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La última frontera - por Jose LuisR.
Nisia, de ochenta y siete años, se estaba aburriendo en plenas vacaciones de verano, a pesar de los juegos de cartas y de la amistad con su vecina Casilda, que también frisaba los noventa años.
Parte del aburrimiento radicaba en que ni siquiera tenía que realizar las típicas y cansadas labores del hogar, porque su hijo mayor, el abogado rico, le había puesto un par de asistentes que se encargaban de eso desde hacía tres años, llamadas Lara y Sara. De lo único que se tenía que preocupar Nisia era que la merienda diaria, una costumbre sagrada, estuviera perfecta para Casilda.
Aquella jornada ocurrió algo inusual. Nisia abrió el cajón de los cubiertos para alcanzar las cucharas del postre, y entonces aquel objeto estaba allí. El día anterior no, pero ahora sí. Una llave oxidada de hierro gris, lobulada. Había cogido un color broncíneo por algunas partes, pero en su origen debió de ser una hermosa llave plateada. Cuando la cogió notó que era pesada. Se la guardó en el bolso de mano.
Un rato más tarde, Casilda había llegado y estaban jugando a las cartas en el jardín y tomando la merienda, que consistía en un trozo de tarta casera. Dicha tarta la habían elaborado las asistentes Lara y Sara, pero Nisia se quejaba del mal hacer de ellas, aunque también colaboraban en casa de Casilda.
—Le he dicho a mi hijo muchas veces que me las cambie. No saben hacer tartas, ni lavar bien la ropa. Siempre queda alguna mancha.
—Ya no hacen asistentes como las de antes —reconoció Casilda—. Yo también estoy pensando en despedirlas. Siempre quedan restos de polvo en las estanterías.
La vecina se quedó pensativa un buen rato.
—Oye, Nisia, acabo de recordar que me ocurrió algo muy extraño el año pasado.
—¿Cómo que extraño? —exclamó Nisia, mientras tiraba un triunfo.
Casilda se lo explicó con aire de misterio, intentando también seguir concentrada en el juego de cartas, en el que iba perdiendo, por otro lado.
—Bueno, en la cocina tengo un cajón que he ido llenando con llaves usadas. Tiene todo tipo de llaves: grandes, pequeñas, de latón o de bronce.
—¿Y eso qué tiene de raro? Por alguna parte yo tengo un cajón que está lleno de bragas. ¡Encima usadas!
Aunque esa afirmación era falsa, ambas se rieron con el chiste.
—Verás, amiga mía —continuó diciendo Casilda—, el año pasado, en la misma fecha que hoy, por cierto, encontré en el mencionado cajón un cubierto de mesa.
—¿Y qué era? —preguntó Nisia—. ¿Un cuchillo? ¿Una cuchara?
—Pues no. Un cubierto que casi nunca se usa hoy en día en la mesa: un pequeño tenedor de postre. Tenía tres puntas, era dorado y brillaba a la luz como un diamante amarillo.
Nisia hizo memoria. El año anterior ella había echado en falta un tenedor de postre como el descrito por Casilda, pero no creyó que tuviera relación.
—Es cierto que hoy en día ya solo se usan las cucharas pequeñas —afirmó Nisia, sonriendo—. ¿Y qué hiciste con semejante tesoro?
—Lo vendí por internet. Saqué cien euros.
Entonces Nisia rememoró lo que había encontrado un rato antes, y decidió contárselo a su vecina y amiga.
—Hablando de encontrar cosas en cajones. Mira lo que he encontrado hoy en el cajón de los cubiertos, Casilda.
Nisia sacó la llave del bolso y se la mostró. La reacción de Casilda no fue la esperada. Abrió mucho los ojos, que se le pusieron como platos, y soltó un tremendo bufido, como de gato enrabietado.
—¿De dónde la has sacado? —exclamó, al mismo tiempo que trató de quitársela a Nisia, aunque ella reaccionó y la alejó de su alcance.
—Ya te lo he dicho: estaba en el cajón de los cubiertos.
—¡Dámela!
—¿Por qué? Yo la encontré.
—¡Ladrona! ¡Es mía! Esa llave abre algo que tú nunca podrías comprender.
—¡La ladrona eres tú!
La última frontera de la cordialidad se borró y las dos ancianas se abalanzaron la una sobre la otra, intentando arrebatarse mutuamente la llave de la discordia. Las sillas de jardín se cayeron, la mesa se volcó, las cartas se desperdigaron y lo poco que quedaba de la tarta casera se manchó.
Desde otro lugar, en el interior de la casa, las dos asistentes, Lara y Sara, observaban la pelea de viejas gatas. Sonreían. Lo del tenedor de postre no funcionó el año pasado, pero en esta ocasión lo de la llave sí…
Comentarios (6):
José Torma
20/05/2025 a las 23:21
Hola José Luis.
Gran responsabilidad ser tu primer comentarista.
Me he leído tu texto un par de veces y me encuentro un poco descolocado. El conflicto es palpable, pero no logro identificarlo. ¿Qué es lo que buscan las asistentes al antagonizar a las ancianas? Uno podría pensar en dinero o quedarse con algún tesoro de las viejas damas.
El texto en si esta muy bien escrito, creo que manejas bien las reglas de los diálogos. Al menos yo, no encontré ninguna sugerencia o cambio que hacerte. Si me parece que se repite mucho el nombre de Nisia, pero al ser un nombre diferente y a mi parecer, bonito, no me molestó gran cosa.
Un cambio muy radical en estilo y forma de tu relato anterior, eso me gusta. Debemos tratar siempre de evolucionar.
Volveré una vez que tengas más comentarios para ver si alguien vio algo que yo no vi.
Saludos Tocayo y nos seguimos leyendo
Mila G.
21/05/2025 a las 07:57
Hola José Luis:
Me gusta tu historia. La idea de dos viejas peleando y por detrás las asistentas confabulando…
Yo también creo, como José Torma, que podrías eliminar algunas “Nisias”, pero creo que los diálogos están muy bien escritos y son ágiles y creíbles.
Sólo una cosa: donde dices “Dicha tarta la habían elaborado las asistentas…”, yo eliminaría “dicha” y dejaría la frase en “La tarta la habían elaborado…”.
Por lo demás todo genial.
Antonio
21/05/2025 a las 08:26
Salud J.Luis, mas o menos bien escrito, nos describes los antecedentes de las dos ancianas, y de alguna forma aportas originalidad a la idea sugerida, pero en si la llave podria haber sido cualquier objeto…¿un salero?, ¿un dedal?, esta bien el conflicto que propones en base a las rarezas que surgen con la edad y a poseer algo que no tiene el otro, bien por ese lado, y en el aspecto formal es notable, me descoloca el modo demasiado criptico que aportas en tu frase “Esa llave abre algo que tu nunca podras comprender”, ahi me dejas con ganas de saber el qué, quiza un poquito mas de desarrollo no le habria venido mal, creo que lo tenias en la cabeza y se te ha quedado en el tintero, porque la idea es muy buena.
Utilizas para mi gusto adjetivacion correcta, me ha gustado mucho lo de “llave lobulada”, pero a mi modo de ver lo de “color broncineo”, semanticamente no le pega a una llave, es de una poesia demasiado impostada, a lo mejor dandole un aire mas a lo “Poe”, hubieras creado mas tension, haber buscado metaforas que al lector le llevasen a abrir algo con esa llave, no esa abstraccion que nos lleva a cerrar la amistad entre las dos abuelas. Asi lo he entendido, espero que nos leamos en junio. Salud!
Diana T
21/05/2025 a las 17:27
Hola José.
He encontrado en tu relato un aire cómico que me recuerda mucho a cuando mi abuela se junta con su vecina. Captas muy bien como las ancianas crean sus propias rutinas. Todos los domingos a las 6 es la e mi abuelita.
Igual que como comentaron antes, hubiera sido bueno conocer la razón por la que las ayudantas buscaron hacerle eso a las señoras, aunque entiendo que pudo haber sido una travesura como respuesta a las veces que hablan mal de ellas.
Igualmente encuentro un uso excesivo de nombres, que se podrían reemplazar por pronombres, o incluso omitir. Encuentro también un par de comas de más que traban un poco el ritmo de lectura.
La frase “El día anterior no, pero ahora sí.” No me termina de convencer, y creo que se podría mejorar para que siga el estilo del resto del relato comunicando lo mismo.
Y en “Había cogido un color broncíneo […] Cuando la cogió notó que era pesada.” Sería mejor no repetir el verbo “cogido/cogió” tan cercanos.
Te felicito por un relato humorístico, me sorprendió su esencia cotidiana, pues la llave aparecida de la nada nos lleva a imaginar una situación mágica, pero claramente puede ser un travesura así.
Saludos y nos leemos.
Codrum
24/05/2025 a las 08:06
Hola José.
Gracias por compartir tu texto con nosotros
Estoy de acuerdo con los comentarios anteriores.
Tienes una facilidad de hacer diálogos envidiables. Me gusta el tono bromista de una de las ancianas en : “ ya no hacen asistentas como antes”
Por mi parte no he necesitado saber qué abría la llave. Me parece que lo deja a la imaginación del lector.
El motivo de las travesuras de las asistentas lo veo claro: venganza. Las abuelas les quieren echar, pues ellas se divierten.
Me a parecido original tu texto, fluido y de bonita estructura lo que hizo que se leyera muy fácil.
!Buen trabajo!
Codrum
24/05/2025 a las 21:58
Hola de nuevo,
Muchas gracias por tu comentario.
Sigo animándote. Tal vez el texto no sea para estar orgulloso, pero del esfuerzo y del aprendizaje si. Así que a por el siguiente.
En cuanto a mi nombre, has dado en el clavo. No soy muy fan del equipo a pero un amiguete me llamaba Murdoc por lo chiflado que estaba de joven. Y de ahí…