Literautas - Tu escuela de escritura

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Fragmentos de vida - por @HenkoSlowLifeR.

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Mateo siempre había sentido un vacío que no sabía explicar. Tenía quince años y, sin saber porque, pensaba en su abuelo que murió joven.
Su padre, estuvo ausente casi toda su infancia, viajando por países e islas lejanas por su trabajo. Ahora que estaban juntos otra vez, todavía pesaba la distancia de esos años.

Una tarde, Mateo estaba en el desván buscando algo para un trabajo del instituto. Entre cajas viejas y polvo, encontró una pequeña caja de cerillas con una inscripción escrita a mano: “Enciende lo que vive, apaga lo que duele. – Fede”

La cogió, intrigado, y bajó a la cocina donde su padre estaba preparando la cena.
– Papá, encontré esto ¿Era del abuelo?
Jesús lo miró en silencio.
– Sí, dijo al final. – Es de tu abuelo Fede. No sabía que estaba aquí, la llevaba siempre con él.

Mateo notó la nostalgia en sus ojos. No dijo nada más, pero algo se encendió entre ellos.
Después de cenar, subieron juntos al desván, despiertos por la curiosidad de buscar algo más.
Revisaron cajas y papeles en silencia, hasta que Mateo encontró un sobre pequeño, amarillento por el tiempo, que llevaba escrito: “Para Jesús”.
Se lo pasó a su padre.
– ¿Te suena? – preguntó.
Jesús la cogió y negó con la cabeza.
– Creo que….es de mi padre.

Se sentaron juntos en el suelo, entre polvo y recuerdos. Jesús respiró hondo, abrió la carta y empezó a leer:

“Querido hijo:
Si algún día encuentras esta carta, quiero que sepas lo que no puede enseñarte a tiempo.
Si hubiese podido quedarme, te habría enseñado que ser padre no significa ser perfecto, sino “estar presente”: escuchar más que hablar, abrazar más que exigir. Te habría enseñado que no hace falta saberlo todo, solo a no rendirse. Que, a veces, fallamos, pero eso no significa que dejemos de amar.
Quería que supieras que ser padre es también aprender, aprender a reír con tus hijos, a mirarlos de verdad, a no perderte nada de lo que son. Ojalá puedas hacerlo con tus hijos, como yo no pude contigo. No te pierdas ni un solo día. Te quiero, papá…con amor Fede.”

Jesús, casi con lágrimas, sintió como si las palabras abrieran una herida que había llevado mucho tiempo en luto.

-Siempre pensé que lo hacía todo mal contigo, Mateo. – Murmuró. – No sabía cómo ser padre.
Mateo lo miró, sentía que su padre también tenía tiempo de fallar, que le faltó tiempo como “hijo” para aprender a ser “padre”.

– No lo haces mal. – dijo con vos baja. – Solo….no quiero que te vayas otra vez.
Jesús lo abrazó, un abrazo sencillo pero lleno de un amor que no necesita palabras.

– No me voy a ir. – prometió. – Estoy aquí, siempre.

Esa noche, antes de dormir, Mateo cogió la caja de cerillas, saco una y la encendió. La pequeña llama iluminó su habitación por un instante, suficiente para entender algo:
“Lo importante no eran las grandes palabras, ni los grandes gestos, sino encender esa chispa de cuidado cada día. Estar. No perderse.” como en la caja de cerillas. “Enciende lo que vive, apaga lo que duele.”

Mientras, Jesús, en su habitación, pensando en su padre supo que la vida es como una isla donde cada uno deja su huella, aunque solo sea una llama fugaz. Y, aunque el luto nos acompañe a veces, siempre habrá un minuto para iluminar lo que vive.

Y quien sabe, lector, quizá hoy sea buen momento para encender lo que vive en tu corazón y apagar lo que duele, aunque solo sea ese pequeño instante de una cerilla encendida, pero ese instante basta para iluminarlo todo.

Comentarios (2):

Ancilo

18/06/2025 a las 12:41

Como siempre es muy agradable leerte hija.

Sigue así y disfruta contando historias.

Ya sabes que te queremos

Cristina Otadui

18/06/2025 a las 14:55

Un relato de tono íntimo y nostálgico que trata con sensibilidad el tema de la herencia emocional. Es conmovedor y deja un mensaje claro y perdurable: estar presente, encender lo que vive y apagar lo que duele.
El narrador omnisciente se mantiene cercano a los personajes y al lector, lo que facilita la empatía. La apelación directa al lector en el cierre es un recurso efectivo y didáctico, y en este caso tiene una fuerza emocional adecuada al tono del texto dejando una resonancia reflexiva que amplía el alcance del relato.
El ritmo pausado favorece la introspección. Pero en algunos pasajes yo aplicaría eso llamado “economía narrativa”: algunas ideas podrían condensarse para ganar fuerza sin perder emotividad.
Genial el reto usando la imagen de la cerilla como símbolo de la chispa emocional que une y da sentido a las relaciones humanas.
Gracias por escribir y compartir
Buen verano,
¡¡Nos leemos!!

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