Literautas - Tu escuela de escritura

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VOLANDO VOY, VOLANDO VENGO - por Mila G.R.

Hoy celebro una fiesta triple: mi cumpleaños, mi jubilación y, por si fuera poco, la fecha que marqué hace años en el calendario para escribir mi epitafio. ¡Qué día más completo!
Me levanto alegre y despejada y, antes de desayunar, enciendo el primer porro del día con las cerillas que mangué al camarlengo del Papa en mi espantoso tour guiado a la Santa Sede. ¡Ni se enteró! El pobre hombre, con sus ínfulas de santidad y su vestimenta ridícula, estaba tan absorto encendiendo un cirio rojo gigantesco – supongo que para “ambientar” la visita- que dejó caer la caja de cerillas al suelo, sin percatarse de ello. Así que me agaché disimuladamente y la guardé en el bolsillo. Un pequeño acto subversivo, una victoria contra la solemnidad impuesta.
¿Para qué?… No lo sabía en aquel momento. Era un impulso, un acto reflejo de una vida dedicada a la insurrección ante lo establecido, pero ahora le estoy sacando un provecho divino… Las uso para encender mis petas, lo que me da la tranquilidad de estar llevando a cabo un acto sagrado glorificado por las altas instancias del Vaticano. Es casi como una bendición papal a mis vicios.
No en vano, la cajita, ya bastante borrosa por el uso y el tiempo, lleva una curiosa inscripción que reza: "Señor, enciende mi vida y dame luz para vivirla".
Y eso, justamente eso, es lo que hago a rajatabla, dejando mi propia huella de rebeldía y fe profana en cada cigarrillo. Es mi particular liturgia, una comunión con el humo y la independencia, lejos de las bulliciosas misas y las insípidas hostias.
Tras un par de caladas largas y profundas, comienzo a alucinar … No es una alucinación cualquiera; es mi cerebro, mi anciano y fatigado cerebro, poniéndose en modo "fiesta".
Y siento la presencia de ese vesánico intruso que llevo incorporado en mi ruinosa cabeza, ese parasito que a veces sube y baja la escalinata de mis negras reflexiones peldaño a peldaño y otras lo hace en ascensor. Es un ser incontrolable que ha convertido mi mente en una casa de huéspedes con una lista perpetua de inquilinos indeseables.
No sé su procedencia, ni su nombre, ni si tiene gentilicio, pero campea a sus anchas entre los abollados surcos de mi sesera y hace lo que le da la gana. Va y viene y por el camino se entretiene… ¡Un auténtico incordio con el que, para ser sincera, me he encariñado con el tiempo!
A veces, siento que mi conciencia es una isla solitaria en medio de un mar de locura, desde donde observo, con cierta distancia, el ir y venir de mis pensamientos, los más absurdos y los más brillantes. Hay momentos en los que incluso he fantaseado con ponerme de luto por la cordura que perdí, pero ¿para qué?. La locura me sienta mejor, es más agradable y, seamos sinceros, mucho más divertida que la monótona sensatez que se espera de una jubilada.
Dejo lo que queda del porro consumiéndose lentamente en el cenicero, como una pequeña ofrenda a los dioses del caos y la anarquía y me siento preparada para la tarea más importante del día: el acto final de esta performance vital.
La pluma me pesa en la mano, como si conociera la trascendencia de lo que está a punto de escribir y busco algo, lo que sea, para plasmar mis últimas palabras. El cuaderno que utilizo para las listas de la compra me parece demasiado formal y la factura del teléfono que tengo sobre la mesa, demasiado mundana. Al final, un trozo de papel de liar, frágil y efímero, me parece el soporte más adecuado.
El aire me huele a libertad, a marihuana y a tinta fresca, una mezcla fascinante que solo se da una vez en la vida, si es que tienes la fortuna de ser tan excéntrica como yo.
Y sin más dilación, con una sonrisa en los labios y un rastro de humo azulado en el aire, escribo mi epitafio. No se me ocurre nada más apropiado que: "Aquí yace una mujer, que por fin dejó de fumar."
Y con eso, siento que mi existencia ha encontrado su punto final, al menos en el papel. El resto, ya es cosa de la eternidad, o … de otro porro.

Comentarios (2):

Lupa Sívori

18/06/2025 a las 16:48

¡Hola, Mila! ¡Qué delicia de relato! Irreverente, lúcido y con una voz narrativa potente y única. La protagonista tiene una mezcla deliciosa de humor negro, ternura y rebeldía que atrapa desde la primera línea. La idea de marcar en el calendario el día para escribir su epitafio ya instala un tono tragicómico que se sostiene con mucha solidez hasta el final.

¿Podré hacerte algunas sugerencias breves?

– Hay imágenes muy logradas, como el “parásito” que vive en su cabeza o la “casa de huéspedes” mental. Quizás podrías moderar un poco la densidad de adjetivos en algunos tramos para que el ritmo no se vuelva demasiado cargado.
– El uso de la marihuana como liturgia subversiva, combinada con la caja de cerillas vaticanas, es brillante. Si querés llevarlo aún más lejos, podrías reforzar el contraste entre lo sagrado y lo profano con una última pincelada simbólica al cierre.
– El final con el epitafio es perfecto: ácido y redondo. Funciona como una gran línea de salida… o de llegada, según cómo se mire.

!Muy buen cuento! Con una voz narradora inolvidable. Si este fuera el verdadero final de alguien, sería imposible no brindar por ella con una carcajada.

Te invito a seguirme por acá:
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IG: @ViajarLeyendo451

¡Saludos!
Lupa.-

Vespasiano

18/06/2025 a las 17:24

Buenas tardes, Mila:
Original, creativa y ocurrente me ha parecido tu historia.
Me ha gustado de principio a fin.
He visto a la jubilada, que puede ser hasta abuela, haciendo lo que le da la gana. Me ha venido a la memoria aquella canción que dice:
“La abuela fuma, la abuela bebe,
La abuela baila, la abuela vuela,
Siempre hace lo que quiere”.
Y el epitafio para tirar cohetes.
Enhorabuena.
Con frio o con calor FELICES VACACIONES.

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