Literautas - Tu escuela de escritura

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LA ÚLTIMA FRONTERA - por OtiliaR.

«Ahora que todos tenemos sesenta años…». Leí esta frase en uno de los libros que llenaban mi adolescencia de sueños. Entonces esa edad sonaba muy lejana, y, sin embargo, ayer mi amiga de infancia e instituto, Emy, me la recordó por teléfono. Creía que era un buen motivo para convocar a los amigos de juventud.
—Nos juntaremos para celebrar que vivimos, recordar batallitas y avivar la vieja amistad ― añadió riéndose.
No quise oír más. Le corté con una disculpa boba, prometiendo que la llamaría lo antes posible.
La tristeza me invadió y lloré. Entre lágrimas, los recuerdos despertaron. Apareciendo imágenes de aquella época grabadas en mi retina y que durante años había intentado velar para no sentir nostalgia o, peor aún, un dolor intenso.
Los siguientes días no pensé: el trabajo se apoderaba de la mente y, cuando la jornada laboral terminaba, la ocupaba con otras actividades.
Pero el destino es tozudo. Días después en la visita cotidiana a mi madre, revolviendo en el cajón de los cubiertos para encontrar un abridor, mi mano topó con una llave oxidada. «¡No podía ser!».
Temblaba cuando busqué el viejo álbum con su candado y su melodía clásica al abrirlo. Aquellas caras difuminadas por el tiempo, desde el papel descolorido, me mostraron que lo que había pasado desde entonces era mi vida. Allí estábamos, manifestándonos con pancartas, corriendo ante la policía como si fuera el juego de niños: a pillar. O compartiendo porros y copas.
En primera fila siempre él, Xabi. La figura de un joven deportista, risueño y guapo. Con vehemencia, defendía cualquier causa que creyera justa y arrastraba a los demás. No necesité empujón: le quise desde el primer día que le vi en el instituto. Nos hicimos novios en Bachillerato y a esa época corresponde, así sigue permaneciendo en mi memoria, lo más parecido a la felicidad que nunca he experimentado.
Las fotografías se sucedieron: campamento en la montaña, días de playa, fiesta de graduación vestidos con las mejores galas. Sin duda, la chica mejor vestida y más elegante era Almudena.
La Universidad separó nuestros caminos, pero no enfrió la amistad de la cuadrilla. Las excursiones de fines de semana y las vacaciones la mantuvieron viva.
El primer verano de universitarios conocimos a Luis, amigo madrileño de Almudena. Estudiaba tercero de Arquitectura, un cerebrín con pinta de hombre conservador, serio y poco aventurero.
Las chicas vimos que esta bebía los vientos por él. Distinto era el sentimiento de Luis. Mis dudas empezaron cuando, en salidas y reuniones, él intentaba ponerse siempre a mi lado sin quitarme los ojos de encima.
Los años pasaban rápidos, aunque no tanto como ahora, y empecé a pensar cómo quería vivir. Tanto Xabi como yo terminábamos Derecho. Él lo tenía claro: iba a trabajar de abogado laboralista, ya practicaba en un bufete. Lo económico no le importaba. A mí sí.
No quería trabajar entre papeles todo el día, y luego llegar cansada a un piso de barrio a seguir con las labores de madre. Lo tenía tan claro en mi cabeza que empecé a darle vueltas a una idea.
La puse en marcha cuando asistimos al concierto de La Frontera, el grupo de rock que arrasaba. Allí me acerqué a Luis:
—¡Enhorabuena! Ya sé que estás trabajando con el mejor arquitecto ―dije besándole.
—Gracias, preciosa —respondió acariciándome con la mirada entretanto la música desataba la histeria.
Al día siguiente, Luis me llamó por teléfono y quedamos para hablar. Sabía lo que iba a suceder. Sentí por dentro un vacío y en mi corazón clavados unos ojos negros, pero tomé la decisión: mi bienestar personal a toda costa.
Me confesó que estaba enamorado de mí y me pidió matrimonio. Después me beso con pasión.
Intenté hablar con Xabi, pero supe que no podría mirarle a los ojos, y le escribí una carta. No hubo contestación.
Creyendo lograr mis sueños, me casé con Luis. Viajamos a Londres por su trabajo y este nos mantuvo allí quince años. Y la vida siguió sin pedir permiso.
El deseo de Emy de reunirnos, al principio, me produjo vértigo; luego pensé:
«¿Por qué no? He tenido que convertirme en sexagenaria para poder mirar de frente los ojos negros de Xabi y decirle, al fin, lo que entonces no le dije».
Llamé a Emy:
—He decidido que iré.
—¡Cómo me alegro! Os apuntaré a los dos y ¡lista completa! —respondió pletórica. Y añadió—: A Xabi le encantará verte. ¿Sabes? Ahora es un peso pesado en las esferas del poder.

Comentarios (6):

Clarinete

20/05/2025 a las 19:16

Una historia de amor y juventud desde la perspectiva de los sesenta años.

El recuerdo de un amor de universidad, el verdadero amor por el que al final se decide y, volver a reencontrarse con sus amigos y su amor es la verdadera historia de tu texto.

Me ha gustado, creo que es el mejor piropo que se le puede hacer a tus letras.

Un saludo

Clarinete

Cristina Ayala

20/05/2025 a las 20:53

Un placer leerte, Otilia.
Quizás porque tengo ya unos años, he podido identificarme muy bien con la historia y me ha parecido entrañable y sincera.
Pros: El texto fluye muy bien, es comprensible e interesante. Yo tal vez hubiera puntuado alguna frase de otro modo y hay algún pronombre que no cuadra, pero son cosas menores y no le restan mérito al relato.
Posibles puntos de mejora (según mi opinión):
– Creo que el título no guarda ninguna relación con el relato (o es muy rebuscado).
– Me gustaría saber el nombre de la protagonista (sabemos los nombres de todos los demás pero no del personaje principal). Sería fácil añadirlo en la frase que le dice Emy al principio del relato.
– También sobre la protagonista: no sé si he entendido bien la historia, pero ella deja a su verdadero amor y se casa con el que parece tener un futuro mejor, económico y/o de posición social. Esto hace que caiga mal y no puedas empatizar con ella, con lo cual, cuando en la frase final descubre que a su verdadero amor le ha ido bien en la vida, en cierta forma el lector se alegra de su desgracia (entiendo que se arrepiente de su decisión)… No sé si es lo que buscabas, pero como te he dicho, esto dificulta empatizar con el protagonista y que te importe lo que le pueda pasar.
Dicho esto, quiero terminar con lo positivo, y es que me ha gustado y me ha resultado amena.
¡Buen trabajo!

Osvaldo Mario Vela Saenz

22/05/2025 a las 15:16

Hola Otilia, me encanta el tema de tu relato y la edad que mencionas.

a los sesenta y uno, escribi esto sobre el primer amor:

El primer amor es sublime Sientes cosas muy bonitas Te enamoras de su cara Te enamoras de sus ojos Te fascina su sonrisa Y su voz tan modulada

El tiempo pasa inexorable Y llegan a tu vivir Otras caras más bonitas Ojos que brillan más Sonrisas que te provocan Lo vivido te hacen olvidar.
A todos nos pasa. el tema es interesante. te felicito y nos leemos.

CARMELILLA

22/05/2025 a las 15:39

Hola, Otilia.
Has escrito un relato nostálgico y reflexivo y si lo he entendido bien creo que la protagonista muestra su frustración por las decisiones que fue tomando en lo que se refiere al amor y lo pragmático. Tengo la sensación que se equivocó con su elección definitiva.
El lenguaje es sencillo.
El ritmo pausado creo que es acertado para el tono nostálgico del relato.
El conflicto del relato lo tiene la protagonista consigo misma por las decisiones que ha ido tomando y con las que parece no está muy feliz. Sin embargo me parece interesante que tome la decisión de acudir al evento y enfrentarse a lo que pudo ser y decidió que no fuera. Este aspecto le da un punto de intriga al relato sobre qué pasará tras el encuentro.
Estoy de acuerdo con cristina en lo que se refiere al título y a identificar a la protagonista.
Quizá falta algo más de conocimiento sobre Xavi, Luis y la protagonista.
Buen trabajo, Otilia.
Saludos.

Me parecein

Codrum

24/05/2025 a las 23:25

Hola, Otilia.

Muchas gracias por tu tierno relato.
Me ha pasado ha Cristina Ayala. No consigo
empatizar con la protagonista.
También dudo de que el catalizador de la historia sea la llave o la llamada.

Lo demás me parece un texto muy entretenido, limpio y sencillo de leer. Desconozco tu edad, pero si no andas por los 60 has hecho un trabajo muy bueno expresándote como una persona de esa edad . Para enriquecer aún más la nostalgia que impregna tu texto, Frenaría un poco más la velocidad de las frases. así sería un poco más “adulto/ anciano”

Y sobre todo, consigues en 750
Palabras contar toda una vida. Lo cual me parece imposible. Me faltarían palabras.
Eso es un gran mérito del que tienes que sentirte orgullosa.

Lo formal, me parece que no tienes ni un error. El texto se lee sin distracciones y de una forma muy fácil.

Buen trabajo.
Pd: si tienes algún comentario a mi reseña, por favor, responde en mi texto. ( no hace falta que lo leas o lo comentes si no quieres) es simplemente para no perderme tu comentario

Otilia

30/05/2025 a las 09:07

¡Buenos días, Literautas!
Muchas gracias, Clarinete, Cristina Ayala, Osvaldo Mario, Carmelilla y Codrum por leer mi historia, por los comentarios y por los mejorables que tendré en cuenta.
Saludos y hasta la próxima escena.

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