<< Volver a la lista de textos
LA CADECE - por CodrumR.
Instintivamente abrí el cajón de los cubiertos.
Solamente encontré una vieja llave que me observaba deseante. La intrigante llave sugería abrir mil secretos, millones de aventuras, incluso viejos recuerdos. Aún así la dejé ahí reposando, para que tú la encontraras y decidieras revelar su historia.
Hoy no tenía tiempo para eso. Un deseo me empujaba a seguir buscando la caja de cerillas con su arcana inscripción.
En el estante tampoco estaba.
Loco, revolví armarios y cajones.
¡La maldita caja no estaba!
—¿Ahora qué?¿Llorar?
Únicamente unas horas antes, todo hubiera dado igual. ¡Todo!
Oportunidad mayúscula perdida para descifrar el misterio.
Intuitivamente, sin sentido alguno, me puse a subir las escaleras hacia el ático.
Subí, y subí, y subí.
La caja había llegado a mí de repente. Apenas pude contemplar su intrigante mensaje cuando desapareció. Hubiera dicho que era cosa de magia. Una bruma densa ralentizaba mi mente mientras me vestía. ¿Estaba aún adormecido, o era un sueño? ¡La caja no estaba! La había sustituido el deseo mayúsculo por descifrar su código: ¿guardaba el ático las respuestas?
Alcancé la puerta. Las manos me temblaban. Únicamente tres imágenes inconexas se repetían en mi cabeza:
Terreno elevado cercado por un mar furioso que le golpeaba.
Oscuro camino perdido con rastros de continuo uso.
Instantaneamente todo cambiaba en la última imagen, y se volvía oscuro, triste como una despedida.
Solo la locura podía haber enturviado así mi mente.¡Locura!
¿Acaso ni la puerta podía abrir? Insistí para forzar su resistencia. Sorprendida por mi vehemencia, finalmente cedió. La penumbra me recibió, prudente y alerta, como un gato callejero. Allí me encontraba, a la caza de algo codificado; algo que no entendía.
Hubiera creído que alguien jugaba conmigo, como si fuera una marioneta reparada en un taller.
¿Únicamente yo me sentía así?
Entonces la vi: una ventana cubierta de polvo y antigüedad. La distancia entre nosotros disminuyó. La única impronta de novedad eran las telarañas recién hiladas en el cristal, como un terreno rodeado por el mar del abandono.
Arranqué la suciedad y froté el polvo dejando pasar la luz del exterior: fue el réquiem por la vejez, orquestado por los fríos rayos de plata.
La luna me iluminó de soslayo, como testigo involuntario de este delirio. Únicamente quedaba yo con el recuerdo del enigma. Tormentosas imágenes cubrían mi mente como las olas la arena. Ominosos recuerdos pisaban mi pecho, paralizándolo. Irreverentes mensajes de una tristeza creciente, de un adiós inevitable.
Suspiré en busca de calma, debía recapacitar y volver a empezar.
—¿La caja la encontré al vestirme en mi habitación?
Arrojé mi pregunta al viento, rogando a la reina plateada. Hubo un silencio profundo.Un silencio que ni el eco se atrevió a romper. Eco que había jugado conmigo en otras ocasiones, confundiendo mi razón. Lastrado quedó mi entendimiento. Las manos continuaban temblando y el corazón alocado batía sus aurículas al ritmo que marcaba el latido de las alas de un colibrí.
Aunque mi locura me guiara y la empresa no fuera sencilla, lo lograría.¡Lograría dar con la caja de cerillas y desvelar su misterio!
¡Un último intento para usar el recurso adecuado!
Tan cerca del límite, los 524 ya rozando el final.
Observé alrededor. Interesado pero no convencido, reflexioné unos segundos. Salí del ático, bajé despacio, sintiendo cada paso, cada respiración, incluso el roce pesado de mi pantalón. La prisa ya no era necesaria, ya casi estaba. Auné mis pensamientos, relajé el pulso para encontrar una táctica mejor: ¿Herramienta capital cifrada?
—¿Únicamente encuentras eso? ¡Eres inteligente, tú sabes hacerlo mejor!
La primera imagen protegida por un marco de agua a su alrededor fue proyectada en mis párpados cerrados.
La segunda fue más críptica: una pisada potente que hería un camino.
Anticipando el fin, la tercera imagen mostró decadencia y una despedida sumida en oscuridad.
Lo supe en cuanto la negrura me serenó: la caja de cerillas había estado siempre en mi bolsillo.
Una desconcertante broma de un taller de ingenio para resolver el misterio.
“Todo código (en)caja con LA CADECE: Isla, Huella, Luto”.
Observé en su curiosa inscripción.
Ccomentarios (1):
Carmen Sánchez Gutiérrez
18/06/2025 a las 17:54
Apasionante e inquietante la búsqueda de la caja, un juego de luces y sombras donde se confunde la realidad y turbadores sueños.
Un trabajo muy logrado y con una exquisita prosa.