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Pacto de familia - por Pato Menudencio+18

Cuando la policía llegó al asilo donde mi madre pasaba sus últimos años de vida, un recuerdo que creía enterrado volvió para atormentarme.

Todas las familias tienen secretos. Algunos dolorosos, otros son pequeños pactos que se hacen para proteger a los inocentes.

Este fue uno de aquellos.

El tiempo transcurrido entre los trabajos de remodelación del antiguo hogar parroquial donde mi madre trabajó, la aparición de la llave en el fondo del cajón, que a su vez abría la entrada oculta a la pared falsa que permitió el hallazgo de las osamentas de quien había sido en vida el Sacerdote Jacinto De Rementería, y las diligencias policiales para contactar a todos los que lo conocieron en vida, fue de exactamente una semana.

Por más preguntas que le hacía la policía, el Alzheimer había convertido a mi madre en un ser balbuceante, incapaz de hilar algo coherente. Yo la observaba en silencio durante mis visitas diaria.

Por cada respuesta incoherente de mi madre, algunos pasajes de mi vida fueron desbloqueándose y una voz cada vez más clara fue apareciendo en mi conciencia
—Acompáñame, será nuestro secretito—, dijo el cura, mientras sus manos suaves se iban cerrando como garras en mi muñeca.

Vuelvo en mí mismo, ya no soy ese niño indefenso, pero aquel recuerdo olvidado me hizo volver a ese estado de desamparo.

Otra vez tengo diez años, trato de resistirme, nadie acude a mi auxilio. Mi inocencia hace que mi cerebro entre en conflicto. ¿Cómo un hombre santo se puede convertir en un animal? Eso hace que mi mente se apague.

Su lengua por mi cuerpo, todo parece como si estuviera viendo todo desde lejos, como desdoblado. Parece algo ajeno, hasta que llega el dolor.

Arde de una forma humillante, lloro y siento su respiración en la nuca. Luego de unos minutos eternos todo termina. Él trata de convencerme que todo es obra de dios. Me voy a mi casa ubicada en los mismos terrenos de la residencia. Mi madre no había llegado, el cura la había enviado a comprar. Ahora que soy viejo me doy cuenta que había sido parte de su plan.

Me voy a la tina, dejo que el agua me vaya cubriendo. Al rato ella llega y me llama a gritos. No respondo, solo quería desaparecer, pero no podía esconderme por mucho. Ella me encuentra, no necesitó preguntarme nada para saber qué pasaba. Era imposible disimular el hilo de sangre que se filtraba por mis calzoncillos.

—Ya vuelvo—, fue lo único que dijo mientras se perdía hacía la casa del cura. Aún estaba aturdido por todo lo que había ocurrido. Luego imágenes difusas. Mi madre regresando con el vestido manchado de sangre, las llamadas telefónicas y mis tíos llegando de la ciudad en medio de la noche para trabajar hasta la madrugada en el hogar parroquial, y marcharse, tal como llegaron, silenciosos como fantasmas.

Ahora veo todo con mayor claridad. Convenientemente ese día hace sesenta años no había nadie salvo nosotros. La carta escrita con puño y letra por el Padre Jacinto De Rementería pidiendo que respetasen su decisión de dejar los hábitos e iniciar una nueva vida fue lo bastante convincente como para que nadie le diera tanta importancia.
Semanas después llegó el padre Braulio, que a diferencia del padre Jacinto, este era más serio, pero no tenía esa dualidad de santo y monstruo. No era mala persona, pero ya no podía confiar en ningún hombre de fe.

Reflexiono mientras la policía sigue tratando de sacarle algo a mi madre. La noticia aparece a los pocos días en los diarios locales, pero de la misma forma en que el crimen cubrió las portadas del pueblo, pronto fue tapado por la misma iglesia. Varios amigos de mi infancia, ahora hombres maduros y con el poder suficiente para enfrentarse a una institución cada vez más decadente, sacaron la voz y relataron los abusos que también ellos sufrieron.

La iglesia en un intento de acallar la verdad, ofreció una jugosa compensación a todas las víctimas. Yo no estuve en las reparaciones económicas. No quería que se supiera la verdad de mi madre, no quería arriesgarme.

Al cabo de un tiempo, de la misma forma en que aparecieron, la policía se marchó. Estoy un poco más tranquilo.

Visito a mi madre como todos los días y la abrazo. Mientras acaricio su cabeza cada vez más rala, ella levanta su mirada y sólo me dice:
—Tranquilo hijo, ya no tendré que seguir actuando como loca.

Comentarios (11):

Codrum

19/05/2025 a las 23:12

¡ Que texto!
Muy limpio, claro y estructurado en cuanto a la forma. Se lee con facilidad y tiene un ritmo que se ajusta muy bien con cada acontecimiento que acompaña.
En cuanto a la historia…
El tramo inicial me hizo pensar que no podría acaba el texto. Hubo algo que no me enganchó, tal vez la estructura con párrafos muy cortos, o la frase “El tiempo transcurrido …. “ y después de eso, el texto mejora y mejora.
No tienes pelos en la lengua para tratar un tema tan delicado y aún así lo haces bien.
El giro final, muy bueno.

Buen trabajo.
Pd: si tienes algún comentario a mi reseña, por favor, responde en mi texto. ( no hace falta que lo comentes si no quieres) es simplemente para no perderme tu comentario.

Don Kendall

20/05/2025 a las 04:27

Hola, Pato Menudencio. Me corresponde hacer comentarios por situación en la lista. Siento que el magnífico comentario de Codrum me dejé en el vacío para hacer el mío.Suscribo lo dicho y no sabría añadir nada que no fuese redundante. En resumen, me parece un trabajo redondo y sin fisuras EMDO.
Gracias por el aporte. Salud

Carmen Sánchez Gutiérrez

21/05/2025 a las 18:57

Duro y realista relato, muy bien escrito, muy bien estructurado. Engancha y see sin respirar, adivinando el suceso, asqueada y convulsa.
El final, sorprendente. Muy bueno, enhorabuena.

Yolanda T

21/05/2025 a las 22:19

¡Ole ese final! Sorprendente los sacrificios que puede llegar a hacer una madre por sus hijos.
El relato es muy fluido, de lectura amena pero conservando cierta tensión, no solo por los abusos sino porque hay momentos en los que dudas de si se hará o no justicia.
Punto a mejorar, desde mi humilde opinión: me confunde que utilices el tiempo pasado y el presente en la misma escena, la de la policía interrogando a la madre.
Un saludo

Sand_bs

22/05/2025 a las 11:53

No esperaba el tema del relato, es duro. Tu manera de relatar es cruda, sin anestesia y atrapa. Has conseguido que el lector sienta asco, rabia hacia el monstruo de tu novela, en pocas palabras y con los detalles justos.
Enhorabuena, es un buen relato.

ABAL

22/05/2025 a las 16:52

¡Desgarrador! Relato limpio sin medianías que te distraigan, directo y claro. A pesar del suceso, se reconoce el sentimiento de los personajes, desde la inocencia casi cargada de culpabilidad, hasta la ira serena. Enhorabuena.

José Torma

23/05/2025 a las 00:31

Mi querido Pato.

Éste relato, había ya tenido el gusto de leerlo y en esta versión me ha gustado aún más. Vas a cien y, para mí, de tus mejores textos, lo pongo a la altura de “Madera de artista”.

Te reitero mis felicitaciones.

Verónica

23/05/2025 a las 11:39

Empecé a leerlo y no pude parar! Me encantan las historias de venganza o, en este caso, de justicia por mano propia. Un texto que duele, pero muy bueno. Felicitaciones!

Pato Menudencio

24/05/2025 a las 17:43

Muchas gracias por sus palabras.
Pronto pasaré por vuestros relatos.

Alberto Suárez Villamizar

24/05/2025 a las 21:55

Pato Menudencio
Interesante tu historia donde haces la descripción o denuncia a un hecho vivido en la infancia que marca la vida de un menor y la de su madre, al ser víctimas de un abuso sexual. Me parece una narración muy realista, y logra impactar mi sentimiento de rechazo hacia esas arbitrariedades cometidas por personajes que para un niño son demasiado inesperadas.
Te felicito tanto por tu escritura como por poner “el dedo en la herida” a unos actos que muchas veces los menores no se atrevieron a poner en conocimiento en el momento oportuno.
Estoy participando con la historia #9 y te invito a leerme y comentarme. Gracias

Don Kendall

26/05/2025 a las 22:14

Estimado, Pato Menudencio: Gracias por la lectura e interés en el trabajo que presenté al taller.
Me parece interesante la sugerencia que haces a propósito de la introducción de la llave como elemento disparador del conflicto.
Es una opción más a tener en cuenta.
Un abrazo y salud

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