Literautas - Tu escuela de escritura

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La última frontera - por CarmenigneR.

Elena entró sigilosamente. Nadie había entrado a la casa desde que murió su abuela Irma. Las persianas bajas dejaban colar a través de las rendijas la luz suficiente para denunciar el polvo sobre la mesa. Comenzó a recorrerla lentamente. Del perchero colgaba la cartera de su abuela y el paraguas rojo con lunares amarillos que tantas veces las cubrió, mientras pisaban fuerte los charcos de la lluvia. Sobre la mesa del living un caramelo abandonado a medio comer. La cama en su cuarto permanecía impoluta. A medida que avanzaba por la casa, el perfume de su abuela parecía abrazarla. Desde los portarretratos, múltiples escenas le devolvían instantes fugaces y profundos.
Se sentó en la silla de siempre frente a la mesa de madera de la cocina, escenario de partidas de juegos de caja; de naipes; de meriendas interminables; de confidencias. La acarició con la palma de la mano. A través de la suavidad, percibió los relieves apenas insinuados.
Se levantó y comenzó a revisar la alacena. Repleta de víveres como si el mundo fuera a acabarse al otro día, residuos de la hambruna de la post guerra. Descubrió algún gusto nuevo de la abuela: después de muchos años había cambiado de marca de té, sustituyéndola por la que ella le había sugerido. Golosinas de diferentes marcas y categorías – algunas sin abrir- poblaban los estantes.
Comenzó a abrir los cajones limpios y organizados de la cocina. Primero abrió el de abajo repleto de repasadores doblados meticulosamente. En el del medio estaban los manteles, entre los cuales vio el de cuadros rojos y blancos tan conocido. Sin saber porque, metió la mano y tanteó como cuando era pequeña y aprovechaba para curiosear cuando la abuela dormía la siesta. Encontró una caja. La abrió. Estaba llena de monedas viejas e imperdibles. Volvió a colocarla en el lugar. El cajón de arriba con todos los cubiertos brillantes como si hubieran sido ordenados ese día. Vio en la división larga el destapador con el que jugaban “al hombre que hacía ejercicio”. Le llamó la atención que entre los cubiertos estaba el dije del árbol de la vida del que nunca se desprendía, tiró de él y arrastró una llave en forma de espiral, oxidada. La extrajo, observándola. Como en un viaje, a través del laberinto de su mente, recordó a su abuela mostrándole una llave igual. Estaban en el dormitorio. Elena, niña aún, le hacía preguntas interminables acerca de la muerte. Ese día Irma le había mostrado una llave idéntica, dorada.
Apretó la llave oxidada contra su pecho y el olor dulzón y amaderado de su abuela la envolvió. Cerró los ojos. Sintió como si su cuerpo levitara caminando en una superficie ingrávida. Cuando los abrió, se encontró en un lugar amplio, despojado, blanco, de techos altos atravesados por cristales de colores. En el medio de la habitación una mujer estaba de espaldas. Al darse vuelta reconoció el rostro de su abuela Irma, pero congelado en otro tiempo. Lucía como cuando Elena era niña: la sonrisa diáfana de siempre, los ojos oscuros y alegres, sus manos frágiles y pequeñas.
Sin preámbulos le dijo:
─ ¿Te acuerdas lo que hablamos?
Elena intento decir algo, pero Irma la interrumpió:
─Escucha Elena. La muerte se concreta con el olvido. Cada uno de nosotros en vida, está lleno de personas, recuerdos, sentimientos, aromas. Puedes conectarte cada vez que quieras. La llave que te mostré ¬−y que tu encontraste porque yo la dejé para ti−, solo funciona una vez: esta vez. Luego esa llave debes construirla. Eso es lo que hemos estado haciendo. Ahora sigues tu sola.
Siempre podrás abrir compuertas, como un arcón al que recurrir. Podrás seguir compartiendo lo que vives. Siempre estaremos cerca.
Elena quiso abrazar a su abuela, pero esta desapareció sonriendo. Apretó la llave contra su pecho fuertemente y como si se tratara de diapositivas, vio pasar a Lola, su otra abuela; a Serafín el gato que tuvo cuando pequeña; a la muñeca Lina que perdió en la playa.
Un viento circular, la rodeó y la impulsó por un laberinto de setos gigantes, mientras un sonido lejano le devolvía su nombre a través de un crisol de voces de la infancia. Hacia atrás se topó con una pared de oscuridad, atravesada por un agujero en el centro por el cual se colaba un haz de luz. Apretó la llave en su mano volviendo a encontrarse en el medio de la cocina, en tanto un sabor a natilla inundaba su boca.

Comentarios (13):

Codrum

20/05/2025 a las 14:26

HOla ,Carmenigne.

Voy a empezar por comentarte lo que me chocó del texto.
El párrafo que empieza con “Del perchero colgaba” y termina en “le devolvían instantes fugaces y profundos”. me parece un poco caótico. Nos presentas la casa y derepente estamos en la entrada, para irnos a la habitacion.. nos mueves de una habitación a otra de una frase a la siguiente. Eso me descolocó un poco.

Lo demás, me ha encantado. Me gusta mucho la nostalgia con que has impregnado el texto. La elección de las descripciones, nos hacen -a la mayoria- recordar esas cosas que vivimos. Incluso el sacacorchos con el que jugar a “hacer deporte”. Has seleccionado cosas que, a mi entender, la mayoría de lectores van a encontrar emotivas, y por tanto atrayentes. Tocas el alma.
Creo que el final se pierde en reflexiones o instrucciones de la abuela que deberían ser menos explícitas, para dejar al lector que piense por si mismo y ayudaría a que las palabras de la abuela fueran más naturales. Suenan un poco forzadas. Echo de menos un abrazo, una lágrima… Suena como que un desconocido le diera unas instrucciones que debe seguir. Falta un poco de complicidad. Más sabiendo que Elena ama a su abuela con locura y recuerda hasta el mínimo detalle de ella: la marca del te , por ejemplo.

Aun así no desmerece el final.

Me ha parecido un texto muy limpio, fácil de leer y emotivo.

!buen trabajo! Gracias por compartir.

Pd: si tienes algún comentario a mi reseña, por favor, responde en mi texto. ( no hace falta que lo leas o lo comentes si no quieres) es simplemente para no perderme tu comentario

Eviana

20/05/2025 a las 14:28

Un relato precioso y muy emotivo.Las descripciones son tan detalladas que puedes ver claramente a los personajes y su entorno en tu imaginación . Me siento identificada con Elena y su sentimiento de perdida y añoranza . Felicidades Carmenigne , tú historia es muy bonita y me ha conmovido.

Mónica Bezom

20/05/2025 a las 22:46

Hola, Carmenigne.

Nos traes una historia de mandatos y recuerdos en la que la nostalgia impera, algo caótica pero de huella fuerte y sentimientos perdurables. La encuentro muy bien contada desde un marco descriptivo vívido y admirable.
Me ha gustado leerte.

Daniel Calleja

21/05/2025 a las 02:58

Hola, primero lo malo, ja,ja. En esta frase “Sin saber porque”, deberías haber puesto “Sin saber por qué”. Léelo en voz alta y notarás la diferencia. Noto algún uso no del todo correcto de los guiones, me parece que deberías revisarlos. Ahora, lo bueno, o sea, casi todo. Un relato pleno de sentimientos, escrito sin dudas desde el corazón, lleno de imágenes evocadoras, con aromas que parecen llenar el aire a medida que avanza el relato. El texto fluye, el ambiente se siente como si estuviéramos recorriendo la casa junto a tu protagonista. Te invito a pasar por mi relato, no es necesario que lo comentes. Solo para que veas una gran coincidencia. Es el número 48. Por último, pero no menos importante, te felicito por tu trabajo. Nos seguimos leyendo.

Carmenigne

21/05/2025 a las 09:18

Hola Codrum! Así de caótico re visitar un lugar después de la ausencia de alguien entrañable, esa era la intención, mostrar como se recorre de forma errática el espacio, yendo y viniendo, re descubriendo objetos, eso no quiere decir que lo haya hecho con un valor literario, pero la intención era generar esa atmósfera. Con respecto al final coincido con tu apreciación, demasiado explicito, demasiado obvio, etc., aún me cuesta ceñirme al número de palabras y muchas veces es el final el que paga el precio. Te agradezco los señalamientos, me aportan, los trato de integrar, me enriquecen.

Carmenigne

21/05/2025 a las 09:21

Hola Eviana! Hola Mònica! Gracias por el tiempo y por los comentarios.

Carmenigne

21/05/2025 a las 09:23

Gracias Daniel! Pasaré por tu relato, pero he visto en otros relatos la coincidencia en la figura de la abuela, seguro será por lo que elicita el disparador, el símbolo. Interesante

Elena

21/05/2025 a las 11:01

Hola Carmenigne,
tu relato me ha parecido fantástico y has conseguido que el lector se fusione con la propia protagonista durante la lectura. Usas un lenguaje claro, fluido y muy evocador (hay alguna frase que me ha conmovido hasta lo más profundo). Y el final me ha parecido sublime! Enhorabuena! De verdad, que me ha encantado leerte y he disfrutado mucho. Un saludo y enhorabuena.

Carmenigne

22/05/2025 a las 09:25

Gracias Elena por tu comentario y tus palabras

Codrum

22/05/2025 a las 10:53

Gracias por pasarte por mi relato. Me hizo mucha ilusión tu comentario.

dado que tu intentencion era mostrar el caos en el comienzo del texto: lo has conseguido. Al menos conmigo.

Nos leemos!

ABAL

22/05/2025 a las 18:23

¡Hola! Me encanta como me has llevado a esa fantasía que desconocemos pero que sin duda surge en nuestra imaginación. Nada muere mientras las recordamos. He estado en esa casa, la he imaginado. He estado en el viaje, lo he imaginado. Enhorabuena.

Carmenigne

23/05/2025 a las 09:37

Gracias Abal! que cálida forma de decirlo.

ABAL

24/05/2025 a las 10:13

¡Muchas gracias Carmenigne! Ha sido un gusto volverte a encontrar.

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