Literautas - Tu escuela de escritura

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La última frontera - por Carlos TabadaR.

Lo primero que se avista desde el camino es el campanario de la iglesia. Te mira fijamente un instante, y un segundo más tarde ya solo mira indiferente y divertido. Un poco más allá se hacen visibles las casas de Valdelbuitre, reposando en paz en el pequeño valle con la calidez compartida de huéspedes bienvenidos.

A la derecha, una ladera escarpada iluminada por el sol asciende varios cientos de metros y, a sus pies, unas cuantas casas de piedra se asoman como rocas que han rodado hasta allí en una tormenta. Al otro lado, aprovechando una suave pendiente, otras se encaraman sin orden al monte hasta el pequeño cementerio, al borde de un bosque de encinas, tomillo y musgo. Aquí y allá, puertas de madera macilentas brotan de relieves naturales en la ladera señalando bodegas excavadas hace tiempo.

Muchas de esas casas, algunas medio en ruinas, se conservan tal cual las abandonaron hace 2 generaciones, y todas menos una permanecen vacías hasta las vacaciones, cuando los que emigraron vuelven por unos días.

Jaime vive en esa casa. A sus 12 años, ayuda a sus padres en los campos cuando el pueblo se vacía de veraneantes, y se convierte en emperador de facto del pueblo y sus alrededores. Su compañera de correrías es Eva, alumna distinguida en un barrio marginal de Madrid, que suele tener un pie en las convenciones adultas del éxito social y el otro en los códigos de honor de los pequeños delincuentes.
Hace un par de veranos se les unió Milady (la de Frasier, no la de Dumas), una gata negra abandonada unos inviernos atrás por un conductor de paso. Algunos dicen que el mismo diablo, pero los muchachos no hacen mucho caso porque han observado que enseña el trasero a santos y demonios, indistintamente. Por otra parte, ha resultado una compañera de lo más perspicaz ante suelos y escaleras a punto de derrumbarse, jabalís poco hospitalarios y propietarios de almendros algo susceptibles.

Sin mucho más en común que su edad, los 3 comparten un desdén jovial por cualquier tipo de cercado, linde o candado y si alguien les dijera “no podéis” se habrían sentido profundamente intrigados por su significado. Juntos han explorado todos los senderos, arboledas y casas, porque en estas tierras las puertas siempre están abiertas hasta que la noche aterida se presenta, en todas las estaciones sutilmente implacable y tenebrosa. Pero eso ya lo han descrito mejor sus poetas.

La noche en que este relato abandona (casi) los circunloquios (por fin), jugaban a las cartas sentados en el suelo ruinoso de la cocina de su cuartel general. Eva perdía casi toda su asignación y Jaime, luego se reprocharía su falta de caballerosidad, sonreía eufórico por su buena suerte.
Los 2 pensaban qué harían en una o dos manos si a Eva se le acababa el dinero cuando Milady entró silenciosamente con algo en la boca. La gata caminó por la encimera hasta un cajón, y mirándoles con una mezcla de ilusión y disimulo dejó el objeto suavemente sobre los cubiertos oxidados.

—Es una llave de bodega —dijo Jaime, acercándose—, la de la Saturia, al lado del cementerio.

—La ha robado —dijo Eva—, tiene la misma expresión que mi vecino cuando me invita a pasear en bicicleta.

—No en esa casa, mi madre me contó que los vecinos la obligaron a llevarse hasta el último objeto cuando se fue.

—¿Lo comprobamos?… quiero conservar al menos 5 euros.

Enfrentado a un argumento ciertamente irrebatible, Jaime cogió la linterna y el trío se dirigió vigilante hasta una puerta en pleno monte, que observaba el cementerio lejos ya de la última casa del pueblo.

—Te lo dije —dijo Jaime, cuando la puerta se abrió sin un sonido a una estrecha escalera.

—Milady está inquieta.

—Siempre tiene reparos cuando es tan profunda que no ve el final, y luego nos sigue —dijo Jaime, bajando en la oscuridad seguido por sus amigas.

Al final de un largo descenso se encontraron en una pequeña estancia. Al fondo, un umbral bajo un dibujo geométrico continuaba la noche más allá. Milady fue la primera en acercarse y, sin la menor pomposidad, salió disparada escaleras arriba fuera de este relato.

—La comprendo —dijo Jaime—, ese pasadizo lleva debajo de las tumbas.

—Conozco ese dibujo, se usa para delimitar fronteras, y el otro es el símbolo de Omega. Última frontera.

—De todas formas terminaremos entrando.

Un argumento ciertamente irrebatible. Eva y Jaime cruzaron el vano…

Comentarios (12):

Lupa Sívori

20/05/2025 a las 14:52

¡Hola, Carlos! Este relato tiene múltiples niveles de valor. Me gustó esta aventura infantil con tonos fantásticos, creo que rescata el espíritu de los veranos de la infancia. Aparecen varios símbolos potentes (la llave, el símbolo Omega, el cementerio). Hay una idea del cruce del umbral, lo iniciático, el pasaje a la adultez, ¿no?
Por último, te destaco el retrato del mundo rural abandonado: el texto transmite con sensibilidad la melancolía de un pueblo donde solo queda vida en verano.
¡Mis felicitaciones!
Lupa.

Carlos Tabada

21/05/2025 a las 08:38

Hola Lupa, apenas me llega para usar menos de 10 veces los adverbios ..mente, los trasfondos existenciales están algo lejos de mis capacidades. Dicho esto, me pareció ver un paralelismo con el cementerio al borde del bosque con las fronteras vida/muerte – hombre/naturaleza, pero busqué por ahí y solo hay referencias de ese tipo en la cultura del norte (muy al norte) de Europa así que no vi mucho juego por ahí tampoco.

Carlos Tabada

21/05/2025 a las 08:39

Por cierto, gracias por la positividad como lector

Daniel Calleja

21/05/2025 a las 15:38

Hola Carlos, tu relato me ha parecido interesante, con un buen ritmo y personajes creíbles.Las descripciones pintan bien ese ambiente de pueblo semi-abandonado. Pero, como vos mismo pediste, te marco algunas cosas que me parecen erróneas. En esta frase “Te mira fijamente un instante, y un segundo más tarde ya solo mira indiferente y divertido” quedaría mejor no repetir el MIRA tan seguido. Decir por ejemplo: “Te mira fijamente un instante, y un segundo más tarde ya solo lo hace indiferente y divertido.” En esta otra ”
Jaime vive en esa casa. A sus 12 años, ayuda a sus padres en los campos cuando el pueblo se vacía de veraneantes, y se convierte en emperador de facto del pueblo y sus alrededores.” podrías sustituir uno de los pueblos por “lugar”, en mi modesta opinión el primero.Y luego de “y” yo agregaría un “él,”. Es solo una sugerencia. No lo veo como un error. Ser grosero como solicitas no puedo, el texto no lo amerita. Está muy bien escrito, así que solo me queda felicitarte por tu trabajo. Nos seguimos leyendo.

Carlos Tabada

21/05/2025 a las 21:01

Coincido del todo, en los 2 primeros puntos tu sugerencia mejoraría el texto, el tercero (él) no parece tan obvio, es una de esas cosas con las que cambió de opinión con cada borrador. Gracias Daniel.

Lidia Villa

22/05/2025 a las 10:44

¡Hola Carlos!
Gracias por pasarte a leer el n°8.
Decirte que el relato me gustó mucho. A pesar de que utilizas un vocabulario rico, no es difícil de leer.
Resaltar la aparición del gato, al cual pude imaginar perfectamente levantando el polvo de los santos con la cola.
También me gustó la mezcla de influencias que tiene el escenario: infantil, fantasía, místico pero realista.
Felicidades, un saludo.

Brandon Quiroga

23/05/2025 a las 17:36

Hola, Carlos, paso para agradecerte por tu comentario en mi relato con un comentario mío en el tuyo.

Coincido con los demás compañeros cuando mencionan la preciosidad de tu prosa. Realmente has sabido construir un ambiente de melancolía, soledad y tristeza con un toque de inocencia y felicidad que hacen un muy buen contraste. Ese aire de fantasía contribuye a marcar la soledad de los personajes.
Sin embargo, me habría gustado que los personajes de los niños hubieran tenido un desarrollo un poco más marcado, un poco más profundo, y un final un poquito más claro. Entiendo que la cantidad de palabras no se presta para un gran desarrollo de personaje, y también que muchas veces los finales abiertos están para que uno lo termine de construir, tal y como han hecho los otros compañeros al decir que esa puerta era la frontera entre la niñez, la adolescencia y la adultez.

En conclusión, el relato está muy bien ambientado, genera esos sentimientos de soledad y eso está muy bien logrado. Me gustó mucho. Y de nuevo, agradezco tu comentario en mi relato. Nos seguimos leyendo. Hasta el siguiente mes 😀

Patricia Redondo

23/05/2025 a las 18:09

Hola Carlos! Te debía una visita desde el taller anterior y ciertamente te la devuelvo encanta.
Que relato tan majete! Que bien descrito el pueblo ( para mi un pueblo castellano, que es donde pasaba yo mis vacaciones estivales), que bien contado como se llenan en verano y se despueblan en invierno, como se siente el calor del verano, las noches fresquitas y los días y las noches gélidas de invierno. Perfecto. Y los tres personajes también maravillosamente presentados. Hasta el narrador se nos hace cercano! La narración nos deja con ganas de saber que pasará después, sigue por favor, no nos dejes con un palmo de narices. Me encantará volver a saber de esos tres.
No me busques este mes que no se dio para enviar nada.
Un abrazo! Nos leemos!

Codrum

23/05/2025 a las 21:45

Hola, Carlos.
Muchas gracias por pasarte por mi relato aunque tu comentario me dejó un poco raro, ya que no entendí la referencia que decías.

Lo que sí que entendí es que no tenías nivel y es completamente erróneo.
! Menudas descripciones!
Es verdad que en tu texto – al igual que en tu comentario- tienes unas referencias muy concretas, que un lector no tan culto como tú ,osea, yo no llega a comprender y hace que el texto se trabe .
La calidad de los tres primeros párrafos, que yo juntaría en uno dado que son una descripción común, crean una imagen vívida del entorno y te meten de lleno en él.

Creas un ambiente perfecto.

Los personajes les describes con una ?ironia? Maravillosa. Te han comentado lo de la gata y Los Santos. Me pareció una frase para enmarcar.

Los diálogos se me antejan naturales. Tal vez no de unos niños de 13 años, pero naturales igual.

El final abierto cruzando la última frontera hace que pensemos en esos libros que leímos siendo niños/ por-adolescentes. El club de los 5 y de ese estilo. Así que ahí ando ahora, pensando dónde llegarán.
¿Será ,como dices,un cambio a la madurez o será una trepidante aventura en busca del tesoro oculto en las catacumbas ?

!Buen trabajo!

Pd: si tienes algún comentario a mi reseña, por favor, responde en mi texto. ( no hace falta que lo leas o lo comentes si no quieres) es simplemente para no perderme tu comentario

Džoker

24/05/2025 a las 02:16

Saludos compañero Carlos, vengo del texto #5 cómo un curioso lector.
Sobre las descripciones del pueblo, un 10 de 10. La atmósfera perfectamente conseguida.
A favor diría que tienes una prosa madura, tendrá pegas de redacción que antes comentaron, pero que no deja cabos sueltos y se hila bien con el aura de misterio al relato y al pueblo.
Como pega, no creo que un niño de 12 años hablé con tanta madurez, quizás falta más inocencia y menos sabiduría a una persona tan joven.
Nada que agregar, un placer leerte.

Carlos Tabada

24/05/2025 a las 08:59

Gracias por el apoyo. Para que nos vamos a engañar, recibir buenas valoraciones te alegra una Miaja.

Mónica Bezom

26/05/2025 a las 19:06

Hola, Carlos.

Antes que nada quiero agradecerte el rico comentario que dejaste en mi relato, ¡gracias!

En orden a tu historia y, en consonancia con los compañeros que me preceden, destaco tu prosa traslúcida, fresca y poética que se derrama en descripciones vividas, tanto respecto de los ambientes rurales -una preciosidad- como de los niños.
El relato se lee con facilidad y agrado; me queda por develar qué clase de última frontera han cruzado estos niños. Pero el misterio es el componente final. Así que ¡felicidades!

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