Literautas - Tu escuela de escritura

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LA PARO Y LE DIGO - por Guillermo

15.00 hs. Buenos Aires, calle Florida.
Todos los días lo mismo y ninguno se parece al otro, la gente que viene y va, empujones, miradas y un acompasado movimiento que va dejando una huella en los baldosones de la calle y en todos nosotros.
─ Esa es Laura. Se dice Javier a sí mismo, emprendiendo un soliloquio.
─Sí, seguro es ella, está más bonita que de costumbre. Tiene el pelo más oscuro, me parece ver que la pollera es muy corta y le queda para morir de celos, aunque en realidad no sé si tiene novio que la cele, ojalá que no, porque si no sería imposible acercarme a ella, y es precisamente lo que quiero hacer. No puedo dejar pasar esta oportunidad. Ella sola, yo solo sin molestos amigos.¡Es el momento!
La paro para saludarla.
La llevo hacia una vidriera para que así la gente no nos empuje.
Miro su mano para certificar que no tenga anillo que indique que está en pareja, porque si así fuese, se me complicaría salir con ella. Como me gustaría, al menos, intentar desbancar al desgraciado del novio ¿Qué le habrá visto a ese tipo? Bueno, si es que tiene novio.
Yo estoy seguro que cuando compartimos la fiesta de los quince años de egresados en la isla del Tigre… ¡Qué plomazo!, pero valió la pena para estar con ella.
Todavía me hace temblequear la sensación que me generó su piel, cuando pasé mi mano por su espalda al acompañarla hasta donde estaban bailando. No sabía si tocar la piel de su espalda, que mostraba generosamente, (aún siento ese calor que me hizo vibrar) o ir a su lado como un acomodador de cine ¿cuánto hace que no voy al cine? y bueno, ¿quién tiene tiempo? pero podría invitarla, ¡qué buena excusa! para hablarle y no quedar, como la vez pasada en la fiesta, esperando el momento que nunca llegó. Y eso que en la fiesta me dió mucho lugar para que le dijera algo y no me animé ¡qué estúpido! siempre hago lo mismo. Pero en realidad fue en esa única oportunidad, porque otra no tuve pero ahora sí, ya está ahí ¿media cuadra? un poco menos ¿pero qué le digo?
No puedo ponerme frente a ella para detener su paso y decirle: ¿vamos al cine? voy a quedar como un desubicado o más bien como un estupido, bah, como un estupido no, más bien como un desubicado
¿Y entonces qué le digo?
─ ¿Cómo estás Laura?. ¡Qué original! Sos un genio de la seducción Javier. No sos más boludo porque tenés la ambición de luto.
No, así no llego a ningún lado y ya está cerca, ya estoy transpirando, se me va a notar, hace calor pero no es para tanto y me estoy poniendo muy nervioso, seguro me pongo a parlotear cualquier gansada y quedo como un adolescente inexperto. Bueno no estoy muy lejos de eso, de la adolescencia sí, pero falta de experiencia tengo mucha. Podría comenzar con:
─ ¿Qué sorpresa Laura?¿Qué haces por acá?. ¡No! si trabaja en la otra cuadra ¿por dónde la voy a encontrar si no es cerca de su oficina?. Otra excusa podría ser…qué sé yo… pararme con los brazos abiertos frente a ella, claro si no voy a parecer un desquiciado en medio de Florida con los brazos en cruz, y decirle:
─¡Laura! ¡Qué suerte que tengo por verte!
Y claro, seguro que sale corriendo y nunca más me dirige la palabra, además no me animo ni en broma.
─¡Laura! ¿ Cómo estás?. No será muy impactante pero al menos a eso sí me animo Uh, ya está ahí.
O decirle:
─¿Qué tal doctora?. Me manda a la mierda de una.
Y si no me reconoce y me esquiva creyendo que la estoy acosando. No estupido, no. ¿Cómo no va a reconocerme? estuvimos juntos hace quince días y se notaba que yo le gustaba.
Ahí está, ahí está.
¡Está preciosa! Hasta ya huelo su perfume, que bien, como me gustaría quede impregnado en mi piel.
¡Me está mirando!, ¡me está mirando!
Estamos a cinco metros, esa vidriera de mierda que la atrae y deja de mirarme, tres metros, sigue caminando mirando esa vidriera, un metro.
─¡Chau Laura!

Mejor la dejo pasar, no sea cosa que por apurado meta la pata y arruine todo, me preparo un poco y mañana a esta hora paso por acá, en cuanto la vea la paro y le digo…

Comentarios (4):

Daniel Calleja

22/06/2025 a las 00:02

Hola, Guillermo, pintás muy bien al personaje, su inseguridad y su atracción por Laura. Una pena, varios errores de puntuación y ortografía. Luego de ?, el punto no va. Dio no lleva tilde. “animo Uh”, te falta el punto entre medio. “─ Esa es Laura. Se dice Javier. Luego de la barra de diálogo no va espacio. Y debes cerrarla. <>, se dice Javier… sería la forma más correcta. Revisa el uso de las comas y los tildes. “─¿Cómo estás, Laura?”, observa el uso de la coma en ese ejemplo. “Estúpido” lleva tilde. “No estúpido, no”, si lees la frase en voz alta verás que suena extraño. “No, estúpido no·”, suena mucho mejor. Me gusta la historia, como la cuentas y lo que transmite, es una pena porque esos errores formales distraen la lectura y le quitan fluidez. Mi sugerencia, usa el autocorrector y lee el texto en voz alta. Esto último es uno de los mejores consejos de escritura que recibí alguna vez. Espero no tomes a mal las críticas, siempre nos ayudan a mejorar. Saludos. Nos seguimos leyendo.

Daniel Calleja

22/06/2025 a las 00:06

Esta parte quedó mal por alguna razón. Entre estos símbolos dobles va lo que Javier se dice. Por alguna razón al enviar el mensaje me lo borró.

Daniel Calleja

22/06/2025 a las 00:06

Esta parte quedó mal por alguna razón. Entre <> estos símbolos dobles va lo que Javier se dice. Por alguna razón al enviar el mensaje me lo borró.

Dante

22/06/2025 a las 02:11

Hola, Guillermo.

Al ver el título de tu relato, me picó la curiosidad y entré. Supuse que podía tratarse de algo por el estilo, pero… ¡superó absolutamente mis expectativas, y para bien!

Me parece muy pertinente el título, un acierto total. Que no solo resume la historia, sino la ambigüedad de ese significado. “La paro y le digo” puede sonar literal para quien ejecute la acción, o… puede ser como aquella frase popular en Argentina (asumo que también sos argentino porque ambientaste la historia en calle Florida): el clásico “agarrame que lo mato” (y después no pasa NADA en la realidad). En suma: un título tan sencillo como genial. Redondo.

Dicho esto, el contenido me ha parecido excelente. Incluso más: se lo hice leer a una actriz y le encantó. Me dijo que tranquilamente podría ser un unipersonal teatral.

Coincido totalmente con esa opinión. Y siendo que no es lo mismo un unipersonal que un monólogo porque el primero requiere acciones y puede tener más de un personaje aunque haya un solo actor o actriz en escena y el segundo consiste en un parlamento que el público recibe pero que se dice a un “alguien”, la dificultad es mucho mayor tanto a la hora de escribir el unipersonal como de darle vida al actuarlo.

Esta referencia teatral que me he permitido me sirve para afirmar lo siguiente: tu relato se trata de un texto VIVO. Y eso es una virtud enorme.

Si lo pensáramos dramatúrgicamente (aunque no es ese el ámbito ni creo que haya sido tu intención), podría funcionar como una obra teatral unipersonal.

Pero a nivel de narrativa, que es lo que has hecho porque a la historia le diste forma de un relato breve, la dificultad de la técnica elegida no es menor.

Esa técnica a la que me refiero es la del monólogo interno. Quizás un poco más ordenado que el simple flujo de conciencia, pero por otro lado “deliciosamente caótico”, donde le abrís al lector el mundo interno de Javier, el protagonista y narrador, de una manera tal que no puede no empatizar con él.

La técnica del monólogo interno es una de las más difíciles de ejecutar y eso por sí solo merece elogio. Hasta donde creo recordar de lo que he leído en el taller (tanto en la antigua edición como después del retorno desde el MUE N° 64) no ha sido frecuente. Así que es un “soplo de aire fresco” que traigas esta técnica y a través de ella nos permitas disfrutar de una historia atrapante.

¿Es un obsesivo o al menos lo parece, sí? Pero no parece ser alguien dañino. Todo lo contrario: es un pobre muchacho que no junta el valor para siquiera acercarse a la chica que lo atrae.

Su conflicto es doble: uno es externo, respecto de Laura (y quizás de los demás, ¿la mirada de los ex compañeros de curso, o al menos lo que cree él que podrán juzgar?) y el otro, el más importante, el más fuerte, es interno. El de él consigo mismo.

No importa que tan linda, inteligente, divertida, carismática, etc. pueda ser Laura… Lo decisivo es que Javier se sabotea a sí mismo y siempre encuentra algún nuevo obstáculo para poner delante de sí. Es como si fuera un corredor de cien metros llanos que mientras va corriendo va colocando las vallas (que no existían) y que tendrá que saltar, de modo que nunca llegará a la meta… la cual también él va corriendo más allá.

Es una historia excelente que a través de la empatía, la compasión que nos despierta el pobre enamorado, -el si se quiere (aunque no me gusta el adjetivo), “perdedor” (o que así se asume)-, y con una dosis de humor inteligente nos conduce a la reflexión sobre las posibilidades, las oportunidades y el aprovechamiento de las mismas.

Ese título y final: “Mañana la paro y le digo” lleva implícita la pregunta: ¿Y si no hubiera un mañana? ¿Y si no hubiera otra oportunidad?

No solamente por la finitud humana sino porque tal vez el paso del tiempo y de las oportunidades no le permitieron conectar auténticamente con Laura ni saber lo que siente. Ni mostrarse tal como él es para que ella lo descubra y, tal vez, aunque la probabilidad fuera remota, pudiera pasar algo. También podría ocurrir que al conocer verdaderamente a Laura dejara de idealizarla y pudiera abrirse a otras mujeres.

El no accionar y auto sabotearse aleja a Javier de Laura, de sí mismo y también de otras mujeres.

No se trata solo de la finitud en el sentido de que Javier o Laura pudieran morir, sino también que Javier va muriendo al dejar de vivir. Y en caso de que, por la razón que sea, no volviera a verla, todos sus sentimientos quedarán dentro de él y jamás podría liberarse de esa carga.

El “mañana la paro y le digo” es una procrastinación de la posibilidad de la felicidad, lo que es verdaderamente triste. En tal sentido, este texto que destila ese humor inteligente es un agudo llamado a la reflexión.

En cuanto a los elementos formales, creo que la mayoría están muy pero muy bien.

El tono, el lenguaje y el género están perfectamente alineados. El tono es introspectivo, en parte grave, en parte liviano, en una mixtura deliciosa. El lenguaje es perfecto para este personaje y el género, aunque use la técnica del monólogo interno que hasta podría ser dramatúrgicamente trasladable al unipersonal, no deja de ser realista o costumbrista fusionado en parte con el romántico. Puede que me equivoque en el análisis, pero no soy muy amigo de separar tajantemente los géneros y, en particular, cuando hay una intersección o fusión de ellos, las historias me parecen más atractivas e interesantes.

La atmósfera o ambientación es perfecta, tanto en lo espacial como en lo emocional. Si bien no vivo en Buenos Aires, puedo asegurarte que aun quienes no sean argentinos ni conozcan la ciudad se pueden imaginar perfectamente la calle Florida a las tres de la tarde y el microcentro con las oficinas cerca (ya que el texto dice que la oficina de Laura queda cerca). Y en lo emocional, bueno, qué decirte… te “mete” adentro de Javier y sus emociones y sentimientos, de manera tal que sentís con él. La inminencia, el dolor, las ganas, el “quiero, pero no puedo -¿y en el fondo no quiero?-”.

El ritmo es perfecto porque es paradójico: por un lado es más bien lento, porque vemos todo el proceso interno de Javier (que le digo, que no le digo, que por qué sí, que por qué no, que hago, que no hago, que por qué sí o por qué no…) y por el otro, sentimos que “el tiempo vuela”. Crece su ansiedad y con la de él la nuestra. Es como si ese tiempo que va pasando lento a la vez pasa rápido y se le escurre de las manos porque se va a aproximando a Laura hasta que llega ese momento decisivo… y ni siquiera se anima a decirle “Chau”.

Ese ritmo está bien logrado tanto a nivel de la acción como de la construcción de frases.

La ortografía y la gramática son correctas y la sonoridad es, en general, muy buena. No solo “suena bien” sino que suena a ESE personaje.

Con respecto a la puntuación, si bien indicaré algunas cosas, me ha gustado mucho el uso de algunos puntos suspensivos estratégicos. En particular estos:

“Yo estoy seguro que cuando compartimos la fiesta de los quince años de egresados en la isla del Tigre… ¡Qué plomazo!, pero valió la pena para estar con ella.”

Esos puntos suspensivos después de la isla del Tigre tienen una carga emocional enorme, un subtexto tremendo. Esto es algo que me gusta muchísimo tanto a nivel narrativo como dramatúrgico. Nos generó una expectativa de saber qué había pasado o qué supuso Javier y… ¡zas! Se limita a calificar la fiesta. Pongo el acento en que él dice estar seguro de algo, con lo cual, uno espera que revele alguna cosa que tenga que ver con él y con Laura o que tal vez se estaba por dar la oportunidad o que quizás Laura lo mirase con otros ojos y algo impidió que se concretara el deseo… y Javier nos dice que esa fiesta fue un plomazo. Y que se conforma con que haya servido de vehículo para estar con ella. Demoledor. Es imposible no querer abrazar a este pobre tipo después de eso…

Por supuesto que terminar el texto con puntos suspensivos después de la frase “la paro y le digo” es perfecto e inobjetable, porque permite reiniciar el conflicto una vez más. La historia termina pero no termina. Más allá de que puede no haber otra vez, mientras la haya, Javier subirá una vez más con su propia piedra de Sísifo para que vuelva a rodar. Y volverá a subir y la piedra volverá a rodar… Es la condena que sin saberlo se impuso a sí mismo. Y estos puntos suspensivos la muestran de una manera soberbia y absolutamente económica en términos narrativos.

Los diálogos, más allá de alguna consideración que luego efectuaré, son pocos, están muy bien construidos y están ubicados en lugares estratégicos.

El punto de vista –salvo una pequeña cuestión que marcaré- está muy claro: un narrador protagonista que, por lo demás, es el mejor para contar esta historia. No concibo esta tremenda historia con otro narrador. Gran parte de su potencia y su efecto en el lector proviene de esta acertada elección del narrador.

Las descripciones son pocas y están bien ubicadas. Y hay una que deliberadamente no incluís y Javier tampoco lo hace: LA DESCRIPCIÓN DE LAURA. Apenas si sabemos que tiene el cabello más oscuro (pero incluso podría ser rubia, castaña o pelirroja que tiene un tono más oscuro que antes en el mismo u otro color), que usa pollera corta y que en la reunión de los ex compañeros tenía un vestido que dejaba gran parte de la espalda al descubierto. que Esto es genial, porque la eleva como personaje. Nos mete en la psiquis de Javier y, de manera indirecta, nos sugiere que no hay una imagen concreta de ella porque “es una diosa”. Porque es única, porque es inigualable. De ese modo, cada lector puede construir su propia Laura…

El elemento formal conflicto está presente y ¡cómo está presente! Tal como lo expresara antes, se entretejen los conflictos externos con el intrapersonal de Javier, que es el más denso y, en definitiva, crea o refuerza el externo y lo sumerge en ese estado una y otra vez.

Del conflicto deriva la intriga, la cual está presente en grado sumo, ya que en todo momento queremos saber qué es lo que sigue, qué sucederá después. El desarrollo del conflicto refuerza la intriga en cantidad y en calidad, sostiene nuestra curiosidad y hace que nos importe Javier.

El elemento personajes está muy bien construido. Hay personajes secundarios implícitos a los que se refiere sin nombrar (los ex compañeros), otros de existencia probable pero incierta (el novio o pareja de Laura) y dos personajes más: el protagonista, Javier, y el personaje “meta” u objetivo: Laura. Laura es una antagonista aparente, porque Javier cree que ella puede ser la fuerza que se opone (un “no” de Laura sería una derrota para él). Pero en realidad, en esta historia hay un antagonista… que COINCIDE CON EL PROTAGONISTA. Javier juega el doble rol de protagonista y antagonista. Una brillante construcción formal y a nivel de contenido, un destacado y fino diseño de la historia.

Para finalizar el análisis de los elementos formales, debe mencionarse la expectativa: todo texto genera expectativas en el lector, abre tramas, preguntas. Este relato, pese a su brevedad, lo logra: abre expectativas, las renueva, las colma, las vuelve a renovar, las colma y las cierra relativamente con el final abierto, que resulta satisfactorio y renueva las expectativas no ya respecto del relato sino de la historia que lo excede y contiene.

Una vez analizado todo lo que funciona bien, muy bien o incluso excelente, voy a detenerme en aquellos puntos que podrían ser susceptibles de mejora o, que, si así lo preferís, podrían ameritar una reflexión.

Si bien tanto los diálogos, como la sonoridad, la construcción de frases y otros elementos formales están muy bien logrados, en algunos lugares se podría reflexionar si no convendría detenerse y, en su caso, hacer algunos ajustes. Que en lo cualitativo serían mínimos, porque estamos hablando de un texto excelente.

En relación a la construcción de frases, y dado que tu texto se basa más en mostrar que contar, sugeriría reflexionar sobre estas: “Todavía me hace temblequear la sensación que me generó su piel, cuando pasé mi mano por su espalda al acompañarla hasta donde estaban bailando. No sabía si tocar la piel de su espalda, que mostraba generosamente, (aún siento ese calor que me hizo vibrar) o ir a su lado como un acomodador de cine”

“Espalda” se repite dos veces y la construcción de la cadena de acciones, aunque es exquisita la referencia al calor, es un poco larga y trabada. A título de ejemplo sugiero: “Todavía me hace temblequear la sensación que me generó su piel, cuando pasé mi mano por su espalda al acompañarla hasta donde estaban bailando. La parte de atrás de su vestido dejaba una generosa porción de su piel a la vista… ¡Aún siento ese calor que tanto me hizo vibrar! No sabía si tocarla allí… o ir a su lado como un acomodador de cine”. Pienso que este ejemplo no estaría lejos de tu intención narrativa, aunque por supuesto vos podrás determinar cuál es la mejor opción (si esta, la original u otra que se te ocurra, superadora de ambas).

En lo atinente a la sonoridad, que está muy lograda, propongo un simple detalle. Donde dice: “ojalá que no, porque si no sería imposible acercarme a ella,” si bien es perfectamente comprensible, hay dos no muy seguidos que podrían comprometer un tanto la sonoridad. Por lo que “si no” podría ser reemplazado, por ejemplo, por “en ese caso”.

En cuanto al narrador, si bien es claro que es un narrador protagonista en primera persona, advierto lo siguiente: el párrafo inicial podría ser emitido por un narrador omnisciente o incluso testigo que decide involucrarse parcialmente cuando dice “todos nosotros” o por un narrador protagonista. Esto no es malo ni incorrecto, ya que, con cualquier narrador este párrafo nos mete en el lugar donde transcurre la historia. Nos introduce en la ambientación espacial para preparar luego la emocional.

El único punto en el cual, en lo que se refiere al narrador, llamaría la atención es en la línea de diálogo: “—Esa es Laura. Se dice Javier a sí mismo, emprendiendo un soliloquio.”

“Se dice Javier a sí mismo” es tercera persona, cuando luego se narra en primera. Este pequeño desliz tendría una solución simple que creo que sería perfectamente compatible con la intención narrativa que percibo que tuviste (qué quisiste contar y cómo, independientemente de cómo lo hiciste) y sobre todo, sería muy coherente con Javier. ¿Cuál sería el recurso? Sencillo: que Javier refiriera a sí mismo en tercera persona. Por ejemplo: “—Esa es Laura —se dice Javier a sí mismo, emprendiendo un soliloquio. O sea: yo me digo a mí mismo y emprendo el soliloquio” O: “—Esa es Laura —se dice Javier (o sea, yo) a sí mismo, emprendiendo un soliloquio.” (Esta variante puede sonar incorrecta y, de hecho, desde un punto de vista formal y purista lo sería, pero como usás la técnica del monólogo interno, un casi flujo de conciencia, podría ser válida). O directamente podés cambiar a primera persona en la acotación y suprimir la mención del soliloquio. Esta variante no iría en detrimento de lo que has construido en el resto del relato y, por el contrario, creo que sería absolutamente coherente, porque en general has honrado a la máxima de Chéjov: es mejor mostrar que contar. Si vos eliminaras “emprendiendo un soliloquio” y usaras la primera persona (“—Esa es Laura —me digo a mí mismo, Javier.” O bien: (“—Esa es Laura. Como si no lo supieras, Javier —me digo a mí mismo” O: “—Esa es Laura. ¿Quién otra iba a ser, Javier —me digo a mí mismo”).

Creo entender por qué ocurrió este “desliz”: quisiste narrar en primera persona y lo hiciste, lo cual es inobjetable (porque este narrador era el más apropiado para contar esta historia), para tu intención narrativa (lo que quisiste contar) era fundamental que conociéramos que el personaje se llama Javier (puede que sea para disociarlo del autor, puede que por algún motivo hayas elegido el nombre del personaje, puede que quisieras que no fuera alguien “anónimo” sino con nombre) y entonces se generó el problema: ¿cómo lo presento cuando él mismo no puede decirnos “soy Javier” sin “hacer ruido” o desviar la atención? Elegiste un camino plausible: la acotación del diálogo. Sin embargo, para que tu intención narrativa quede perfectamente concretada sería conveniente que pienses en alguna variante para este pequeño ajuste.

He notado también algún que otro error de tipeo (que a todos nos suceden) o que quizás haya tenido que ver con copiar y pegar desde tu borrador al formulario de envío. Es algo extremadamente menor: entre la raya de diálogo — (que se grafica con las teclas Alt+0151) y el inicio del diálogo no hay espacio, y después de los puntos y seguido va un espacio. En algún caso, hay pequeños errores ortográficos de tipeo, por ejemplo, “¡Me está mirando!, ¡me está mirando!” Después del primer mirando, el signo de exclamación de cierre opera como un punto. Por lo que no debería ir la coma y el “me” que sigue debe ir “Me”, con mayúsculas.

También hay algún que otro error de ortografía (por ejemplo “estupido” en lugar de “estúpido”, o pronombres interrogativos o de exclamación (ejemplo “como”) que llevan tilde (siguiendo el ejemplo sería “cómo”). Esto puede ser un simple error de tipeo, pero por las dudas lo señalo.

Otro punto sobre el que creo pertinente reflexionar es la distribución de diálogos, acotaciones y narración. Si bien el texto está tan bien construido que fluye, desde el punto de vista formal sería mejor que quedaran más separados unos y otras. En cuanto a las acotaciones, sería oportuno (yo siempre lo hago a la hora de repasar el texto) que consultes las guías de Literautas acerca de representación gráfica de diálogos y pensamientos.

Lo que personalmente pienso, y te invito a reflexionar sobre ello (puede que coincidamos o no), es que si las líneas de diálogo quedaran separadas de las intervenciones, o mejor dicho de la narración de Javier, realzarían más una cosa y la otra. Porque en tal caso creo que causaría la sensación de que Javier “dialoga” entre su proyección de lo que intentaría hacer en el mundo real y sus reproches internos que reprueban ese curso de acción. El auto sabotaje quedaría más remarcado.

Por lo demás, lo que convendría revisar también es la puntuación: en ocasiones tal vez sería mejor colocar o correspondería colocar puntos seguidos en vez de comas. Es cierto que tu técnica se asemeja al flujo de conciencia y que éste puede ser desordenado, pero cierta pausa con la puntuación realzaría este texto que, reitero una vez más, es excelente.

En algunos casos, quizás podría ser conveniente usar algunos puntos suspensivos, y algunos párrafos, tal vez podrían subdividirse. Esto es subjetivo, materia totalmente opinable. Pero si decidís reflexionar sobre el punto, siempre el norte deberá ser tu intención narrativa: lo que mejor resalte tu intención narrativa (lo que quisiste contar y cómo, más allá de cómo lo hiciste) será la mejor opción.

Cuando usás nombres o títulos (“Chau Laura” o “¿Qué tal doctora?”), debe usarse una coma. Es una especie de norma o convención estilística porque el nombre propio, el título de una persona (Laura sería médica o abogada, asumo esto último porque Javier dice que su oficina queda cerca, no su consultorio, o quizás tiene un doctorado de otra carrera que se desempeñe en oficinas) o un pronombre se conocen como vocativos. Antes o después de un vocativo va coma: “Chau, Laura”, “¿Qué tal, doctora?”.

En resumen: este texto brilla en forma y en contenido y los ajustes que se podrían hacer, previa reflexión tuya, son menores. Todo lo que decidieras cambiar para que resalte más tu intención narrativa lo hará brillar aún más.

Pero ya el original nos permite disfrutar. Me gustó muchísimo y, sobre todo, porque además de tener humor inteligente, ser muy humano y entrar en la psicología del personaje, tiene algo que es CLAVE para cualquier obra de narrativa o de dramaturgia: en todo momento crea y sostiene la inquietud del lector o espectador y hace que no suelte la página (o la butaca). Eso no siempre es fácil de lograr, pero sí es fundamental. Y tu texto lo ha conseguido con creces.

Felicitaciones por tu trabajo.

Saludos y nos seguimos leyendo

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