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¿El fin justifica los medios? - por Pilar (marazul)

Hoy es el gran día. Por fin hemos conseguido la ansiada estrella Michelin. Mirándome en el espejo me veo perfecta:los botones dorados con el emblema del Restaurante le dan un toque distinguido a la chaqueta blanca, pantalón oscuro, pelo recogido en un moño tirante que enmarca mis ojos negros…Y como hoy es un día especial, me he pintado los labios de rojo.
Me ha costado mucho llegar hasta aquí, sorteando trabas y zancadillas, pero siempre he salido triunfadora. Querer es poder, ese es mi lema.
Ahora, mientras me preparo en mi habitación para el comienzo de la gala, imagino que van llegando los chef más destacados, los críticos y la prensa. Pero antes de recibir el reconocimiento a todo un equipo y el premio a la mejor chef, tengo unos minutos para el recuerdo.¡Son tantas las anécdotas ocurridas a lo largo de mi carrera!
Una especialmente marcó mi vida profesional, pero sobre todo la personal. Fue hace ya más de diez años, cuando Andrés, el guapo sumiller y yo, la decidida e innovadora chef, comenzamos una relación y una nueva andadura profesional juntos.
Buena parte del mérito en este reconocimiento es gracias a él, convertido ya en un prestigioso sumiller. Solo le puedo poner un pero: que las mujeres siempre han sido su debilidad.
Cuando una nueva camarera llegó al Restaurante, recién inaugurado, noté que le ponía ojitos a mi Andrés y que a él parecía gustarle.
Recuerdo muy bien un día, antes de una comida importante en la que acudían varios mandatarios europeos, y había que estar a la altura.Yo lo tenía todo a punto, controlado como siempre. El menú era exquisito a base de huevos con trufa y boletus en salsa de ostras, rodaballo con salsa holandesa sobre flor de calabacín y un postre sorpresa por el que recibimos la felicitación de los comensales.
Pero cuando una hora antes de comenzar la comida vi la cara desencajada de Andrés, me temí lo peor: «No encuentro la llave de la bodega. No está colocada en su sitio, alguien se la ha llevado», dijo con voz temblorosa.
Se hizo un silencio sepulcral; allí se guardan los mejores vinos, algunos muy caros de vides de más de cien años. Es responsabilidad del sumiller no perderla de vista.
Nos miramos unos a otros sin saber qué decir hasta que entró el gerente con su acostumbrada flema: «¡Todos a buscarla!», ordenó.
Fueron unos momentos de extrema tensión, el gerente buscaba sin prisas, sin dejar de repasar ni un milímetro de su despacho. Andrés, totalmente desencajado, daba vueltas sin sentido lamentándose de su descuido. Yo misma buscaba en bolsillos y delantales. La joven camarera no dijo ni palabra, parecía haber entrado en shock.La recepcionista muy acelerada buscaba por el suelo, en la basura y hasta en las cisternas de los impolutos baños.
Cuando ya estábamos todos al borde de un ataque de nervios el pastelero, un chico pelirrojo de manos robustas para amasar pero delicado en la presentación de sus postres, apareció en la sala con una llave grande y vieja, algo roñosa por los años:«No será esta la llave que estáis buscando? Estaba en el cajón de la cubertería de plata», dijo.
Todas las miradas se dirigieron a la joven camarera responsable del menaje de mesa:
manteles, vajilla, cristalería, cuberterías y demás ajuar.
Fue una escena muy desagradable porque la chica, roja de vergüenza, lloraba descompuesta negando su autoría.
Pero en un equipo no hay lugar para la duda, la dirección prefirió no darle más importancia, aunque a la chica la despidieron.
Me miro por última vez, hago muecas ensayando una sonrisa que no consigo sea natural, alzo la barbilla, y le hablo al espejo: «Nunca sabrán quién colocó la llave en el cajón del aparador, junto a la cubertería de plata»
Me pongo los guantes antes de salir. Andrés me está esperando.

Comentarios (14):

Iria (Literautas)

19/05/2025 a las 15:02

Hola, Pilar. Muchas gracias por tu relato. Como siempre, es un placer leerte. 🙂

En este caso tampoco veo que el encontrar la llave en el cajón sea el incidente detonador. Al ser un relato en el que la protagonista rememora anécdotas, es más difícil encontrar el detonante, pero creo que podría ser la llegada de la camarera que le ponía ojitos a Andrés, provocando los celos de la protagonista y llevándola a elaborar su plan para que la despida. Si me apuras, el detonante podría ser también el momento en el que la protagonista roba esa llave para esconderla en el cajón. Pero, en cualquier caso, no es la aparición de la llave. Este momento es un giro dentro de la historia que ya está en marcha.

Por cierto, fíjate que, en algunos casos, no has dejado espacio después del signo de puntuación (“me veo perfecta:los botones dorados”, “mis ojos negros…Y como hoy”, “recuerdo.¡Son tantas”…). Puede que se trate de un error al copiar y pegar o bien un despiste, pero te lo comento por si quieres revisarlo mejor para la próxima vez. 😉

Un abrazo y ¡gracias por compartir tu texto con nosotros!

Pilar (marazul)

19/05/2025 a las 18:37

Hola Iria: muchas gracias por el tiempo que nos dedicas en Literautas. En esta ocasión, es verdad, que me ha parecido complicado encajar la aparición de la llave con el reto. Así que decidí dejar el reto aparte. Por lo que me dices tampoco he cumplido con la propuesta de este mes. Mi idea era, como bien dices, que por celos la protagonista inculpara a la joven del robo de la llave y que la aparición de ésta en su zona de trabajo provocara su despido.
Me has hecho ver que no es el incidente detonador, que es un giro dentro de la historia.
Agradezco tu experta opinión y también lo que apuntas de los espacios.
Un abrazo, Iria

Codrum

20/05/2025 a las 09:46

Hola, Pilar.

Que giro siniestro. wow.
Me ha gustado tu texto. Se lee con mucha facilidad. Me ha parecido muy claro. Al principio pensé : Terminará siendo una imaginación o algo así. no me imaginaba para nada el modo en que ibas a usar la llave. !Punto para ti!

He visto que en una pregunta falta la interrogacion de apertura, también alguna separación después de puntos y cosas menores.
Si hay algún otro fallo de ortografía grande, no lo he visto.

Com dije, la historia me ha gustado. También me ha gustado los ritmos que has dado, el ambiente que has creado para contar tu histor\ia.

Si no recuerdo mal, ya habia leido algo tuyo y también me gustó.

!Buen trabajo!

Pd: si tienes algún comentario a mi reseña, por favor, responde en mi texto. ( no hace falta que lo comentes si no quieres) es simplemente para no perderme tu comentario.

Codrum

20/05/2025 a las 18:41

Muchas gracias por tus bonitas palabras. Me hicieron mucha ilusión.

Chus Galego

24/05/2025 a las 07:12

Buenos días, Pilar.
Me parece que tu relato está muy bien escrito y se lee de forma fluida. Aunque la narradora muestra su desazón por el interés de Andrés en la nueva camarera, nada me hizo pensar en esa táctica sutil para deshacerse de ella. Me parece un relato muy bien construido con un final inesperado.
Un saludo.

Patricia Redondo

25/05/2025 a las 10:08

Hola Pilar! Como siempre un placer leerte. Buen relato , ambientado a la perfección, no nos cuesta nada imaginar a la chef ni a su adorado adonis-sumillier (libando de “flor” en “flor”) el muy canalla. Nos mantiene expectantes hasta el mismisimo final. Yo , que soy retorcida, esperaba el castigo un poco más drámatico, algo asi como que la chef se habia dedicado a cocinar a fuego lento los pobres cuerpos de las amantes de su don juan y se los iba sirviendo en bandeja a altos dignatarios. Pero el despido es castigo suficiente desde luego.

No me busques que este mes no se dio para enviar nada

Un abrazo! Nos leemos!

Pilar ( marazul)

26/05/2025 a las 10:59

Patricia, gracias por pasarte y comentar. Me gusta el adjetivo “ canalla” que le das al sumiller, pero también es verdad que la chef es fría, calculadora y manipuladora, o eso he querido reflejar. Tal para cual 😜
En cuanto a ese final que indicas no está nada mal ja, ja…En esta ocasión no he sido muy “ malota”, pero puedo serlo te lo aseguro.
He aprendido a interpretar mejor las directrices que nos presenta Iria, ya que la llave no es el detonante. Ni lo dudé, la verdad, así que habrá que estar bien atenta a todo.
Espero leerte en la próxima convocatoria.
Te mando un abrazo

Pilar ( marazul)

26/05/2025 a las 11:08

Codrum y Chus mil gracias por vuestro tiempo al comentar.
Un abrazo compis 🤗

PROYMAN1

26/05/2025 a las 15:43

Saludos Pilar soy PROYMAN1 del 57 y he leído tu relato en el cual me llama la atención como describes la llave vieja y roñosa.
Que pasaba en ese restaurant que nadie bebía vino y por eso nadie bajaba a la bodega y la llave era como tu la describes.
También me llama la atención que describes el menú exquisito para los comensales pero no describes el tipo de vino.
Me ha gustado el relato y confió en seguir leyéndonos.

Pilar (marazul)

26/05/2025 a las 19:06

Hola Proyman1, gracias por pasarte a comentar. En esta ocasión Iria nos propuso que la llave estuviese oxidada y qué mejor que la de una bodega en donde se guardan los vinos. Yo me imagino que esa llave ha de ser vieja y oxidada por el tiempo, no me encaja una moderna. Por otro lado, es verdad que no describo los vinos del menú, es verdad… Hummm…! qué fallo.
Gracias Proyman1

Mónica Bezom

26/05/2025 a las 19:17

Hola, Pilar.
¡Caramba con la chef! Es de cuidado y de armas tomar.
Un relato impecable, lo he leído con agrado y cierta avidez; muy buenas las descripciones, tanto de situaciones y ambientes como de personas.
La venganza o justicia por mano propia efectuada por la chef no deviene antojadiza sino como un resultado en concordancia con la personalidad de la misma, que ya se anticipa al comienzo: “Me ha costado mucho llegar hasta aquí, sorteando trabas y zancadillas, pero siempre he salido triunfadora. Querer es poder, ese es mi lema”.
Quiso y pudo.
Te felicito.

José Torma

26/05/2025 a las 20:16

Hola Pilar (aunque prefiero Marazul mil veces jaja).

A mí me ha gustado el relato, tiene buen ritmo y el giro final de las intenciones de la prota me sorprendió. Veo muchos casos de puntuación donde no se separaron y aunque me choco de principio, me deje llevar por la historia.

Coincido que no era la consigna, pero igual quedo un buen relato.

Felicidades.

Dante

27/05/2025 a las 12:36

Hola Pilar (marazul):

He leído tu relato y tengo que decirte que me encantó.

Poco importa que la cuestión de la llave sea o no el incidente detonador: te salió un excelente relato. Una historia que vale la pena contar. Y por suerte Iria ha permitido que se publiquen todos, lo que nos permite reflexionar en la práctica (con su comentario y los debates que se susciten, que ella misma con acierto ha alentado) y disfrutar de tantos relatos diferentes.

No me voy a detener en esto ni tampoco en cuestiones formales, sino que me voy a centrar en el relato en sí y en otra cosa más: los recursos narrativos. Que es técnica puesta al servicio del arte y cuando se usa con maestría creo que es justo destacarlo. Además esto permite reflexionar, aprender, probar.

Lamentablemente en su momento no pude completar un comentario a tu relato del MUE N° 67 (“Vida y muerte”). Cuando lo leí en su momento me dije: “no logro ver qué es, pero esto me parece interesantísimo”. Hasta que recordé como se llamaba esa técnica: cajas chinas. Que es una narración enmarcada en otra. No sé si era tu intención o no, pero el relato era sólido y podía leerse así.

Supongo que te preguntarás por qué hago referencia a un relato anterior en vez de comentar este. Respondo: porque otra vez nos encontramos con una técnica interesante. ¿Cual? No sé si tiene un nombre, pero yo le llamaría “estructura circular con dos tiempos verbales diferentes”.

La regla básica indica que no hay que mezclar diferentes tiempos verbales, porque de hacerlo, la narración devendría incoherente en ese punto.

¿Sucede eso en tu relato? No. ¿Se habría violado la regla? Tampoco.

Hay dos tiempos verbales, pero no se mezclan porque hay tres momentos: el comienzo en presente, el recuerdo en el pasado (parcialmente causal del presente exitoso y ¿feliz? inicial) y el final en presente (final abierto y “en desarrollo”).

El comienzo es muy interesante porque según quién mire será in media res (en medio de la acción) o in extrema res (en el final). Yo lo veo como el que usé en el MUE 68: “mixto” entre in media y extrema res, puesto que ese presente inicial no es el fin del relato ni de la historia sino un presente “en desarrollo”. Esta categoría “mixta” no es muy ortodoxa que digamos. Es más bien “de mi cosecha”, pero me gusta plantearla así porque correctamente usada como en tu caso, da excelentes resultados.

En alguna oportunidad que intercambiamos comentarios me dijiste algo como que tu forma de escribir es simple. Quiero rescatar el sentido más puro (y bueno) del término simple. Es una escritura prolija, directa y que permite acceder tanto a la trama (y las ideas o temas que pudiere haber detrás) como a las emociones que transmite y para ello, permite acceder a los personajes. Y en oportunidades como esta y la del MUE 67, lo hace conjugando esa simpleza con recursos técnicos avanzados. Felicitaciones por lograr ese balance.

Yendo al relato en sí, me parece que el foco habría que ponerlo en los personajes, perfectamente construidos.

Nadie es totalmente bueno ni totalmente malo, y dentro del reducido límite de las 750 palabras, te las arreglaste para delinear tremendos personajes.

Esto es muy relevante, porque considero que tu historia es de las “character driven”, es decir, impulsadas por los personajes. En esta clase de historia, las circunstancias externas inciden en los personajes, pero ellos no se limitan a ser reactivos sino que también son proactivos y terminan impulsando el desarrollo de la trama. (Esta clase de historias se oponen a las “plot driven” o impulsadas por la trama). Como toda historia “character driven” la profundidad de los personajes es mayor y, de hecho, si la entonces nueva camarera no decidía buscarlo a Andrés (si es que lo hizo), si Andrés no decidía “entrar en el juego” (si es que lo hizo) y si la protagonista no decidía esconder la llave, no hubiéramos tenido historia.

Antes de seguir con los personajes, no nos olvidemos que tu protagonista es también narradora, y, como habrás notado, deliberadamente puse entre paréntesis (en relación a la camarera y a Andrés) “si es que lo hizo”. ¿Por qué? Porque como tu narradora revive lo que sintió en aquel momento y por ende narra desde la más honda subjetividad, podemos preguntarnos: ¿es una narradora fiable o no? ¿O es más o menos fiable? Dejar esto abierto conduce a una hermosa ambigüedad que enriquece el texto (yo le creo casi todo, aunque no termino de creerle que de verdad haya pasado algo, pues bien pudieron ser sus celos (“…a él parecía gustarle” -subrayo parecía-). Ojo que cuestiono -en buen sentido- a la narradora, no a vos como autora que hiciste un trabajo estupendo. Y mi cuestionamiento es el que quizás haría respecto de una persona que me contara esa historia y en ese tono… Lo mejor de todo es que otros lectores pueden interpretarlo de otro modo y sería válido también. ¡Vaya si no se percibe viva la protagonista como narradora y personaje!

La protagonista puede permitirnos empatizar con ella por ser una “self made woman”. Una persona competente que ha ascendido a fuerza de mérito, esfuerzo y trabajo duro.

Sin embargo, esas virtudes son compensadas con dos defectos: celos quizás excesivos, cierta posesividad, baja autoestima personal (en lo profesional la tiene alta) y algo de soberbia: nunca nombra a su rival. Personalmente noto algo más que desprecio y autoafirmación: ese recuerdo se dispara desde su momento de triunfo, “desde la cumbre de la montaña”. Es un triunfo doble: “yo soy la gran chef y la mujer de Andrés, tú no eres nadie. Yo soy puro presente, yo soy vida. Tú eres puro pasado y ahí estás enterrada. Porque yo te enterré”.

Ahora bien, ¿y si sus celos tenían alguna base? ¿Qué hubiéramos hecho en su lugar? Que los “puros lectores” arrojen(mos) la primera piedra si sentimos que lo nuestro es invadido… Creo que nadie puede dar una respuesta unívoca y contundente porque por más que pudiéramos definirnos todos como no celosos y seguros, siempre podemos contradecirnos, errar y caer porque somos humanos y cada uno de nuestros vínculos es uno. Esto es lo que vuelve tan magnética y humana a tu protagonista.

Vamos ahora a la antagonista: “la chica”, “la camarera”. “Esa” sin nombre.

Tal y como la presenta la protagonista, inicialmente vemos a esa como una “zorra” (entre otros múltiples calificativos que la protagonista no dice, pero entre líneas los resalta en luminarias de marquesina). Independientemente de si la consideramos narradora fiable o no, mientras tanto nos hace entrar en su juego y al comienzo del recuerdo tendemos a creerle. Porque ya “nos compró” con la presentación inicial de la profesional capaz que llegó a la cima “desde abajo”.
Y luego, al final, ya no importa si en realidad intentó algo con Andrés o no: igual nos da lástima y nos despierta algo de compasión, como algo de antipatía la protagonista. Un juego de espejos magistral.

Andrés es otro punto alto. Porque, a mi modo de ver, juega o podría jugar más de una función. Lo veo como ayudante de la protagonista en cuanto pareja y en cuanto socio profesional (“Buena parte del mérito en este reconocimiento es gracias a él, convertido ya en un prestigioso sumiller.”). Y lo veo como personaje meta cuando se desata el conflicto (real o aparente) entre ambas mujeres: una siente que se aleja o puede alejarse y su “meta” es volver a llegar a él, la otra quiere (o querría) llegar a él para conquistarlo, con lo cual sería “meta” para ella también. ¿Y Andrés es inocente o “de piedra” (y no juega)? La respuesta depende de si consideramos fiable a la natradora o no. Puede que a Andrés le gustara la chica. Puede también que haya tenido debilidad con las mujeres hasta que entabló la relación con la protagonista que, insegura, nunca creyó que él había cambiado y la amaba sólo a ella. Y puede que amara a la protagonista y que aprovechara para sentirse deseable (a los ojos de la chica) y por ende como más valioso aún para su novia (la protagonista) a quien le era fiel. Quizás haya más posibilidades que no se me ocurren ahora, pero en todas Andrés sale bien parado como personaje, porque no es un mero objeto de deseo o un simple donjuan, sino un personaje tridimensional.

Los demás secundarios podrían catalogarse de algo planos, pero esto no es un defecto, ya que cumplen eficazmente su función en la trama, no afectan al hecho de que la historia la impulsa el trío y, por lo demás sería prácticamente imposible profundizarlos en un espacio tan reducido como el límite de 750 palabras.

En resumen: los personajes principales son profundos, tridimensionales, humanos y psicológicamente ricos, con matices, no linealesni planos. Gran trabajo en su construcción y en las sutilezas.

Como sugerencia: en frases poderosísimas (y claves para el relato) como “Querer es poder, ese es mi lema.”, podrías considerar usar un punto y seguido o dos puntos en vez de una coma, ya que uno aísla (punto y seguido) y otro concreta (dos puntos), y en ambos casos se destaca más la idea.

Otro punto es aprendizaje para mí: en Argentina los llamamos somellier. ¿En España se les dice sumiller o en su caso, así lo habría castellanizado la RAE? Me interesaría saberlo, ya que ignoraba completamente la existencia de la palabra y siempre viene bien enriquecer el vocabulario.

Por último, creo que este relato, que trata de un triángulo amoroso (real o proyectado por la protagonista) en la literalidad de la trama, puede que a nivel temático juegue con otra tríada dinámica: éxito personal-afectivo, éxito profesional y autoestima como resultado interactivo (y en retroalimentación) de ambas dimensiones, que deriva en una unidad para la protagonista: ¿qué es ser mujer (y exitosa)? O más profundo: “¿Quién soy yo?” (En lo que incide su concepto de “cima” y el precio a pagar para llegar a ella: porque dentro de ese “yo” -diría más filosófico que psicológico- también se integran nuesyras elecciones, nuestros principios y valores y la coherencia entre unas y otros).

Te felicito una vez más por tu estupendo trabajo. He disfrutado mucho del relato.

Saludos y nos seguimos leyendo.

P.D.: si querés pasar por mi relato, estás invitada. Es el 43.
Este relato no es una continuación pero está relacionado con los tres fragmentos que vos ya leíste (y me diste interesantes devoluciones) en los MUE 65 (publiqué dos ahí por un problema en el 64) y 66 (“Una larga noche” – “La vidente” – “Un as en la manga”). Es esa historia multigénero de las dos amigas (la que una mujer un tanto misteriosa y particular -Marianne- rescata a una jovencita -Emma, la narradora- de su “jaula de oro”, la vida de ambas cambia y se empiezan a ver envueltas en una aventura). Es también una historia “character driven” atravesada por la amistad de ellas dos (que transita por la ficción histórica, el misterio detectivesco, el noir, el romance -vinculado a lo social-, el drama y crítica social y el “coming of age para la narradora). Aquellos eran los capítulos “condensados” de lo que será una novela. Dejé de continuar en Literautas porque el proyecto iba ganando en complejidad.
En esta edición, después de descartar un par de ideas, tanto la consigna obligatoria como la opcional, me sirvieron para esquematizar dos escenas o capítulos en uno, cuya versión condensada es “La última frontera”. Este “capítulo” no es secuencialmente correlativo pero sí se vincula con los anteriores porque “algunas pistas” que allí aparecían, aunque no se resuelven, se van concretando más y Emma empieza a descubrir cosas de dos personas muy queridas. (En cuanto al incidente detonador, aparece un poco más tarde después de un “preludio emocional”. Cuando aparece la llave se detona el conflicto principal del capítulo, que tiene que ver con la amistad de las dos protagonistas. A su vez si quisieras recordar algo, en el primer comentario dejé los links de los tres primeros capítulos)

Pilar (marazul)

30/05/2025 a las 19:08

Gracias Mónica, José y Dante por pasaros y comentar.
A Dante decirle que la palabra “sumiller” es la palabra que se emplea aquí en España y que proviene del francés “sommelier”. Podríamos decirlo de las dos maneras, pero al ser “sommelier” un galicismo supongo tenga que ir en cursiva o entre comillas.

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