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Solo una jornada mas - por Cristina Otadui
—¿Sabes Marta? En ocasiones ojeo nuestros antiguos cuadernos de viaje, de todos aquellos viajes que hicimos juntos y siempre acabo imaginando todos los que quedaron pendientes.
Hizo un ademán vago con las manos permitiéndose el diálogo con alguien que ya no estaba allí.
—Sigo de luto Marta… quizás de medio luto ya por el año transcurrido.
Se iba adaptando a una vida sin ella, pero en fechas señaladas seguía sintiéndose vacío, un recuerdo de lo que fue. Era una zona diferenciada de cualquier espacio delimitado, una porción de tierra rodeada de agua por todas partes. Era una isla. Sin ella, era una pequeña, lejana y jodida isla.
—Todo por tu culpa. Por ese maldito afán de llegar antes, pronto, la primera.
Decrece la luz en la estancia. Se adivina el final del día.
—Si no hubieras tenido tanta prisa, hubiésemos envejecido juntos…te echo de menos Marta.
Estaba más delgado; como único dueño de su existencia a veces se dejaba llevar por una infantil rebeldía, desafiaba las normas y olvidaba las reglas buscando un control sobre su vida que no hallaba. Bebía en exceso y comía poco. Apenas salía y abrazado a un estado de enfado y frustración terminaba siempre encerrado en la biblioteca, sentado, hablando con ella.
Notó el capitoné de la butaca y se permitió un momento mirando a su alrededor, dejándose envolver por el crisol de sentimientos que advirtió de pronto. Todo en la estancia le recordaba a ella: los libros de distintas alturas, las ediciones vulgares y las raras; algunos catálogos y revistas almacenadas en archivadores: la huella indeleble de Marta seguía en su vida y en su casa.
—Quizás debiera vender este piso, mudarme a otro más pequeño… o cambiar de provincia; olvidarme de ti, dejarte marchar y enfrentar estos últimos años, divertirme un poco. Los chicos hace tiempo que manejan su vida. Recuerdo cuando me decías que los hijos van y vienen.
Nadie le preparó para perderla tan pronto. Aquella mañana avanzó por los pasillos, llegó al hospital con prisa, reconoció al médico y al ver su expresión sintió una congoja sin remedio presintiendo el parlamento. Era viernes. Dos días después la enterraron, luego nada, soledad.
—Hace calor. Se avecina otra noche de las buenas. Si dejo esta ventana y la puerta del pasillo abiertas se hará corriente y dormiré mejor.
Sonrió al levantarse y con la mano en el pomo de la ventana, giró la mirada hacia la puerta.
—Que si Marta, que si… ya sé que dormir en medio del tiro es fatal, que siempre me lo recordabas, que las corrientes son muy traicioneras, me decías, pero es que pasamos de los treinta grados Marta y es casi media noche.
Procuraba seguir las rutinas establecidas por quien fuera su esposa: la elección de la ropa, las comidas, los horarios. Cuando Marta vivía pocas veces se acostaban más allá de las doce y ahora él tampoco lo hacía.
Camino de su dormitorio escuchó activarse la banda sonora de ese Madrid de verano que tan extraño le parecía ya: el tráfico, las conversaciones y el terraceo, la música… la lejana sirena de una ambulancia o de algún coche de policía presto al desalojo o a la revuelta.
—Es el ruido del verano Marta, la gente sale, se divierte. El tiempo acompaña ¿Quién quiere encerrarse en casa? Aún es pronto… ¿Dónde habré dejado el móvil?
Volvió sobre sus pasos hasta la cocina, sobre la mesa, abandonado junto a una taza de café seguía el teléfono. Estaba cansado, cerró los ojos por un momento y sintió el eco lejano de la vida entre ellos. Al volver al dormitorio se sentó en el borde de la cama y encendió la lampara de su mesilla de noche. Sintió de nuevo el vacío mientras se ponía el pijama y se acostaba.
Giró sobre su lado derecho, cerró los ojos y acomodó la almohada; finalmente logró dormirse y mientras caía en ese duermevela previo se preguntó cuantos días más podría vivir sin ella.
Mientras, en el exterior, Madrid y la vida seguían conjugando alegres aquella noche verano.
Comentarios (2):
@HenkoSlowLife
18/06/2025 a las 15:44
Un relato muy humano sobre el duelo y las rutinas que siguen latiendo incluso cuando la persona amada ya no está. Una conversación bonita, real, íntima con la ausencia. Emociona sin forzar, tiene alma —y eso no se corrige ni se enseña. Me ha gustado mucho.
Gracias por leer mi relato. Aprendiendo más cada día. Feliz verano. 🌿
Carmen Sánchez Gutiérrez
18/06/2025 a las 18:04
Precioso y emotivo relato. Sencillo en su estructura pero con frases contundentes muy trabajadas. Puedo ver al protagonista entre el revoltijo de libros y con una foto de la mujer amada sobre la mesa. Siento el calor bochornoso de las noches madrileñas y oigo los sonidos del tráfico y Los murmullos monótonos en la terraza cercana. Y, sobre todo, siento la soledad del hombre.
Muy logrado, enhorabuena