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La última frontera - por Alejandra DubónR.
Web: https://www.instagram.com/its.rebeca_1009
– ¡Estoy harto, esto no puede seguir!
– Ya va un año, nadie puede explicar cómo es que pasa.
A todos nos molesta que nos quiten nuestras cosas, pero no pensé que les molestaría tanto. Ya todos me odian sin conocerme, y sé que me matarían a golpes si supieran que soy yo el que roba del congelador los almuerzos. Dicen que está mal tomar lo que no es tuyo, pero se siente tan bien. No puedo evitarlo, cada que abro esas puertas, el olor de comida congelada emborracha mis sentidos, y de un momento a otro, estoy en mi oficina devorando como un animal los alimentos de mis compañeros.
– ¿Oíste? Comenzaron a despedir a personas que creían sospechosas por los robos que se están dando.
– Ojalá atrapen a quién sea el maldito ladrón. No creo que sea alguien tan cercano a nuestro departamento, sería muy estúpido robar en tu misma área.
– No lo sé. Solo espero que atrapen al monstruo. Es lo que es, lo que hace no es humano.
Estúpido. Monstruo. Eso soy para los humanos. Quizá porque no saben quién soy. Si supieran, tampoco me considerarían humano. Es raro, ¿Verdad? Cómo si ser humano fuera ser santo.
Yo no recuerdo quien era antes de ese día. Toda mi vida es un recuerdo bloqueado, como si nunca hubiera vivido antes de ese día. Era un muerto viviente, quizá por eso las miradas, los susurros, todo eso me ha perseguido siempre. Pero desde que abrí ese cajón, ya jamás escuché los murmullos a mi alrededor. Encontré esa llave oxidada, casi imperceptible por su diminuto tamaño. Esa llave, no sé si maldita o bendita. Mi condena a ocultarme en las sombras. Mi libertad en descubrir mi verdadera naturaleza.
– “Los supervisores hacen lo imposible en descubrir quien se llevó los documentos que contenían…. Hace un año que esta búsqueda esta en vigencia. Aún no hay declaraciones y se teme que los listados se hayan perdido. Mientras, siguen desapareciendo…”
No fue muy inteligente poner las instrucciones de aquella llave en el mismo cajón, pero gracias a eso en menos de una hora me encontraba cruzando todas aquellas oficinas que levaban a una caja que guardaba un listado de personas, y sus pertenencias en aquellas puertas. Tal vez se me salió de las manos, pero no puedo parar, una idea cruzó mi mente una vez, otra y otra, y ya era demasiado tarde para detenerme.
Día a día veo a las personas cruzar lo que se piensa que es la última frontera. Para mí, esa última frontera comenzó ese día, y estoy muriendo de a poco, pero nunca me había sentido más vivo.
No me preocupa ser descubierto, la tecnología no es lo suficientemente avanzada para atraparme. Tampoco hay testigos, aunque un día mi compañero me vio en mi verdadera forma, pero igual, nadie le creería.
Me detuve por un tiempo, en lo que mis compañeros y los supervisores se calmaban con querer atrapar al monstruo. Cada semana que pasaba la ansiedad me consumía, necesitaba ese olor congelado. Por suerte, los supervisores se resignaron a encontrar sus documentos, y mis compañeros a encontrar quien se robaba sus alimentos.
Reviso el congelador, y ahí está el contenedor que tenía escrito en la lista desde la semana pasada, la viñeta dice “Camila Castro”, alguien no tendrá un buen día hoy. Luego de mi almuerzo y regresar el recipiente, llega la enfermera con otro listado, hoy llevo cirugía con una paciente que necesita trasplante de corazón. Entro al quirófano, y el olor a sangre me embriaga como de costumbre. Las enfermeras se preparan para asistirme, una abre el recipiente, pero el corazón ya no estaba.
Comentarios (4):
Brandon Quiroga
19/05/2025 a las 18:06
Hola, Alejandra. Es un gusto leerte de nuevo.
Como el cuento anterior, reitero mis felicitaciones por la creación de un ambiente surrealista. Me gusta la manera en la que creás la psique de una hombre convertido en una bestia sin mencionar qué clase de bestia es. El giro al final del relato, en el que los “almuerzos” que la bestia come son órganos dentro de un hospital, es bastante sorpresivo.
Claro, existen errores gramaticales, pero son muy puntuales y no los menciono ya que, por mi parte, no considero que sea necesario hacerlo.
Te felicito por tu trabajo, nos seguimos leyendo el siguiente mes. Estoy en el puesto 7.
Carme González Graell
21/05/2025 a las 08:55
Hola, Alejandra.
He leído tu relato y debo decir que me ha sorprendido. Tiene un punto extraño y surrealista, ya que en un principio no se sabe muy bien de qué habla el personaje. Pero vemos que hay algo que lo ha transformado en un monstruo.
El final sorprende al descubrir que roba órganos del hospital.
No me queda claro con quién habla al principio. quizás debería ser todo el relato como un pensamiento del personaje. Es solo una sugerencia.
Saludos,
Carmen González
Codrum
21/05/2025 a las 21:55
Hola , Alejandra.
Que texto más bien hilado. Me ha gustado mucho la rareza de la situación.
El final aunque he entendido que se alimenta de órganos me ha quedado un poco raro el que sea su operación para un nuevo corazón.
Al haber hecho una descripción tan larga del día a día y de todas las fechorías de este monstruo, me llegó el final precipitado y no lo pude “saborear” . Quizás por eso me perdí.
Te diré que el ambiente que creas desde el principio es genial . Me atrapó .
Me gusta la tensión que sustenta todo el texto.
Y la facilidad con la que se lee.
Salvo lo que te he comentado del final, me parece un gran texto para el taller. Creo que con una revisión conjunta de él, podríamos aprender todos mucho.
Un texto muy original.
! Buen trabajo!
Amadeo
22/05/2025 a las 13:20
Alejandra
Buen cuento pero algo confuso, no me queda claro qué/quién es el personaje, qué come del congelador (¿un corazón?), lista de órganos…
¿supervisores?… ¿Compañeros?… En fin…
Espero haber colaborado.
Un cordial saludo
Amadeo
Estoy en el Nº 36 por si quieres comentarlo.