:47
Hola,
Me gustaría preguntarte por
1.- el motivo de los cortos primeros párrrafos.
2.- por el uso de de paréntesis en esta frase: Contra todo pronóstico, encontró a su madre muerta en la cama (una muerte súbita causada por una arritmia, dijo el médico) y se bloqueó.
?se podría haber usado guión largo?
Tras esto te diré que tu texto me ha gustado mucho. Lo leí sin distracción y cada vez abriendo más los ojos por la sorpresa. Me recordó a un cuento “Las aventuras de la princesa y el señor Fu: La COSA de debajo de la cama” de Patrick Rothfuss.
El tono que has logrado hace que todo tenga una doble capa y el final impacte más. Estoy de acuerdo con lo que comentó Osvaldo.
La ambientación y la limpieza del texto son muy buenos, jugando con el lector.
Faltas de ortografía no me llamaron la atención. (no soy el mejor para eso) .
!Buen trabajo!
Pd: si tienes algún comentario a mi reseña, por favor, responde en mi texto. ( no hace falta que lo comentes si no quieres) es simplemente para no perderme tu comentario
Codrum
20/05/2025 a las 08:49
Hola de nuevo, Yolanda.
Se me olvidó decirte que has logrado cumplir con las premisas del taller. La llave es -en mi opinión- claramente el catalizador de la historia.Del mismo modo que la protagonista se enfrenta a su última frontera y la traspasa. Dando significado al título.
Don Kendall
20/05/2025 a las 14:32
Magnífico relato. Se queda uno a gusto tras su lectura y sin gana de hacer desmenuzamientos críticos.Eso es EMDO la mejor etiqueta.
Gracias por el aporte. Un abrazo y salud
Codrum
20/05/2025 a las 14:43
Gracias por tus aclaraciones. Deberé echar un ojo a eso de los párrafos cortos y ver como afecta a la lectura.
Es que los tres primeros, me parece raros separarlos dado que hablan casi de lo mismo. son una continuidad el uno del otro. Pero como tú dices, pueden ayudar a captar más la atención y generar expectación.
Gracias por la ayuda.
Mara tenía sentimientos encontrados. En apenas dos días había perdido y hallado algo de gran valor.
Acababa de enterrar a su madre y una parte de su alma había quedado enterrada con ella.
Era la única persona en el mundo que la calmaba y le proporcionaba estabilidad. Bueno, ella y las pastillas.
CARMELILLA
23/05/2025 a las 16:27
Hola, Yolanda.
Gracias por pasarte por mi relato y por tu comentario.
¡Cómo nos has engañado, Yolanda!
Buenísimo tu relato, esa mujer que despierta tanta ternura con su problema de salud, la difícil experiencia del psiquiátrico y con la triste pérdida de su madre…¡tan peligrosa y la has dejado suelta!
La empatía que has logrado que tenga hacia tu protagonista durante todo el relato gracias al tono del mismo y a como has ido describiendo su situación, se ha evaporado en un suspiro con el giro final y me ha dejado con la boca abierta.
Con un lenguaje sencillo has conseguido mucho.
Un ritmo pausado inicialmente que la llave lo va acelerando de manera muy acertada.
La trama me ha embaucado.
Tu relato impacta.
Muy buen trabajo, Yolanda.
Saludos.
Alberto Suárez Villamizar
25/05/2025 a las 18:48
Hola Yolanda T
He leído tu historia y me parece interesante el uso que le has dado al encuentro de la llave, y la manera como a Mara le renacen los recuerdos de sus años de infancia. Una historia bien construida que a mi me llevó a la actividad que desarrollamos en la escuela para cultivar las huertas. La historia es directa y sin muchos rebusques. Felicitaciones.
Estoy participando en el taller con la historia #9, y te invito a visitarla.
Pato Menudencio
05/06/2025 a las 16:18
Me sorprendió el final del relato. Quedé plop.
Por el nivel de salud mental de la protagonista, estudiar enfermería tb es una idea plausible (lo siento, humor de hospital XD).
Saludos y nos seguimos leyendo.
Me demoré un poco en comentar tu relato, la vida laboral me tuvo atrapado.