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EL SECRETO DEL LAGO VERDE - por Eviana+18
Siempre recordaré aquel puente festivo. Algo en nosotros tres cambió después de aquella escapada. Algo que aún llevamos dentro y que nunca hemos contado a nadie.
Hacía meses que planeábamos acampar en la isla del Lago Verde. Rubén nos habló de ella y nos mostró fotos: un paraíso aislado, perfecto para desconectar.
Lo organizamos todo días antes y el día previsto al amanecer llegamos a la isla. Montamos el campamento cerca de una cala de aguas turquesas. Disfrutamos de un refrescante baño y exploramos el entorno felices como niños en nuestro reino salvaje.
Esa primera noche, dormíamos profundamente tras un día excitante y agotador, cuando Rubén nos despertó :
—He oído pasos —susurró asustado.
David y yo gruñimos, medio dormidos.Pensamos que se trataba de su imaginación desbordada y, sin apenas prestarle atención, seguimos durmiendo.
Pero a la mañana siguiente, había huellas húmedas de pies pequeños rodeándo la tienda.
Ese día el ambiente se volvió más tenso. Pero no hubo ningún otro hecho fuera de lo normal.
La noche fue diferente.
Esta vez, todos lo oímos, cuando Rubén nos despertó . Crujidos, pasos, muy cerca. Salimos con las linternas.. Y de nuevo distinguimos huellas húmedas de pies descalzos. Pies infantiles… o femeninos.
Y entonces la vimos. Un estremecimiento nos recorrió de pies a cabeza.
A unos metros, entre los árboles, se perfilaba la silueta de una mujer, claramente iluminada por la luz de la luna. Alta, delgada, inmóvil. Nos observaba. Llevaba un vestido negro y largo hasta los pies, como si guardara riguroso luto. El cabello oscuro y largo le cubría el rostro.
Venciendo el miedo que me producía su inexplicable presencia la pregunte si necesitaba ayuda.
No respondió. Su silencio y su quietud me erizaron la piel. Había algo en su porte erguido pero lánguido, difícil de precisar, que resultaba profundamente antinatural.
Nos miramos entre nosotros, perplejos y tensos.
La imagen de aquella mujer resultaba escalofriante.
Entonces reparé en que su vestido, al igual que su cabello, estaban empapados . Las gotas de agua chorreaban formando un pequeño charco a sus pies. Me pregunté si habría sufrido un accidente.
Tras unos minutos de mutua contemplación, la mujer se giró lentamente y desapareció entre la espesura.
A pesar de la desazón que nos provocó su aparición, corrimos tras ella, siguiendo sus huellas . Pero se había desvanecido como el humo. Solo encontramos una caja de cerillas tirada en el suelo, como si se le hubiera caído. En la tapa había un código escrito a bolígrafo: 7394 G.
Al tercer día, tras una noche en vela, exploramos más a fondo la isla, con la esperanza de hallar algún rastro de la mujer.
Y quizá por casualidad… o no, dimos con una vieja construcción totalmente derruida. Muros caídos, maleza creciendo por todas partes. Allí, medio enterrado, Rubén encontró un maletín de cuero, ajado y con herrajes oxidados. Tenía una cerradura con combinación numérica y alfabética.
Una corazonada, nos hizo buscar el código en la caja de cerillas.
Introdujimos la combinación.
La cerradura se desbloqueó.
Dentro había fotos y recortes de periódicos antiguos que hablaban sobre el hallazgo del cadáver de un muchacho y el suicidio de su madre, convencida de que su hijo fue asesinado. Una docena de fotos mostraban al chico junto __ sorpresa __a un viejo profesor de nuestra facultad, señalado por rumores de abusos. Otra, al chico sonriendo al lado de una mujer alta de cabello oscuro. Su madre.
Nos envolvió un denso silencio. Todo encajaba. Aquella mujer… el luto… su espíritu vagando por la isla.
Decidimos llevar el maletín a las autoridades. Tal vez, si se hacía justicia, su alma descansaría en paz al fin.
Al día siguiente, tras recoger el campamento emprendimos el regreso. El cielo, plomizo, presagiaba lluvia.
La barca se mecía en silencio sobre el agua. De pronto, una ráfaga de viento agitó el lago.La lancha zozobro. El maletín resbaló de la manos de Rubén ,que lo portaba ,y cayó al agua hundiéndose rápidamente.
Intentamos alcanzarlo , pero fue inútil.
Ya no teníamos pruebas. El secreto de la isla permanecería sumergido, para siempre
Nunca regresamos . Y jamás volvimos a hablar de lo que ocurrió.
Nuestra amistad, como la juventud , se deshizo con los años.
Pero aún hoy, la mujer vestida de negro sigue visitando mis sueños.
Su figura oscura, flotando en la orilla.
Su rostro oculto tras el cabello empapado. Siento su profunda tristeza…
Su pena desgarra mi corazón .
La percibo. Acechando en silencio.Sus ojos clavados en mi.
Observando.
Esperando…
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